Palabras
de Introducción
Porque sentimos
que somos de todos, como un aroma, que tenemos las manos y la
cabellera al viento, que nuestra huella se afianza en las veredas
que todos transitan.
Nos buscamos en la soledad, alentados de esperanzas, con ojos
de libertad, esta libertad que está en los demás,
que es como el agua, el manantial alivio que viene de todos y
si nos falta, la sed se hace sentir tanto, hasta poder secarnos.
El rumbo de nuestros versos late en nuestra voz y la de todos
y nuestra razón no desea seres solitarios. Son de veras
solitarios los que no pueden oir, soñar. Quiero decir,
hablar.
Con la palabra somos, para eso, una y tantas voces que piden puertas
y caminos para estas ansias de seguir, vivos y latentes.
Los que dejan su canto, sus poemas, nunca se van del todo.
Somos una, uno, con la palabra, así sabemos cuando es tiempo
de estar, quedarnos. Irnos y volver.
Somos de todos, aunque no haya nadie más. Tantas veces
la poesía es una proeza estéril y no nos importa.
Somos nuestra propia carnada que ansía una multiplicación
de peces. Y de panes, porque existe el hambre.Demasiado existe.
Brindemos entonces aunque falte el vino y nos embriaguemos con
este invisible y añejo licor, celosamente guardado para
ustedes, en el tiempo de vivir sin cerrar los ojos.
Antes que el vino, la sangre tuvo su exacto
color. Y estamos aquí, siempre a punto de ahogarnos.
Más allá del Universo, donde seguro existe lo imposible,
estará el benigno consuelo al desgarrado oficio de escribir.
Sabemos de ausencias. Sabemos que realmente existe una más
larga. Por eso venimos antes que ella con nuestros poemas...
Dejen por favor la puerta abierta. .
Y hablemos. Dice el poeta “que no se quede callado
quien quiera vivir feliz. La dicha de la palabra sea promesa y
camino llano.
No hace falta decir nada más. Sólo oir... Por si
lo exige la noche, la fría madrugada o el corazón,
el propio corazón.
Que el fuego de
la mansa leña, aunque débil, si ustedes lo encienden
sea nuestra primera claridad. Por eso, gracias. Muchas gracias,
y que estas palabras, dichas para ustedes permanezcan, como una
nube en el aire, una morada. Un corazón abierto.
GRACIELA GONTA
Salta, 23 de febrero
de 2003