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Los Tapaos

Por José de Guardia de Ponté

n la Salta del ayer, muy a menudo, se solía hablar de los "tapaos", tesoros increíbles enterrados en diferentes tiempos y de diverso origen.

Se decía que los indios que gozaban de riquezas eran enterrados en ollas de barro con finas prendas y repletos de oro y plata.

Otros afirmaban que los españoles de la colonia, acostumbrados a la vida de mar, al estilo bucanero, escondían riquezas en arcones, buscaban a tal fin lugares especiales y realizaban mapas enigmáticos para poder llegar luego y rescatar sus tesoros en tiempos de vacas flacas.

Muchos sostenían que estos "tapaos" estaban siempre cuidados por alguna alma en pena, que hacía sus lúgubres apariciones, para indicar el lugar donde los mortales podían encontrarlo, lo cual la libraría del estado en que permanecía. 

Ya se contaba, allá por los 20, en el pueblo de Chicoana, que en las noches de luna llena se aparecía un gaucho con cara de calavera montado en una mula de ojos rojos, y cantando bagualas aterradoras se perdía por la quebrada de Tilián. Se rumoreaba que el valiente que lo siguiera tendría la posibilidad de encontrar un inmenso tesoro escondido.
Pero la más famosa de las historias de "tapaos" es sin duda "el tesoro de los jesuitas". Decían que al ser expulsados de América por la Corona de España. al salir de Salta, el prior del convento, levantando sus brazos al cielo, anunció que partían llevando en sus carretas todos los tesoros que tenía su Iglesia, al cual lo enterrarían en los cerros, para sacarlos nuevamente cuando retornen a esta tierra, de lo cual se encontraban seguros, porque serían ayudados por la Gracia de Dios. Muchos ilusos buscadores de tapaos agotaron recursos y paciencia recorriendo cerros y montañas, iniciando excavaciones, hasta retornar fracasados, hambrientos y empobrecidos.

Otra de las leyendas eran los tesoros escondidos por la invasión de Felipe Varela. Sostiene la creencia popular, que los afincados y terratenientes de la época, desde los Valles Calchaquíes a Salta, al tener conocimiento del avance de la montonera, arrojaron sus joyas a los aljibes, enterrando otros estas pertenencias, para huir presurosamente hacia la ciudad de Salta en busca de la protección de las fuerzas militares.

Así fue como se revolvieron todos los pozos de agua domésticos que había a lo largo del camino de herradura que unía Salta con los Valles. Dicen que algunos tuvieron suerte, pero no se señalaba un hecho donde se citen nombres y lugares.

Fue a principios de siglo cuando corrió la leyenda de que un peón de la finca que colindaba con la ruta a Cerrillos araba la tierra con un arado de madera tirado por una yunta de bueyes. Iba adormilado en su trabajo monótono y pesado. La reja tropezó con algo y se volcó el arado. Detuvo la yunta, y maldiciendo arreglo las cosas para seguir trazando el surco, cuando vio relucir unas monedas de oro. Cavó con las manos y encontró una tinaja, de regulares dimensiones, llena de monedas de oro. Quedó en silencio, y tapó nuevamente el tesoro. Trabajó todo el día, y durante la noche, acompañado de su mujer, hizo varios viajes hasta llevar todas las monedas a su rancho. Dejó pasar unos días y viajó a vender las monedas. A su regreso compró la finca a su dueño sin dar explicaciones. A nadie confió su secreto, porque quería quedarse a vivir allí, en su tierra nativa, donde nacieron, crecieron y murieron sus hijos. 

En mi caso particular, una vez me contó un anciano amigo, hombre de rancio abolengo salteño, que había vivido toda su vida en una vieja casona de la calle España, y aconteció que cuando llegó a cierta edad y ya viudo, decidió vender la casa paterna para repartir el dinero entre sus hijos. La compró un sirio que puso inmediatamente una zapatería. La cuestión fue que el turco decidió ampliar la sala principal para acomodarla de deposito y al tirar una pared se encontró con un espacio secreto entre paredes y dentro dos bolsas de cuero con monedas de oro. "Te das cuenta" me dijo, toda la vida he vivido en esa casa sin saber del tesoro y llega este hombre y se hace rico en menos de un mes... "cosa de mandinga !"

 

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