La historia contada
por sus protagonistas
Myriam Corbacho
Raquel Adet
Agradecimientos
Quiero recordar a María
Inés Morey. Ella soñó con este libro y comenzó a escribirlo. El cáncer no le permitió
terminarlo. María tenía una fachada de mujer dura pero en lo íntimo la vida la
penetraba hasta el infinito, no podía defenderse del dolor, eso es lo que me
hizo quererla.
En la inconsciencia de la
agonía pedía los zapatos para ir a la escuela, lloraba en silencio y pedía:
"solo quisiera que me dejen terminar el libro". Cuando iba a su casa
ella aparecía entre los rosales y me recibía con un beso. Recuerdo sus ojos, su
sonrisa. Pienso en la manera en que la muerte nos arranca lo poco que tenemos.
Siento que este libro le pertenece y se lo dedico.
Raquel
A Silvia, hija y amiga; Aldo y
su interminable ternura
Raquel, compañera de ruta; María Elina, amiga entrañable;
Estelita querida volteriana; Cuqui, la exquisita sensible;
Héctor por su tolerancia, enorme paciencia y generosa colaboración,
y la querida María Eugenia (Quena) curadora de almas.
En fin, a todos nuestros informantes que, con deferencia y gracia
nos brindaron recuerdos llenos de riqueza y saber.
Myriam
Prólogo
El
presente texto histórico pretende ser un buen reflejo de los hechos humanos que
conformaron el proceso histórico y sociológico de Salta. Que ilumina, sin ser
iluminista, aunque sea en parte, el aporte y el papel de los protagonistas de
esa lucha de la cual surgió con dolor y sangre la modernidad actual. Se sabe
que estas empresas pioneras se elaboran cuando la voluntad y la capacidad
profesional están en la base desde el inicio.
Tratar
el cambio social, con la complejidad con que en la provincia de Salta se dio
durante el intenso y violento Siglo XX, presupone una tenacidad casi ominosa.
Esta crónica intenta reflejar la lucha contra la persistencia de grupos y
sectores sociales poderosos que hasta hace pocas décadas parecían
inconmovibles; dejar en claro los procesos populares que socavaron y
modificaron esa monolítica solidez tradicional, es el tema que aquí nos ocupa.
Con respuestas más o menos rápidas o eficaces las incitaciones de la modernidad
puede decirse que de algún modo comenzaron a ser satisfechas.
Hurgar
en la dialéctica del proceso nunca lineal, plagado de contradicciones -como que
los actores son humanos- con objetivos cambiantes, necesitó una lucidez y
atención siempre alertas ante la tentación del esquema fácil y la respuesta
apresurada. Tampoco el prologuista desea distribuir elogios y adjetivos
gratuitos por amistad y prodigalidad, pese a que tenga ciertas dudas con
respecto a algunas cuestiones menores. El trabajo no abreva, pues, en los odres
obsoletos de la justificación -la famosa "hechología" de ciertos
trabajos de ciencias sociales- irracional de que lo que sucedió bien sucedido
está, sino en el de la historia como un producto típicamente humano. Se debe
desestimar también toda posible vinculación espúrea: las autoras no son primas
pobres de familias tradicionales. Se da fe a lo largo del libro de un profundo
espíritu democrático, sin por ello ocultar hechos que fueron la negación o la
maligna modificación de algunos principios importantes de esta filosofía de
vida, cuyas fisuras e imperfecciones permitieron la aparición de procesos
"gatopardistas"; ellos se pueden apreciar en la realidad argentina de
hoy con la profunda crisis que nos aqueja; Lampedussa siempre tendrá
seguidores.
Conviene
resaltar también la pertinencia del uso que aquí se hace de la Historia Oral.
Si bien este procedimiento no es nuevo, permite la expresión de los actores
anónimos y de los sectores a quienes representan, superando la tradicional
hegemonía del discurso político como única explicación. No es un mérito menor,
pues, haber superado el papel descriptivo de la vieja historiografía. Esta
renovación metodológica permite apreciar más fecundamente los testimonios
logrados.
No
resulta ocioso destacar la relevancia teórica que surge de las remembranzas de
los actores -concretos, de carne y hueso- que aquí se explayan. Más de cinco
décadas después de los hechos, sus dichos son contundentes y ponen la necesaria
carnadura pasional que confirma el relato histórico, con su cuota de
convencimiento humano. Ellos ratifican así, que de lo que fue fuego mucho más
que cenizas quedan; que si ayer pudo parecer exacerbación temporal de trinchera
o reacción temperamental en el calor de la lucha -contra enemigos poderosos y
acostumbrados al uso y abuso del poder- hoy es serena convalidación.
Todo
este bagaje testimonial redime a la larga duración histórica de su lastre de
cómoda exposición racional y abstracta y le brinda el necesario anclaje y
compromiso con la empiria que le dio origen y fundamento.
Ya
no resulta, de esta forma, una historia "lavada" donde la pasión de
los contendientes sólo se justifica para una liviana exposición del mensaje. No
intenta ser la formulación de un relato -típico de manual escolar para no
escolares- de esas historias, que mucho hemos padecido, basadas casi siempre en
el eterno acuerdo o la componenda, que el historiador o plumífero oficial, nos
brindaban para explicarnos el aporte humano al reino impoluto de las ideas; al
avance unilineal del progreso y las instituciones. A la formación de la Patria
-la "Patria boba del ensayista lúcido"- ese canto al destino
peraltado de las mieses y las vacas, hacia la integración universal con todos
los hombres y países de buena voluntad. Se intenta aquí otro discurso.
El
violento e intenso cambio social, que presupone el pasaje de lo tradicional a
lo moderno no puede entenderse con frases simples, amables y gratuitas. El
conflicto queda explícito como el vehículo social de la lucha de sectores, que
pugnan por imponer sus ideales y derechos en el marco de una sociedad
patriarcal y tradicionalista, que ya no expresaba ni lograba contener a sus
actores enfrentados. El corset societario, bien tramado durante más de
cuatrocientos años, cedió en parte ante el ímpetu de la andanada modernista y
se debió reelaborar un nuevo entramado social. Los forcejeos dejaron su saldo
de muertos, heridos y contusos. La lectura de esta crónica violenta, no
disimula el accionar de mecanismos más sutiles por los que muchos actores
mutaron, mas o menos eficazmente, cambiando sus modalidades y sus roles para
continuar en el juego, pero ya con otra imagen. El gatopardismo no es aquí algo
extraño y exótico, al calor de las nuevas alianzas configuradoras de una
pirámide social reformada, modernizada y perfilada hacia otros destinos.
Este
fue un destino casi manifiesto hacia la industrialización y el desarrollo
planificado, que significó, en ese momento, una polémica y una lucha social sin
cuartel. Entre los actores, unos atacaban la rémora de lo que no tenía destino
pero se negaba a modificarse y otros no le veían porvenir a lo que ya era una
realidad visible. En Salta, como en todo el sur de América, la batalla contra
el subdesarrollo mental y material, enfrentó a los sectores lúcidos y
solidarios contra los retardatarios. La lucha fue desigual y el saldo está a la
vista. Así, gracias a esa lucha y el sufrimiento humano de tantas personas pudo
surgir un nuevo perfil de comunidad orientado hacia la concreción de la reforma
del agro y de la industrialización urbana. Un saldo a destacar del desenvolvimiento
de todo este complejo proceso es la aparición, en el marco de las reformadas
estructuras sociales, de nuevos grupos. Distintos sectores medios se ampliaron
con el surgimiento de nuevos roles y actores, devenidos de los procesos de
especialización a partir de una mayor división social del trabajo.
Lic. Héctor Lucien.
Palabras preliminares
"En vosotros yo encuentro la
verdad más profunda
Oh, pequeños habitantes del mundo"
Vicente Aleixandre1
Utilizaré
este breve espacio para referirme a la historia provinciana, dejando aclarado
que se trata de un punto de vista personal, sin más pretensión que la de
expresar algunas ideas.
En
Salta, los dueños de la tierra se apropiaron también de la palabra oral y
escrita. Nos dieron su versión de la historia, tal como la deseaban para
perpetuar su poder. Construyeron sus mitos y leyendas. Sangre pura y azul,
damas y caballeros selectos, ellos los heroicos, los sabios, los beneméritos,
el compendio de todas las cristianas virtudes, el resumen de la humana
grandeza, los padres fundadores.
Así,
durante cuatro siglos, a través de crónicas y documentos y desde fines del
siglo XIX, de las obras de Bernardo Frías, Atilio Cornejo, Ernesto Aráoz,
Manuel y Miguel Solá, Palermo Riviello y otros, tuvimos una sola visión de la
historia, una imagen de la realidad. Sin desconocer su importancia, es preciso
decir que esa historia fue la apología de una minoría que se vio a sí misma
como fundadora de la patria chica.
Solo
en tiempos recientes, desde 1970, fecha en que el joven historiador Gregorio
Caro Figueroa publicó su "Historia de la Gente Decente", aparecieron
voces que buscaban romper ese largo monólogo y abordar el pasado con otra
mirada, cuestionadora y crítica. Ese libro polémico marcó un antes y un después
en la historiografía salteña.
Pero,
entonces, ¿qué pasó con los otros en esa historia estrecha, tan semejante a un
álbum familiar? Fueron reducidos a una masa anónima, mirados con
desprecio desde arriba, a través de prejuicios raciales y sociales,
descriptos -más bien enmascarados- por quienes no tenían ojos para ver la
realidad de la gente del pueblo. Y todo ese universo se fue quedando a oscuras,
casi omitido, ausente.
Así,
los libros dicen que al Tucumán lo hicieron un grupo de españoles lidiando con
la indiada salvaje, y apenas se mencionan los trabajos de los miles de indios
repartidos al fundar las ciudades para "servir como en galeras". A
poco de surgir Santiago del Estero tenía cuarenta y ocho vecinos agraciados con
doce mil indígenas. En Córdoba cuarenta pobladores poseían otros doce mil, en
Salta treinta encomenderos se adueñaron de mil ochocientos y fueron ellos
quienes abrieron los caminos, trabajaron en las minas y obrajes, tejieron el
algodón y el lino, recogieron la miel de las abejas, labraron, cultivaron y
cosecharon los campos, criaron el ganado, construyeron las casas y cabildos,
iglesias y conventos, desempeñaron todos los oficios, sustentaron con sangre la
economía y la sociedad colonial.
Aquí,
desde el comienzo, todo se hizo "a espalda de indio", pero esto
siempre fue considerado un episodio sin mayor trascendencia pues los
historiadores siguieron viendo al indio con los ojos del blanco, es decir, como
animal de carga. No se metieron en la piel del indio ni expresaron su drama.
Por eso emplean palabras como "pacificación", por eso no valoran su
colosal aporte y no rinden tributo al heroísmo con que defendieron su tierra.
¿Acaso podrían los indios reconocerse en esos libros, verse representados,
leerlos y sentir que están allí? Claro que no. Porque una historia vista a
través de sus ojos y narrada por ellos no ensalzaría las virtudes del Virrey
Toledo, no cantaría loas al coloniaje ni levantaría monumentos a los
conquistadores mientras no hay en la ciudad estatuas, calles ni plazas que
recuerden sus luchas y sus héroes.
A
mediados del siglo XVII, después de casi un siglo de resistencia, diaguitas y
calchaquíes de los Valles fueron finalmente derrotados pero la conquista de las
selvas del Chaco fue distinta y mucho más lenta. Solo concluyó con la campaña
iniciada en la década de 1880.
Para
entonces -dice Myriam Corbacho- el indio de nuestro Chaco había perdido su
belicosidad, derrotado, al margen de la vida, buscaba refugio en el alcohol o
en la profundidad de los montes. Un raro y precioso documento de la época
expresa la protesta de los indios chaguares al ser despojados de su territorio.
Llegado el momento de abandonar la tierra, el más anciano de ellos habló así:
[...]
somos nosotros pobres pero no inútiles, ni vivimos en perpetuo descanso, más
bien nosotros somos la fuerza de los cristianos, los brazos de la industria.
¿Acaso hay cristiano que adelante en su hacienda y labranza sin los indios?
[...] Mas nosotros no hacemos cuenta de nuestra vida y nuestra sangre toda se
ha de derramar para defender nuestros derechos [...] Ni vivos ni muertos han de
sacarnos de nuestras tierras [...]"
Cuando
soldados y frailes misioneros anotaron lo que estaba pasando con los indios, a
veces lo hicieron con indignación y piedad, pero ignoramos lo que pensaban y
sentían ellos. Así fueron despojados también de la memoria.
Cuando
la guerra de conquista, la explotación brutal, las hambrunas y pestes diezmaron
a la población nativa, los colonizadores usaron "mano de obra
esclava" y los mestizos, mulatos, pardos, sambos, morenos y todo el
abanico de rasgos y colores producido por el mestizaje racial y cultural,
pasaron a integrar el universo social de los grupos marginales, pero la
historia poco se interesó por ellos. Solo fueron tratados de soslayo, en contraste
y relación con los dominadores, en función del poder, que es mirar por un
ángulo muy estrecho, por eso ignoramos más de lo que sabemos y todavía está por
escribirse una auténtica historia de los grupos populares de Salta.
Cuando
Güemes encabezó la lucha por la independencia, un sector de la llamada
"clase principal" lo secundó y otro planeó su muerte. El gaucho, el
campesino pobre de a caballo, luchó a su lado sin vacilaciones y se sacrificó
por una libertad de la que nunca fue beneficiario. Acabada la guerra siguió
siendo para la oligarquía uno más de sus subordinados. Recién desde fines del
siglo XIX, cuando comenzó la devoción por Güemes, hablaron de los gauchos como
heroicos guerreros en todos los discursos, pero esos "centauros" permanecieron
sumidos en la ignorancia y la pobreza. En 1921, en ocasión de celebrarse el
centenario de la muerte de Güemes, el uruguayo Luis Herrera los llamó
"evangelizadores sin evangelio, libertadores sin patria, apóstoles sin
reino" y en 1936, después de su visita a Salta, Alfredo Palacios escribió:
[...] Vi
los ranchos en que viven los descendientes de los gauchos de Güemes, heroicos
también estos en su miseria y su dolor sin protestas.
Ya
en pleno siglo XX lo que calló la historia fue aflorando en la literatura, sobre
todo en los años '40 cuando, dice Walter Adet:
"Dejó
de ser patrimonio casi exclusivo o privilegio de una determinada clase social y
el pueblo empezó a incorporar sus nombres a las letras provinciales".
Desde
entonces poemas y narraciones fueron documentos de profundo contenido social,
la denuncia de una dolorosa realidad.
Si
la historiografía en Salta ha sido el discurso del poder, vamos a señalar otro
discurso, pero para eso hay que liberarse, desprenderse de viejas anteojeras.
El desafío es volver atrás y comenzar de nuevo, entrar a nuestra historia por
otra puerta grande para poder mirarla a través de otros ojos.
Porque
la historia es ante todo diálogo del hombre con sus raíces, diálogo a menudo
trágico en el que buscamos comprender la realidad. Y en ese diálogo deben estar
presentes todos los actores del pasado para hacer oír su voz y darnos su
percepción de los hechos. En ese intercambio de experiencias vitales, en ese
juego enriquecedor de discusión y debate, de comparaciones y contrastes, construiremos
una memoria histórica integral, sin mutilaciones ni omisiones. De no ser así la
historia, "esa madre de pueblos" se convierte en una mordaza, en otro
instrumento de control y dominación.
En
este libro, mas que hablar de los gobernantes preferimos detenernos en los
gobernados, reflejar la vida del hombre común, porque ¿quiénes hacen la
historia? ¿los grandes personajes, los que mandan? Recuerdo una frase de Ettore
Scola.
"La
historia, la verdadera historia, se va haciendo según la marcha de millones y
millones de gentes del común. Esa gente es, a la larga, más importante que
césares y napoleones".
Lo
que realmente importa es el contenido humano de los acontecimientos. Por eso
quisimos adentrarnos en la vida de tantos seres anónimos, conocer sus asuntos,
entrar a los rancheríos de los suburbios, conversar con los lustras, caminar
con las prostitutas, hablar de otros poderes y otras epopeyas. La epopeya de
los peones de los ingenios bajo el sol quemante del trópico, esos indios con
"ojos duros, agujeros fogueados en madera de trabajo y servidumbre",
la epopeya de los hacheros de los obrajes y "los mineros amarillos",
la de las madres cargadas de hijos que obraban verdaderos prodigios para darles
de comer. Trasladar al papel la lucha sin tregua de los inmigrantes, el trajín
de lavanderas y cocheros, el ruido de los tarros de los lecheros, las
conversaciones de domésticas y verduleras. Toda esa humanidad que día a día
lleva adelante la vida de la sociedad. Gente que no recibió nada, no tuvo
oportunidades y sin embargo tuvo valor para sobrevivir contra todas las
miserias. Gente que no tomaba parte en las decisiones de los poderosos pero
tenía que sufrirlas, pues mientras el poder va, tantas veces, a contramano de
la humanidad y de la vida, es la modesta gente el cimiento que lo sostiene
todo.
Quisimos
realzar la dignidad del trabajo, rescatar las humildes ocupaciones y oficios,
rendir homenaje a los dirigentes y trabajadores que, venciendo toda clase de
temores, lucharon tenazmente por organizarse para defender su derecho a una
vida mejor. A los ákratas -palabra que suena como chancroso, leproso, o alguna
otra enfermedad contagiosa- a los anarquistas como don Riera, que recorrían los
pueblos hablando del día en que "la tierra se multiplicará como los panes
y los peces y será de verdad para todos", a los socialistas como Ramón
Cardozo, que gastó su dinero en publicar libros de poetas salteños, a los
comunistas como Juan Benachio, que pasó su vida luchando sin esperar nada a
cambio.
Por
eso fuimos a buscarlos, para conversar con ellos. Los ancianos dicen: "¿la
rusa María? ¡Oh!" Y ahí está todo. Sus historias nos enseñan lo que no
encontramos en las páginas más sesudas y eruditas, pues ellos no recuerdan sino
reviven sus vivencias. Sus recuerdos tienen el sabor irreemplazable de lo
vivido, la fuerza de la propia experiencia y eso es bellísimo, algo que ningún
analista puede brindar. Es que "no se ha citado todavía libro más jugoso
que el muy áspero y sabio de la experiencia, escrito en la propia carne por las
zarzas del camino".
A
veces son fragmentos, pedazos de recuerdos donde se trasunta la vida social y
política, el clima moral de una época. A veces es una sensación, un silencio,
una inflexión de voz y el pasado resurge de pronto, se revela, como un rayo de
luz en la oscuridad.
No
se debe olvidar ni por un momento que esos viejitos de inofensivo aspecto son
auténticas máquinas del tiempo. Cada entrevista es una aventura y cada
entrevistado un tesoro, un mundo que se nos ofrece, nos confía su intimidad.
Cada uno es un paisaje distinto, con sus puntos de vista, su lenguaje,
reacciones y características, sus emociones y con ellos nos alegramos y
sufrimos.. Tal vez no lo sepan pero nos acompañan siempre. Aquí está don
Benito, que nos recibió diciendo: "¡Eh, pero ustedes quieren que me metan
en cana!, aquí está doña Sara Adela, esa mujer frágil y amorosa pero firme como
una roca y también doña Hortensia con su hija desaparecida.
Pienso
en don Vicente, que vino a hablar con nosotras y murió a los pocos meses. Así
son las cosas, un anciano pasa a nuestro lado todos los días, con su bigote, su
saquito, y ni lo advertimos, miramos sin ver, solo al escucharlo comprendemos
lo que tenía para darnos.
A
todos agradecemos profundamente su confianza y generosidad.
Un
duende burlón me llevó a casa de Myriam, a quien agradezco toda su paciencia.
Las dos pusimos un enorme esfuerzo en este libro, pero ella puso el
conocimiento y la experiencia. No se si logramos nuestro propósito pero se que
lo hicimos con pasión y sinceridad.
En
su casa, en ese cuartito de trabajo en el que pasamos tantas tardes juntas,
riendo y conversando, me sentí a salvo de la soledad. Y ella no sabe cuánto le
agradezco sus jugos de fruta, sus panes, sus tecitos, los detalles dulces, los
pequeños cariños, sin los que no vale la pena vivir.
Raquel Adet
Introducción
"Recordaba
recuerdos enredados entre recuerdos
y él siempre luchando por aclarar"1
Alfredo Bryce Echenique.
En la década de 1960, investigadores
norteamericanos ampliaron los horizontes de la historia al incorporar las
fuentes orales como documentos históricos relevantes. Esta metodología nos
permitirá rescatar para la historia local a:
"[...] actores anónimos y
en esferas mucho más diversificadas de la historia humana, su interés no solo
son los actores políticos, también lo son las fuerzas contestatarias de la
oposición de los movimientos sociales"2
Irrumpen así, en el sacro
templo de la historia, personajes anónimos: trabajadores, peones,
artesanos, oficinistas, militantes, amas de casa, empleadas, prostitutas,
campesinos, domésticas. Sus vidas son lazos de unión entre el entonces y el
hoy. Sus experiencias se convierten en fuentes de reflexión y reconstrucción
del pasado cercano.
La investigación propuesta
busca "hacer la historia de Salta" con pluralidad de intervenciones.
Su fuente principal es el uso reflexivo de la memoria. Esta memoria es ajena a
las dimensiones convencionales del tiempo. Tiene su propio tiempo y en él
buceamos, en busca de nuevas claves interpretativas. Consideramos difícil
superar los laberintos de los recuerdos, es un juego riesgoso, no hay leyes
generales pero sí, procedimientos históricos y criterios interpretativos
proporcionados por las ciencias sociales. Estos hacen posible acercarnos a las
inconsistencias del discurso "autobiográfico", nos permiten
compatibilizar la fidelidad del discurso y su posible ordenamiento para hacerlo
inteligible.
En las conversaciones, cuando
el entrevistado vuelve a contar su historia, no es un repetir, es un nuevo
recordar, un volver a reinterpretar el pasado. Surgen así, desde nuestro
presente, nuevos y motivadores interrogantes y muchos de ellos encuentran
respuesta en la memoria del informante.
Para el historiador, todo documento
-tanto escrito como oral- debe pasar por idéntico tamiz crítico. Si nos
inclinamos por la oralidad, debemos verificar la autenticidad de los
testimonios, constatar en tiempo y en forma las cuestiones expuestas por los
entrevistados, sus relaciones generacionales, comparar los diferentes
testimonios y, si es posible, realizar compulsas con documentos escritos.
La interacción del binomio
entrevistador-entrevistado presupone, por una parte, experiencia, preparación
previa de las entrevistas, delicadeza y capacidad para establecer lazos de
confianza y aceptación mutuas. Por el otro, buena memoria y capacidad para
percibir: realidades sociales, sistema de valores, mentalidades, prejuicios, en
fin, todo aquello difícil y hasta imposible de ser visualizado en documentos
escritos.
La Historia contada por sus
protagonistas implica: conversaciones, largas búsquedas, encuentros casuales.
Todo esto conforma una verdadera "bola de nieve" que nos condujo a
encuentros con salteñas y salteños ansiosos por relatar, con lucidez,
entusiasmo y, hasta sentido del humor, la historia de sus vidas.
Son relatos descarnados de
observadores curiosos y, al mismo tiempo, actores de la Historia local.
Pertenecen a esos grupos humanos que, viviendo su vida cotidiana, construyen
inconscientemente la historia. Todas sus remembranzas son cantera inagotable de
revelaciones que, entre respetuosas y burlescas, permiten visualizar síntomas
de animosidad general hacia prácticas sociales y políticas que empañaron sus
vidas. Escuchar estas historias nos ayudó a comprender como el tiempo
neutraliza emociones, sentires y, hasta las rutinas dolorosas, adquieren otro
significado. También aprendimos a interpretar: silencios, pausas, tonalidad de
las voces, rupturas del lenguaje y hasta la mímica con las que enfatizan y
reafirman sus relatos.
Todos los informantes
recuerdan, ilustran y afianzan realidades de una época determinada. Ellos
pertenecen a diferentes grupos socio-económicos e ideológicos. Todos o casi
todos muestran, con singular claridad, las agudas aristas sobre las que
vivieron en contacto con los poderes de turno, las inconscientes barreras
mantenidas por prejuicios, mentalidades y costumbres aceptadas en determinado
momento y hoy criticadas y hasta repudiadas.
Consideramos todos los testimonios
como elementos invalorables pues nos permiten atisbar en una realidad poco
analizada, confirmar episodios raramente explicitados en la historia local. En
fin, otra forma de conocer la Salta silenciosa y profunda. Poder reconstruir a
través de los tortuosos caminos de la memoria y con sus voces, la zaga de los
primeros pasos de los grupos dominados, hacia la concientización política.
Los testimonios recogidos nos
permitirán investigar diversos aspectos de la Historia Social: oficios,
pobreza, conflictos, acciones, actitudes, creencias y realidades que la
Historia oficial o no les da importancia o prefiere olvidar. Estos actores
sacan a la luz y reinterpretan ese universo en el cual las opciones muchas
veces fueron: pobreza, cárcel, exilio y, tal vez la muerte.
Lo expuesto nos lleva a la
convicción de poder rescatar la subjetividad con dimensión epistemológica en el
nivel político- social de esos pasados oscuros y fragmentarios. Para ello
contamos con valiosos testimonios orales de personas nacidas en los albores del
siglo XX, a quienes tuvimos la suerte de conocer y escuchar.
El eje del trabajo está
centrado en historias de vida y propone el estudio de la historia local desde
otros ángulos. Los títulos de cada uno de los capítulos tratan de reflejar las
creaciones y recreaciones de nuestros informantes. Junto a las historias de
vida, entrecruzamos nuestras propias reflexiones, el estudio de los medios de
comunicación escritos (diarios, periódicos, revistas, discursos, libros,
etcétera) y no escritos (radio y cine) en los que se perciben claramente los
mensajes del sector dominante. Estos juegos de redes y cruzamientos permiten
atisbar la cosmovisión de dominadores y dominados.
Es preciso aclarar que
ponemos, a lo largo del trabajo, énfasis especial sobre los grupos dominados.
Así, estudiaremos, la situación de trabajadores urbanos y del campo, el
desarrollo y organización de gremios y sindicatos, el trabajo inacabable de
mujeres y niños y el quehacer de los primeros anarquistas, comunistas y
socialistas en Salta.
El libro comienza con las
medidas tomadas durante el primer gobierno de Yrigoyen para imponer en Salta la
Ley Sáenz Peña. Sigue el turbulento gobierno de Joaquín Castellanos, el salto
del Ejército al escenario político y la llamada Década Infame, para
finalizar con el golpe militar de 1943.
Notas de la Introducción
1 (1992)
Bryce Echenique, Alfredo "Tantas veces Pedro" Barcelona. Anagrama. P.
146.
2 (1992)
Moss, W, Portelli, Fraser. "Historia Oral." Buenos Aires. Centro
Editor América Latina.
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ingresar en el Capìtulo:
CAPÍTULO I
Una vieja antinomia: tradicional - moderno
CAPÍTULO 2
Preludios democráticos. Divertido testimonio oral
CAPÍTULO 3
Joaquín Castellanos, frustrado intento de modernización
CAPÍTULO 4
Economía: aspectos generales
CAPÍTULO 5
1930, Salta regresa a la tradición
CAPÍTULO 6
La sociedad tradicional
CAPÍTULO 8
Fiestas y diversiones
CAPÍTULO 9
Problemas urbanos. La vivienda
CAPÍTULO 10
Fundamentos de la estructura sindical
CAPÍTULO 11
Partidos políticos minoritarios