Cuando se conjugan lugares,
tiempos, sucesos y protagonistas de las más variadas gamas,
se originan las historias trascendentes. En Salta, la historia del
vino tuvo estos ingredientes.
Ya desde fines del
Siglo XVIII se evidenció más tangiblemente un incremento
del valor de la tierra en el Valle Calchaquí. Tomándose
como patrón de tasación y valuación de los
suelos, no sólo la cuantía en dinero, sino en las
mejoras efectuadas por la calidad y en el rendimiento de los mismo.
Este progreso se manifestaba a través de una mayor demanda
de los resultados obtenidos tanto en los cultivos como también
en la calidad de animales. Las haciendas productoras de vid, harina,
sumado a las buenas pasturas para ganado, especialmente para la
cría de mulas, eran propiedades más valiosas.
En su “Memoria
descriptiva de la Provincia de Salta” el historiador don Miguel
Solá –1899- dice: “El cultivo de la vid ha tomado,
desde esta última década, una gran importancia en
los valles Calchaquíes y en el de Lerma, siendo sus productos
cada día más solicitados para la exportación
y para el consumo. La uva del valle es de una aroma y sabor exquisitos,
y se ven racimos que pesan hasta tres kilos”. Continúa
detallando: “... el clima seco, que necesita la vid y el terreno
pedregoso, un invierno fresco y un verano caloroso (sic), todas
estas condiciones se encuentran en los Valles Calchaquíes".
Los avances tecnológicos
y requerimientos de orden legal impusieron la necesidad de crear
instituciones que agrupaban a los pioneros del desarrollo vitivinícola
de Cafayate y zonas aledañas, así en las primeras
décadas del Siglo XX se conformó la primera Cooperativa
Vitivinícola cuya primera conducción estuvo integrada
por los señores: David Michel Torino, Ceferino Velarde, Ing.
Nolasco F. Cornejo, Pedro Grení, Néstor Michel, José
Coll y Celesio Valle.
David Michel Torino
También como
un modo de estimular la producción vitivinícola y
agrícola de la zona, durante la primera gestión gubernamental
del Dr. Abraham Cornejo en 1917, se creó la Estación
Enológica de Cafayate gracias a los buenos oficios del Ministro
de Hacienda de la Provincia, Dn. Manuel Alvarado. Colaboraron en
aquellos empeños los empresarios Sánchez Isasmendi,
Michel Torino y Chavarría, según refiere un documento
de la época.
Pero no puede omitirse
en esta breve crónica histórica a figuras que ya fuese
por su ingenio, tesón y hasta los caracteres personales que
los distinguieron a través de sus nombres y obras que marcaron
un hito en la vida de los valles. Uno de los mejores narradores
de esa época fue don José Palermo Riviello quien en
su obra “Reminiscencias Salteñas” plasmó
sinnúmero de perfiles humanos y anécdotas poco conocidas
en la actualidad, en ellas desgranó personajes y situaciones
de aquellos tiempos idos. Riviello relata que: “La Oficina
Química Enológica está a cargo del profesor
Hurtado, que con su secretario José A. Palermo, desarrolla
intensa labor de fiscalización de las bodegas y de las plantaciones
frutícolas calchaquíes. El señor Hurtado es
autor de un compendio interesantísimo de Enología
de mucha importancia para toda esa zona, obra que enaltece a pesar
de su modesta modalidad”.
Pero el cultivo
de la vid fue y sigue siendo motivo de inspiración para varias
generaciones de poetas, como si el dios Baco de la mitología
romana, hubiera sentado sus reales en muchas estrofas de nuestros
vates. Le cupo a Joaquín Castellanos ser el referente indiscutible
dentro de la literatura nacional, cuando contando con apenas 25
años de edad escribe su famoso poema “El Borracho”
en Buenos Aires allá por el año 1887, algunas de cuyas
estrofas hoy vuelven a la memoria de sus comprovincianos.
Nuestro reconocido
músico, literato e investigador de las cosas de esta Salta
don José Juan Botelli escribió en su libro “Antecedentes
para la Historia del Vino en Salta” (1985) hoy agotada, lo
que puede calificarse como a la investigación más
actualizada acerca de la vitivinicultura de Salta. Allí cita
con su característica veta humorística un hecho real,
que luego transcribió en versos Dn. Arturo Dávalos
(hijo del poeta Juan Carlos Dávalos) refiriéndose
a los viñedos de Animaná, que pertenencieran a los
sucesores de don Néstor Michel hasta 1948.
Una parte de esas
tierras las adquirió un viñatero originario de España
don José Coll, padre del poeta vallisto Juan José
Coll. En aquella melodiosa copla referida a los vinos de Coll, Arturo
Dávalos decía: “Desde tierras españolas/cepas
trajo un español/y en Cafayate volviólas/en olas de
vino Coll”.
Como asevera Palermo
Riviello: “Por entonces la gran bodega “La Rosa”
de los Chavarría, como igualmente el manchado “Conde
de Esteco”, gozaban de sólido prestigio por su exquisito
vino, blanco y tinto, pero superaba a ellos en calidad otra bodega
de menor cuantía del distrito de Lorohuasi, con un solo tipo
de vino “Topacio”, superior al Capri. Así lo
afirmaba el doctor José María Juárez, médico
del pueblo, agregando: “Este vino de Basilio puede satisfacer
a reyes y papas”. ¿Quién era Basilio? El autor
citado se refería a don Basilio Gil, quien era un respetado
personaje de la vida pueblerina de Cafayate y que trabajaba en la
Bodega de Doña Carmen Diez de Frías: “...era
su digno administrador y enólogo... hombre exacto como balanza
de adarme, de carácter suave y afable, quien reunía
en armónica manera altos y reconocidos méritos. El
pueblo puede dar testimonio de ello, por cuanto desempeñó
la presidencia municipal y allí también se pusieron
de relieve su acrisolada honestidad y competencia que lo han hecho
digno de la gratitud de la gente de la villa”.
Sin dudas, resulta
difícil condensar en estas pocas páginas historias
en donde se entremezclan lugares, tiempos, sucesos y protagonistas
de las más variadas gamas, pero a todo investigador le queda
la satisfacción de haber podido enhebrar documentos con narraciones
y testimonios de una época. ¿Quedan datos por profundizar,
figuras por conocer y trayectorias por difundir? Uno está
seguro que la respuesta es afirmativa, pero al menos queda entreabierta
una bisagra para otro encuentro para develar muchos de esos enigmas.
Fragmento de “El
Borracho” de Joaquin Castellanos
¡Ya van tres
noches de festín! En ellas
ávido el corazón de un algo inmenso
todo una vida en el placer condenso
y aún tengo hambre de placer y amor;
quiero beber mi juventud de un sorbo
del goce de la frenética locura,
como en el ansia de la sed se apura
una copa repleta de licor