Por José de Guardia de Ponté
os poetas en Salta siempre han sido una especie de endemia lírica que han llenado con sus cantos el ambiente, y sus ideas y metáforas han dado una especial conformación a la manera de ser de todos los salteños, que existen y existieron.
Surgieron grandes valores poéticos que han ido adornando la vida de Salta con sus creaciones, sus ocurrencias y su amor entrañable a la tierra, factores conocidos, aceptados y venerados por toda la población, que se siente orgullosa por estos románticos juglares de la época actual, que todavía elucubran sus obras junto al duende travieso que sale de los vapores del vino de los Valles Calchaquíes.
Entre las generaciones de poetas, que también tienen distribución geográfica, se encuentran aquellos tocados del duende misterioso de la inspiración, que nacen, se reproducen y mueren como afirman las leyes biológicas -en zonas pobres de Salta.
Años atrás esto era una verdadera desgracia, puesto que la cultura del valle en ciernes estaba limitada a la precaria existencia de la biblioteca que aparecía siempre desierta, cobijando a una anciana jubilada que hacía de "sereno" de las olvidadas letras, mientras tejía pacientemente una tricota que no terminaba nunca. En ese ambiente, soleado y polvoriento, que suele repetirse a lo largo y ancho del interior de la provincia, aparecieron estos poetas pobres de dinero pero ricos de corazón.
Sus inquietudes líricas tomaron forma al pie de las altas montañas, en ese paisaje monumental y agreste que muestra nuestra tierra salteña.
En las frías noches invernales, entibiadas con abundante tinto vallisto, ensayaban discursos en los tugurios o bares pueblerinos sobre temas espirituales, que muchas veces dejaban descomunales dudas entre sus seguidores, que silenciosos, asombrados y pacientes, trataban de seguir el intrincado arabesco de esas ideas.
Fueron luchadores por la comunidad que los aceptó y les distinguió con sus afectos y respeto; llegaban periódicamente a las redacciones de los diarios locales de entonces, portando algunas cartillas, en las que con rimbombante vocabulario, defendían, exigían, tal o cual acción del gobierno para aliviar males pequeños de la comunidad por la cual, pluma en mano, luchaban como verdaderos adalides de las razones de los pobres.
Rebosantes en bondad y generosidad de espíritu, llegaron algunos con su presencia modesta y esmirriada, hasta los lugares donde se reunía lo que podría calificarse de la "alta bohemia de Salta", y con valentía destejían los males del pueblo en medio del silencio respetuoso de sus pares.
Así entre estas bellas rosas nacieron los Perdiguero, los José Ríos, Perecito, Zelaya, César Alurralde, Ceballos, D’Jallad y tantos otros como Anibal Aguirre, el poeta quiosquero, que nos dieron y nos dan tanto por nada.
Hoy estos poetas del pueblo se agrupan en movimientos populares como el de Joaquina Cultural y los Poetas Callejeros.
Que vivan siempre – eternamente… en esta Salta.