Por Sara Graciela Lapad
Concepto. La paleontología estudia el pasado de la Tierra a partir de los restos fósiles.
Los restos paleontológicos que aparecen fosilizados en la roca, pertenecen a épocas muy alejadas en el tiempo y conforman el patrimonio paleontológico. Hablamos de millones y miles de millones de años y sirven para estudiar cómo surgió la vida en la Tierra y su evolución. El origen de los bienes paleontológicos no tiene nada que ver con el ser humano. No fueron producidos por nuestra especie.
El profesor Amadeo R. Sirolli impulsó los estudios universitarios y la fundación de la vieja escuela de Ciencias Naturales, con sus carreras de Geología y Biología, siendo el iniciador de las investigaciones de paleontología de vertebrados en nuestra Provincia.
Sus trabajos en paleontología comenzaron en 1950 cuando dio a conocer el hallazgo de un molar fósil de megaterio (animal de gran tamaño emparentados con los actuales perezosos) proveniente del departamento de Anta en el Chaco salteño, cuyos restos son comunes en la pampa bonaerense. También se los encontró en Salta y forman parte de la típica fauna originada en América del Sur que luego migró al norte. El problema de las migraciones de estos animales pretéritos era uno de los temas científicos que apasionaba al Profesor Sirolli quien defendía las viejas teorías desarrolladas por el sabio argentino Florentino Ameghino.
Megaterio
En 1954 publicó el hallazgo de un esqueleto completo de mastodonte dando a conocer en Salta la presencia de estos interesantes animales de la megafauna pleistocena.
Antes del hallazgo de Sirolli, se tiene como antecedente el envío de un fémur de mastodonte, alrededor de 1875, por parte de Juan Martín Leguizamón a Florentino Ameghino. De esta manera el pueblo de Salta se enteró por el trabajo publicado y por la divulgación periodística del hallazgo que en los últimos cientos de miles de años habían vivido en territorio provincial ese tipo de elefantes que fueron los mastodontes, cuyos despojos se encuentran en los depósitos cuaternarios.
Juan Martín Leguizamón
Sirolli, comprendió el valor de la divulgación de la ciencia y es por ello que a la par del trabajo técnico para especialistas publicaba también sus hallazgos paleontológicos en los diarios locales y nacionales. Los trabajos de la excavación del mastodonte de Palomitas localidad salteña del Departamento Gral. Güemes, contaron con la presencia de Eduardo L. Holmberg, nieto del sabio argentino del mismo nombre. En 1954 publicó el descubrimiento de un esqueleto completo de gliptodonte, otro animal de la fauna anteriormente aludida, que poseía una coraza sólida y fuerte de considerable tamaño. Éste, pariente lejano de los actuales armadillos, perteneció al grupo de los edentados y al igual que los mastodontes y megaterios era herbívoro. Todos ellos, hoy completamente extinguidos, son algunos de los representantes de una fauna desaparecida y que supo deambular en el pasado prehistórico de Salta, los cuales dejaron para la posteridad los valiosos testimonios de sus osamentas fósiles que le permitieron exhumarlos y darlos a conocer.
Mastodonte
Gliptodonte
También se debe a Sirolli la noticia en 1968 del hallazgo de restos de toxodontes en la quebrada del Toro, entre el Gólgota y Gobernador Solá, que fueron animales sin representantes actuales y ocuparon el mismo rol ecológico de los hipopótamos africanos. Éste se convirtió en un descubrimiento trascendente, ya que hoy ese tipo de evidencias tiene un profundo significado paleoclimático. En su artículo publicado en el diario El Tribuno, diagnosticó correctamente que en el terciario, la región actualmente árida de la quebrada del Toro estaba cubierta por las aguas de ambientes pantanosos. Efectivamente, hoy se sabe que esas capas tienen entre 4 y 6 millones de años y que contienen sedimentitas genéticamente relacionadas con pantanos y lagos que han preservado restos de plantas como totoras, colas de caballo, helechos y pastos de pantanos. Ello indica un ambiente cálido y húmedo, con más de 1.000 mm anuales de lluvia, a menos de 500 m de altura sobre el nivel del mar y temperaturas anuales entre 14 y 26° C, todo ello diametralmente opuesto al ambiente de altura, árido, seco y fresco que caracteriza actualmente la región.
Antes de Sirolli nadie había investigado estas faunas de vertebrados fósiles en Salta y después de él es muy poco lo que se ha hecho al respecto. Corresponde por ello destacar y valorar al Profesor Amadeo Sirolli como el pionero de la paleontología de vertebrados en Salta. Y así, aunque sus determinaciones taxonómicas pudieron haber sido imprecisas en lo que respecta a la asignación genérica o específica de los restos óseos, lo cual tiene su justificación en la falta de materiales de comparación, resulta innegable la correcta determinación del grupo mayor al que perteneció cada uno de los animales que exhumó de los terrenos salteños.
Su labor fue reconocida por su íntimo colaborador, el profesor Rodolfo Parodi Bustos, quién le dedicó una nueva especie de gliptodonte el Plohophorus sirollii.
En otro orden de cosas el Prof. Sirolli era también un apasionado del cerro San Bernardo. Allí colectó fósiles del Ordovícico Inferior (Floiano) que envió a varios estudiosos del país y, en las propias laderas del cerro, construyó su casa.
Huellas de Dinosaurios
Asimismo, Salta es rica en diversos testimonios de dinosaurios. Marcas de pisadas, rastros, huesos y hasta restos de cáscaras de huevos que pertenecieron a estos reptiles prehistóricos, se encontraron en distintos puntos. Ellos representan no solamente un tesoro paleontológico, sino también un atractivo turístico más, que suma a los muchos con que cuenta nuestra Provincia.
Las pisadas o icnitas son, en algunos casos, espectaculares como las que se encuentran en la Quebrada de la Escalera en el Valle del Tonco, hoy dentro del Parque Nacional Los Cardones. Allí, junto a las minas de uranio, se extienden unos elevados planchones verticales que dejan ver huellas de dinosaurios herbívoros y carnívoros, chicos y grandes, todos bípedos, corriendo en diferentes direcciones ante la vecindad de una tormenta huracanada. Las huellas quedaron tapadas por las arenas calcáreas blancas de una vieja playa y sepultadas para siempre, conservando intactas sus formas como en una fotografía instantánea de aquellos lejanos tiempos. Por su calidad fueron seleccionadas entre las mejores del mundo por National Geographic Society en su edición de enero de 1993.
Huellas de dinosaurios en Salta
En otra quebrada, más al sur, se encontraron las huellas de un carnívoro gigantesco, que miden más de un metro de longitud y con un paso de cuatro metros. En la misma entrada de la mina Don Otto, también aparecieron numerosas huellas de dinosaurios e incluso de aves Enantiornites, que vivieron en la época de los dinosaurios y se extinguieron con ellos, se descubrieron por primera vez en Salta y fueron estudiadas por el científico inglés Cyril Walker, quien llegó a la conclusión de que formaban parte de un orden nuevo ya desaparecido.
También se han encontrado huellas de un dinosaurio ornitópodo en la vieja cantera de caliza de El Bordo, próxima a las magníficas aguas termales que son un privilegio de la balneoterapia local; de carnívoros en la zona de Alemanía (quebrada del Acheral y río de Las Juntas) y en la Quebrada del Toro, (zona de El Antigal); en el cañón del río Juramento que solo pueden visitarse haciendo rafting, y en algunos otros lugares de la provincia, aunque siempre menos turísticas y más científicas.
En general, las huellas de dinosaurios descubiertas a la fecha en Salta, pertenecen en todos los casos a dinosaurios bípedos, tanto carnívoros como herbívoros. No se han encontrado hasta ahora huellas de animales cuadrúpedos, pero sí sus restos óseos como es el caso de los titanosaurios. En su mayor parte se trata de animales medianos a pequeños. También se han encontrado restos óseos en El Brete (La Candelaria, Salta), consistentes en titanosaurios (Saltasaurus), pequeños carniceros (Noasaurio), grandes terópodos (Unquillosaurus), aves enantiornites y algunas cáscaras rotas de huevos. Los dinosaurios de Salta, aunque no tan importantes y abundantes como los de Patagonia, que son hoy famosos en todo el mundo (Giganotosaurus, Argentinosaurus, Carnotaurus), tienen el gran valor de haber sido testigos y contemporáneos de la extinción que ocurrió hace 65 millones de años y los borró para siempre del planeta. Recientes estudios con isótopos de carbono en Salta y Jujuy, llevados a cabo por laboratorios internacionales están intentando buscar ese límite exacto de la extinción, o sea el momento en que desapareció gran parte de la vida del planeta Tierra a causa del violento choque de un asteroide. En principio, los estudios llevados a cabo por la Dra. Rosa Marquillas de la U.N.Sa. y otros por el autor, ya detectaron algunos lugares en la región de Cabra Corral que podrían contenerlo.
Por su parte, los restos y huellas de dinosaurios conllevan un potencial turístico aún en ciernes. Es importante que los operadores turísticos que realizan turismo de aventura hagan conocer estos lugares a los visitantes locales y extranjeros, siendo además los encargados de velar por la protección de los sitios en que se encuentran esos “santuarios” paleontológicos. El turista extranjero es en general muy respetuoso, pero no ocurre lo mismo con los locales. El ejemplo, varias veces señalado, de la destrucción de arte rupestre en las cuevas de Guachipas (Salta), por estudiantes de un colegio secundario, es solo un llamado de alerta en ese sentido.
Tomado como un caso especial, las huellas de dinosaurios de Salta, en especial las del Valle del Tonco hoy casi verticales, nos prueban cómo se fueron levantando los Andes y son además, una imagen congelada en el tiempo de un día remoto en que un par de dinosaurios se cruzaron en una preciosa playa de arenas calcáreas blancas, cuando la geografía de Salta era totalmente distinta a la que vemos ahora. Hoy, gracias a los movimientos que elevaron los Andes y la erosión que gastó las montañas, podemos disfrutar y fotografiar un espectáculo azaroso que ocurrió allí 650 mil siglos atrás.
Olas marinas en Los Andes
El territorio que hoy ocupa la provincia de Salta estuvo bajo el mar en muchas oportunidades. Hay rocas que se formaron a partir de las deposiciones en un viejo océano hace 550 y 600 millones de años y unos 12 a 14 millones de años atrás, los océanos del mundo se encontraban altos, produciéndose el último acercamiento marino a lo que hoy conforma el noroeste argentino.
Surgió la consulta de si los salares de la Puna son restos de antiguos mares. Y la respuesta es un rotundo no. Obviamente que para quien visita por primera vez un salar y ve esas grandes extensiones blancas como espejos reverberantes, formadas de sal pura, lo lógico sería tal vez pensar que alguna vez hubo allí un mar que se desecó. Esto es lo que claramente le indica el sentido común. Lo mismo ocurre cuando alguien se encuentra con esos pozos en los salares, llenos de agua color turquesa (producto del reflejo de la luz solar sobre el fondo blanco) y a los cuales llaman “ojos de mar”, donde se vuelve a creer que efectivamente se están contemplando restos marinos; pero no. Son vertientes o salidas de aguas subterráneas, generalmente de aguas salobres o saladas, que forman parte del ciclo hidrológico natural de las depresiones cerradas andinas.
La confusión se vuelve mayor cuando en películas como la “Deuda Interna”, con la actuación de Juan José Camero, se ve a un pastor de la Puna que levanta del piso de las Salinas Grandes una caracola marina y luego escucha los sonidos que le trae el viento. Obviamente una caracola del mar Caribe como la que se muestra en la película, semienterrada en la sal, da esa idea de un viejo mar allí desecado. Y ya se sabe que una imagen vale por mil palabras.
Ahora bien ¿qué son entonces los salares? Los salares de la Puna son cuencas cerradas con drenaje interno, que se formaron por la evaporación de todas las aguas continentales que confluyen en su interior, tanto superficiales como subterráneas y que dejaron allí su carga de sales. Entre esas sales formadas por evaporación y que reciben el nombre de evaporitas, se encuentran la sal común o cloruro de sodio (halita), el sulfato de calcio (yeso), el sulfato de sodio (mirabilita, thenardita), el carbonato de sodio y los boratos, principalmente el borato común de calcio y sodio llamado ulexita y el borato de sodio (bórax o tincal). Si bien la sal y el yeso aparecen abundantemente en ambientes marinos, las demás son esencialmente de regiones desérticas continentales. Los restos de plantas podridas debajo de la sal, las microscópicas diatomeas, las capas que se extienden en profundidad compuestas por arcillas, limos, arenas y cenizas volcánicas, en fin todo lo que contiene un salar en superficie y en el subsuelo es de neto origen continental.
La última vez que el mar cubrió lo que hoy es la Puna fue hacia fines de la época de los dinosaurios, entre 65 y 70 millones de años atrás, en el Cretácico superior. Como registro de esa época quedaron las capas de calizas amarillas de la Formación Yacoraite, las que contienen estromatolitos, gasterópodos, bivalvos, restos de peces y otros fósiles, además de mineralizaciones de uranio, cobre y vanadio. Ese mar cálido y tropical, en cuyas playas se paseaban los dinosaurios que dejaron grabadas sus huellas para la posteridad, cubría gran parte del norte chileno y argentino llegando hasta Paraguay, así como el altiplano boliviano y peruano. Al romperse la corteza para dar lugar al levantamiento de los Andes, esas capas de calizas fueron elevadas en unos lugares y hundidas en otros, razón por la cual se encuentran a más de 4 km de altura en la Puna y a más de 6 km de profundidad en el borde oriental andino donde son portadoras de petróleo. Esto ejemplifica que los Andes del norte argentino están rotos al menos 10 km en sentido vertical.
Ahora bien, cuando nos remontamos al profundo pasado geológico vamos a encontrar que el territorio que hoy ocupa Salta estuvo bajo el mar en muchas oportunidades. Las rocas marinas más antiguas que tenemos son las de la Formación Puncoviscana, depositadas en un viejo océano, entre 550 y 600 millones de años atrás y que son esas lajas grises que podemos apreciar cuando recorremos el camino por la Quebrada del Toro. La quebrada corta profundamente en esas rocas y el río corre encajonado entre ellas desde el Gólgota o Ingeniero Maury hasta cerca de Campo Quijano. Dichas rocas forman también el núcleo de las sierras de Lesser y de Castilla, entre otros cordones geográficos del NOA. En aquella época no había todavía invertebrados con conchillas duras o exoesqueletos y, por lo tanto, los únicos fósiles allí presentes corresponden a marcas de gusanos que se arrastraron en los barros del fondo oceánico. Luego, lo que hoy es Salta, fue cubierta por otros mares a lo largo de toda la época paleozoica.
En el Cámbrico se depositaron las arenas cuarzosas de una plataforma marina somera que hoy forman el llamado Grupo Mesón, unas rocas cuarcíticas rosadas muy comunes en la Quebrada de Humahuaca; en el Ordovícico el Grupo Santa Victoria, caracterizado por grandes cantidades de conchillas fósiles y trilobites, entre ellas las rocas que forman el cerro San Bernardo; luego los mares del Silúrico, con formaciones de mineral de hierro como las de Zapla-Unchimé; en el Devónico, rico en depósitos de gas; y en el Carbonífero y Pérmico, bien expuesto en el subsuelo de la selva salteña de Orán.
La última vez que el mar se acercó al noroeste argentino fue durante la ingresión marina Paranense unos 12 a 14 millones de años atrás, en una época en que el nivel de los océanos mundiales estaba muy alto, los Andes en formación empujaban fuertemente y el continente sudamericano se hundía para compensar el levantamiento de la cadena andina. Como se aprecia, a lo largo del tiempo geológico el actual territorio de Salta estuvo muchas veces cubierto por el mar, a veces con playas someras, plataformas continentales, o bien sumergido en el océano profundo.
Agradecemos la colaboración inestimable del Dr. Ricardo Alonso
El Patrimonio Natural Paleontológico
Por Ricardo Alonso
Desde el Precámbrico
En primer lugar debe tenerse presente que las provincias de Salta y Jujuy forman parte de una sola unidad geográfica y geológica en un mismo segmento de los Andes Centrales del Sur. Se encuentran en ellas representadas rocas que van desde el lejano periodo Precámbrico, pasando por otras del Paleozoico, Mesozoico, Terciario, hasta el relleno moderno de los valles interandinos.
Dentro de esas rocas, formadas en distintas épocas y bajo distintos climas, ora sobre viejos continentes u ora bajo las aguas del océano, se encuentran conservados restos de las faunas y las floras que vivieron en tiempos pretéritos.
Las rocas del Precámbrico, incluidas generalizadamente como Formación Puncoviscana, albergan marcas de gusanos y otros organismos de cuerpos blandos que se arrastraron por los barros del fondo marino y dejaron sus huellas para la posteridad.
Esas rocas forman hoy el núcleo de las principales sierras de la Cordillera Oriental, entre ellas la Sierra de Mojotoro que se extiende al oriente de la ciudad capital de Salta.
Forman parte de las llamadas trazas fósiles y entre ellas se encuentran el Nereites saltensis y las oldhamias radiata y flabellata, considerados entre los fósiles más viejos del país, con más de 500 millones de años de antige dad.
Paleozoico bajo el mar
En las mismas sierras de la Cordillera Oriental y cubriendo al viejo núcleo precámbrico se encuentran las capas geológicas del Paleozoico inferior, pertenecientes a los periodos Cámbrico y Ordovícico. Entre ellas destacan por su riqueza fosilífera las pertenecientes al Ordovícico inferior y que afloran en todo su esplendor en el cerro San Bernardo.
Allí las capas geológicas contienen no sólo las marcas del oleaje de las playas de aquellos tiempos sino también restos de trilobites (artrópodos), graptolites, bivalvos, gasterópodos, cistoideos, braquiópodos articulados e inarticulados (língulas), microfósiles, entre una extensa variedad de especies de invertebrados marinos.
También se encuentran las cruzianas, que son las marcas que dejaban los trilobites al desplazarse en el barro del fondo de aquellos océanos de aguas frías. Ello ocurrió en una de las tantas veces en que Salta y el norte argentino estuvieron bajo el mar, en este caso unos 475 millones de años atrás. En las lajas de esa época aparecen también unas figuras que la gente llama "helechos fósiles" y que adornan como revestimiento muchas de las paredes de Salta. Se trata de unas mineralizaciones oscuras, de geometría fractal, que reciben el nombre técnico de dendritas de manganeso y son parte de los llamados pseudo-fósiles a los que no debe confundirse con fósiles verdaderos.
Estos y otros temas fueron ya abordados en mi libro: "Rocas y Fósiles del Cerro San Bernardo: Una historia de 500 millones de años" (Crisol Ed., 156 p., 2008, Salta).
Nuestro Cretácico
El norte argentino es también rico en registros de dinosaurios en las capas del periodo Cretácico que afloran ampliamente en toda la región. Precisamente, en estratos calcáreos de antiguas playas, junto a marcas de oleaje y estromatolitos, se han conservado una gran variedad de huellas de dinosaurios tanto herbívoros como carnívoros, así como bípedos y cuadrúpedos.
También se han encontrado sus huesos en el departamento de La Candelaria, especialmente los del Saltasaurus, un titanosaurio que había desarrollado una armadura protectora sobre el lomo para defenderse del ataque de los carnívoros y los de un pequeño "velociraptor", el Noasaurus. Asociados aparecieron restos óseos de numerosas aves que convivieron y se extinguieron con los dinosaurios: las enanthiornites.
Un resumen sobre ese mundo asombroso se encuentra desarrollado en dos de mis libros: "Dinosaurios Salteños y Argentinos. Un Fascinante Capítulo en la Historia de la Tierra" (Crisol Ed., 180 p., 2007, Salta) y "Dinosaurios: Los Reyes del Mesozoico" (Mundo Editorial, 162 p. 2012, Salta).
La edad de hielo
También es remarcable la presencia en Salta de restos de grandes mamíferos del Pleistoceno, que aparecen en el material de relleno de los valles, entre ellos los mastodontes, megaterios y gliptodontes de la megafauna cuaternaria que se extinguieron unos 10.000 años atrás. Son los animales popularizados en la película "La Edad de Hielo", cuyos últimos representantes convivieron con los primeros paleoindios cazadores-recolectores que arribaron al continente.
A pesar de la riqueza paleontológica, no existe un museo que atesore esos restos fósiles de las distintas épocas geológicas que se conservan en las montañas, valles y llanuras del territorio salteño. El profesor Amadeo R. Sirolli (1900-1981) lo intentó con el Museo de Ciencias Naturales, en el Parque San Martín, que inició sus actividades en la década de 1950. Allí se exponían muestras de rocas, fósiles, minerales, petróleos, objetos arqueológicos, flora y fauna, que eran un verdadero atractivo y disparador de vocaciones. Entre los imanes pedagógicos se encontraban un gliptodonte, un colmillo de mastodonte, el niño cíclope y la anaconda de Orán. Es importante destacar que un fósil suelto, sin ubicación y fuera de contexto, tiene apenas un valor simbólico. Además que no todo fósil tiene valor patrimonial.
En Salta los ríos acarrean millones de rodados que están llenos de invertebrados fósiles, especialmente conchillas marinas y trilobites, arrancados a las montañas por las fuerzas de la erosión y que no tienen otro valor que no sea el estético o educativo.
Otros fósiles tienen una enorme importancia por ser piezas únicas, raras y representativas de una formación rocosa y de un tiempo dado. La actividad paleontológica está regulada por la ley nacional 25.743/03 y la Autoridad de Aplicación en Salta es el Museo Antropológico del Norte Juan Martín Leguizamón.
El tráfico de fósiles está penado por la ley. Tal como señalaron los organizadores: “La acción de preservar consiste en cuidar, amparar y defender con anticipación, con el objetivo de evitar un eventual perjuicio o deterioro. Y si hablamos de patrimonio estamos hablando no de un producto sino de un proceso que suministra a las sociedades un caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten para su beneficio a las generaciones futuras. Es una esencia, una fuerza que determina nuestra identidad y nuestra forma de ser y de sentir. Es algo que no se vende ni se compra”. Los panelistas invitados coincidieron en que no se valora lo que no se conoce y debería existir una sinergia de voluntades en la preservación o conservación patrimonial. La tarea de maestros y profesores resulta esencial para hacer comprender y valorar el inmenso patrimonio natural y cultural con que cuenta Salta.
Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/nota/2018-4-30-0-0-0-patrimonio-paleontologico-de-salta
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