CAPÍTULO 2
Preludios democráticos. Divertido testimonio oral

En la génesis del siglo pasado la amenaza real y concreta a la ideología tradicional no provenía de los ákratas y / o maximalistas, sino del Partido Radical, triunfante en el país desde 1916. Es importante aclarar que en Salta conservadores y radicales eran retoños de una misma cepa. Las generaciones jóvenes de varias familias tradicionales habían optado por la militancia radical y mostraban cierto entusiasmo por la modernización política y social. El Partido Radical1 posibilitó la incorporación a sus filas de otros sectores sociales y estos remozaron, en alguna medida, los viejos esquemas partidarios.

La lucha inmediata, impostergable, era la de instruir al pueblo en sus derechos electorales. Ardua y despareja lucha. En toda la provincia se convocó a los sectores más desamparados a defender la libreta de enrolamiento por ser el documento que habilitaba para votar:

"La voz radical se hace oír para decir a los criollos y viejos extranjeros que defiendan la libreta de enrolamiento por ser la única prueba de identidad personal y el único instrumento con que los argentinos podían detener el avance de la ola extranjerizante y ponemos el ejemplo de Córdoba donde el 1° de mayo no menos de quince mil empleados desfilaron por las calles con la libreta de enrolamiento en alto ante la estupefacción de sus rivales al grito de: ¡Aquí están los que no se venden! [...] Hay que sustraer la libreta de enrolamiento al comercio que con ella se ha hecho”.2

También, desde el Poder Central se tomaron medidas para hacer posible el gobierno de acuerdo a los ideales liberales de la Unión Cívica Radical. Yrigoyen había convenido con el presidente Saenz Peña la Intervención Federal para obligar a las provincias, aún a las más recalcitrantes, a adoptar la ley del voto universal, secreto y obligatorio:

"La reforma electoral debía sancionarse conjuntamente con la intervención de todas las provincias, cuyas autonomías había abolido el Régimen. El incumplimiento de esta promesa por el presidente, puso a Yrigoyen frente a la tarea ineludible de devolver a los pueblos las autonomías que detentaban los usurpadores".3

Al año siguiente de sancionada la Ley Sáenz Peña se realizaron en Salta elecciones para renovar los tres poderes. Los conservadores fundaron la Unión Provincial y postularon para el cargo de gobernador de la provincia al Dr. Robustiano Patrón Costas. Sus opositores radicales proclamaron la candidatura de Joaquín Castellanos, figura política apoyada por el diario porteño La Nación:

"[...] Quien cuenta con las simpatías generales del país... una candidatura que les honra, la del Dr. Joaquín Castellanos, escritor y orador de nota, caballero irreprochable extensamente vinculado".4

Por esos años, a pesar de la ley electoral, las elecciones continuaron siendo amañadas. Las llevadas a cabo en 1913, no fueron la excepción. La ley electoral sirvió para poner al desnudo el paternalismo imperante en Salta y las dificultades reales para modernizar el estado, sanear la política y la economía provincial. En otras palabras, continuaba casi sin variantes, el dominio de las prácticas de la sociedad tradicional.

El fraude electoral se hacía en forma tan descarada en la provincia que, para garantizar la vigencia de la ley del voto universal y secreto, fueron necesarias tres intervenciones federales* enviadas una tras otra por el gobierno nacional.5

El primer interventor fue el cuestionado Dr. Emilio Gimenez Zapiola, quien, apenas llegado a Salta anunció desde las páginas de Nueva Época:

"[...] Las policías serán íntegramente renovadas y ocuparé para ello a oficiales del Ejército. Desde ya puedo decir que llegadas las elecciones el Jefe de Policía seré YO mismo".6

Acto seguido, declaró en comisión a todos los miembros del Poder Judicial y nombró nuevos funcionarios en su reemplazo, ordenó depurar y ampliar el Padrón Electoral e hizo cesar a todas las comisiones municipales de la provincia. Estas medidas, necesarias, pero tomadas con agresiva intemperancia, provocaron las iras de los radicales y del propio Presidente de la República, quién lo removió de su cargo acusándolo de haber incurrido en "inconcebibles herejías jurídicas".

Un trabajador de la ciudad, don Felipe Eduardo, salteño de 95 años, herrero artístico, recuerda al primer interventor federal, Emilio Gimenez Zapiola, con particular buen humor.

Pregunta: ¿Qué recuerdos tiene de las primeras intervenciones radicales en Salta?

Felipe: El interventor que ha venio aquí era un magnate de la carne, ese Gimenez Zapiola, radical pues. Ese hombre traía un odio concentrao. Era tocarlo nomás pa que reviente ¿no?... Ha hecho dos cosas, ha sacao a todos los comisarios de todos laos y ha puesto oficiales militares

Lo primero que ha hecho cuando se ha percatao de que aquí, en la calle Ituzaingó entre San Luis y Rioja, donde actualmente funciona el Centro de Jubilaos de la Provincia, en las afueras de la ciudad, ahí había un reñidero de gallos.7 El reñidero era un antro de juego donde concurría toda la gente pudiente de Salta, empezando por Patrón Costas y todos esos ¿no?... Allí se apostaban inmensas cantidades de dinero. A veces algunos perdían casas, propiedades y como existía la hombría de bien, el respeto a la palabra dada, no había boletas ni contratos escritos. Decían: bueno... me has ganao, no tengo plata pero tengo la finca. Esta tarde automáticamente pasa a tu nombre con el único compromiso de que cuando pueda juntar la plata me devolvés la finca, previo pago de lo que te debo.

Pregunta: ¿Cómo continuó la cosa?

Felipe: Bueno, entonces lo primero que ha hecho el interventor fue cerrar el garito ese. Ha sacao una orden del juez federal y veinte soldaos se han presentao ahí una mañana, a las once de la mañana, porque aprovechando eso había gente que le gustaba la comida criolla ¿no?... comer sus buenos locros, sus buenas empanadas, esas cosas. Entonces ha llegao él, ha hecho rodear la manzana y ha entrao, los ha encontrao ahí, con las manos en la masa, como se dice, y les ha ordenao que alcen sus gallos. Pero, ¡cómo!.. Sí, sí. Aquí no hay recurso de habeas corpus ni nada, ustedes alcen sus gallos y vienen en fila india al Departamento Central de Policía. Ahí era la penitenciaría que le decían, un lugar tétrico, eso nada tenía que envidiar a las catacumbas de la Inquisición. Y entonces los ha llevao en fila india, contento, como sacándose un gusto personal que él tenía ¿no?... y los ha metio ahí un domingo a la mañana en la cárcel, en los calabozos comunes para contraventores que había, llenos de orina. ¡Adentro! Y si no les gusta agarran una escoba y limpien. ¡Adentro!... Y qué... ha empezao el revuelo pues y como era día feriao tampoco había jueces ni nada. Los ha hecho dormir ahí y al otro día, en la plaza Belgrano, que era como es ahora nomás, solamente un poco más destartalada. Y ahí en la esquina, sobre la calle Sargento Suárez, había una mansión de don Agustín Usandivaras, un hombre político, bastante bueno era el hombre, ha sido intendente de Salta también. Y entonces ha hecho cortar gajos de palmeras y los ha sacao a todos, toda esa crema que había. Todo eso ¿no?... Han salío en fila india con un bombero. ¡Imagínese... con un bombero!... Bueno, les dice, agarren la escoba que hay que barrer aquí.

¡Cómo que barrer!

Hay que barrer, nomás y una patada en los tobillos, así (hace el ademán).

Entonces inmediatamente se han percatao ahí, en el diario, del espectáculo ese que estaban proporcionando. Creo que era el diario Nueva Época. Y entonces han mandao al fotógrafo. Pero no era como ahora que sacan la foto y listo, yastá. No... había que traer la máquina, acomodarla bien y entonces le han preguntao:

¿Quién es usted?

Yo soy el fotógrafo del diario Nueva Época.

Vaya a guardar la máquina y dénle una escoba pa que barra también.

Y los ha hecho barrer a los tipos. Un caso que ha repercutio mucho aquí en Salta en esos años. Eso hizo hacer el Interventor. Después se extralimitó ¿no?... en muchas cosas que han quedao al descubierto. Entonces han tenio que mandar a otro Interventor que se llamaba el Dr. Manuel Carlés. Pero entonces Gimenez salió con su gusto. Y nada de comida, en el catre de lona a dormir esa noche y al otro día el desayuno, que era el mate cocido que le daban a todos los presos.

Don Felipe narró con gracia, entre escandalizado y divertido, la anécdota que levantó iras por un lado y risas ocultas por el otro.

Notas del capítulo 2

1       (1989) Di Tella, Torcuato ilustra sobre el sentido del vocablo Radical "[...] es dice, en sentido amplio, un adjetivo que indica la profundidad de algo, su condición de llegar a las raíces. Como actitud ideológica implica una concentración del foco de interés sobre un principio particular, "raigal" convertido en núcleo central en el cual se basa la acción social [...] supone proyectar una acción completamente nueva de la vida y de la actividad humana [...] Chile y Argentina siguieron el modelo del radicalismo francés evolucionando a lo largo del presente siglo hacia posiciones moderadas. El Radicalismo Argentino es el más antiguo de los partidos políticos actuales y uno de los más viejos y orgánicos de América Latina. [...] su nombre Unión Cívica Radical deriva de considerarse "la unión civil de los argentinos" convocada a fines generales y comunes" [...] es más que un partido político un movimiento de carácter nacional [...] Ver Diccionario de Ciencias Políticas y Sociales. Obra citada. Págs. 501 /502.

2       (1918) Diario Nueva Época. Salta.

3       (1956) Sobral, Antonio Compilador Colección "Hipólito Yrigoyen. Pueblo y Gobierno. Prólogo de Pérez Aznar, Atuaulfo en "La Reparación Institucional- La República Federal". Raigal. La Facultad. Buenos Aires. Tomo V P. 16

4       (1913) Diario "La Nación" Buenos Aires. 1 de enero.

5       Tres fueron los sucesivos Interventores Federales enviados por el Gobierno Nacional a Salta: Dr. Emilio Gimenez Zapiola (9 de mayo al 23 de julio de 1918), Cnel. Ricardo Sola (23 de julio al 9 de agosto de 1916) y Dr. Manuel Carlés (9 de agosto de 1918 al 7 de enero de 1919).

      (1918) Diario "Nueva Época". Salta..

7       (1997) Dávalos, Juan Carlos. El poeta describe el reñidero: "Es un corralón con varias dependencias, pulpería, reñidero y cancha de tabas, bajo el techo circular está la arena también, rodeada de una galería de tablas que sube en anfiteatro hasta el techo. Allí vense galeras, guantes, bastones, botas y hasta patas peladas" Ver en Obras Completas. Buenos Aires. Imprenta Senado de la Nación. Ver "El reñidero" y "La tabeada" Tomo 1 Págs. 585 y 590, respectivamente.

8       (1999) Historia de vida de don Felipe. La historia comentada no pudo ser corroborada por otra documentación. Anexo Nº de orden 1.

 

 

CAPÍTULO 3
Joaquín Castellanos, frustrado intento de modernización