Por José de Guardia de Ponté
Carpa de Jaime Capó
o podemos entender a “las carpas” sin entender el fenómeno del CARNAVAL que es la fiesta de la alegría por antonomasia, además sinónimo del desenfreno, del exceso; aparece en todas las épocas y culturas más dispares en la historia de la humanidad desde una concepción cíclica antropológicamente hablando.
Como simbolismo general, el carnaval representa cierta alteración del orden que organiza la sociedad durante el año; es cíclico ya que marca el fin y principio, no solamente del año sino del punto vida-muerte.
Las jerarquías y los roles se confunden y, en nuestra tierra, especialmente en el interior, la fiesta toma características propias que la identifican.
En la ciudad de Salta el Carnaval se asocia a los corsos, donde se rememora las tradiciones europeas con aquellos desfiles de «carros ornamentados y grupos de comparsas». Y he aquí donde van a aparecer “las carpas” con los tradicionales bailes de carnaval con máscaras, el disfraz y el juego con agua, harina o pintura hasta la embriaguez.
En otros lugares de Salta y el Norte Argentino, el carnaval se sincretiza y se asocia a los ritos precolombinos y propiciatorios de las cosechas y las deidades de la tierra que se realizaban mucho antes que se denominara como tal a esta fiesta.
El "jugar con agua" en carnaval alude a una intención purificadora, tal como ocurre en ceremonias bautismales y de exorcismo, donde el líquido elemento cobra poderes de desencantamiento o prodigios mágicos.
En estos bailes de carnaval, en las carpas, aparecerán los cantores con caja, los copleros y bagualeros y por supuesto los conjuntos folklóricos.
En tiempos de antaño, allá por 1894, la Municiplidad permitía que se armen las carpas en el campo de la cruz y oscilaban entre nueve o diez separadas por áreas de palenques que serían como los estacionamiento de hoy en día, donde se amarraban los caballos o se estacionaban los carruajes y degüellos.
Eran famosas ya las carpas de Cerrillos, Quijano, San Lorenzo, La Silleta y Rosario de Lerma.
Las carpas más grandes contaban con receptáculos para la venta de bebidas donde abundaba la chicha y la aloja y no faltaba en los alrededores los puestos que ofrecían desde papel picado y agua perfumada hasta empanadas.
Eran tres días en donde todo era alegría y fiesta. Se mezclaban en el batifondo las collas con sus tradicionales faldas multicolores y sus simbas adornadas con cintillos de variados colores hasta cajetillas venidos del centro ansiosos de aventuras y anécdotas para contar a los amigos.
De vez en vez se para la música y se realizan “las pechadas” peligroso juego con caballos donde jinetes en fila de a dos se embisten jovialmente lanzando pintura, agua perfumada, papel picado, polvos de diversos tipos. Muchos de ellos llevan mujeres en ancas que juegan y lanzan gritos de alegría mezclada del miedo a golpearse.
Luego ya agotados vuelven todos a las carpas a seguir bebiendo, bailar y jugar hasta el amanecer.
No siempre en las “pechadas” las cosas terminan bien ya que abundan las rencillas de los gauchos que ya con varios vasos de más se agarran a rebencazos y hasta por esas se despliegan verdaderas guerras campales donde la policía no escatima palazos a “diestra y siniestra”. Las mujeres, participantes de la pechada, en el entrevero, no se achican en la lid, haciendo brillar las afiladas uñas y “mechoneando” a gusto a los uniformados representantes del orden. Al final todo se calma y sigue el baile como si nada hubiera pasado.
Pasan los años y entre 1945 y 1960 toman fama las Carpas de Jaime Capó, de Carlitos Abán en Villa “El Sol”, la Carpa “El Patito” de Salvatierra, “La Cerrillana”, “El Chañarcito” de Marcos Tames. La Carpa del “Ciego Nicolás” en San Lorenzo y muchas otras.
En estas carpas mitológicas se consagrarán conjuntos como el de Perico Rioja y sus Changos Peñeros, Abán y su conjunto, Anachuri y su bandoneón, El Payo Solá y su conjunto, El Fiero Arias, Manolo Fernán y su fuelle y tantos otros que dejaron su alma impregnada en el carnaval salteño.
Durante la dictadura militar las carpas fueron suspendidas pero reaparecieron con la democracia con toda su fuerza y esplendor.
Hoy se baila cumbia y ritmos tropicales pero no es lo importante ni lo primordial ya que lo que más sigue gustando es la música de raíz folklórica la cual sigue siendo la reina de las carpas.