
PENSAMIENTOS ATREVIDOS SOBRE EL BICENTENARIO
altan días para que se cumplan dos siglos de la partida del General Güemes hacia los brazos del Padre. O, como suele decirse, hacia la eternidad. De cualquier modo, nos toca enfrentarnos a un espejo difícil, polémico, significativo. No sé si, tanto a nivel mundial como local, pudo existir un momento más crítico que el de este año 2021 para el homenaje que deseamos hacer a la memoria del General Martín Miguel de Güemes y de todo el pueblo que hizo posible su gesta.
Hace ya algunas décadas que la ciencia nos ha enseñado la complejidad de todo lo existente, en especial lo humano. Hoy sabemos que nada es exactamente como parece ni lo que parece. Decía Morin que son muchas más las fuerzas invisibles y subterráneas de los acontecimientos que las visibles. Además, el lenguaje humano consiste en sólo interpretación, de manera que, a lo que vemos, solemos agregar nuestras necesarias conjeturas, hipótesis, heurística. Necesitamos entender. Eso corresponde a la condición humana. Por otra parte, en relación con el tiempo histórico que vive este año Argentina (bicentenario del fallecimiento de su prócer salteño), suelo decir que los padres de nuestra patria lograron la primera emancipación (política y jurídica) y que a nosotros nos cae la obligación histórica, ética, existencial, de obtener la Segunda Emancipación. Proceso que, sin duda, debería obtener el desarrollo económico y sociocultural, desde un paradigma de Derechos Humanos, el de la inclusión, donde todos los varones y todas las mujeres que habitamos este suelo, seamos iguales ante la ley y las oportunidades, aunque totalmente diversos en los otros aspectos, lo que hace que un pueblo sea rico y maravilloso.
Existe complejidad para la consecución de semejante meta en la mundialización del planeta, la cual nos incluye. Vivimos una instancia donde ya los gobiernos no gobiernan, sino que actúan como administradores de los grandes grupos poderosos que marcan el derrotero de la humanidad; esto, ya denunciado por importantes sociólogos en los años noventa. Ante ello, no nos está permitido bajar los brazos y entregarnos; al contrario, y aunque sea difícil, dicha realidad tendría que impulsarnos a respetar cada vez más los grandes principios morales y jurídicos que aprendimos, para el logro de una sociedad feliz, estable, alegre y sana. Es una utopía, pero justamente por eso estamos obligados a avanzar. Por no hacerlo, no sólo decepcionaríamos al general gaucho sino también a todos aquellos que pusieron carne, alma, vida, familia y bienes en pos de la patria. Hablo, sí, de todos los héroes que, anónimos o conocidos, dejaron sus vidas para lograr la independencia; en especial, me refiero a los saltojujeños que acompañaron férreamente al General Güemes. Yo admiro entrañablemente esa decisión que los caracterizó, cuando vieron llegar a la Historia y no se apartaron de ella.
En el siglo de la física cuántica, de la epigenética y las neurociencias, del revisionismo histórico, de la inteligencia artificial y la emocional, no podemos mirar para otro lado, no tenemos derecho a la indiferencia. Aunque perdamos, en el camino, algún bien que amamos… El fruto, que en verdad no nos pertenece porque pertenece a Dios, merece algún sacrificio, alguna entrega desde el corazón.
Sí, nuestro mundo se volvió complejo, pero podemos darle forma. Se impone trabajar desde el espíritu para amar a los otros, a todos los hermanos (somos hermanos las mujeres y los varones que habitamos este hermoso planeta). El nuevo paradigma es el del amor incondicional, cuyo ejemplo fue muy claro en Güemes: luchó por todos y para todos. Lo mismo su oficialidad, igual la masa que llamamos de gauchos y se encontraba formada por campesinos, negros, aborígenes, españoles, y descendientes de todos ellos, quienes se lanzaron en busca de la libertad. Todos juntos. Como corresponde desde que fuimos puestos sobre esta tierra. Porque los pueblos que se amasan en la diversidad son creativos, inteligentes, visionarios. Porque todos los herederos de Güemes y sus gauchos tenemos el derecho a vivir en paz. La paz sólo llega cuando hemos alcanzado la justicia. Y ésta, sospecho tras años de ser abogada, requiere primordialmente de la educación. Así, además de obtener honestamente la tierra donde se edifica el hogar, se pueden generar otros infinitos sueños: formar una familia, viajar, ejercer mil y un profesiones, escribir, hacer arte, deporte, crear tecnología, ayudar a los más necesitados de toda la Tierra, elevar ciudades y fábricas que respeten el ambiente, las diversidades étnicas y sexuales, la paz. Güemes lo soñó, aunque nuestras búsquedas y luchas, gracias a Dios, no necesariamente deban pasar también por las armas y la muerte de los otros.
Por eso, en este bicentenario tan sentido, los invito a dejar de lado el dolor, a apreciar la inmensidad de los valores que la gesta güemesiana, pregnada del pensamiento de su jefe, nos legó. No dejemos que se pierdan: demasiados niños, ancianos, enfermos, discapacitados y personas con respetables y no convencionales orientaciones sexuales, esperan que caigan de nuestros ojos las vendas de la hipocresía social, la mentira, la manipulación, la corrupción, para que construyamos un mundo donde comer, aprender, trabajar, ser felices y estar motivados sean hechos fáciles y al alcance de todos y cada uno de nosotros. En nuestra patria, es una vergüenza que haya personas con hambre y necesidades extremas de salud.
Por ello propongo que trabajemos con fuerza, con pasión en lo cotidiano de cada uno, por el amor, la igualdad y la inclusión sociales. Héroes y heroínas de la gesta güemesiana, el General a la cabeza, por fin estarían en paz.
Violeta Herrero