El 25 de mayo de 1910 se cumplió el Centenario de la Revolución de Mayo. Debido a este gran acontecimiento se decidió festejarlo invitando a notables de diferentes nacionalidades y organizando todo tipo de eventos tales como ceremonias civiles y religiosas, desfiles militares, congresos, banquetes, funciones de gala, entre otros. También se acercaron a nuestro país poetas y literatos, viajeros profesionales e invitados especiales que dejaron noticia de ese año excepcional.
Pero no todo lo relacionado con esta fecha era alegría: durante la Semana de Mayo de 1910 se podía apreciar un fuerte descontento representado por protestas sociales (por ejemplo, el atentado que sufrió el Teatro Colón en una de sus funciones de Gala, amenazas de huelga general y planteamientos violentos de sectores sindicales anarquistas y socialistas); utilizando la presión policial y el Estado de Sitio estas amenazas fueron neutralizadas.
La Argentina, que se perfilaba como una potencia semejante a Estados Unidos mostraba dos caras distintas en este festejo: la magnificencia del mismo por un lado y la tensión social, por el otro.
La conmemoración por el centenario de la independencia argentina se desarrolló en una república conservadora dirigida por la generación del '80.
Esta elite poderosa e ilustrada fue conservadora en lo político, partidaria del liberalismo en lo económico, impuso un modelo agroexportador, fuertemente ligado al mercado inglés; promovió la inmigración; rescató la idea de progreso e impulsó la laicización del Estado.
Admiraban la cultura europea e importaban todo lo que podían: la moda, los usos y las costumbres de grandes y refinadas ciudades europeas como Londres y París. Así se puede entender cómo Buenos Aires se transformó en la "París de Sudamérica".
Los presidentes que se sucedieron hasta el '10 fueron los siguientes: Julio Argentino Roca (1880-1886), Juárez Celman (1886-1890), Carlos Pellegrini (1890-1892), Luis Sánez Peña (1892-1895), José Evaristo Uriburu (1895-1898), Julio Argentino Roca (1898- 1904), Manuel Quintana (1904-1906), Figueroa Alcorta (1906-1910). Luego gobernará Victorino de la Plaza (1914-1916), a quien lo sucederá Hipólito Yrigoyen con quien comenzará la época radical, período que se prolongará hasta 1930.
En el período 1880-1914, la ciudad de Buenos Aires registró una alta tasa de urbanización debido a la llegada de grandes contingentes de inmigrantes europeos. La metropóli se expandió físicamente, se formaron los barrios de la ciudad y la imagen de Buenos Aires cambió radicalmente.
En varias oportunidades se prohibió la entrada de mujeres inmigrantes al país por lo que creció la población masculina creándose un desequilibrio. Se cometieron muchos errores como éste pero en definitiva la integración resultó vencedora.
La Argentina era considerada el "granero del mundo" y eso la convirtió en un foco de atracción para los ciudadanos europeos, tanto es así que para el 1910 ya se contabilizaban casi un millón de inmigrantes. Además, no hay que olvidar que la Constitución Nacional de 1853 promovió este proceso para, entre otras cuestiones, poblar el campo. De los 6.5000.000 europeos que ingresaron al país entre 1857 y 1941, regresaron 3.100.000 y se afincaron 3.500.000.
Pero, paradójicamente, no todos los extranjeros que llegaron al país se pudieron dedicar a la actividad agrícola-ganadera, ya que no era fácil acceder a la posesión de la tierra. El acceso a la propiedad de la tierra estaba cerrado. Esta se repartía en grandes latifundios y los inmigrantes solo podían transformarse en arrendatarios, empleados o peones. En consecuencia, la distribución extranjera se concentró sobre todo en las provincias de la región pampeana, en algunas del litoral y Cuyo y en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. En esta ciudad, las demandas de la construcción de las obras públicas y de infraestuctura requería de mano obra a gran escala y los inmigrantes se encargaron de satisfacer esta necesidad. También, la industria alimenticia, textil y frigorífica constituyeron un importante mercado de trabajo para los extranjeros.
Para dar una idea del proceso, se estima que Buenos Aires recibió un tercio del total de la inmigración europea que arribó a la Argentina. Esta situación determinó el cosmopolitismo y el rápido crecimiento de la Capital.
Pero la mayoría de los inmigrantes que ingresaban al país eran excluidos del sistema económico europeo y la mayoría de las veces venían con lo puesto. Millones de pobres engrosaron los conventillos y barrios miserables de Buenos Aires, encontrar trabajo no era nada fácil y la tensión social fue capitalanzada por anarquistas y socialistas.
Esta es la Argentina del Centenario - nada fácil - pero con un concepto que se diferencia a nuestros tiempos. Estaba la esperanza en el futuro. No había un sólo argentino que no creyera en el futuro glorioso por venir.
Hoy tenemos tantos problemas como en ese entonces pero lamentablemente no contamos con la confianza de esos argentinos.
Es nuestro deber primero saber por qué la perdimos y segundo recuperarla.