Son, los cerros, cofres que atesoran un sin fin de historias y leyendas, guardianes de secretos y culturas de las que poco, y casi nada, sabemos. Son la casa de un puñado de personas que, aisladas del resto de la sociedad, se las ingenian para sobrevivir.
Entre las costumbres y tradiciones de esa gente de nuestros cerros están las corridas de animales; es decir la juntada de cabras, ovejas, vacas y caballos que, en tropilla, serán llevados a los corrales de pirca; y la yerra, que es todo lo relativo a la marcada y de los animales.
Cuando ello sucede; es todo un acontecimiento y el dueño de los animales organiza una gran fiesta muy provista de carne y de vino, a la que asisten los organizadores, parientes e invitados.
Si alguno de los que participa en la yerra tiene un San Marcos o San Juan, lo lleva a la fiesta para que sirva de protector a la majada de ovejas, por ser estos santos abogados y protectores de los animales, las imágenes son colocados en un lugar destacado, desde donde puedan dominar todas las actividades que se han de llevar a cabo.
Cuando comienza la "señalada", se eligen parejas de animales con el objeto de casarlos, los adornan para ello con flores de diversos colores colocadas sobre el cuello o los cuernos de los animales, les hacen tomar aguardiente o vino con hojitas de coca, y con tierra del corral les marcan una cruz en la frente y pronunciando unas palabras los casan.
Luego del "casamiento de animales" el dueño de la corrida anuncia el comienzo de la señalada y marcada, se le entregan, al dueño o dueña de los animales, las orejas de los señalados que van a ser enterradas en hormigueros para que la hacienda se multiplique y robustezca.
Con el fin de la marcada, casi siempre, la dueña de la casa u otra matrona hace rezar algunas oraciones, hecho esto los participantes felicitan al dueño de la casa y comienza la comida y la bebida hasta la ebriedad total. Toda la fiesta está animada por el canto - acompañados por cajas copleras, violines y algunas guitarras - y el baile.
Presenciar este espectáculo, en las soledades de los cerros, es toda una vivencia, y para ellos es un evento casi religioso, aparte de ser un acontecimiento social por excelencia