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Carlos Diez San Millán

CDIX
Lo que le voy a decir
no tiene resentimiento,
curiosidá, sinsabor,
a naides yo quiero herir
la historia de la patria
no se ha hecho sin dolor.

CDX
Allá en los primeros tiempos,
por defender los ideales,
los criollos abandonaban
casa, mujer y ranchada,
los suyos los esperaban
hasta que por muerto los daban.

CDXI
Y también los dirigentes,
militares  con sus tropas
 y valerosos  caudillos
seguidos de sus gauchadas,
que hasta la vida entregaron
en semejante patriada.

CDXII
Recuerde querido amigo
así nomás al pasar,
 Dorrego, al Tigre Facundo,
puede ser grande el detalle
con el Chacho Peñaloza
hasta el general Lavalle.

CDXIII
Aquel que fuera el grande
en la gesta americana,
le entregaron  al final
de una vida de virtú,
esa corona de espina
llamada la ingratitú.

CDXIV
¡Pobre el Gran  General
Don José de San Martín!
que por celos enfermizos
de algún  postizo nacional,
¡ni en el funeral, a su amada
la pudo ni acompañar!

CDXV
Y el creador de la bandera?
que a fuerza ‘e necesidá
se hizo buen general,
por que no era ni soldado
cambiando leyes por sable,
pues  Belgrano era abogado.

CDXVI
El pobre fue a terminar
sus días en la pobreza
allá en la gran capital,
solito y abandonado
como  perro en la perrera,
¡el creador de la bandera!

CDXVII
En el litoral también
hubo gauchos de mi flor
Lopez, Urquiza, señor,
que lucharon por la patria
una gauchada bravía,
cada cual era mejor.

CDXVIII
¿Y en el norte? punto aparte,
hay que reconocerle
al gaucho Don Martín Güemes,
que con sus bravos norteños
contuvo a los invasores
por esos montes salteños.

CDXIX
Peleador y montaráz
armao de lanza y diablura
contra los godos luchó,                    
palmo a palmo, codo a codo
muriendo por un traidor
que lo baleó por la espalda.

CDXX
La tropa se componía
de puros criollos de campo
de los cerros, de los valles,
el que caballo tenía
ahí nomás se apresentaba
y  al servicio se ponía.

CDXXI
Montado en un refucilo
y la chuza en la tacuara,
de repente se asomaba
espantando al enemigo
y al grito de ¡viva la patria!
le pegaba una ensartada.

CDXXII
No era gaucho ‘e cantón
porque era voluntario,
tampoco era un perdulario
eran hombres de corazón,
que por tras de Martín Güemes
peleaban por su  nación.

CDXXIII
Hasta el mismo San Martín
reconoció la bravura
del norteño y sus jinetes,
que cuidaban la frontera
corriendo a los maturrangos
con golpes de montonera.

CDXXIV
En el parte de batalla
 un general español
le decía a un  superior,
que nunca se había topao
con semejantes centauros
en sus caballos  montaos.

CDXXV
Por eso le digo amigo
tengamos fe y esperanza
no perdamos el resuello,
pero andemos con cuidao
 anda suelto un invasor
que quiere cortarnos el cuello.

 

 

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