Los Parques y Reservas son áreas naturales de gran belleza, instituidos con el propósito de proteger a la naturaleza, educar y proporcionar solaz a las personas que los visitan.

Son muy importantes porque conservan sistemas ecológicos que de otra manera desaparecerían, haciendo desaparecer también de la memoria humana sus formas de vida.

Desde que fueron creados en 1934 bajo la inspiración del perito Francisco P. Moreno - cuya donación de tres leguas cuadradas en la zona del Nahuel Huapi, en 1903 - fue la base de todo el sistema de áreas protegidas.

La idea inicial y hasta justificada del ultraproteccionismo fue cediendo a una visión más integral. Desde este nuevo enfoque bosques, selvas y montañas pasaron a ser vistos no sólo en su enorme potencialidad turística - o como meros escudos para proteger especies amenazadas - , sino como bancos genéticos, y campo fructífero para impulsar la investigación científica.

En total, los parques ocupan una superficie superior a los tres millones de hectáreas, extensión equivalente a toda Italia y no mucho menor que la de Alemania. Ya existen 34 - una cifra que por suerte no es exacta, ya que de tanto en tanto se engrosa con la incorporación de otros espacios al sistema nacional de áreas protegidas.

Desde las selvas subtropicales hasta el bosque nativo de Tierra del Fuego, los jardines argentinos están cuidados por alrededor de 300 guardaparques, una cifra que resulta insuficiente. En los hechos, cada uno debería cuidar 15 mil hectáreas, una tarea obviamente impracticable para una sola persona. Dentro de sus posibilidades, sin embargo, los guardabosques se comportan como cordiales dueños de casa en sus áreas de acción : guían a los turistas, les cuentan todo lo que saben sobre fauna, flora y clima del lugar, y hacen docencia ambientalista sobre la base de que los visitantes también deben convertirse en ocasionales guardianes de la naturaleza y su delicado entorno.