
Volverás por las venas manantiales
a la tierra del canto y el arado,
y en cada hijo del pueblo, áspero y libre
iremos tu perfil recuperando.
A tu arquetipo, vertical y solo
de luto insigne y señorial, clavado
más allá de la muerte, nos iremos
en el nervio y la llama del caballo.
Al galope, desnudos desde el alba
al crepúsculo en luz martirizado,
andaremos los días infinitos
arriba de tu sangre y de tu rastro.
No veo más apropiada mención que configure genuina introducción a un apartado póstumo que evoque en homenaje al general Güemes, que este magnífico fragmento del poema “Canto a Güemes” de Jaime Dávalos (1959), que es ofrecido al lector en sublime y oportuna sinfonía.
Nuestro héroe gaucho, quien fuera llamado protector de los pobres de Salta no recibió de los libros de historia de Mitre más que injurias dignas del más hondo repudio. Solo el tiempo y el rigor del profundo legado gaucho tornaron viable una lenta reivindicación de su figura histórica y patriota. Aunque es más atinado afirmar que mayormente la historia oficial empleó como recurso sistemático maltratar a sus hijos más prodigios, y elogiar vulgarmente a aquellos que sucumbieron a las tentaciones y favores personales. Es así que la historia de Buenos Aires desde su más perfecta injusticia ha sabido ser justa con Güemes, aunque lo anterior parezca un oxímoron.
La eliminación del gaucho se convirtió en una política de estado nacional financiada e implacable, a la que la oligarquía dominante recurrió como una herramienta estratégica para la subyugación económica y cultural del país desde la derrota nacional en Caseros. Cuando Sarmiento aconseja tristemente a Mitre: «No trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes », vislumbraba la estrategia indolente del señorío antinacional del puerto, que se aplicaría sin compasión y sin detenimiento durante las décadas posteriores en la funesta encomienda de la eliminación del gaucho de sus tierras legítimas, para que la minoría nativa logré convertir a la Argentina en el «granero del mundo» que precisaba Europa, principalmente Inglaterra.
La historia de Mitre, o más adecuadamente entendido: el enfoque de Mitre que fuera compartido por gran parte del centralismo porteño, sentenció sobre los hermanos gauchos una condena peyorativa que prevaleció en la conciencia clasista de la época, debido a una prolija inclinación hacia la clase social que la concertación concebía como “culta” en detrimento de los adjetivados salvajes e “incultos” gauchos. No es en vano mencionar que Buenos Aires rechazó impulsivamente la solicitud de recursos efectuada formalmente por Güemes para formar un nuevo grupo de línea en Salta por considerarlo innecesario y costoso, y que posteriormente nuestro impávido general, en patriótica desobediencia, crearía con el nombre de División Infernal de Gauchos de Línea, los inmortales gauchos infernales de Salta.
Lo mencionado hasta aquí no hace más que relatar lo sabido y pretende en el mismo afán, incluir en la redención ulterior y sosegada de la historia a muchos otros grandes patriotas como Arenales, Padilla, Warnes, Alvarado, Martina Silva de Gurruchaga, Frías, Luis y Alejandro Burela, Fernández Cornejo; y los muchos gauchos y campesinos sin títulos ni prosapia que entregaron su vida, tierras, animales y alma en favor de la lucha de independencia bajo la comandancia feroz e implacable del general Güemes.
Como entremés a la conciencia patriótica, invito a ustedes a leer detenidamente la carta de Martín Miguel de Güemes dirigida a Pedro Antonio de Olañeta que no compartiré en este homenaje para no extenderme más de lo permitido.
Los héroes de nuestra estirpe, nuestros mayores, tuvieron la convicción de construir una nación independiente, libre y soberana. Ese fue su ideal y el gran legado que nos dejaron como ciudadanos, el espíritu libertario. El culto de los héroes, es el culto a nuestra tierra. La dimensión real de las tragedias y las hazañas de quienes protagonizaron la guerra emancipadora que nos cubrió de honor; exige la noble misión de simbolizar materialmente un principio de gratitud, hacia quien en vida fuera el más valiente de nuestros guerreros. Por esto, es necesario atribuir como corolario a la eminencia de Güemes, además de la eficiente tarea militar en defensa de las fronteras, una extraordinaria contribución intelectual a la formación de una real visión de independencia como fue el “fuero gaucho”, institución clave, hija de la genuina inteligencia nacional en beneficio de los sectores humildes y postergados de la Patria Grande, y que constituye en sí misma un tentáculo vivo del espíritu revolucionario de nuestra Salta.
Por todo lo dicho es más que excelsa y gloriosa la figura de Güemes y no debe limitarse apresuradamente a su exquisita capacidad militar, menos aún en el bicentenario del paso a la inmortalidad de nuestro héroe gaucho y sus infernales.
Es inevitable recordar que Martín Miguel de Güemes fue resistido histórica e institucionalmente durante el transcurso del siglo XIX y parte del siglo XX. En 1976 la provincia de Salta declaró por ley feriado provincial el 17 de junio. En el año 2006, la Ley nacional N° 26.125 declaró al General Güemes "Héroe Nacional". Y tardíamente, en 2016 por ley se incorporó el 17 de junio al calendario de feriados nacionales. Podemos afirmar que lentamente repta por el barro de las galerías de los nobles próceres la figura del generalísimo para posicionarse en el gran salón de los inmortales. Sin embargo es menos optimista la visión actual en materia de educación y cultura, los manuales de las provincias unidas le reservan a Güemes una pequeña luz de protagonismo en la guerra de independencia, casi como colaborador adjunto en una acotada narración de los hechos, que deberemos enmendar desde Salta con pergaminos de historia viviente en los años pendientes.
La dialéctica de civilización y barbarie es sin dudas la más equivocada de las interpretaciones de nuestro rumbo nacional y que deberemos abatir todos los días, ya no con hondos gritos de guerras sino simbólicamente con cultura viva: con lazos, ponchos y boleadoras. Debemos procurar como salteños defender nuestra identidad, compartir nuestra esencia con el mundo, sentirnos plenamente orgullosos de la cultura que brota en cada pedazo de cielo norteño; y del valor gaucho que el prócer máximo de Salta defendió con su propia sangre.
.
Todo inicio sublime de un texto merece un cierre análogo, a continuación un hermoso fragmento de Jaime Dávalos: “…Nombro al campeón de nuestra rebeldía, Martín Miguel de Güemes, el caudillo, quiero citarlo aquí por las palabras, recreado por la magia del sonido, para que al pasar me cimbre entre la carne la vibra del amor a lo Argentino y me remeza esta pasión salvaje de libertad e independencia que han sido estigma de la raza, flor del pueblo, de todo pueblo que pretende altivo bajo el imperio astral de la justicia, vivir la plenitud de su destino. ”
“Viva Güemes y el gauchaje”
“Viva la Patria”.