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Carlos María Romero Sosa

Por Carlos María Romero Sosa  

                               
El 17 de junio del corriente año 2021, se cumplirá el bicentenario de la muerte de Martín Miguel de Güemes,  único general argentino fallecido en combate durante la Guerra de la Independencia. Es bien conocida la circunstancia del enfrentamiento del Héroe Gaucho con una patrulla del coronel español José María Valdés, alias Barbaducho, que como vanguardia del general realista Pedro Antonio Olañeta había ocupado la ciudad de Salta. Güemes, al enfrentar un grupo de los invasores resultó herido de muerte. Menos se ha difundido cómo fue titulada la noticia de su final por la Gaceta de Buenos Aires, el 19 de julio de 1821: “Murió el abominable Güemes, tenemos un cacique menos.”Ciertamente  fue “odiado, perseguido y calumniado”, como lo reconoció en su momento Facundo de Zuviría, presidente del Congreso General Constituyente de 1853 que sancionó la Constitución Nacional y en la juventud un acérrimo adversario de  Güemes.

El jurista e historiador salteño Abel Cornejo ha señalado en “Martín Miguel de  Güemes. Un proyecto geopolítico inconcluso”,  conferencia pronunciada el 4 de mayo de 2016 con motivo de incorporarse como miembro correspondiente en Salta de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas: “Le tocaba al gobernador Güemes asumir la defensa nacional por el norte, administrar su provincia y contentar los espíritus agitados que no entendían su epopeya ni su estrategia, pues preferían negociar o someterse que mantener la vocación soberana y la construcción de una identidad nacional, de la cual sin duda el caudillo salteño fue el primer eslabón de una larga cadena de entrega y sacrificios. Estos frentes no eran fáciles. Máxime, cuando deben conciliarse los asuntos de la guerra con los negocios de Estado. Más aún cuando su gobierno no tenía circulante, lo cual significó la creación del Fuero Gaucho que, como su remoto antecedente de Vizcaya, consistió en dar en pago a sus gauchos y soldados, pequeñas parcelas para que pudieran establecer sus familias y trabajar la tierra, ante la imposibilidad de liquidarles su salario.”
Sin duda será esta medida así como las contribuciones forzosas, lo que lo malquistó con los sectores de poder económico locales. No en vano el rechazo de los grupos ilustrados de la Patria Nueva, acorde con el posterior juicio  del General José María Paz vertido en sus Memorias: “empleó el bien conocido arbitrio de otros caudillos de indisponer a la plebe con la clase más elevada de la sociedad.”

El Fuero Gaucho, un reglamento que advirtió el arquitecto Francisco M. Güemes en su trabajo sobre el tema publicado en el número 5 correspondiente a 1981 del Boletín del Instituto Güemesiano  de Salta,  “no hizo otra cosa que actualizar los privilegios de que, según disposiciones anteriores, ya venían gozando las milicias a través a través de toda la época colonial en los diferentes dominios de España en América”,  poco importa que haya obedecido a una pragmática salida  ante un real problema de finanzas públicas. Y menos que resultara más un traslado a Salta de añejas instituciones peninsulares creadas durante la Reconquista Española, que propiamente intentara el instrumento una suerte de reforma agraria como la promovida en 1815 por el Protector de los Pueblos Libres general José Gervasio de Artigas, en  el “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados”, dejando allí asentado en su artículo 6to. que “los más infelices serán los más privilegiados”.   

Lo cierto y evidente es que el salteño tocó intereses concretos y habría que estudiar el tema con el detenimiento que Engels se tomó para analizar  la guerra de los campesinos alemanes del siglo XVI.

Quizá la vigencia política en el orden local y nacional de varios de sus descendientes hizo imposible silenciar al caudillo, aunque escindiendo su notable perfil de patriota de cualquier otro elemento más molesto para la propietaria “gente decente”. Así por ejemplo Bernardo Frías cuya tesis doctoral en derecho presentada en la UBA en 1892 trata sobre obligaciones y responsabilidades del inquilino, en su Historia de Güemes y de Salta, que consta de seis tomos comenzados a publicar en 1902, obra más allá de sus méritos imbuida de positivismo y darwinismo social en sus referencias racistas, elevó su gesta a niveles homéricos; a la epopeya de un centauro por sobre  la de todo un pueblo en armas proponiéndola “superior a aquellas realizadas por Pelayo en España y por Juana de Arco en Francia”. Empero era ese mítico Güemes el digerible y a homenajear en su tierra, ya que aquí su monumento dispuesto por ley nacional 5689 de 1907, se demoró setenta y cuatro años en inaugurarse, hasta 1981. Tanto es así que el  lunes 21 de mayo de 1921, La Prensa informaba que para cambiar ideas sobre los actos recordatorios en su centenario, el entonces Intendente Municipal de la ciudad de Salta, Bernardo Moya1, se reunió con Bernardo Frías, Andrés A. Isasmendi, Arturo S. Torino, Carlos Serrey y David Saravia Castro. Por supuesto faltaba algún nieto o bisnieto de sus gauchos “honrados y valientes” en la caracterización del  orgulloso jefe de ellos a Olañeta.   

Sin embargo Güemes también fue asumido sin beneficio de inventario por otros historiadores más modernos. Uno de ellos fue el coronel  Federico Aquiles Gentiluomo  en su libro de ciento cincuenta  páginas de 1954: “Güemes el guerrillero genial” (Editorial Docme)2. El nombrado oficial del Ejército Argentino que había cursado la Escuela Superior de Guerra y más tarde estudió varios años Derecho en la Universidad de Buenos Aires, se dio a analizar allí la estrategia y la táctica de la guerra de guerrillas en que se empeñó el prócer; guerra de recursos e irregular por no amoldarse a los principios básicos de la conducción regular.

Concretó de ese modo lo avizorado en junio de 1921 por el gobernador de Salta Joaquín Castellanos en su discurso del Teatro Güemes, durante la velada cívica que el gobierno provincial organizó para recordar el primer centenario de su paso a la inmortalidad: “Como militar Güemes merece ser estudiado, y lo será seguramente por los técnicos de su arte, como un estratega original”. Su enfoque exalta el material humano de la Guerra Gaucha, así calificada por Leopoldo Lugones; y en la visión de Gentiluomo el gauchaje no era la plebe soliviantada por su jefe según  el general Paz, ni el “saqueador de las tiendas y casas” que cuenta Frías, sino el hombre “propenso a todas las manifestaciones del espíritu: la mujer, el amor al terruño y por ende a la patria, a la libertad (que es la esencia de la vida), al honor, a la admiración a los hombres que se imponen por su fuerza o por su habilidad.”

Historiador próximo al revisionismo y amigo y  lector de José María Rosa, no obstante su método  debe rastrearse en lo que hace a  la aproximación al hombre lugareño y al paisaje del noroeste argentino -que Gentiluomo menciona técnicamente como el terreno y el teatro de operaciones-, en la intuitiva sociología de Sarmiento presente en el Facundo al destacar las habilidades criollas de los gauchos de Güemes. Lejos de  las levas obligatorias descritas en Martín Fierro en la no tan popular lucha contra el aborigen, prueba la deserción del propio Fierro,  Gentiluomo subrayará luego, y es de deducir que ello constituye  una marca característica de una guerra popular: “El reclutamiento es un simple levantamiento en masa  de toda la población y de carácter no permanente. Cuando el enemigo amenaza, los hombres se reúnen rápidamente para concurrir a la lucha. Cuando el peligro se aleja vuelven a sus tareas habituales.”

En sucesivos capítulos3 aborda la preparación, los medios, el desarrollo de la campaña y el problema estratégico de la Guerra Gaucha para concluir  que la identificación del Caudillo con su tropa -en sus palabras: “su influencia decisiva sobre los hombres”-,  permitió conducirlos a la victoria y erigirse Güemes ante la posteridad como el “Guerrillero Genial”.

EL MILITAR NACIONAL Y POPULAR FEDERICO A. GENTILUOMO

El coronel Federico A. Gentiluomo, ascendido post morten a general de brigada en 1973, nació el 14 de febrero de 1912 en la ciudad de Buenos Aires y en 1932 egresó del Colegio Militar con el grado de subteniente del arma  de infantería. A iniciativa suya, la Dirección General de Propaganda del Ejército que tuvo a su cargo en 1951, pasó a llamarse Dirección General de Difusión. Los destinos castrenses  cumplidos antes en distintas provincias como el Regimiento de Infantería 19 de Tucumán, el Batallón de Arsenales de Rosario, la Agrupación de Montaña Cuyo de Uspallata, Mendoza,  le permitieron conocer in situ el país, advertir las deficientes condiciones de vida de los sectores más humildes de la población y buscar la forma de modificarlas. Su creciente prestigio como historiador y publicista le valió que en 1955 se lo designara representante del Ejército ante la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos. Erudito investigador sanmartiniano publicó en 1950: “San Martín y la Provincia de Cuyo. Precursores de la Nación en Armas”. En tanto que al Congreso Nacional de Historia del Libertador, reunido en Mendoza el mismo año, presentó las ponencias premiadas: "San Martín ante la posteridad" y "Los planes de las operaciones del General San Martín”. En 1953 concurrió al Primer Congreso Nacional de Historia realizado en Santiago del Estero, en el IV Centenario de la Fundación de la Ciudad Madre de Ciudades fundada por Francisco de Aguirre, con su ensayo: “La contribución de Santiago del Estero a la Guerra de la Independencia”.  En otro de sus libros enfocó la personalidad militar de Mariano Necochea4 y en “El visionario de la Patria”, biografió a Manuel Belgrano. Entre otros Roberto Etchepareborda cita sus ensayos historiográficos en el libro “Historiografía Militar Argentina” publicado por el Círculo Militar en 1984.  Aunque no solamente abordó temas del pasado sino también publicó volúmenes sociológicos y políticos, así “Perón, el ejército y la iglesia” y “Desafío a la Revolución Argentina”. De verdadero espíritu humanista fue poeta, escultor y autor de libretos cinematográficos sobre personajes históricos como Macacha  Güemes.

Testigo y víctima de los desencuentros entre argentinos, sufrió prisión durante la Revolución Libertadora –en la Resistencia Peronista coordinó las tareas de sus compañeros desde el Servicio de Inteligencia Peronista5- y más tarde volvió a ser detenido bajo el gobierno de Frondizi. Antes de la elección que lo ungió presidente, Gentiluomo se había opuesto al pacto Perón-Frondizi y los hechos posteriores le dieron la razón.)

La inspiración poética lo confortó en las dificultades y ya en su primera reclusión pudo volcar en sugerentes endecasílabos sus irrenunciables afanes de justicia social y bien común enraizados en su humanitarismo cristiano: “No me espanta el idioma las rejas/ en su rudo monólogo de espectro;/ ni me apena la luz de alguna estrella/ que en la noche se filtra hasta mi lecho./ Lo que rompe mi tensión a golpes,/ lo que crispa mi sangre y mis entrañas,/ es la impotencia de llevar mi aporte/ a la lucha por ellos empeñada./ Por ellos, mis hermanos de la plebe,/ de la chusma bendita de Almafuerte,/ que, oprimida en mil garras, se estremece/ ansiosa de cambiar su aciaga suerte.” Su hija Estela Alicia Gentiluomo de Lagier, rescató este poema y lo incorporó  a su “Reseña Biográfica del Coronel Federico A. Gentiluomo” (Buenos Aires, 1970).  

Federico A. Gentiluomo falleció el 5 de junio de 1970. En 1965 sicarios de los servicios asesinaron a su esposa, la también militante justicialista Lastenia Fulvia Antoni, a quien llamaban “La Gringa”. Fue arrojada al vacío desde un décimo piso; un método similar al que emplearía  la represión “Occidental y Cristiana” en la noche del 24 de marzo de 1976 con el mayor Bernardo Alberte.

                                                                                                                                                                                                                      


1. Por un error sin duda de tipeo, aparece en el periódico como Bernardo Noya y no Moya, tal el verdadero apellido de aquel  progresista  Intendente Municipal de Salta.

2. Federico A. Gentiluomo tenía al momento de publicar la obra el grado de Teniente Coronel.-

3. El libro que conservó mi padre, Carlos G. Romero Sosa, en la sección de su biblioteca dedicada al  Caudillo Gaucho y a sus capitanes, consta de un prologo y nueve capítulos con los siguientes títulos: La Guerra de Guerrillas, Panorama de Conjunto, El Hombre, Los Medios, El Terreno, La Preparación de los Medios, Organización y Reclutamiento, Desarrollo de la Campaña, La Guerra Gaucha y el Problema Estratégico, Juicio Crítico del Conductor.-

4. Necochea, el general romántico, Primera Edición, 1951. Editorial La Raza.-

5. En la sesión del 3 de julio de 1996  de la Cámara de Diputados de la Legislatura de la ncia de Buenos Aires, el diputado Luis Lugones, recordó su nombre entre los grandes luchadores de la Resistencia Peronista, manifestando en la ocasión:  “La resistencia peronista no fue doblegada. Suele decirse que aquella fue una suerte de gesta colectiva y, por tanto, anónima. Sin embargo, hay nombres que fueron grandes protagonistas de la resistencia en la época que evocamos y otros que se hicieron conocidos porque fueron identificados por la represión. Estos son solamente algunos de ellos: Armando Cabo, Cesar Marcos, Gustavo Rearte, Bernardo Alberte, Federico Gentiluomo, Miguel Angel lñiguez, Julio Troxler, Bernardo Troxler, Claudio Francia, Haroldo Logiurato, Magín del Carmen Guzmán, Juan Carlos Brid, Babi Molina, Aparicio Suárez, Héctor Tristán, Domingo Blajaquis, Jorge Daniel Paladino, José Vázquez, Roberto Marcelo Pasant, Benito Moya, Roberto Campos, Juan Vigo, Manolo Buceta, Alberto Almada, Alberto Campos, Luis Logiurato, José Petracca, Héctor Herrera Fernández, Fernando Rojo, José León Suárez, Juan Carlos Tambasio, Fernando Lazarte, José Normando Castro, Fernández Torres, Norberto Centeno, René Langlois, Héctor Gríngoli, Argentino Cassatti, Alfonso Cuomo, Armando Nicolella, Carlos Burgos, Nélida Calviño, «Nilda» Casarini, Margarita Congursi, Alberto Rovira, Roberto Caratoli, Roberto Villacorta, Ciro Ahumada, Justo Eduardo Acosta, Margarita Arentzen, Urbelinda Aranda, además de los integrantes de los grupos de juventud ya referidos.”  (Diario de Sesiones, pagina 3215).-

 

 

 

 
 

 

 

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