CAPÍTULO 6
La sociedad tradicional
Acto oficial en la Legislatura de Salta – 1920 (Fototeca Museo de la Ciudad)
La metáfora espacial es muy útil, dicen algunos sociólogos de las primeras décadas del siglo XX, pues los de arriba y los de abajo, configuran las organizaciones sociales de todos los tiempos. También es gráfica y simbólica la figura de la pirámide social porque en su cúspide señala la elite, su centro sectores burgueses y medios y su base la complejidad de los sectores populares.
Esto no implica ignorar que el estudio de una sociedad requiere de un andamiaje teórico complejo. Por ello vamos a tomar diversos marcos teóricos y una serie de especulaciones explicativas sin que esto implique adscribirnos a corrientes determinadas del pensamiento social y político. Es sabido que toda clasificación social por sectores es esquemática y también arbitraria.
En los complejos grupos humanos, encontramos en los diversos sectores transiciones imperceptibles entre la cúspide de la pirámide local, formada por terratenientes y burócratas bien pagados y comerciantes ricos (incipiente burguesía comercial), una capa tenue de sectores medios muy heterogéneos y una gran mayoría que trabaja tierras de otros o bajo la autoridad de otros. Esto último es importante pues en el espacio social los sectores están separados por barreras borrosas, difusas, pero posibles de ser flanqueadas.
Según Torcuato Di Tella, en su Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas:
"Para Max Weber la estratificación es una característica de toda sociedad, que puede ser de diversos tipos según la difusión de los criterios del mercado para juzgar la posición de la gente y según la prevalencia de otros valores, como los religiosos o étnicos. Reconoce Weber tres dimensiones principales en la estratificación social, resumidamente llamadas clase, prestigio y poder".1
En toda organización social -tradicional o moderna- visualizamos una serie de cuestiones: atención de necesidades primarias como alimento, vestido, vivienda, instrucción; división del trabajo; interrelaciones entre los diferentes sectores y movilidad social, punto crucial para los inmigrantes venidos a la provincia desde nuestro Litoral y otros países del mundo que constituyeron en Salta una incipiente burguesía comercial.
Denominamos sectores a grupos de individuos con intereses semejantes y cierta conciencia de pertenencia a determinado sector social.
Se trata de presentar un conjunto articulado de datos empíricos que nos ayuden a situarnos en el problema social provinciano de las primeras décadas del siglo pasado. Hay que tener presente la particular situación histórica de Salta, pues cada provincia se configura con matices propios.
Para estudiar el espacio social en la nominada sociedad tradicional salteña, tomamos la morfología, también tradicional, de sectores dominantes y sectores dominados con sus estratificaciones en la ciudad y en la campaña. En este proceso histórico se hará mención a los grupos mayoritarios con la nominación de sectores medios y populares, hasta el salto de las masas al escenario político argentino, hacia 1945.
Sectores dominantes: espacio urbano y espacio rural
La historia local en las primeras décadas del siglo XX tenía particulares formas de dominación que evidenciaban conductas propias en las relaciones sociales tendientes a darles continuidad y de hecho se mantuvieron hasta la llegada del peronismo. Los apodados por el humor popular con el mote de orejudos hicieron de la ciudad su marco de vida privilegiada y trataron de darle cohesión y unidad. Sus símbolos de poder, Cabildo Histórico, Club 20 de Febrero, Consejo de Educación de la Provincia, Palacio Episcopal, Iglesia Matriz, Teatro Victoria, Cine Güemes y grandes casonas cuyos propietarios pertenecían a la elite salteña, se levantaban en torno a la Plaza 9 de Julio, la plaza principal.
Hasta el gran cambio operado por el peronismo, la plaza había sido el reducto obligado de los paseos dominicales y los jueves de retreta para las niñas del grupo dominante. Un código, tácitamente acordado, establecía que los individuos pertenecientes a los grupos subordinados no circularan por el reducto de la recova correspondiente al exclusivo club, que con el peronismo se convertiría en blanco del resentimiento y de las iras populares.
Recordamos que el edificio del club en cuestión fue transformado por el gobernador Roberto Romero en Centro Cultural América.
Un autor de época, Palermo Riviello, alude con naturalidad a ese código social:
"Por un costado pavimentado de piedra laja paseaban
exclusivamente señoras, señores y niñas bien y el resto tenía que hacer su paseo por el piso de
tierra, en los tres costados restantes de la plaza”.2
En cambio El Radical, diario local y vocero de ese partido, expresaba su desagrado ante los avances del populacho. En su editorial titulado Panorama Salteño, reclamaba indignado:
"Son las 9 p.m. En la plaza el pueblo ocupa sus posesiones. De los cuatro lados de la plaza a tres tiene derecho. La sociedad se ha replegado al otro. Por lo que se ve aquí la clase popular es más fuerte que la aristocracia. Tres cuartas partes más fuerte. De aquí al bolcheviquismo no hay más que un paso. Sin embargo si estas corrientes revolucionarias que amenazan arrasar con el mundo no prosperan hasta imponerse en Salta [...] ya limitaremos las exigencias placeras de la clase popular".3
Es preciso conocer las opiniones de integrantes del grupo popular sobre la apropiación de los espacios públicos que hacía el benemérito Club 20, colocando sus mesas y confortables sillas en la vereda de calle Mitre, impidiendo el tránsito de peatones.
Ramón, obrero y dirigente gremial de más de 90 años, recuerda aún con indignación:
Pregunta: ¿Cómo ve usted hoy la sociedad en que le tocó vivir en su juventud?
Ramón: Antes de Perón, el conservadurismo en Salta era tremendo. Lo que recuerdo con más bronca es que no se podía pasar por la Plaza 9 de Julio. Su club quedaba frente a la plaza, cuando se sentaban a hacer el vermucito en la recova, nadie podía pasar por ahí.4
Doña Ceferina, por su parte comenta:
Ceferina: Ellos, los orejudos, tenían el Club 20 y para eso el pueblo les pagaba, para que ellos hagan las fiestas y se diviertan y presenten las niñas de 15 años y todo lo pagaba el pueblo. Ellos nomás eran, ellos. El pueblo no lo tenían en cuenta. Nosotros no podíamos pasar por la Plaza 9 de Julio. Yo sé porque cuando era jovencita iba a pasar con otras personas y nos sacaron a la hora en que ellos estaban ahí paseándose en la plaza o tomando su vermú ahí en el edificio ese, ahí donde después era casa de gobierno. Bueno ahí tenían agarrado todo ellos, si a uno le veían así una traza de pueblerino no podías ir por ahí. Eran sinvergüenzas, por eso yo nos los quiero. Hay gente buena, ¿no? Que son ricos y que son gente buena, pero la mayoría no lo son. No tienen corazón para el pueblo.5
Don Felipe, el simpático y afable viejecito que conociera en sus mocedades al poeta y gobernador Joaquín Castellanos, comenta:
Pregunta: Usted que fue militante del Partido Laborista ¿qué cambios puede señalar con el advenimiento del peronismo?
Felipe: Era un cambio tremendo, cualquier persona lo notaba, pues, cualquier persona. Ya en el Club 20 de Febrero, que era ahí donde es ahora la Casa de la Cultura, ahí, todos esos magnates sacaban por las tardes sus sillones de mimbre, con hamaca y todo, ponían la mesa ahí, en la recova esa ¿no?... y se hacían servir whisky, cerveza, y la gente, antes de llegar ahí, sabía haber un cine que se llamaba "El Casino", ahí haga de cuenta que hubiese una barrera, bajaba la acera andaba por la calle, pasaba y volvía a subir después. No se podía, ¡guay de que alguna persona quiera pasar en la tarde, cuando estaban haciendo el vermú!.
Después, el paseo de los cholos, como se llamaba, era en la cuadra esa, sobre la plaza, frente al cabildo, en los días domingos. Como no había otra cosa, la gente iba ahí a escuchar la banda, porque la Banda de Policía era una cosa muy grande aquí en Salta, muy grande, un medio de sanidad para el espíritu, ¿no? Uno iba a escuchar profesores, todos esos gringos italianos eran profesores, una banda de veinticinco, treinta hombres, ¡solistas de aquellos! que tocaban La Traviata, Caballería Rusticana, usted oía una cosa para el espíritu bárbara ¿no? Y la gente se reunía ahí. Y las cholas como se llamaban, tenían esa cuadra que era sagrada, por ahí no podía pasar nadie, más que ellos nomás pasaban. Ahí es donde se efectuaban los primeros encuentros amorosos, salían los noviazgos entre ellos, ¿no? Y el baile en el club 20 de febrero era célebre, pues, esa noche iban esas mujeres con sus ropas deslumbrantes, y al otro día salían al balcón amanecío, así, ¿no?. Todos vivían por ahí cerca nomás, ¿no? por las calles de cerca del club, nomás, todas esas señoritas con sus escotes, con sus vestidos arrastrando en el suelo, iban con sus novios, con sus padres, acompañadas así, deslumbrantes.
Cuando ha venío el peronismo todas esas cosas desaparecieron pues en el primer gobierno peronista nomás, han clausurao eso, el Club 20, se lo han expropiao y ha venío a parar aquí, al lao del monumento Güemes; después ahí fue la casa de gobierno, que antes estaba en la calle Bs. As.6
Como puede apreciarse los sectores dominantes predicaban libertades y garantías individuales, en una ficción de igualdad ciudadana, pero no intentaron modificar las condiciones económicas y culturales de la mayoría de los sectores medios y menos aún, las de los sectores populares.
Aquí, como en el resto de país, predominaba el sector llamado terrateniente, conservador, oligárquico y de elite, de acuerdo a la terminología usada y aceptada en la época.
A pesar del análisis de Graciarena7, nos tomamos la licencia de usar estas categorías analíticas como sinónimos de sectores dominantes. Empleamos el mote de "conservador" por su significado intrínseco. Dicho sector se oponía a la innovación o modificación que alterara el sistema heredado de sus antepasados de origen colonial. Ese término fue muy empleado por los sectores dominados para aludir a sus dominadores.
El sector dominante era propietario de grandes fincas y haciendas con buenas tierras y regadío. La existencia del latifundio fue un problema de vieja data en todo el país y en especial en la provincia. Tierra cultivada -que no rinde buenos dividendos- se cerca y se abandona en espera de situaciones más convenientes. Además existía teóricamente, un mercado libre para la compra-venta de tierras, pero en los hechos se reducía a operaciones entre parientes, amigos o con eventuales inmigrantes adinerados. Pero por sus precios, la tierra, continuaba siendo de difícil acceso. La prensa local denunciaba el latifundio en estos términos:
"[...] hasta el sistema de los encomenderos se lo puede encontrar más o menos disfrazado en los grandes establecimientos rurales. Los terrenos se extienden bellos e inactivos aprisionando el dinamismo y el desarrollo evolutivo de la ciudad. Lo que pasa con los alrededores de Salta sucede con los latifundios que se extienden a través de los cuatro vientos del Valle de Lerma. Muchos están ocupados por actividades agrícolas-ganaderas, pero hay otros tan extensos, tan enormes que no alcanzan a cultivarse y allí están, soñando con el esfuerzo del pequeño propietario o con los brazos del trabajador inmigrante".8
Siempre, claro está, que este inmigrante fuese blanco y europeo. La inmigración espontánea de sudamericanos, sobre todo bolivianos, pasaba desapercibida, se mimetizaban con la población local por rasgos físicos y culturales.
Muchos individuos del sector dominante sólo conservaban blasones y tierras improductivas. Su única posibilidad de vida digna dependía de cargos burocráticos. Pasando revista a los altos cargos de la burocracia local vemos que, desde siempre, estuvieron en manos de linajudos personajes y son escasos los apellidos grises. Lo dicho vale para los cargos de gobernadores, ministros, intendentes y en menor medida para cargos legislativos.
Varios salteños pertenecientes a ese sector también ocuparon altos cargos en la administración nacional. Tres presidentes: José Evaristo Uriburu, José Félix Uriburu y Victorino de la Plaza y once ministros nacionales entre 1880 y 1916.
En la provincia el peso político de las familias
tradicionales fue y es muy estudiado. Los grupos dominantes obtenían su riqueza
de la propiedad de la tierra, de la participación en el comercio capitalista
con la Ciudad-Puerto y, a través de ella, con el resto del mundo. Finalmente,
sus mayores posibilidades estaban dadas por el manejo de la "cosa
pública". Al respecto, resulta emblemática la carrera política y económica
de Robustiano Patrón Costas.9
La mayoría de los individuos de este sector, llevaban una vida sin desasosiegos económicos y se diferenciaban del resto de la población por el poder, la riqueza, el prestigio y la instrucción. Realizaban viajes a Buenos Aires y Europa y poseían lujosas y confortables viviendas. En resumen, llevaban una vida placentera. Se veían a sí mismos como los sostenedores del orden, de la plenitud ciudadana y como árbitros de la sociedad. Miraban al resto de la gente como individuos vulgares y naturalmente inferiores. En el homenaje póstumo de Carlos Ibarguren al Dr. Indalecio Gómez, se lee:
"[...] Este gran señor de la República, demócrata ferviente en sus ideas, vivió aislado de la muchedumbre. Repugnábanle la vulgaridad y la adulación a las masas. La urbanidad suya, que fue para él una forma de la belleza, era incompatible con la grosería del vulgo".10
Tal mentalidad se trasuntaba en las conductas de los miembros de la elite para con sus subordinados.
Un ejemplo muy particular de esta conducta la proporciona la descripción de don Salvador sobre la relación patrón-obrero en el ingenio San Martín del Tabacal.
Pregunta: Los obreros ¿podían dirigirse, en el Ingenio, directamente al patrón?
Salvador: El doctor Robustiano Patrón Costas que estaba en Buenos Aires, venía una vez al año al Ingenio, en la época de cosecha, cuando hacía frío. De allá le ponían un coche especial de ferrocarril, por supuesto que tenía dormitorio, comedor y venía una persona con él, el mucamo, que también tenía su dormitorio. Lo enganchaban en el tren común que venía atrás y así llegaba a la estación de Orán. De ahí salían vías directamente al Ingenio. Venía e iba todos los días desde la mansión que tenía en el Ingenio, a la fábrica, con un bastón, bien vestido, con polainas, todo ¡bien vestido!. Pero siempre iba agachado, así (baja la cabeza) con su sombrero de panamá, agachado, parecía viejito. ¿Para qué iba agachado?... para no saludar a nadie, para no contestar los saludos y claro, la gente lo veía venir y se sacaban el sombrero porque antes nadie andaba sin sombrero. ¡Buenos días, señor, buenos días!... no contestaba absolutamente nada. El iba mirando el piso y así eran todos los empleados superiores de la fábrica, porque había ingenieros, había químicos. Era gracioso verlos, todos caminaban igual que don Robustiano, mirando el piso, para no saludar al obrero. ¿Por qué? No sé. ¡Por que sería ese desprecio que había, por Dios! Pero, un día a la semana él lo destinaba para atender a la gente, a alguno que quisiera hablarlo, hacer algún pedido, algún reclamo ¡No iba nadie!.
Pregunta: ¿No se animaban?
Salvador: No, no... y si alguno se animó a ir, a hacer alguna denuncia, apenas se iba don Robustiano, ya lo botaban. Y al que lo echaban ¿a quién iba a reclamar?, ¿adónde...a Buenos Aires?.
Pregunta: ¿Conoce el caso de algún obrero que haya ido a reclamar?
Salvador: Sí, había un encargado de caldera que conocía bien su trabajo. Entendía de todo lo que es la caldera, la desarmaba entera. Era un tipo enorme, medía más de dos metros. Por ser tan grandote le decían "papacito". Llevaba trabajando más de veinte años y todos le decían ¡che, andá decile a Patrón Costas que te pagan poco sueldo. Decile... decile!... Tanto lo han embromao y lo han animao que un día ha pedido audiencia para hablar con él. ¡Muy bien! [...] lo han anotao. Así que a las seis de la tarde, a la salida del trabajo se vino él para hablar [...] ¡Grandote! una gorra de cuero tenía. Contaba él que le dijo: Bueno, yo señor venía por favor a pedirle si me podía aumentar un poco el sueldo, que no me alcanza, que mire... Pero parece que lo ha encontrao de mal lado ese día... ¿Aumento de sueldo? Le ha dicho el patrón... decime vos y ¿desde cuándo trabajás aquí? Ya hace veinte años señor que trabajo yo aquí. ¿Veinte años corridos? Si, señor, todo corrido, más de veinte años... ¿Y se te ha pagado siempre todo? Sí, todo señor. Decime ¿y todavía tenés cara de venir a pedirme aumento de sueldo, cuando hay tantos que no tienen trabajo? ¡Debés estar agradecido que veinte años no te ha faltado trabajo a vos!. ¡Retiráte de acá, te vas!... Y después, con Perón, salimos con que la antigüedad valía (ríe).11
Con tal mentalidad, los miembros de este sector, salvo excepciones, no arriesgaban sus fortunas en inversiones para levantar empresas y fomentar nuevas fuentes de producción y trabajo. Conformaron una sociedad precapitalista basada, fundamentalmente, en la producción agropecuaria, que cada vez daba menos rendimiento. Sabemos que en una sociedad donde predomina la actividad agrícolo-ganadera -inevitablemente- toma cuerpo el poder de la tradición. Tal poder creaba y mantenía una población campesina discretamente abundante, dócil y medianamente trabajadora.
Sin entrar en la interminable
polémica de la existencia o no de un sistema feudal en Latinoamérica, veamos
como el escritor Aráoz, vocero de la elite, describe a sus pares:
"El aspecto feudal de la vida, heredado de la colonia, ha creado en el espíritu público virtudes y defectos que nos son exclusivamente propios y que han determinado la gravitación de las preocupaciones agropecuarias y comerciales sobre las otras especulaciones del pensamiento, aún sobre aquellas que pudieron orientarnos hacia una acertada dedicación industrial".12
Las costumbres conservadoras tuvieron, en la mujer, un sólido sostén. El género es, para Burin, una red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a mujeres y a hombres.
En la provincia la división sexual del trabajo era notoria y aceptada. La figura del hombre, dominante, a cargo de los negocios, padre dador del linaje, del confort y del lujo frente a la mujer encargada de formar hogares cristianos, perpetuar virtudes patriarcales, dispensar cuidados y afectos a la prole. De ella nos dice Palermo Riviello:
"La madre es sacerdotisa que abraza a sus hijos con alma y sonrisa que lo ilumina todo... Las bellas salteñas sin boato, sin rouge, sin tango, tejían su vida en la modalidad de las suaves ternuras".13
En la década de los '60 todas estas cuestiones parecían "cursis". Hoy por hoy, asistimos impotentes a la indiferencia por la vida, a la pérdida de lazos afectivos y al individualismo esterilizante y destructor de las redes sociales solidarias. Era necesaria esta reflexión pues, desde el hoy, miramos con cierta añoranza a nuestras congéneres.
Luego de esta pequeña disgresión, retomamos la preocupación de la Iglesia sobre el tema de la formación de la mujer y de la madre cristiana.
La Acción Católica Argentina tomó una serie de resoluciones prácticas para difundir entre los fieles y, a través de ellos, en toda la sociedad normas de pudor, moralización de las costumbres, control de espectáculos públicos y de revistas, afiches y periódicos. Como ejemplo concreto citamos:
"Moralización de los trajes de baño: obteniendo desde ya aproximadamente el número de trajes que se podrían vender, para solicitarlos con tiempo a los fabricantes".
"Afiches Inmorales: Procurar entrevistarse con los patronos de las casas o kioscos donde se exhiben afiches o carátulas inmorales, para hacerlas retirar de las vidrieras o mostradores.
Clasificación de Revistas y Periódicos: de acuerdo con su orientación: moral, inmoral, comunista, atea, para que cada rama de la Acción Católica se encargue de difundir dicha clasificación por toda la República".14
Figura tradicional, la madre entronizada en el hogar cristiano, reproductora de progenie legítima. Las virtudes que debían adornarla se aprecian en una encuesta levantada, a través del diario local, por la Juventud Femenina Católica a cuatro matronas: Hortencia C. de Arias, Clara de Isasmendi, Emma Solá de Cornejo, Elena Arias de Coll y Fanny C. de Fernández.. Elegimos algunas preguntas y sus respectivas repuestas:
1) ¿Cuáles son las principales cualidades que necesita una madre para cumplir su misión?
Respuesta: Necesita ternura, comprensión y la ayuda de Dios. Invocando su gracia sentirá acrecentarse el amor por su hogar, la dulzura y la sencillez.
2) ¿Cuál es la virtud que más desea ver florecer en el alma de sus hijos?
Respuesta:
Diré con el poeta: "la
pureza en la mujer
como
el aroma en la flor
Es
el encanto mejor
con
que engalana su ser".
3) ¿Qué vicios le desagradarían más en ellos?
Respuesta: El sensualismo que convierte a la persona en juguete de cualquier clase de pasiones y la lleva al olvido de los más altos ideales del alma humana.
4) ¿Cuáles son a su parecer los obstáculos más temibles contra la educación cristiana?
Respuesta: Las compañías y lecturas nada edificantes, los espectáculos carentes de moralidad, el amor al lujo desmedido que destruye por sus bases la virtud, el moderno liberalismo enemigo de la dulce paz del espíritu y la sensibilidad y el mercantilismo de todas las relaciones sociales que materializa las almas y metaliza los corazones.
5) ¿Qué factores juzga más favorables para ayudar a la madre en la formación de sus hijos?
Respuesta: Sobre todo ella, la madre, ha de ser el ejemplo viviente de toda virtud cristiana, el modelo donde el niño vea a diario practicar lo que se le quiere inculcar.
6) ¿Qué figura de madre despierta en usted más admiración, excluyendo la Madre de Dios?
Respuesta: Cúbrase de honor la madre católica de nuestro ideal, continuadora de la visión de la Virgen Madre, la más bella figura, el ideal más hermoso y sublime que puede contemplarse.15
A pesar de la mentalidad conservadora comenzaron a actuar sobre el sistema, el aumento demográfico, la gradual difusión de ideologías sociales, movimientos de liberación femenina y el surgimiento de nuevos sectores subordinados. Estas variables llevarían a cambios graduales y significativos.
La gran crisis de los años '30 acentuó, aún más, la
decadencia de algunos sectores de la elite y fue causante del derrumbe de no
pocas fortunas. En una época temprana, 1915, Ricardo Aráoz ya registraba en su
informe esta situación:
"[...] Las exigencias sociales de todo orden empiezan a hacerse sentir en especial sobre aquellas familias cuya posición social las obliga a mantener el rango que les corresponde y cuya fortuna relativamente elevada en otros tiempos ha quedado en la actualidad estacionaria o poco menos. En cambio tenemos fortunas labradas en poco tiempo que ostentan sus favores y obligan a los demás a seguir el tren de lujo al que la abundancia de dinero incita".16
Una integrante de la vieja oligarquía, la escritora costumbrista doña Zulema Usandivaras de Torino relata, en sus memorias, el drama de la pérdida de la fortuna familiar. Su padre hizo malas inversiones y tuvo que pasar por la humillación de ver rematar, una a una, las propiedades familiares.
"[...] Mi padre nunca sospechó que en un momento todo se paralizara, no pudiera cobrar y, en cambio, se viera coaccionado a pagar las deudas que había contraído [...] no fue su caso el único, pero tal vez el más espectacular”.17
Sectores dominantes en la campaña
Si tomamos como variables constitutivas de los sectores sociales, los ingresos, gastos, instrucción, ocupación y vivienda chocamos con diversidad de cuestiones muy generales. En la campaña tenemos, según las zonas:
Propietarios de las tierras más aptas. Algunos residían en sus grandes fincas y otros fueron propietarios absentistas que arrendaban sus tierras a un solo arrendatario o bien, divididas en parcelas, las alquilaban a campesinos del lugar.
Algunos de estos propietarios aumentaron sus fortunas con inversiones en la explotación forestal, salineras, mineras y compra de acciones para la extracción de petróleo crudo.
Como ya vimos, existían en la campaña, algunas industrias de transformación como las vitivinícolas, azucareras y, en menor medida, tabacaleras.
Terratenientes. Los gauchos decentes
En nuestra provincia, ni los sectores dominantes ni los sectores dominados, se plantearon jamás la posibilidad de la división de la tierra y menos aún, de formas adecuadas de regadío. Estas eran quimeras impensables pues, en el campo, cada cuál, continuaba su vida con las distintas formas de acceso a los medios de subsistencia.
Los señores, pertenecientes al sector dominante en la campaña, residían en sus fincas y haciendas. Otros -propietarios absentistas- dejaban en manos de capataces ignorantes o de administradores inescrupulosos el trabajo y la vigilancia del rendimiento de sus propiedades. Muchos de estos administradores, hicieron verdaderas fortunas y ascendieron socialmente.
La siguiente nómina da cuenta de los hacendados y finqueros importantes en las distintas localidades de la provincia, en las primeras décadas del siglo XX.. Sus apellidos figuran en la Dirección General de Rentas y en los censos económicos. Varios de ellos continúan hasta hoy en este tipo de actividades, jugando un papel importante en la política y sociedad provinciana:
Anta: Hacendados y finqueros: Julián Matorras, Finca "El Saladillo"; Ambrosio, Bibiano y Felipe Figueroa "San Rafael", "Campo Alegre" y "Santa Rosa", respectivamente.
Cachi: Hacendados y finqueros: Félix y José Saravia, "Puil" y "Río Blanco". Benjamín Zorrilla, "Palermo". Samuel y Santos Plaza, "San José".
Cafayate: Fincas, haciendas y bodegas Hermanos Chavarría, "La Rosa", "Mercedes" y "La Banda". Carmen Frías, "Lorohuasi". Antonio y Rafael Lovaglio "Roma" y "La Italia". Gabriela T. de Michel, "La Arboleda" y "San Miguel". Mercedes Peñalva, "El Tolombón". Santiago Figueroa, "La Armonía". José Plaza, "Florida" y "Merced". Félix Usandivaras, "El Tránsito" y "San Isidro".
Campo Santo: Ganaderos y propietarios: Avelino Figueroa, "La Trampa"- Luis Linares, "El Estanque". Florentino Serrey, "Nogales". Julio y Zenón Torino, "El Saladillo". Ángel Zerda, "El Algarrobo". Pedro Cornejo e Hijo, "San Isidro". Delfino Leguizamón, "La Viña". José María Solá, "El Sauce". Urrestarazu y García, "La Ramada".
Propietarios: Darío y Ricardo Arias, Luis, Dolores y Florentino Linares, Candelaria Murúa, Benjamín y Mateo Tamayo.
Cobos: Invernadores: Martín Barrantes y Eugenio Figueroa, Estancia "La Obra". Este último fue, además de terrateniente, tambero y comisario de Policía. Luis Linares, "Palomitas".
Cerrillos: Finqueros y ganaderos: Claudio Saravia y Desiderio Aranda.
Coronel Moldes: Hacendados, rentistas y finqueros: José Cuestas, "San Roque". Flavio, Carlos y Luvin Arias, "Bodega y "San Ramón". Martín Cornejo, "Ampascachi". Filomena Plaza, "Banda".
Chicoana: Hacendados y finqueros: Guillermo Auspurg "Maroma". Clodoveo Figueroa "San Joaquín". Domingo y Néstor Patrón Costas "Santa Ana" y "Santa Gertrudis". Rafael Zuviría "San José". Aniceto La Torre "Bella Vista". Otros: Eliseo Outes, Luis de los Ríos. Fernando, Ramón, Ricardo y Rosendo San Millán.
La Caldera: Hacendados y finqueros. Silvano Murúa "La Calderilla" y "Despensa". Daniel Linares "La Caldera" y "Angostura". Otros: José María Solá, Edelmira Frías, Rafael Usandivaras.
Molinos: Hacendados José Dávalos Isasmendi "Colomé" y "Tacuil", Ricardo Dávalos "La Banda Grande". Hermanos Isasmendi "Luracatao" y Salomón Michel "Seclantás".
Gral. Güemes: Haciendas: Ricardo Arias "La Ballena". Miguel y Santiago Fleming "Algarrobal" y "Saladillo". Dolores Usandivaras de Linares "Pasaje".
Orán: Hacendados y finqueros: Bunge y Born. Leach Hnos. Saturnino Saravia y una serie de propietarios con apellidos criollos.
Rosario de la Frontera: Hacendado y finqueros: Abel Mónico "Gualiama". Bernabé Figueroa "Cadillal". Julia Cornejo "Ojo de Agua" y "Cosme". María y Urbana Cornejo "Banda" y "Barbasyaco". Adela Güemes "Puente de Plata". Juan Mónico "Condor". Isasmendi y Patrón Costas "Hoyada". Félix Usandivaras "Duraznito".
Metán: Hacendados y propietarios: Francisco Aleman "Molino". Alberto Cornejo "Guanacos". Benjamín Diez "Estero". Ricardo Fleming "Río Piedras". José Gorriti "Conchas" y "Bastiadero". Wenceslao Saravia "Metán". Marcelino y Osvaldo Sierra "El Mistol" y "Sucha Pera". José Gómez Rincón "Yatasto".
Rosario de Lerma: Hacendados y finqueros. Hermanos Arias "El Carmen" y "Villa Dolores". Hnos. Diez "Pucará" y "Angela". Ángel Ovejero "Santa Teresa". Hnos. Torino "La Florida". Hnos. Isasmendi y Costas Patrón "Porvenir". Ricardo Isasmendi "Pucará". Tristán Zambrano "Rosa Florida".
Santa Victoria: Hacendados y finqueros: Corina de Campero "Marquesado". Josefa Castellanos "Caldera". Mariano Figueroa "Puerta". Hnos. Figueroa "Rodeo Pampa".18
En años posteriores, las propiedades fueron cambiando de mano. Las pesadas cuestiones de herencia y la costumbre de preferir la vida cómoda de la ciudad a la solitaria vida del campo llevaron a la ruina a más de un terrateniente. Un conspicuo miembro del sector dominante comentó la experiencia de una distinguida dama tucumana, doña Elsa Figueroa, casada con Abel Michel Torino, quien:
"[...] acompañó a su esposo en el apartado y oscuro rincón en que le tocara vivir, donde no hay teléfono, donde el único médico se encontraba a quince kilómetros, donde tres meses al año se cortaba el camino con Salta".19
En "La Historia de un despojo", además de la puja política en el seno de la elite, está presente la lucha por la herencia y el despojo de los hijos y de doña Elsa Figueroa a la muerte de su esposo, pleito famoso que dio lugar a estudios sobre luchas de poder y prestigio en Salta, durante la época del gobierno peronista.
Volviendo a estancieros y finqueros, fueron descriptos, por sus pares, como avezados hombres de campo, excelentes jinetes y sagaces para los negocios y las finanzas. Asimilaron los modismos del lenguaje campesino y se convirtieron en patrones de apariencia cordial y campechana. El "Padre de las letras salteñas", don Juan Carlos Dávalos, en su conocido cuento "El viento blanco" se refiere a uno de ellos así:
"Antenor Sánchez20 hacíase querer de sus peones porque, siendo superior a ellos los trataba de igual a igual. [...] Era hidalgo de raza y gaucho por educación y por temperamento. Sin perder las cualidades de su casta, habíase asimilado a todas las aptitudes físicas y espirituales del nativo".21
Muchos de ellos, confesaban no ser hombres de tertulia. Otros, en sus visitas a la ciudad, se convertían en hombres mundanos y frecuentaban los salones del selecto Club 20 de Febrero en calidad de socios titulares. Abandonaban los modales y vestimentas camperas para vestir el riguroso smoking. En las fiestas se transmutaban en gentiles danzarines y gustaban de ser galantes y seductores con las damas. Por cuestiones de honor, disputas políticas, competencia comercial, asuntos de faldas o, por "quítame allá esas pajas", se convertían en feroces duelistas.
Juan Carlos Dávalos comenta en una de sus obras:
"[...] la estadística policial de estos últimos seis meses, arroja la cifra, espantable sin duda para un pueblo tan chico, de cuarenta y siete duelos".22
Los sectores dominantes residentes en la campaña,
generalmente no aspiraron a ocupar cargos políticos pero constituyeron una
importante infraestructura política y económica del Partido Radical y del
Partido Conservador.
Durante la breve y cuestionada administración de Joaquín Castellanos, varios de estos hacendados ocuparon cargos legislativos. El periódico Nueva Época criticó acerbamente la conformación de la Cámara a la que calificó de: Legislatura campesina. La vocinglera oposición de radicales y conservadores al poeta, se basaba en dos cuestiones muy sensibles al localismo provinciano. La primera fue que, a pesar de haber sido llamado por sus por sus pares para gobernar la provincia, propuso a candidatos para integrar las Cámaras y excluyó a los "eternos y naturales" candidatos que vivían en la ciudad, reemplazándolos por gente representativa de cada uno de los departamentos del interior. El diario expresaba su estupor por semejantes cambios:
"[...] lo malo está en las características de nuestra política, pues para disputar las ventajas de una elección en los departamentos del interior, los partidos designan candidatos a los vecinos que consideran con más arraigo entre la masa de votantes, sin cuidarse poco ni mucho de su competencia y de si podrán cumplir el cargo una vez consagrados".23
La segunda afrenta imperdonable, traer amigos personales de la Capital Federal, para ocupar puestos de importancia en su gobierno. Entre los grupos dominantes campeaba primero la sospecha y luego el abierto ataque. Los noveles legisladores -al parecer- no eran depositarios del "verbo", pues no tenían la pomposa elocuencia que caracterizaba el discurso de los veteranos políticos.
Todos los discursos de los oradores de aquella memorable sesión fueron observados y calificados:
"[...] por los legisladores Michel Torino y Toranzo como
oprobiosos".24
No interesan aquí los detalles del enfrentamiento y la actitud despectiva hacia la nominada Legislatura campesina integrada por hacendados y terratenientes de los que venimos hablando.
Importa, sí, destacar la enconada oposición a Castellanos desde la primer sesión de las cámaras. El diario local comentaba:
"[...] cabe observar que se trata de rurales cuya presencia
en la ciudad es accidental y por tanto no ofrece seguridades para el quórum en
los días ordinarios de sesión... muy buenos señores, por supuesto pero no
habilitados para la delicada función que deben ejercer ni dan lustre a la
honrosa investidura que representan".25
Las constantes dilaciones de las cámaras para reunirse obstaculizaban el desempeño normal del Estado.
Nos preguntamos ¿pueden ser realmente considerados campesinos los integrantes de las cámaras? En general la mayoría ostenta apellidos de familias pertenecientes a los sectores tradicionales.
Diputados
Abal Suárez,
Antonio (P.R.) Michel Torino, David (P.R.)
Alvarado, Manuel R. (P.C.) Pizzetti, Julio (P.R.)
Araóz, Ernesto (P.C.) Patrón Costas, Néstor (P.C.)
Aráoz, José Antonio (P.C.) Paz, Julio (P.R.)
Aráoz, Víctor (P.C.) Romer, Ricardo (P.R.)
Arostegui, Justo (P.R.) Ruiz de los Llanos, Policarpo (P.R)
Barrionuevo, Emeterio (P.R.) Sánchez, Antenor (P.R.)
Casadó, Alfredo (P.R.) Sanroque, Lisandro (P.C.)
Córdoba, Martín (P.R.) Saravia, David (P.R.)
Cornejo, Adrián J. (P.C.) Saravia, Raúl (P.R.)
Courel, Agustín (P.R.) Santos, José (P.R.)
Chavarría, José (P.C.) Simensen de Bielcke,Ove (P.R.)
De los Ríos, Eduardo (P.R.) Sosa, Rafael P. (P.R.)
Domínguez, Serafín (P.C.) Teseyra, Domingo (P.C.)
Durand, Alberto (P.C.) Tilca, Felipe (P.R.)
González, José Mejuto (P.C.) Toranzo Torino, Bernabé (P.R.)
Marty, Jorge (P.R.) Toso, Juan (P.C.)
Matorras, Juan (P.C.) Villa, Guillermo (P.C.)
González, José M. (P.C.)
Senadores
Álvarez, Antonio (P.R.) Mendilharzu, Electo (P.R.)
Arana, Luis (P.C.) Navamuel, José María (P.R.)
Aranda, Rudecindo (P.R.) Oliva, José (P.R.)
Arias Uriburu, Juan (P.C.) Ovejero, Sixto (P.C.)
Avellaneda, Domingo (P.R.) Peñalba, Juan B. (P. R.)
Córdoba,
Jacinto F.(P:R.) Rovaletti, Alberto (P.C.)
Diez, Vicente
(P.R.) Saravia, Wensenlao (P.C.)
Figueroa, Benjamín (P.C.) Serrey, Carlos (P.C.)
Isasmendi, Ricardo (P.C.) Tamayo, Máximo (P.R.)
López, Tristan (P:R.) Valdez, Zenobio (P.R.)
Usandivaras, Félix (P.C.)
La Constitución de 1906, vigente durante la gestión de Castellanos, reconocía el sistema bicameral y el Senado contaba "con tantos miembros cuantos sean los departamentos de la provincia, correspondiendo un senador a cada departamento"26. Según el censo de 1914, la provincia contaba con veintidós, por tanto el Senado contaba con veintidós senadores que debían poseer bienes raíces y una renta de dos mil pesos anuales.
La Cámara de Diputados estaba constituida por 32 diputados, uno por cada cuatro mil habitantes. Ahora bien, en el cuadro N° 10 encontramos en la Cámara de Diputados, sólo siete apellidos pertenecientes a sectores burgueses y seis en la de Senadores. La mayoría, excepto unos pocos, eran los apellidos que, desde siempre estuvieron presentes en el espectro político local.
Nueva Época, diario opositor, pretendía tomar distancia del problema, pero en realidad con sus críticas parece aludir a la existencia de una especie de "división del trabajo" entre los sectores dominantes: unos -en la ciudad- legislaban para preservar los intereses de los hacendados y estos, a su vez, entregaban sumas de dinero interesantes y colaboraban, activamente, en las violentas campañas electorales. En esas campañas políticas solían movilizarse peones y capataces. Los comisarios eran los encargados de encarcelar y hasta poner en el cepo, a los remisos a entregarles su libreta de "enrole."
El memorioso don Carlos, recuerda con mucho humor las situaciones tragicómicas a que daba lugar el asunto de la libreta de enrolamiento:
Pregunta: Don Carlos ¿Cómo recuerda el asunto del fraude electoral?
Carlos: Bueno, el fraude era una institución ¿no? Yo me acuerdo que nos reíamos con lo que le había pasado a un conocido y todos lo contábamos en el bar y nos divertíamos.
El amigo cuando fue a votar, el presidente de la mesa le dijo: dame la libreta y se la lleva. Luego cuando vuelve, la sella y le dice "tomá, ya está". Pero a mí me han dicho que pa votar tengo que entrar en un cuarto oscuro y salir con mi voto adentro de un sobre, pues. No, no, te han dicho mal. Ya has votao. Bueno, pero digamé entonces por quién i votao. ¡Cómo te vua decir si el voto es secreto!.
Bueno, así eran las cosas en esos tiempos ¿no? Hasta que ha llegao Perón.27
Don Salvador, empleado administrativo del ingenio San Martín del Tabacal por más de treinta años y cesanteado por afiliarse al gremio, nos relata:
Pregunta: ¿En los comicios electorales, cómo votaba la gente en el Ingenio?
Salvador: Para contarle una cosa el Ingenio le daba al jefe de Correos, al jefe de Estación, al comisario y al encargado del Registro Civil, un subsidio, todos los meses de $ 100 pesos a cada uno. ¿Para qué era eso? (Los funcionarios tenían poderes de fiscalización y control). Al del Registro Civil, que siempre era una mujer, era para que de todos los que morían quedara la libreta de enrolamiento, no la mandara a Salta ¡eran los altos de las libretas, ningún muerto para las elecciones!.
¡Por eso decían que en las elecciones votaban hasta los muertos! Eso lo toman como chiste ¡Es verdad! Han abolío la muerte. ¡Claro! Ahora, mi primer voto, la historia fue, allá había paludismo, siempre el paludismo y la conjuntivitis, mal de ojo que le decían allá. Y vinieron las elecciones para gobernador. Yo estaba tirao con paludismo, fiebre, dolor de cabeza, todo y vivíamos lejos del Ingenio. Bueno... está cayendo un agente de policía a caballo para comprobar si estaba enfermo pues había que ir a votar. ¡Que iba a ir, si estaba tirao! Bueno, me dice el agente, dice que le mande la libreta. ¡Sí, cómo no!.
Así que la libreta a votao sola allá. ¡Mi primer voto! Voto amañao. Por la tarde, el mismo agente ha vuelto con la libreta, dice que ¡muchas gracias! Bueno, voy a ver cómo me han anotao aquí, dónde han anotao el voto. Y abro la libreta y encuentro cinco pesos (ríe alegremente recordando el hecho) ¡Cinco pesos!.
Después voté, ya ni sé por quién. Era en la misma Comisaría, ahí hacían la votación, ahí estaba el comisario, el jefe de Mesa que eran ellos mismos, nomás. Ahí llegaba yo, por ejemplo, y el cuarto oscuro estaba al frente, había una mesa con votos. Bueno ese día cuando iba a votar me decía ¡hola Salvador, cómo te va! Nos va ir bien, decían y tiene que ir bien porque si llega a ganar otro, el trabajo se nos va ir pal diablo. Le hacían la charla esa y le ponían el voto en la libreta. Después había otros votos ahí que debían haber sido de los radicales, seguramente, pero ni los radicales deben haber estao ahí. Entonces agarraba uno el voto, lo doblaba, ahí nomás lo ponía en el sobre, sin entrar al cuarto oscuro y ese era el voto, así, hasta que vino Perón.28
Nuevos Propietarios
Inmigrantes de origen europeo, venidos del Litoral compraron tierras, algunos se enriquecieron con la plantación de viñedos, industrias derivadas, explotación maderera y minera y se mimetizaron con los grupos dominantes. Tomaron junto a sus pautas culturales las formas de dominación y no contribuyeron, como en la ciudad, a instrumentar la participación política y a mejorar las condiciones de vida del campesino quien, con su trabajo, producía los excedentes de consumo.
Don Carlos, por cuyo intermedio conocimos tantas cosas, hace referencia a los propietarios de la tierra:
Carlos: Los dueños de las fincas eran la gente de "apellido", nadie más tenía tierra. Acá en Salta los terratenientes eran los Patrón Costas, los Serrey, los Torino. Ese era el trío reaccionario que había aquí. Y bueno también estaban los Usandivaras, Uriburu, Cornejo, Linares, Ovejero, Aráoz, etcétera, que eran algunas de las familias más importantes que yo recuerdo. Eran los únicos que tenían tierras y algunos inmigrantes que llegaron con plata.29
La riqueza de finqueros y hacendados estaba sujeta a la cantidad de peones y puesteros a su servicio y fundamentalmente, al número de arrendatarios. Estas rentas les permitían vivir holgadamente y conservar su status.
A la propiedad de la tierra debemos agregar otros medios
de producción: agua, maderas, subsuelo y materias primas. Los instrumentos de
producción: herramientas, arados, aperos, etc. y, por supuesto, vinculación por
los medios de comunicación y transporte, con los mercados de la Capital
provinciana y con provincias vecinas.
Fue también muy importante la explotación ganadera: vacunos, ovinos, caballares, en la zona de pastizales de los valles de Lerma y Calchaquíes. Estos animales requerían para la crianza y pastoreo de grandes extensiones de tierra y menos cantidad de peones para su cuidado. Las fincas, en general de extensión importante, solo parcialmente fueron aprovechadas y se dejaban grandes predios inactivos. Los hacendados no introdujeron técnicas agrícolas nuevas y muy pocos cambios en las especies vegetales. Jornaleros y peones continuaban arando, sembrando, cosechando y trillando como siempre con tracción a sangre.
En la Puna, abundaban los camélidos que proveían a los grupos autóctonos de lana y carne. Los terratenientes mostraron especial aprecio por la lana de vicuña, debido a su textura y suavidad. Era una lana muy costosa por su difícil hilado y tejido. Por eso sólo era accesible a los sectores dominantes. Hasta hoy es un símbolo de poder adquisitivo. La famosa manta de vicuña que los señores llevaban sobre sus hombros fue y sigue siendo símbolo de status y presente obligado para visitantes distinguidos, extranjeros de rango, presidentes y ministros.
Importa la descripción de la indumentaria pues ella
marcaba, nítidamente, las diferencias sociales y el poder adquisitivo de sus
portadores. El estanciero, -según Juan Carlos Dávalos- vestía bombacha y casaca
de brin blanco. Ambas prendas eran primorosamente alforzadas y bordadas en
"nido de abeja". Calzaba botas cortas de fino cuero y caña amplia y llevaba espuelas de plata
delicadamente trabajadas. Completaba el atuendo la valiosa rastra, cinturón con
monedas de oro o plata. El tío del autor citado, don Juan Láinez, usaba:
"[...] una linda rastra de argentinos de oro que, ligados por cadenillas, sostenían la marca de la estancia, cincelada en nácar y oro".30
Era infaltable el pañuelo de seda blanca con las puntas sobre el pecho. El sombrero llevaba la cinta adornada con oro o plata. En la cintura portaba vaina y puñal con empuñadura ricamente labrada. Además de la indumentaria, otras marcadas diferencias entre sectores dominantes y dominados, estaban dadas por el lenguaje, la ocupación, la alimentación y el trabajo. El gaucho decente no despreciaba las tareas de destreza, pero las diferencias de rango eran fuertemente marcadas.
La esposa del hacendado ocupaba su tiempo en la administración doméstica y controlaba cuanto entraba y salía de la despensa. Dirigía la servidumbre, oficiaba de médico, se encargaba de mantener la devoción con el rezo cotidiano del Santo Rosario y de cuanta novena señalara el Santoral. Vestía ropa cómoda y montaba con elegancia y destreza.
Los hacendados y finqueros, residentes en el campo, poseían como vivienda la Sala, casa confortable y bien construida. Los patrones vivían en habitaciones separadas por patios enormes de las ocupadas por la servidumbre y de las destinadas a despensa, caballeriza, guardería de carros, coches e instalaciones de cocina. Una caterva numerosa de criados y peones prestaba los más variados servicios en la Sala. Existía una verdadera estratificación entre los peones pues aquellos que vivían en las cercanías de la Sala gozaban de mayor prestigio entre sus pares.
Muchos de estos terratenientes, a pesar de sus propiedades, sus viajes esporádicos a Buenos Aires y algunos al Viejo Mundo, consumían su tiempo en la atención de sus intereses. y se endeudaban para mantener el "status social". Sus hijos estudiaban en colegios religiosos en calidad de internos. Los varones en el Colegio Belgrano y las niñas en el Colegio de Jesús. Los primeros eran enviados a realizar estudios universitarios en Buenos Aires, La Plata o Córdoba. Las niñas estaban destinadas a ser continuadoras del linaje familiar.
El espacio rural. Vigencia de la dicotomía centro-periferia
"Nuestros pueblos de la campaña son por lo general pueblos muertos por la negligencia del Gobierno, factor negativo para el progreso de dichos pueblos que de por sí son indolentes para activar la vida industrial, comercial y municipal. Es casi nulo el movimiento ascendente y casi nunca se manifiestan iniciativas. En nuestra provincia la obra de las autoridades comunales de la campaña, sobre todo en las pequeñas poblaciones, está alejada de la mano de Dios”.31
La teoría centro-periferia se hace realidad en la Salta de la primera mitad del siglo XX.
"La vida activa de Salta se concentra nada más que en la Capital. Aquí nos ocupamos de los puestos públicos, de los comentarios de la prensa, de las discusiones de café encerrados en el mundillo que tiene por puntos cardinales el asfalto y no tenemos una seria preocupación por los problemas que nos crea el mal Comisario, el Juez de Paz prevaricador, señor y dueño de los predios rurales.
Hay que descentralizar toda la dinamia ejercida a favor de la Capital para beneficio de los Departamentos lejanos de la provincia. Es una situación de parasitismo y privilegio capitalino que cargamos sobre las espaldas de las poblaciones del campo”.32
En efecto las redes estatales y políticas escasamente llegaban al interior de las jurisdicciones departamentales. En ellas predominaron modestos caudillejos que desarrollaron una serie de relaciones localistas cuya historia todavía está por escribirse. Con frecuencia la figura del caudillejo aunaba en su persona varios cargos: comisario, juez de aguas o aún juez de paz. Según su personalidad podía convertirse en figura paternalista o en mandamás siniestro.
Son numerosos los ejemplos del poder exhibido por tales personajes. En 1944 el jefe de la Policía de Salta elevó al ministro de gobierno un informe sobre el sistema policial que imperaba en la provincia:
"La función de la Policía en materia de seguridad pública, en lo que concierne a la prevención y represión del delito se ejercitaba en una forma "típica". No era solo la policía brava, electoralista, arbitraria, movida por el fraude y por la coacción, sino una policía más peligrosa todavía que en lugar de ser auxiliar de la Justicia, absorbía a esta, la subordinaba, la desplazaba. La ley y los códigos eran en su espíritu letra muerta para ella".33
El informe refiere también la escasez de personal, exigua remuneración y falta de preparación profesional.
Doña Lucrecia, cuya vida transcurrió en El Bordo, recuerda como los policías mantenían la disciplina en el pueblo:
Lucrecia: Había un conventillo viejo, en El Bordo, donde se cambió la Policía. Había por entonces un comisario de apellido Salcedo, el cabo Quintín Lobos, el sargento Miranda y un agente que no recuerdo el nombre. Recuerdo que jugábamos de noche en la calle con los chicos de los vecinos y cuando sentíamos el silbato o pito como le decíamos, era un silbido largo, a veces sonaba triste y penetrante en varias partes del pueblo, como llamando a silencio. Eran el cabo o el sargento recorriendo el pueblo. Todos corríamos a dormir, hasta los grandes. Era un silencio total, creo que al sonar el silbato nadie quedaba en la calle.34
En la ciudad y más aún en la campaña la historia tejía lentamente su entramado. Podían observarse modestos avances del comercio y aumento del consumo por mejoras en los caminos y el tendido de vías férreas que beneficiaron a algunos pueblos. En ellos creció la demanda de servicios públicos elementales. Los habitantes de los pueblos clamaban por agua corriente, luz eléctrica y obras sanitarias. Por ejemplo, poblaciones que iban adquiriendo relativa importancia como el centro petrolero Tartagal, carecía de agua corriente. Campo Santo, cabecera de Güemes, tampoco tenía agua corriente ni obras sanitarias. La Poma, fue un caso especialmente llamativo por su extrema pobreza y el alto índice de alcoholismo entre sus pobladores.
"Los Valles Calchaquíes, por ejemplo, (sin entrar a tocar en forma especial los departamentos de Rivadavia, Iruya y Santa Victoria), fuera de los centros poblados de Cafayate, vegetan como hace cien años dentro del marco de una existencia casi primitiva donde los dueños de estancias practican normas harto feudales y las poblaciones se desenvuelven dentro del mayor abandono y miseria.
Sin comercio, sin industria, sin actividades productivas permanentes, los centros poblados y despoblados de la campaña esperan permanentemente la ayuda del Gobierno".35
Doña Lucrecia nos cuenta:
Pregunta: ¿Cómo fue su niñez en El Bordo?
Lucrecia: El Bordo antes no tenía nada, para todo dependía de Campo Santo. No había luz eléctrica, ni agua corriente. Sabíamos acarrear agua de la acequia. La primera Comisaría fue en 1935 y don Carlos Miy fue el primer comisario. Recién en 1945, por la Ley Orgánica de Municipalidades, Campo Santo se dividió del Bordo y allí empezamos a tener luz, agua corriente, porque antes todo nos llegaba de Campo Santo. Entonces ya pusieron los caños en las esquinas para sacar agua, también pusieron el correo y en el 51’ el Registro Civil. Recién ahí se organizó todo.36
Sectores rurales subordinados: El mundo agrícola-ganadero
¿A quiénes nominamos campesinos en la historia social de
Salta? Una definición a priori puede ser el punto de partida del análisis
propuesto. Para un experto antropólogo, M. Harris:
"[...] campesinos son los trabajadores agrícolas productores de alimentos que forman el estrato económico inferior en sociedades preindustriales y subdesarrolladas, sujetos a obligaciones explotadoras en forma de renta, impuestos, tributos, servicio de trabajo obligatorio".37
Como definición se acerca notablemente a la cuestión rural salteña. En el campo persistía, cristalizada, la sociedad tradicional, precapitalista. La autoridad y poder se hacían sentir en forma atenuada o indirecta o bien en forma brutal. El campesino dividía su lealtad, incluso sin saberlo, entre autoridades nacionales, gobierno provincial y comisión municipal tuvieran o no, conciencia clara de estas cuestiones. Su referente inmediato de docilidad, obediencia y humildad era el patrón. Fueron excepcionales los casos de militancia y muy pocos los que tenían conciencia de ser explotados. Menos aún quienes pensaran que determinado partido político podría llegar a mejorar sus condiciones de vida.
Hamza Alavi, en su brillante síntesis de Antropología Social, da pistas que permiten la aproximación a ese mundo tan complejo y sugerente y deja entrever realidades ocultas, tras ese colectivo social:
"[...] reconocimos que entre sus rasgos característicos se encuentran la integración política y económica y la penetración por parte de conjuntos sociales más amplios. De hecho, la misma estructura de los aspectos internos de las sociedades campesinas es contingente en sus relaciones con la entidad más amplia, en la medida en que la situación de encapsulamiento legitima y vela por el cumplimiento de las relaciones de propiedad en que se basa su diferenciación interna. Crea toda la parafernalia de "la ley y el orden" que regula las transacciones de propiedades y de mercancías y que afecta a un campo de las relaciones entre los individuos y los grupos dentro de las sociedades campesinas".38
Ya se dijo que, en la amplitud de este entramado socio-cultural y económico, existían profundas penetraciones políticas y económicas por parte de organizaciones más amplias: jerarquías políticas y eclesiásticas nacionales, provinciales y municipales y apropiación de excedentes económicos que se comercializaban en la ciudad y en los pueblos que iban surgiendo.
En realidad la organización política del campo estaba prevista por la Constitución provincial de 1906. Esta establecía el voto calificado y la división del territorio provincial en distritos para su administración a cargo de municipios o comisiones municipales. Tanto candidatos como electores debían reunir condiciones preestablecidas: saber leer y escribir, pagar contribución directa o patente comercial o ejercer profesión liberal.39
En las zonas rurales habían cambios permanentes, pero tan poco visibles, que tientan a reafirmar la idea de quietud. No se puede aceptar, advierte Hamza Alavi "el estereotipo del campesinado inmutable”.40
Pese al peligro señalado de reproducir tal estereotipo de pasividad, esta fue la actitud general del campesinado salteño. Conducta detectada por sociólogos y antropólogos quienes sostienen que grupos sometidos violentamente a la servidumbre, en sólo tres o cuatro generaciones pierden la capacidad de reacción y adquieren el hábito de la sumisión. No existen constancias que se produjeran entre el campesinado salteño desórdenes que, de alguna manera, cuestionaran al sistema dominante. Sólo en contadas ocasiones llegaron a intentos de insubordinación.
Al respecto resulta interesante el relato de doña Claudia sobre el caso de la peonada de la finca de La Quesera. Los peones ante la arbitrariedad y mal trato del patrón abandonaron masivamente la finca.
Claudia: Mi marido le tenía miedo al rico. Malo era el rico. Tenía como treinta piones y una vez les via dao de comer un locro con marlo hervido con huevos que via hecho la cocinera, porque no tenía carne, nada. Entonces han agarrao los piones y han tirao el locro ahí, en el tacho y han ido a don Julio Copa a comer, se han venio todos a comer ahí. Cuando el rico se ha vuelto se han puesto a tomar y bueh... después han ido a la sala a reclamar ¡Y qué...! Ahí los hacía volar a patadas y a piñas a los changos, el rico.
Pregunta: Y ellos ¿no se defendían?
Claudia: No... no se defendían porque eran cobardes, cobardes pues y mi marido se ha puesto lejos, no ha hecho nada, cobarde era él. Así que uno ha dicho, bueno dotor si a usted no le gusta arreglemé, paguemé ¡ya! Nojotros se vamo todos. Y se han ido todos. El rico dice ¡mándense a mudar a la mierda! Y han quedao docitos... nomás, han quedao.41
La población rural, dócil, mal retribuida, respondía calladamente a caudillejos locales nombrados, por ser hombres de confianza del patrón, en cargos claves para mantener la sumisión: juez de paz, juez de aguas y los temibles comisarios, árbitros de vidas y haciendas que impedían el mínimo cambio, iniciativa o protesta del campesino.
La distribución del agua para riego sirvió como elemento
coactivo para forzar la adhesión al político de turno. Al respecto interesa la
comunicación del gobernador Joaquín Castellanos:
"[...] iban presos los agricultores cuando les correspondía el turno de regar, o no estaba la autoridad o resultaba indiferente, o pedía tiempo para resolver el delicado problema [...] todo basándose en que el Gobernador había hecho una distribución conveniente [...] y por una causa o por otra los que no recibían riego, eran los opositores de la situación política imperante".42
La reacción violenta de un subordinado contra la autoridad del capataz era castigada en forma ejemplar por el comisario de turno.
El relato de un empleado administrativo del ingenio San
Martín es más que elocuente. Durante la entrevista dejó bien en claro que los
incidentes que vio no eran causados por el patrón sino por los capataces.
Salvador: No eran conocidos por el patroncito. Se trataba de abusos cometidos por el administrador y el comisario de turno.
Una de las injusticias que yo vi del comisario, que dicen que se cometieron muchas, ¿no? Yo cuento lo que vi: una vez un peón del campo parece que le pegó un puntazo con el cuchillo no sé si al capataz o a quién, entonces ahí todos fueron, lo agarraron y lo encerraron en una pieza y avisaron al pueblo y ha venío el comisario a caballo, ha reunio cuatro o cinco, con perros. Ahí el hombre ya estaba atao, le habían puesto las esposas en la mano, un lazo de aquí, así, ¿no? (se toca el cuello), alpargatas creo que tenía y lo ataron al caballo, pero el caballo caminaba ligero, así que el hombre tenía que ir al trote y así iba el pobre... cuando se caía por ahí los perro ya iban y lo mordían. Así lo han llevao ¿merecería el hombre?, no sé... Pero merecer eso no, porque no podían hacer ese tipo de justicia y así lo llevaban, no sé qué suerte sabría correr en la comisaría ¿no? Eso era una cosa aberrante en esos tiempos y así iban criando, poco a poco el resentimiento, el rencor del obrero hacia el patrón, de esa manera..."43
Doña Claudia, salteña, trabajadora doméstica de 76 años, recuerda:
Claudia: Mi marido era criao de los A. A., de estos patrones. Ellos tenían muchos criados huérfanos o chicos que agarraban y los tenían de sirvientes. Tenían como siete u ocho así. Mi marido era huérfano, lo agarraron de 8 o 9 años y lo hacían trabajar. Venía madrugando a traer cargas de leña, huevos, queso. Como era la mano derecha de la señora Lía así que él todo le atendía a la señora: gallinas, chanchos, le sacaba la leche a las vacas, todo. ¿Sabe cómo se ha criao?... ¡Descalzo! Taba la helada blanqueando y él andaba descalzo y donde orinaban las vacas y los caballos ahí ponía los pies pa calentarse.44
Los productos alimentarios eran los tradicionales. No existían diversidad de legumbres, tubérculos, verduras y productos de granja que mejoraran la calidad de vida de los campesinos. En esto se conjugaban, además de las cuestiones señaladas, desidia, ignorancia y vicios paralizantes como el alcoholismo.
Tanto en el campo como en la ciudad la vida de las mujeres, desde muy niñas, está signada por el trabajo interminable de cuidar niños y buscar el sustento.
El testimonio de doña Ceferina, de 87 años, nos transporta al Campo Quijano de la segunda década del siglo XX:
Pregunta: Señora, ¿cómo era la vida de las mujeres del campo, por esos años?
Ceferina: ¡Uh!... las mujeres... pobrecitas... ellas eran las que llevaban la peor parte. Mi mamá para tener algunos pesitos hacía empanadas, amasaba pan, lavaba ropa, en fin se las rebuscaba para que no nos faltara comida.
¡Ay!... los conservadores, los terratenientes, los patrones... uno no tenía ni un pedacito de tierra donde sembrar y vivir. Había que andar por las fincas con los hijos a cuestas, por ahí, trabajando, señora. Así mi mamá además de hacer todo lo que le dije antes, desgranaba maíz para ganar unos centavos. Yo era muy chica y me dejaba en el rancho a cuidar a mis hermanos. Me quedaba en medio del monte, sola, con mis hermanos más chicos y tenía que cocinar. Mi mamá me dejaba la carne picada, el zapallo cortado y puesta la olla donde hervía el locro. Me decía cuando llegue el sol aquí, hacía una marca en el piso, échale la carne, cuando llegue aquí el zapallo y cuando ella venía el locro ya estaba cocinado.
Ella siempre tenía sus recursos. Ella nos hacía unos espesaos con harina, grasa de chancho y cebolla picada. De este "espesao" que lo llamaba "tulpo" nos daba un jarro a las diez de la mañana. También nos hacía mazamorra con azúcar, polenta, choclos hervidos. A veces compraba un pedacito de queso y hacía guisitos bien ricos. Tenía una olla chiquitita. Nosotros le decíamos "ollita de la virtud" porque servía, servía... y no se terminaba nunca.45
La propiedad de la tierra
En este tipo de sociedad coexistían: a) la propiedad privada de la tierra y, en función de esta propiedad, toda una nominación de los trabajadores; b) la extensión de las vías férreas y el aumento demográfico causaron el surgimiento de pequeños pueblos y favorecieron el intercambio y la instalación de comerciantes de ramos generales que dieron lugar a desparejos trueques de mercancías con productos de la tierra (sal, cueros, lanas, pieles) y c) clasificación de las zonas rurales, según su importancia en ciudades, pueblos, caseríos y parajes.46
Junto a las grandes propiedades existían parcelas de pequeños propietarios y aparcerías. En los tres tipos de explotación agro-ganadera trabajaban grupos de asalariados pobres que integraban, por sí solos, una clasificación compleja: aparceros, arrenderos, los gauchos arrieros o puesteros, medieros, jornaleros, cosecheros y pastores. Los pequeños propietarios generalmente mantenían relaciones de subordinación al terrateniente pero conservaban cierta independencia económica mediante siembra de productos de subsistencia papas, habas, maíz y ganado menor para el charque y productos lácteos.
El aparcero interesa, en forma particular, por la situación que ocupaba en el complejo entramado social. El terrateniente poseía el título sobre la tierra. Las leyes le concedían el derecho a recibir en contribución, según arreglo entre las partes, entre el 30% al 50% del producto bruto de la cosecha anual o entrega del porcentaje de ganado. Legalmente el propietario no podía expulsar al aparcero, salvo incumplimiento abierto del compromiso contraído. Funcionaba casi como un acuerdo en el cual ambas partes se beneficiaban y contraían deberes y obligaciones mutuas. En la práctica el abuso y el maltrato quitaban validez a ese primitivo derecho contractual.
El pastajero mediante permiso verbal del hacendado o del administrador de la finca o hacienda, podía criar animales a cambio del pago de un derecho de yerbaje o pastaje que consistía en:
"[...] entregar el 10% de la reproducción de los animales, el multiplico, para lo cual debe hacerse un rodeo anual que controla el capataz. Hay información de que debían entregar también la mitad de la lana obtenida de las llamas y alpacas".47
En las relaciones tradicionales patrón-campesino,
figuraba en ley no escrita el servicio anual de quince días por parte de todos
los hombres de la familia, a partir de los doce años. Este servicio llamado la obligación,
consistía en trabajo gratuito de reparar cercas, limpiar canales y
acequias, levantar pircas, mantener en condiciones cercas y caminos en fin,
todo aquello necesario de mantener y reparar constantemente en las haciendas y
fincas.
El propietario absentista dividía la tierra en pequeñas parcelas dadas en arriendo y en censos perpetuos. Extraña relación en la que el campesino arrendatario vivía generación tras generación en aquel lugar y, sin embargo, debía continuar pagando, año tras año, la renta a quien figuraba, en los registros, como propietario de la tierra. Pagaban en concepto de pastaje el 10% de la reproducción, igual que los pastajeros ya que sus animales pastaban en los montes aledaños y no en la parcela que arrendaban.
El mediero era el que realizaba en las fincas el trabajo de producción desde la siembra a la cosecha. Los propietarios les daban alojamiento y se encargaban de vender la producción. La ganancia obtenida por la venta de los productos era repartida a medias entre el propietario y el mediero. Este sistema fue común en los Valles Calchaquíes.
Los páramos habitados por pastores coyas pertenecían, también, a algún terrateniente absentista. De cuando en cuando algunos individuos de la elite se aventuraban por esas inhóspitas zonas. Uno de ellos, don Juan Carlos Dávalos, informa que las formas de pago en concepto de pastaje de animales al administrador era de dos pesos por cabeza de animal caballar o vacuno, al año. Un peso y medio por burrito. Por cabra y oveja el 10%, no en dinero, sino con animales vivos elegidos en los meses de parición por el administrador.
El gaucho de "medio pelo"
"Mi
mujer y mi caballo
se me fueron para Salta,
como mi caballo vuelva,
mi mujer no me hace falta"
Los arrieros o puesteros, encendieron la imaginación de los escritores salteños pertenecientes al grupo áulico quienes legaron, en impecable prosa, una visión bucólica de la vida del gaucho. Su figura reviste marcos fantásticos en la prosa de doña Juana Manuela Gorriti, "esa alucinada imaginera". La escritora relata la vida del gaucho puestero:
"Nada más plácido como la vida doméstica entre estos sencillos hijos de la naturaleza, para quienes la felicidad es tan fácil de conquistar... diciembre llega y con él la dulcísima algarroba y el almibarado mistol que la hija de los campos convierte en patay... y cuando el trabajo de la jornada ha concluido la hacendosa mujer tornase una amartelada zagala y su esposo entre los brazos la guitarra cántale tiernas endechas de amor... ¡Qué feliz existencia! Pensaba yo, alejándome de aquella poética morada".48
El arriero aparece en las páginas de Aráoz idealizado en la figura del gaucho:
"El gaucho salteño de origen comúnmente calchaquí es más español que indígena; sus sentimientos y sus hábitos, su altivez, su fortaleza, su romanticismo, evidencian que las condiciones de la raza conquistadora prevalecen sobre las de la raza conquistada; referimos al gaucho de verdad, al gaucho pastor de ganado que habita en las grandes estancias".49
Juan Carlos Dávalos en su libro "Los gauchos" los nomina "hombres niños". La minoridad marca la condición de inferioridad para el gaucho y muestra el paternalismo imperante en la campaña.
"[...] lo que encanta, en esta convivencia ocasional con el
hombre rústico -continúa Juan Carlos Dávalos- es la idea de que el ser humano
es primitivamente noble. Me refiero a las bondades del hombre en estado natural
con sus pocas necesidades fundamentales debidamente satisfechas. El gaucho realiza este
tipo ideal [...]"50
El gaucho, arquetipo del complejo ecuestre. Modo de vida, en que el hombre de a caballo se ufanaba y envanecía, en una sociedad jerarquizada y tradicional, por ser precisamente hombre de a caballo. Cuando montaba, dice B. Frías:
"[...] se mostraba hombre extraordinario y maravilloso pero de a pie no se destacaba y se convertía en campesino común. Su habilidad de jinete y su trato directo con el patrón lo llevaba a despreciar a todo aquel que no tuviera caballo".51
Por esos años los gauchos de los Valles consideraban al adjetivo "coya" como un epíteto insultante pues, con esa nominación se aludía al hombre sin destreza ecuestre, al hombre de a pie. Por tanto poseer caballo, implicaba una cuestión de prestigio.
La indumentaria usada por el gaucho era el infaltable sombrero fabricado en los Valles con lana de oveja, el llamado sombrero de "ovejón" para protegerse de las inclemencias. Vestía una chaqueta cortona y ajustada confeccionada con género resistente y las bombachas amplias ajustadas a los tobillos. Calzaba, según sus posibilidades, ojotas, alpargatas y algunos, hasta botas. Gustaba llevar el cinturón adornado a la manera del patrón. Tal actitud muestra la fuerte internalización de la mentalidad del dominador. Al respecto dice Gorriti en su informe:
"[...] derrochan en chacherías, aperos y riendas chapadas de plata y otras ridiculeces que a ellos le saben a gloria y a elegancia "non plus ultra".52
Gorriti olvida mencionar el infaltable cuchillo que portaba en la cintura, instrumento esencial para la defensa personal y faenas de campo. El pastaje y arreo de ganado procuraban, al gaucho, el dinero indispensable para mantener el rancho y sus "vicios," la coca, guardada cuidadosamente en la "chuspa", pequeña bolsita tejida, el tabaco y el alcohol.
La mujer de estos esforzados arrieros, no era la seductora zagala, descripta por Juana Manuela, sino una mujer que trabajaba duramente del alba a la oración, desde recoger leña, cocinar, criar animales de corral, ordeñar, elaborar quesos y quesillos, hilar en la "puisca", y tejer en rústicos telares. Debía poner un cuidado especial en la labor de picar finamente el tabaco y seleccionar las chalas para armar los cigarros que "pitaba" su hombre. Durante el escaso tiempo que éste permanecía en el rancho, su mujer sólo se ocupaba de atenderlo y cebarle mate.
Además de estas interminables faenas para las fiestas de los santos patronos y los carnavales, preparaba grandes cantidades de chicha de maíz y aloja de algarroba. Juan Carlos Dávalos se muestra poco piadoso al describir a la mujer del gaucho y dice de ella:
"[...] carece por lo general de gracia, de feminidad y de belleza y por eso mismo, de interés artístico [...] y su figura es una silueta de segundo plano".53
En medio de
una naturaleza pródiga y lujuriante, la mujer viste pobre y opacamente. Estos
escritos están saturados de una ideología reaccionaria que penetró
profundamente en el imaginario colectivo. Hasta hoy existen en todos los
pueblos y ciudades de la provincia los llamados fortines. Desfiles,
conferencias, ceremonias, procesiones fiestas religiosas y fiestas patrias
sirven para realizar el sincretismo entre Iglesia y orden político y social.
Los fortines son los encargados de mantener una suerte de culto popular por la
personalidad y formas de vida del gaucho, paradigma de virilidad y heroísmo.
Símbolo y génesis del concepto aún vigente de la salteñidad, cuyo significado
tratamos de desentrañar. El concepto como se dijo arriba implica la supremacía
de los sentimientos sobre lo racional. Los sectores que habitaban los pueblos
se mostraban reacios a todo tipo de innovación y lo tradicional se convertía en
algo difícil, y hasta imposible de cambiar.
"El coya"
Aráoz diferenciaba al gaucho, del coya y del indio.
Idealizaba al primero y se refería con marcado menosprecio al coya. Para este
autor:
"[...] el coya de nuestras mesadas y altiplanos es también mestizo pero a diferencia del gaucho prevalecen en él las características indígenas sobre las españolas... el coya es sufrido y sobrio en extremo ejerce de diversas maneras su actividad casi vegetativa... adolece de la generosidad y señorío del gaucho, no practica la hospitalidad y desconfía de todo cuanto le rodea".54
Las comunidades coyas, que vivían aisladas en regiones inhóspitas, sembraban habas y maíz para subsistencia, eran pastores de llamas, cabras y ovejas. Caminaban grandes distancias a pie arreando burros y llamas para intercambiar sal, pieles, lana trasquilada o lana hilada, en los almacenes de la finca o de los poblados para proveerse de insumos indispensables: yerba, azúcar, coca, harina y tabaco.
Fue una constante la migración de la juventud a pueblos vecinos y a las ciudades. Los jóvenes a la conscripción y a contratarse como jornaleros, albañiles, etcétera. Niñas y jovencitas a conchabarse en el servicio doméstico. Quedaban en los ranchos viejos, hombres y mujeres maduros y niños.
La mujer coya desempeñaba junto a las tareas domésticas la actividad de hilar el pelo de la vicuña, el guanaco, la llama y la oveja con el tradicional huso, la rueca, llamado por la hilandera la "puisca". Lo hacían girar vertiginosamente entre las manos y la lana se envolvía en torno a la puisca. Con esa lana tejían, hombres y mujeres, en rústicos telares, picote para sus ropas y barracán para la venta, al igual que ponchos, mantas y frazadas. Los barracanes se sometían un largo proceso de hervido en lejía de jume. Las lanas eran teñidas con plantas tintóreas conocidas ancestralmente: el albarillo cuya corteza y raíz con alumbre produce coloración amarillo vivo, el algarrobo blanco, el churqui y el quebracho colorado dan a las telas tonalidades que van del gris claro al negro. La jarilla y chilca dulce de tonalidades verdes y la granadilla rojo púrpura. Conocían muchas otras especies tintóreas cuyos usos se pierden en el tiempo.
Los hombres vestían pantalones que no llegaban a los tobillos y los ajustaban con gruesas medias de lana de llama y calzaban ojotas hechas por ellos mismos. Completaba el atuendo una especie de gruesa camisa de picote, un saco suelto de barracán y un poncho cortón, acorde a las tareas que realizaban. Hombres y mujeres usaban el infaltable sombrero. Las mujeres llevaban, para defenderse de los fríos crueles de la Puna, tres polleras superpuestas que dejaban al descubierto los tobillos. Tipos de blusas bien ajustadas. Su coquetería femenina hacía que adornaran esas blusas con vistosas puntillas azules, coloradas y amarillas, intercambiadas en los almacenes del poblado por los productos de la tierra. Para abrigo en sus salidas, el rebozo era el complemento de toda la vestimenta que las protegía del viento y del frío.
El rebozo de "diario" cumplía también la función de cargar al niño en edad de amamantar durante los fatigosos quehaceres diarios: juntar leña, acarrear agua, cocinar, hilar, tejer y tareas de pastoreo.
En las llamadas "comunidades cautivas", como el caso paradigmático de Luracatao, además de cumplir con las tareas propias de las grandes fincas, se exigía a los hombres designados por el capataz concurrir a la zafra entre mayo y noviembre como cosecheros. En cabalgata llegaban a El Carril, primera estación ferroviaria y subían a los vagones de carga para llegar por ese medio hasta Tabacal.
Tal sistema los tornó menesterosos de la economía monetaria e introdujo una serie de elementos extraños a su cultura como linternas, bicicletas, ropas y más tarde los populares pantalones jeans y la radio a transistores.
Doña Rosa, nacida en los Valles Calchaquíes hace 94 años, recuerda con tristeza y asombro su niñez de pastorcita en los cerros:
Pregunta: ¿Puede contarme cómo fue su niñez en los Valles?
Rosa: Cuando éramos chicos me mandaban a cuidar las cabras con mi hermano Serafín. Madrugando salíamos con la hacienda. Los peligros que habían eran los zorros que se comían los cabritos y los chivos. Jugábamos con el duende que era un changuito que salía de en medio de los cerros y un día el duende se ha peliao con mi hermanito y yo li dao una trompada.
Éramos ocho hermanos y no mos conocío escuela, nosotros. Pero a mí no me gustaba ser pastora, ni cuidar los chicos, así que me han mandao nomás. Yo cuando menos i 'acordao me han puesto en el caballo, me han subío y me han mandao que yo no sabía ni adonde me llevaban. A los diez años me han mandao ande mi criao sola, en esa casa con el señor y la señora, ahí mi criao y me han enseñao a cocinar, a regar las plantas, a limpiar, a cebar mate pa la señora. No, la gente de antes no preguntaban si quieren, si no quieren, era lo que ellos ordenaban nomás. Desde ahí i’ trabajao hasta que i 'sio vieja, primero mandada y después por mi propia voluntá. Como a los treinta años i 'empezao a dar pensión pa ganarme la vida, era la gente de Vialidad que estaba haciendo la ruta 68. Así que le daba de comer a casi cien hombres y la gente decía que mis empanadas eran las más ricas.55
Trabajadores aborígenes del Chaco salteño.
"Pasó por frente a hombres y mujeres oscuros.
"Chaguancos", oyó decir. "Vienen todos los años
y hachan la caña." No decía nada esa gente. Estaba
entre niños sucios y descalzos. Y muchos perros flacos."
Manuel J. Castilla56
Por razones de marginación étnica, los aborígenes57 fueron ignorados y hasta hoy, constituyen un problema de difícil solución. En la medida en que su hábitat fue invadido por cristianos y al mismo tiempo por la penetración del naciente capitalismo, los aborígenes del Chaco, por ejemplo, no sólo se proletarizaron sino que fueron convertidos en minoría marginada por la pobreza y el analfabetismo. Tanto los sectores dominantes como los sectores populares de las zonas de frontera lindantes con el hábitat del aborigen, internalizaron la mentalidad del conquistador. Vieja historia, conocida desde siempre, fue puesta al desnudo a fines del siglo XIX por el informe de Benjamín Villafañe, funcionario de Orán, al gobernador de Salta:
"[...] (la Constitución) Ella ha sido hecha por y para todos los argentinos como para todo hombre que, reconociendo sus preceptos, quiera vivir a su amparo. El indio mataco o toba, aunque haya nacido en nuestros bosques, no es el argentino, o extranjero que nuestra Constitución menciona, es una raza radicalmente enemiga, raza de salteadores... Desde el principio se sintió la necesidad, o de exterminar a esta clase de enemigos o de tratarlos al nivel de todo ciudadano argentino. Se optó por este último expediente contando con el influjo de las misiones religiosas y del trabajo moralizador... el pan en una mano y el látigo en la otra a usanza del viejo sistema español".58
El documento reproducido tiene total vigencia en las primeras décadas del siglo XX, a tal punto que podría haber sido escrito por los integrantes de una comisión municipal, según lo establecido por la Constitución provincial de 1906.
Los grupos étnicos que interesan a los fines del presente trabajo, son las comunidades cautivas59 de coyas provenientes de los Valles Calchaquíes y de Santa Victoria. Los grupos de aborígenes del Chaco: Tobas, Chaguancos, Matacos y Chiriguanos conformaban junto a los primeros la mano de obra barata de los ingenios.
Los aborígenes eran forzados, por los apodados negreros o sacadores a dejar sus comunidades para ser trasladados a pie, hasta la primera estación ferroviaria. Hacinados en los conocidos vagones chaguanqueros, viajaban al ingenio donde se convertían en braceros y estaban autorizados a cultivar pequeñas parcelas, con sembradíos, en las cercanías de sus "huetes" para subsistencia. El pago de salario era hecho por tarea realizada. Si no cumplían con toda la tarea encomendada, no recibían paga alguna. Gatti ejemplifica esta cuestión con lo acontecido en 1940:
"[...] En el plantío de vástagos de caña, la tarea consistía en plantar once surcos de cien metros cada uno con quinientas cañas en cada surco".60
Don Salvador, de 82 años, ex empleado del ingenio San Martín del Tabacal, con actitud respetuosa nos relata:
Pregunta: ¿Dónde y cómo vivían los trabajadores del Ingenio?
Salvador: Para el personal administrativo había casas de material, chicas, pero para los peones eran galpones de diez habitaciones. En cada habitación vivía una familia y tenía una galería, así que a la par de eso hacían un rancho para poder vivir, porque eran muchos. Las familias del campo son muy prolíferas ¿No?
Los indios llegaban y eran
repartidos en lotes.61
Apenas llegaban y las mujeres se ponían a construir los "huetes" que eran unos ranchos con forma de hornos hechos con varillas y con techo de ramas. Era de verlas con la rapidez que las chinas levantaban sus ranchos y cuando se iban les metían fuego.
Pregunta: ¿Cuántas horas diarias trabajaban los braceros en ese Ingenio?:
Salvador: Los del campo, los de, llamémosle zona rural, trabajaban de la mañana a la noche. ¿Por qué? Eran los braceros. Porque así se llamaban, las tareas que les daban, que el capataz les iba dando En ese tiempo ¡tan útiles que fueron!, los chiriguanos, los chaguancos, hombres que trabajaban de sol a sol, a 45° o más de calor ¿No? Ya los cosecheros se habían ido, que eran los coyitas que llevaban de acá, de los cerros, los que venían de Catamarca, de la Puna, de los Valles, todos esos eran los cosecheros, se acababa la cosecha y se volvían a sus tierras. Pero en la parte "caliente", durante el verano, quedaban los indios, los chaguancos. Bueno, el capataz los llamaba y les decía, bueno, vos tenés de aquí hasta allá, hasta aquel árbol por ejemplo, y, entonces empezaban. Siempre la tarea era casi irrealizable, muy guapo tenía que ser, o que se lleve algún hijo para que le ayude. ¿Y a qué hora sacaba la tarea? El guapo la sacaba a las seis de la tarde, trabajando desde la mañana, y, el que era un poquito más lerdo, más flojo, estaba volviendo a la noche al rancho, con su pala y pico, recién a descansar y al otro día, a las seis de la mañana había que levantarse y comenzar.
¡Los matacos eran tan guapos!... Nadie los podía reemplazar ¿No? ¡Y las chinas! ¡trabajaban igual que los hombres!.. Los chicos también trabajaban y les decían "osacos".
Sabemos -por los biógrafos62 de Robustiano Patrón Costas- que el Ingenio llegó albergar 1.800 operarios y hasta 15 mil peones durante la zafra.
Pregunta: ¿Con tanta gente, cómo se organizaba el control del trabajo en el Ingenio?
Salvador: El Ingenio estaba dividido en lotes. En cada lote, donde había un asentamiento estaba un administrador, los capataces y estaban los cosecheros y todos los braceros ¿No?
Pregunta: ¿Cada lote tenía un administrador?
Salvador: Sí, cada lote tenía un encargado, porque antes eran muchos lotes, después ya vinieron los tractores, la modernización de la empresa, y mermaron los lotes. Pero antes era todo a pala y pico, eran los surcos interminables, pala, piqueado, era todo a brazo, por eso le llamaban los braceros.
Ingenio El Tabacal - Fotografía de Martín Salazar Hierro - 1931
Pregunta: ¿Y las tareas eran para hacer los surcos?
Salvador: Y las tareas eran el aporque, desaporque. Primeramente después que cosechaban la caña tenían que volver a hacer los surcos, limpiar las malezas, todo eso, todo ese tipo de trabajo hacían los braceros. Después venía la arada, que le cuento que iban con un aradito así, y una cantidad de aradores a los que les daban tareas también, que tenían que arar tantos surcos para poder ganar $ 1. Todo, todo era como exprimirlos hasta el último. Nada de decir, bueno... esto vamos a alivianarle... ¡No, no!... si podían cargarlo más lo cargaban, ¡era terrible, terrible era!.
Y a la peonada le pagaban así: a los hombres menos de un peso diario, a las mujeres y a los chicos unas monedas.63
Cuando los braceros estaban cerca del lote, de las viviendas donde vivían ahí, las mujeres les llevaban la comidita y comían ahí, pero a veces estaban muy lejos, entonces ellos se llevaban la comida y el chaguanco tenía, bueno, no sé si se puede decir ventaja, de que no llevaba comida, sino que se llevaba la coca. Entonces se ponía el "acullico" por la mañana hasta la noche y con eso resistía, resistía calor, resistía todo. Dice que no le daba hambre, que así entretenía su estómago. Era terrible todo en el '30 que le estoy hablando yo hasta el '38, lo que uno podía ver allí ¿no?
Pregunta: ¿Cómo le pagaban a los peones del Ingenio?
Salvador: Era así: obrero se llamaba al que trabajaba en la fábrica, en el establecimiento fabril, peones a los del campo. Al obrero se le pagaba en efectivo y ganaba un peso por día. Ahora, tenían su manera encubierta de pagar, porque terminaba la jornada y le daban una especie de vale por ese día que había trabajado. Entonces si quería lo podía guardar y a los quince días iba y cobraba. Pero ¡Quién iba a guardar!... desesperada la gente iba a comprar la mercadería con ese vale de la sucursal, que le llamaban, que había en cada lote ¿no?... Porque había, cada cinco, diez o quince kilómetros una sucursal del almacén, es decir que vendía la mercadería y vendía de todo. Entonces el peón iba a la sucursal y llevaba la mercadería. No le daban el vale pa’ que vaya a comprar él, le daban pa’ que vaya juntando y, a los quince días vaya a cobrar ¡Pero que iba a cobrar1, así que era encubierto el asunto, encubierto y demás está decir que en la sucursal del almacén el patrón no desembolsaba efectivo y el sucursalero lo estafaba al pobre obrero. Era de esas balanzas con platillos, así que en un platillo le ponían un poco de plomo derretido, algo para que pese más de un solo lado. Le robaban en eso, le robaban en el precio, así que no tan solo lo explotaban. Hasta ahí el patrón no lo explotaba. Lo explotaba encubiertamente la sucursal. Pero, el que atendía la sucursal ¡no era el patrón, era un empleado del patrón!. Así se pagaba, a los peones cada semana a los obreros de la fábrica cada quince días y a los administrativos mensual y tenían mejor sueldo, todo. Esa era la forma de pago que tenían.
Pregunta: ¿Podría contarnos cómo era un día domingo en el Ingenio? ¿Había alguna distracción para los trabajadores?
Salvador: Nada... nada. No tenían absolutamente nada. Yo le estoy hablando hasta 1938, después le voy a contar del '38 en adelante. No se podían reunir para decir, bueno... vamos a conseguir un vino, vamos a tomar, nada... No se podía hacer bochinche.
Pregunta: ¿No acostumbraban a jugar a los naipes, la pelota o algo por el estilo?
Salvador: Lo único que había era una cancha de fútbol y algunos iban, los más jóvenes a jugar entre ellos, nomás ¿no?... pero nada más.64
Los aborígenes fueron
sometidos a la ortopedia del trabajo, y a un proceso de aculturación que los
convirtió en consumidores de productos vendidos por los patrones. Aparecieron
en los grupos necesidades nuevas: consumo de alcohol, tabaco, nuevos productos
alimenticios y vestimenta. El ominoso proceso de proletarización, a partir del
trabajo asalariado, fue cada vez más rápido y convirtió a muchos grupos de
aborígenes, en trabajadores trashumantes.
Sectores medios del espacio urbano
"Aquí
vinieron italianos, turcos,
árabes, rusos, búlgaros, judíos,
eslovacos, polacos, españoles
cada uno con su porción de sueños,
cada sangre su perla irrepetible".
Teresa
Leonardi Herrán65
Al hacer referencia a sectores medios es necesario aludir al espacio urbano, la ciudad de Salta, con sólo 33.000 habitantes. La estratificación social puede ser estudiada con cierta objetividad si tenemos en cuenta que se trata una ciudad chica, sin industrias de importancia. Recordemos que los sectores burgueses y medios son los de mayor capilaridad y movilidad social. Muchos de sus integrantes tienen por meta hacer dinero y así lograr mayor status. Muchos logran alcanzar esa meta mediante la instrucción, profesiones exitosas, inversiones felices, falta de escrúpulos, explotación de mano de obra y, fundamentalmente, por el respeto a las normas y valores establecidos por los sectores dominantes. El primer arzobispo de Salta, monseñor Tavella refiriéndose a estos sectores decía:
"[...] La clase media es precisamente eso: el relleno traído por la inmigración, y a su tiempo, también la tendrá Salta o mejor dicho, comienza a tenerla. Por eso me pareció que a mi llegada, Salta se encontraba en un momento tan interesante como definitivo de su evolución”.66
Integraban los sectores medios profesionales y buen número de inmigrantes venidos de Europa y de nuestro Litoral, con inconfundibles apellidos europeos -italianos, españoles, unos pocos franceses, alemanes, hindúes, judíos y árabes- que coparon el comercio, se enriquecieron discretamente con la compra de inmuebles, inquilinatos, tiendas, boticas, heladerías, bazares, confiterías, centros de diversión, biógrafos, lecherías, panaderías, importantes empresas constructoras y algunas actividades "non santas", pero lucrativas, como la usura, el negocio de la prostitución y la trata de blancas, problemáticas tratadas más adelante.
El tener dinero no implicaba ser aceptado por la buena sociedad salteña. La aceptación, por los grupos dominantes, se hacía en base a sus ocupaciones, educación, formas de vida y el origen de las fortunas. Por aquella época se estimulaban las preocupaciones éticas, los códigos morales, la sobriedad de vida y la honestidad, virtudes muy valoradas. De todas formas, el dinero y el nivel de vida alcanzado, hacían que en Salta algunos integrantes de empresas de cierta importancia fueran incorporados a la elite local. En los años '30 y '40 el notable crecimiento urbano hizo posible que varias empresas constructoras se instalaran en la ciudad con interesantes capitales y renovaran el paisaje urbano. Entre las más importantes figuran las siguientes sociedades: "Lecuona de Prat", "Rovaletti", "Mazzocco", "Juan Cadú", "Binda Hnos." (dedicada a la construcción y pavimentación de caminos) "Catalano", "Prinzio," "Bini y Marcuzzi", "Tillius D ' Hannecke" y otras. Como incentivo a la edificación la Municipalidad otorgaba premios a los propietarios de las mejores construcciones de estilo colonial. Fueron premiadas las siguientes mansiones: la de Margarita Torino de Cornejo Sola, Primer premio de arquitectura colonial (1941), la de José Royo sobre calle Leguizamón, frente a la plaza Güemes (1940) y José Catalano construyó la casa de María Antonia Bedoya de Day en Belgrano 655.
Otras construcciones particulares fueron: el Club Gimnasia y Tiro, el primer edificio de propiedad horizontal (Belgrano y Deán Funes) y el Mausoleo del Centro Argentino.
También, esas empresas fueron contratadas por el estado para la construcción de importantes edificios públicos como la Cárcel penitenciaria, los baños públicos, escuelas de estilo colonial y el primer barrio obrero que tuvo la ciudad. Bajo la dirección de Obras Públicas de la Provincia se construyó el Hotel de Turismo.
Por su parte la Dirección Nacional de Arquitectura hizo levantar suntuosos edificios como el Palacio de Oficinas Nacionales (Correos, Inspección Nacional de Escuelas y Juzgado Federal), Palacio Arzobispal y los bancos Hipotecario y Nación.
La usura ocupó siempre un lugar muy importante en el imaginario colectivo y la prensa se hizo eco de ella:
"Tenemos hoy en Salta material suficiente para escribir el manual del perfecto usurero. Mira atento, sonriente, el usurero y con su nariz husmea el aire. Tiene un olfato que jamás lo engaña y espera días y días la descomposición de sus víctimas para caerles oportuno ‘como una bendición”.67
Los buscados y odiados usureros solían tener sus escritorios cerca del Mercado San Miguel y algunos en sus domicilios particulares. Acrecentaban rápidamente sus capitales aprovechando la miseria ajena, bienes mal administrados y quiebra de negocios. En 1930, el Estado provincial creó la Caja de Montepío y Sanidad para paliar los males que traía aparejado este sórdido negocio. El Montepío contaba con una sección de lotería, una de préstamos prendarios, una caja de ahorros y una sección de operaciones generales. El objetivo de su creación, además de combatir la usura, era efectuar préstamos con prenda real sobre cualquier objeto de valor; fomentar el ahorro, acordar préstamos a los empleados públicos y formar fondos para el auxilio de la vejez e invalidez.
Volviendo a la cuestión de los inmigrantes, comentaba la
matrona salteña doña Zulema Usandivaras de Torino:
"[...] los inmigrantes suplantaron paulatinamente, a las familias tradicionales que se iban reduciendo a la propiedad de la tierra. La que a su vez se reducía por particiones hereditarias, por falta de mercado y también de elementos de trabajo. Además los hijos se hicieron ‘doctores".68
Algunas familias de inmigrantes pasaron a integrar los sectores burgueses. Como comerciantes enriquecidos, gastaban mucho dinero en artículos de lujo y ostentación, mentalidad típica del grupo:
"[...] De estos apellidos franceses, alemanes, españoles e italianos y demás naciones del mundo, algunos de ellos pugnan por llegar y otros llegaron ya, a la Meca Social, satisfacción magna para los mismos al encontrarse apegados a las virtudes teologales y civiles del Club 20 de Febrero".69
La mayor parte de los extranjeros y sus descendientes adhirieron con entusiasmo al Partido Radical por su ideología liberal. Demás está decir que el liberalismo salteño fue un discurso vacío de contenido y los dirigentes radicales, en su mayoría, pertenecían a la vieja oligarquía.
Los radicales de ascendencia extranjera fueron vistos como elementos advenedizos. Solo lograron ocupar en el partido candidaturas a cargos electivos secundarios y algunas bancas de diputados y senadores. Sus nombres fueron la excepción en altos cargos políticos.
Del Registro Cívico de Extranjeros de la Municipalidad de Salta (1915-1917), tomamos algunos apellidos pertenecientes a individuos de las comunidades más prósperas de inmigrantes.
Apellido y nombre Edad Alfabeto Nac. Profesión Años de
Residencia
Zeitune Simón 32 Sí Árabe comerciante 5
Palermo Francisco 40 Sí Italiano comerciante 27
Ahuerma Abraham 30 Si Turco comerciante 10
Amado José 22 Sí Árabe comerciante 6
Oieni Esteban 25 Sí Italiano zapatero 15
Yazlle Abraham 38 Sí Árabe comerciante 7
Steren José 23 Sí Judío comerciante 6
Vidal, José 66 Sí Español comerciante 50
Moschetti Francisco 48 Sí Italiano comerciante 36
Dagún José 50 Sí Sirio comerciante 32
Morossini Arrigo 62 Sí Italiano comerciante 39
Lisi Bruno 48 Sí Italiano constructor 24
Mena Antonio 50 Sí Español comerciante 20
Botelli Juan 40 Sí Italiano industrial 30
Carbonell Mariano 60 Sí Español comerciante 40
Martorell Luis 50 Sí Italiano comerciante 26
Clement Enri 51 Sí Francés ingeniero 24
Goetling Juan 48 Sí Alemán comerciante 30
Marinaro José 38 Sí Italiano comerciante 14
Coll José 34 Sí Español vinería 26
Durand Santiago 33 Sí Francés propietario 25
Peyret Juan 63 Sí Francés propietario 40
Pascual Miguel 36 Sí Español comerciante 10
Lávaque Elías 29 Sí Árabe comerciante 21
Royo
Pascual 33 Sí Español comerciante 11
Esta nómina es sólo por dar algunos apellidos pues muchos de ellos perduran aún en Salta como profesionales, dueños de inmobiliarias, empresas de construcción, comerciantes, etcétera.
A fines del siglo XIX las comunidades italianas, españolas, judías y sirio libanesa, contaban ya con asociaciones de socorros mutuos.
Familia de inmigrantes españoles - Don Saturnino en 1927
También en los edictos para solicitar permisos de cateo y explotación de minas en departamentos y regiones alejadas como La Poma, San Antonio de los Cobres, Quebrada del Toro y los Valles Calchaquíes nos encontramos con esos apellidos.
Un inmigrante de origen español proveniente de Burgos, don Saturnino, de 91 años, que a lo largo de su vida desempeñó varios oficios y trabajos, recuerda su infancia en Salta:
Pregunta: ¿Cómo fue que sus padres decidieron dejar España y venirse a Salta?
Saturnino: Mi padre y mi familia vinimos, como muchos inmigrantes, temiendo la Guerra del '14. Llegamos en 1913 y yo cumplí dos años en el barco. Mi padre venía directamente por la Oficina de Inmigración a trabajar en la Municipalidad. Vino derecho a plantar eucaliptos en el Parque San Martín. Iba con carrito, una pala y una barreta y llevaba los plantines. Cuando veo los árboles digo ¿Cuál de estos habrá puesto mi padre?...
Pregunta: ¿Dónde y cómo se instalaron en esta ciudad?
Saturnino: Alquilábamos una pieza en el Alto Molino y ahí nació mi hermano. Mi papá quería ser independiente, no un empleado y así, después de dos o tres años plantando árboles, arrendó a los hermanos Mosca que estaban instalados, ahí, en el Alto Molino, un predio y puso una granja. Todas esos terrenos eran de los Patrón Costas quienes los arrendaban a los Mosca quienes a su vez, nos subarrendaban a nosotros por doscientos cincuenta pesos al año Ahí en el Molino habían como siete granjas. Estaban las granjas de un tal Corral, Rafael Pérez, los Lafuente, todos eran inmigrantes y casi todos españoles. Mi padre compró un caballo, después otro, después un arado y lo hizo llamar a un hermano soltero que tenía en España. Le dijo que se viniera que aquí había trabajo y que viniera a ayudarle. Entre los dos se pusieron a cortar adobes e hicieron la casa con baño de pozo. El agua la recogíamos de una acequia enorme que venía del Alto Molino. No teníamos luz eléctrica. Usábamos faroles. El hermano lo ayudó a mi papá y a mí me sacaron de la escuela a los 14 años porque era el mayor y tenía que ayudar a mi padre a plantar y cosechar arvejas, habas, papas, que vendíamos al Mercado San Miguel. Mi madre atendía un puesto en el Mercado y yo salía con el caballo y las árganas a vender por la calle. Yo recorría por el cerro San Bernardo, que era todo monte y habían solo unas cuantos ranchos locos, también por el Parque San Martín y por los conventillos. A la granja iban muchos bolivianos con sus canastas a comprarnos.
Pregunta: ¿Cómo eran las relaciones de las familias de inmigrantes en el Alto Molino?
Saturnino: Me acuerdo que cuando estábamos allí y venía alguna familia nueva a alquilar para trabajar, la costumbre era visitar al nuevo vecino. Por la noche, con faroles íbamos a buscarlos, llamábamos a la puerta, nos ofrecíamos para lo que pudiéramos ser útiles y ellos nos convidaban vino. Si alguien necesitaba plata unos y otros se ayudaban. Pero en ese tiempo no había papeles, nada. Era la palabra, era esa confianza que había, ¡era lindo eso!, toda esa nobleza, ese cariño que había. Uno decía prestame quinientos pesos, cuando termine la cosecha te devuelvo y así era.
Pregunta: ¿Ustedes estuvieron incorporados a la Sociedad Española?
Saturnino: Mi padre era socio y ahí, nos daban remedios, ellos ayudaban a todos los españoles. Mi padre asoció a toda la familia. Nosotros íbamos a las fiestas y los bailes de carnaval, de fin de año, porque celebraban mucho los españoles, ahí se reunían muchos y algunos italianos también.
Pregunta: ¿Los inmigrantes que recién llegaban conseguían ubicarse rápidamente?
Saturnino: Muchos venían, ya destinados de España con casa y trabajo ya listos, como nosotros que al llegar vivimos un tiempo en una casa vieja cerca del Parque San Martín, entre Mendoza y Santa Fe que la Municipalidad le prestó a mi papá y que la primera noche mi papá, contaba que tuvo que matar veintidós ratones inmensos. A la mayoría de los inmigrantes no les iba mal. Trabajaban, vendían en sulkis, en árganas productos de la tierra y, en ese tiempo se sacaba para comer tranquilamente. Además todos los lunes, se amasaba en mi casa y yo ayudaba a mi madre a partir leña, a prender el horno, a hornear los panes. También carneábamos chanchos y hacíamos jamones para el consumo de la familia.
Cuando yo tenía dieciocho años mi papá dejó Alto Molino porque le dijeron que en Betania, muchos inmigrantes se hacían ricos plantando tomates y pimientos. La finca que arrendamos era del turco Museli. Ahí aprendí a bailar cuando mi padre compró una vitrola ortofónica que tocaba "Madreselvas en flor", por el año '30 fíjese, y con dos chicas vecinas, que eran muy bailarinas y nos sacudían de lo lindo.
Pero nos fue ¡tan mal!.. porque a mi padre le dio el paludismo, el chucho y además, los dos años que estuvimos ahí heló y entonces nos trasladamos a Rosario de Lerma. Ya éramos más hermanos y necesitábamos más tierra. Allí mi padre arrendó tres fincas: una de 85, otra de 22 y otra de 76 hectáreas. Ahí trabajábamos todos. Mis hermanas trabajaban cosechando igual que hombres. Se plantaban doscientas bolsas de semillas y se cosechaban dos mil quinientas bolsas de papas. Mire, a veces, a las dos mil quinientas bolsas de papas las teníamos que descargar solos, con mi hermano, hombro a hombro porque había que llevarlas al Chaco, a Las Lomitas, a Güemes, a Pocitos, a todos esos lados mandábamos papas. Como trabajábamos tan duramente mis hermanos hicieron hasta 6° grado y yo no llegué. Pero ninguno de nosotros siguió con otros estudios. Solamente una hermana mía fue costurera. Después mi padre se cansó del trabajo de la tierra. Quería descansar. Compró una casa en Rosario y puso un almacén que tenía de todo, hasta surtidor de nafta y gasoil y les vendía mucho a los tabacaleros de la zona. Ahí trabajaron todos mis hermanos hasta que se jubilaron. Mi viejo no pudo descansar, le agarró un cáncer en el '43 y se murió a los 51 años.
Pregunta: ¿Quiénes eran los propietarios fuertes de Rosario de Lerma?
Saturnino: Propietarios grandes eran Pedro y Luis Baldi a quienes nosotros arrendábamos las tierras. Otro, Martín Saravia, demócrata y un Aramayo, vecino nuestro y un tal Zambrano.
Pregunta: ¿Usted, después de casarse siguió viviendo en Rosario de Lerma?
Saturnino: No... no... me canse de trabajar la tierra y me vine a Salta, a la ciudad. Compré un camioncito. Con eso compraba y vendía carbón, leña. Me fue bien. Compré dos camiones más y después un camión nuevo y así, ya tenía cuatro camiones. Primero compraba leña en cantidad en la finca de Las Lagunillas pero después le arrendé un obraje al Dr. Figueroa Linares que quedaba en finca La Montaña, como a 20 kilómetros de aquí. Trabajando bien en el obraje, yo ya tenía los camiones, tenía mis pesitos ahorrados y como alquilábamos una casa, compramos un lote grande de 30 metros de frente y 72 de fondo a $ 4.000. Dos mil de contado y lo restante a plazo y construimos esta casa, con todas las comodidades, en la que hace más de cincuenta años que vivimos. Después llegué a tener mucho dinero y en 1953, compré la finca Los Nogales, en Cabeza de Buey, camino a Tucumán, a un tal Moreno. A un millón seiscientos mil pesos la compré. Allí yo alquilaba para que saquen madera. Llegué a tener como mil animales vacunos, más de cien lechones. Ciento cinco personas vivían ahí. No todos eran peones. Había gente a la que yo alquilaba lotes Mi mujer tenía más de trescientas gallinas hermosas, gallos que pesaban más de diez kilos. Tenía cuatro hornos para quemar cal y vendía hacienda y cal a Cofico, Tres Cerritos, a la obra del Hospital San Bernardo. Así que la finca la pagué sin sentir, mitad al contado y mitad a pago de cien mil pesos. Pero yo después ya estaba cansado. Yo he trabajado mucho y quería descansar y, aunque mi mujer no estaba de acuerdo vendí mi finca en 1974 a trescientos sesenta millones de pesos. Metí la plata al banco. Vino el "Rodrigazo"70 la plata se desvalorizó, no valía nada y uno iba mes a mes a sacar plata al banco y salía con la devaluación, la inflación, el desagio y, al poco tiempo no tenía nada. O sea, todo lo que la Argentina me dio, me lo quitó. Y yo que era el patrón y tenía que aportar más que los peones, sin embargo me jubilaron igual que a un peón. ¡Que injusticia! Y ahora, después de una vida de trabajar cobro ciento cincuenta pesos de jubilación.71
Es importante recordar que de los sectores medios salieron profesionales e intelectuales que mostraron tendencias muy claras a adscribirse a los grupos de poder. Por cuestiones de mentalidad tuvieron inclinación por el orden impuesto y disciplina en sus vidas individuales. Adoptaron las formas de vida, usos y valores de los sectores dominantes. El imaginario colectivo, producto de la actividad social y mental de los individuos, era el que marcaba las "fronteras sociales" tendientes al mantenimiento de un "statu quo" no escrito, pero cargado de prohibiciones y simbolismo. Ser aceptados como pares en la buena sociedad salteña implicaba atravesar esa frontera. Para esto se requería no sólo dinero sino, ser blanco, poseer charreteras militares, título universitario o portar un sonoro apellido alemán o francés.
Hubo también un buen número de criollos emprendedores y audaces que, a pesar de la segregación, se esforzaron por alcanzar una vida más próspera mediante el pequeño y mediano comercio y lograron convertir a sus hijos en profesionales universitarios.
Lamentablemente no existen sobre estas cuestiones estadísticas confiables.
Las mujeres pertenecientes a los sectores medios adoptaron los estilos de vida de sus pares de los sectores dominantes. Una moral victoriana que se manifestaba en una serie de tabúes: prohibición del trato directo con el sexo opuesto, vergüenza ante la mínima transgresión social, la sujeción a la tiranía del "qué dirán" y el embarazo vivido como una desgracia familiar. Estas conductas y creencias fueron fomentadas por la Iglesia a través de los confesores, directores espirituales y la devoción Mariana. La mujer era la madre, creadora de los lazos subjetivos, dispensadora de ternura y sumisa al esposo. Prisionera de esta imagen artificiosa, se le negaba todo placer fuera de los eventuales proporcionados por el matrimonio legítimo. La prédica feminista estaba lejos de llegar a estos lares. Por entonces estaba en boga el manual para señoritas de la española María Rosa Vilahur quién aconsejaba a las muchachas:
"El mundo se mueve y actúa en manos de los hombres; las almas viven y se moldean en las manos femeninas... ¿Quién manda en el mundo? ELLOS. No pretendas nunca usurparles el puesto. Enhorabuena, sigan con su cetro: el Señor lo puso en su mano y es necio y antinatural tratar de arrebatárselo”.72
En cambio, buena parte de los hombres llevaba una doble vida, que encubría conductas relajadas. Era corriente la cohabitación con fámulas y las frecuentes escapadas a lupanares en busca de carne contratada. En tanto el adulterio masculino era tolerado, el adulterio femenino era condenado y socialmente sancionado.
Doña Estela ofrece un testimonio impresionante, sobre los graves riesgos de transgredir las normas no escritas de las fronteras sociales:
Estela: "Decir que una chica de la clase media se podía casar con uno de la sociedad era casi imposible. Mirá, te voy a contar un caso vívido. Una chica, Adela se puso de novia con un C., hijo de una familia de abolengo y se casaron a escondidas, porque la madre no lo dejaba casar al hijo. Ella se embarazó, pero la madre los hizo separar y consiguió hacer anular el casamiento por el Papa. Entonces la chica lo escondió al hijo, se fue a Bs. As. Y no le permitió al tipo ver al chico nunca más. El tipo lo desheredó al chico y S., un gran abogado y gran radical, le hizo juicio y le ganó. Y el chico este hoy es F.S., que se quedó con toda la plata por ser hijo único. Para que veas la separación de la sociedad que había.
Así hizo la mamá del C.. Y ella era una chica decentísima, tocaba el piano que era una artista y era única hija y mimada. No era corrida, ni de mala conducta. Era una chica bien y el padre era dueño de la revistería más importante de Salta. Pero el chico ha quedado rico. Este es un caso auténtico de Salta”.73
El caso expuesto es dramático y demuestra la valentía excepcional de una chica del sector medio, que se atrevió a enfrentar el orden establecido, en total soledad. Ella no se dio por vencida a pesar del abandono y cobardía del "niño bien", totalmente sumiso a las reglas establecidas por la familia. Se trata de un caso paradigmático. La reacción femenina fue posible gracias a que la protagonista poseía instrucción y solvencia económica.
Las jóvenes de los sectores medios tenían dos opciones, dentro de la modalidad del funcionamiento del núcleo familiar: ser esposa y madre legítima o ser señalada como "una cualquiera".
Dona Catu, integrante del grupo aludido, corrobora este tipo de mentalidad femenina:
Pregunta: ¿Cómo era, en su época la vida de las jovencitas?
Catu: La vida de las jovencitas era muy restringida, era una vida muy tonta. ¡Todo era malo!... Para la gente pobre era otra cosa, la vida era más simple y se llevaba como se presentaba. En cambio, más arriba todo era lleno de prejuicios, de pecados, de infierno. En el medio que yo he actuado estaba mucho la influencia del monjerío, el cuerpo era pecaminoso. Una niña soltera embarazada era una vergüenza para toda la familia. Los que te tenían así, en un puño, eran los curas.
Yo de novia con Manuel no salía si no iban mis hermanas y mis amigas. Y no porque creyeran que me iba ha hacer "algo" sino "por el que dirán" ¡Qué iba a decir la gente, ese era el gran problema! Para evitarnos tentaciones nos mantenían ocupadas todo el tiempo. Las niñas teníamos que estudiar francés, piano, danzas, declamación. Además todo esto era señal de distinción y cultura. Y no se iba a la casa de la modista, ella venía a la casa a tomar las medidas y luego cosía el vestido. Cuando ya eras más grandecita, 15 o 16 años te enamorabas "de ojito", mirando de reojo a los muchachos que se juntaban en las esquinas a ver pasar las chicas del colegio. Y al irse a casar, la madre o la abuela o la tía, si la madre no se animaba, le hablaban a la hija de los pormenores de la noche nupcial".
Las niñas de los sectores medios también estudiaban en colegios religiosos considerados una garantía de instrucción, disciplina y buenos modales. Los más concurridos por estos sectores fueron el colegio de Nuestra Señora del Huerto y el Santa Rosa de Viterbo.
Doña Catu, comenta como transcurría la vida en el internado del colegio al que asistió. Además de los estudios de magisterio, podían las pupilas aprender idiomas, música, labores y bellas artes.
Pregunta: ¿Cómo era la vida de las niñas en los colegios religiosos?
Catu: En esa época no se recibían niñas pobres. Iba la que tenía para pagar el colegio. A las que tenían padres finqueros, con muchas tierras las tenían así (coloca la palma de su mano hacia arriba) eran las preferidas. Las niñas estudiaban francés, como señal de distinción, piano y recitado. También aprendíamos modales: no reír ni conversar en la mesa, buen manejo de vasos y cubiertos. Todo hacía a la severa disciplina propia de la época.
Pregunta: ¿Así que no ingresaban alumnas que no pudieran pagar el colegio?
Catu: Bueno... yo recuerdo que en el Colegio Santa Rosa en el año 1935, habían varias chicas, que raramente las veíamos y que se encargaban de la limpieza y del mantenimiento de todo el edificio, incluida la cocina y los menesteres de lavar platos, ollas y ayudar en la cocina para dar de comer a cincuenta o sesenta chicas internas. Pasaban años en el colegio, sirviendo, para poder pagar sus estudios.74
Eran contadas las atrevidas niñas que lograban ingresar al Colegio Nacional para obtener el título de bachiller, exigido para el ingreso en las universidades.
Una de esas audaces jovencitas, doña Sara Adela, nos cuenta su odisea para continuar estudiando y llegar a convertirse en la primera odontóloga salteña.
Pregunta: ¿Su decisión de continuar los estudios universitarios provocó la oposición de sus padres?
Sara Adela: Yo salí de 6to. grado y dije: ¿qué hago?... Mi papá dijo: va a la Escuela Normal. ¡Ah, no!, dije, en la Escuela Normal, son maestras, no quiero ser maestra. En esos años, las chicas que querían estudiar debían ser maestras. No tenía nada más, ningún otro horizonte. Estaban las monjas del Huerto que no tenían secundario, no había secundario en los colegios de monjas. Eran solamente primarios y se enseñaba Economía Doméstica, todo lo que se podía enseñar a las mujeres, desde pelar papas. Me acuerdo que tenía un aplazo en labores. Mire que cosa curiosa, habían tres maestras, una de tejido, otra de costura, otra de labores, otra que me enseñaba a hacer carteras y yo era vaga... No me gustaba nada, cuestión de mujeres no me gustaba. Tanto que en mi certificado de 6to. grado tenía un aplazo, un 3 en Labores y mi papá me decía, tenés que rendir y yo le decía no, no voy a rendir examen. Bueno el asunto es que yo me revelé ¡No, no! le dije a mi papá, me voy a portar mal, yo no quiero ir. Y ¿qué vas a hacer?
Me voy al Colegio Nacional. Pero si ese es de varones, me dice mi papá ¡qué te pasa a vos!... No importa, le dije, no hay donde más ir. Entonces el Colegio Nacional estaba donde es la Escuela Zorrilla ahora, el viejo Colegio Nacional que era una reliquia histórica. Antes había sido un Convento de Mercedarios. Era la Iglesia la que dominaba todo, cosa que me parecía muy bien porque la gente era de otra clase, tenía principios morales, a los chicos se les inculcaba principios morales.
Mi papá se va a verlo a Policarpo Romero que también era maestro y era amigo de mi papá. Mi papá le plantea la situación. ¿Qué puedo hacer con esta chica?... No quiere seguir en la Escuela Normal y en el certificado sale que tiene un 3 en Labores. Ah... bueno, y al 3 de la libreta lo volvió 8 y me inscribió en el Colegio Nacional.
¡Tramposo! Ahí comenzó la trampa. Tendría que rendir labores ahora. Así fue como, justamente en ese contingente, fuimos diez mujeres las que entrábamos por primera vez al Colegio Nacional. De ahí, de vez en cuando, periódicamente ingresaba una, generalmente no salían mujeres bachilleres pues ingresaban pero no terminaban.
Pregunta: ¿Cómo se sentían ustedes, entre tantos varones?
Sara Adela: Las mujeres se desconocían con los varones. Para mí, desconocidos. Tenía alguno que otro compañero para dirigirle la palabra, consultarle alguna cosa, pero ¡no!... era un apartamiento total entre mujeres y varones.
Pregunta: ¿Los muchachos no las hacían sentir incómodas?
Sara Adela: No. El primer día fue divino. Eso no me voy a olvidar jamás. Si usted recuerda el edificio, en el primer patio hay una recova muy bonita. Pero como el 1er. año era muy numeroso nos llevaban a otro patiecito que había más adentro. Un patiecito con piso de laja, todo eso me acuerdo... Nos llevaron ese día y éramos niñas de medias cortas y moño en el pelo (ríe). Salimos todas formaditas de ahí y, al salir, encontramos una doble fila de compañeros varones, todo el curso que era una cosa extraordinaria... ¡Un espectáculo ver llegar mujeres!... Entonces nos hicieron una especie de pasillo y las mujeres pasábamos con la cabeza gacha... Claro, yo tenía 13 años. Nunca había salido de mi núcleo familiar. Porque era así la cosa. Cuando uno tenía padres severos como los míos todo era estudiar y trabajar. Como le cuento salimos todas avergonzadas, con las cabezas gachas. Tal vez habría alguna pizpireta, ya no me acuerdo, ¿no? Pero todas estábamos terriblemente avergonzadas de mirar los muchachos que aplaudían y decían piropos. En los recreos las mujeres nos reuníamos con las mujeres y los muchachos se iban por su lado.
Pregunta: Con usted, ingresaron diez chicas, ¿cuántas terminaron el bachillerato?
Sara Adela: Yo, solamente yo. ¡Increíble!... Yo no me considero tan excelente ¿no? Pero recuerdo que nunca rendí ningún examen. A mí me gustaba mucho leer y en mi casa había una gran biblioteca. Mi hermano mayor, el médico, era como Gori, amante de los libros y que anda buscando libros. Bueno, esa biblioteca yo la debo haber leído pero no sé... sin elegir que es lo que leía, lo prohibido, lo no prohibido, ¡todo! Sin seleccionar. Claro, se decía, este autor es prohibido. Hasta no hace mucho había en la iglesia Catedral una lista de autores prohibidos que no se debían leer. Los Dumas, por ejemplo, padre e hijo y este ¿cómo se llamaba?... Ah, Vargas Vila, sus libros eran completamente prohibidos. Pero yo encontré uno de sus libros, viejito ya y dije, yo a este libro lo voy a leer [...] A ver por qué lo prohibían tanto. ¡Un libro precioso!... ese hombre como escribía las cosas... ¡tan preciosas! Yo decía ¿cómo han podido prohibir esto? Eso que era inmoral en el libro, era una pequeña cosa de lo que sucede ahora. ¡Gran pecado, el adulterio ese!... Que no era adulterio, sino una cosa tan preciosa. Lo he leído, medio roto, que le faltaban hojas. Yo creo que hay que hacer una selección en las lecturas, como en todas las cosas.
Pregunta: Cuando usted se recibió de bachiller ¿qué resolvió hacer?
Sara Adela: Me fui directamente a abrirme camino a Buenos Aires, a estudiar Filosofía y Letras.
Pregunta: ¿Le resultó muy difícil poder irse a Buenos Aires?
Sara Adela: Yo tenía un hermano mayor que ya estaba por terminar la carrera de Medicina en Buenos Aires, así que tenía ese apoyo. Claro, por eso me dejaron ir y el tío cura que tenía me había encontrado un colegio de monjas para que yo pudiera estar de pensión. Entonces, las monjas me hacen un gran recibimiento, todo muy bien, todo muy lindo por mi tío sacerdote. El asunto es que las monjas me empiezan a dar las instrucciones de cómo vivir adentro. Entrada, hasta las 18 horas. Si yo tenía que estudiar o ir a alguna parte no podía porque a esa hora, se cerraban las puertas. ¡Pero si a las seis de la tarde, recién empezaban las cosas! Eso, no podía ser. Sentía yo, porque me gustaba la vida monástica. Entonces mi hermano que ya tenía sus amistades en Buenos Aires, una familia salteña muy conocida aquí, hizo que me recibieran como otra más de la familia. Ahí estuve tres años, muy contenta. Me gustaba mucho la literatura y la filosofía.
Pregunta: ¿Cuánto tiempo cursó la carrera de Filosofía y Letras?
Sara Adela: Tres años, pero no pude terminar. Me vino una especie de "surmenage" porque yo trabajaba y estudiaba. El padre de la familia donde yo estaba era diputado nacional. Cuando llegué a 2do. año, le dije, yo tengo tiempo todas las mañanas. Quisiera trabajar y me hizo dar un puesto en la Universidad. Entonces trabajaba y estudiaba, que era lo que yo quería. ¡Éramos tantos en la familia!... Yo quería ayudar en mi casa. Una de mis hermanas, la mayor, pobrecita, era maestra. Las chicas, en 4to. año, de 16 o 17 años ya eran maestras. Y ¿dónde le daban los puestos?... en el campo y sufría enormemente esta pobre con el puesto que tenía que era cerca de la ciudad, pero no le gustaba. Entonces yo quería a toda costa trabajar para que ella renuncie y eso lo arreglé con este señor, diputado, Pablo Saravia, que yo trabajaría y a mi hermana o la trasladaban a Salta o renunciaba. Entonces preferí trabajar yo. Como le cuento, estudié ¡Me gustaba tanto!... Hace unos días encontré, entre los recuerdos que tengo de esa época una libreta de trabajos prácticos. ¿Sabe quién era el profesor? Era Cristofredo Jacob y tengo la libreta firmada por él. Para mí es una reliquia. Porque aquí yo creo que ni lo conocen. Ni saben quién ha sido él. Tuve muchos profesores ilustrados como Carlos Ibarguren, Ricardo Rojas y poetas que venían de todos lados. Me encantaba la poesía y recuerdo a Rabindranat Tagore que dio una charla en la Universidad. La he conocido a Alicia Moreau de Justo, la mujer de Juan B. Justo que fue la primera médica argentina. Creo que una de hija de ellos fue la primera dentista mujer argentina.
Se hablaba de la liberación de la mujer, del feminismo. Por supuesto que a mí no me convencía la cosa. Estaba criada en un hogar estrechamente unido a la moral cristiana, entonces no entendía algunas cuestiones. La liberación de la mujer, por ejemplo, no estaba de acuerdo con eso. A pesar que yo había sido una de las que impulsaron todo esto con el ejemplo. Por lo menos cuando decidí salir a estudiar.
Pregunta: ¿Por qué dejó la carrera de Filosofía y Letras?
Sara Adela: Me dio "surmenage" y pasé dos años descansando en mi casa, en Salta. Una cosa curiosa, yo sentía un remordimiento tan grande... Este fracaso me tenía muy mal y yo que había sido tan buena alumna y tenía buen recuerdo entre los profesores. Entonces mi mamá, que era tan enérgica, un día se pone el sombrero y se va a buscar al profesor de Matemáticas, que era el ingeniero Sosa, que estaba de presidente del Consejo General de Educación y le dice, mire ingeniero, tengo esta chica que está sufriendo, y le cuenta toda la historia. ¡Ah... no, dice, mi alumna preferida! Ya nomás le doy un puesto. Me quería nombrar de maestra en no sé dónde... Ahí me agarró un ataque. No quería ser maestra. ¡No! Yo me voy. Cualquier otra cosa, pero no maestra. Y mi mamá me dice, ¿a dónde vas a ir? A Córdoba. Así que me fui a Córdoba y me fui sola.
Pregunta: ¿Viajó y fue a vivir sola?
Sara Adela: Sí, ya tenía mis 22 o 23 años. Ya era una mujer bien experimentada. La cuestión es que mi mamá tenía una amiga en Córdoba y me decía ¿Cómo vas a hacer para irte sola? Era terrible viajar entonces. Había que tomar un tren que se llamaba Central Norte que iba hasta Tucumán. Ahí había que bajar y quedarse una noche y esperar el otro tren que se llamaba Central Argentino, así que era una aventura. Y lo hice. Me fui a Córdoba a la casa de esta señora que era Vélez de López, hermana del general Vélez. Llegué de noche a Córdoba, la estación Alta Córdoba, era una oscuridad terrible y de la estación al centro de Córdoba había una gran distancia y había que atravesar unos barrancos, donde no había edificación, no había camino, no había luces. Creo que llegué a la ciudad en un coche de caballo y me alojé en la casa de la amiga de mi mamá, una familia muy bien, llegada a menos por el asunto de la política. Así que la señora tenía una casa de pensión y ahí estuve unos días nomás porque traía una recomendación para ir a un instituto de monjas, de religiosas franciscanas.
Me voy a la Universidad de Córdoba a inscribirme, después que se había cerrado la matrícula. Entonces me encuentro con una amiga en la Secretaría de la Facultad de Odontología y me dice, ¿usted la conoce a Angélica Caro? Es mi hermana. Ay... me dijo, hemos sido tan amigas, tan compañeras. Esa chica ha sido la primera odontóloga salteña, se llamaba Elia Aracil, que se casó con un profesor de la facultad y estaba trabajando en la secretaría. Fue la primera odontóloga salteña, pero se quedó en el Sur y creo que no trabajó nunca como dentista, porque se casó con el profesor, que le dije. También hablan de otra odontóloga, yo la conocí porque la atendía a mi mamá, pero no tenía nada de Salta. Era italiana, se había recibido en Bolivia y vino acá a trabajar y como vio que no iba a ganar mucho dinero se volvió a ir. Se llamaba Blanca Rossi, tenía el consultorio en la calle Leguizamón y se casó con un boliviano y se fue a Buenos Aires.
Pregunta: ¿Cuándo usted volvió con el título de odontóloga, no había en Salta ninguna mujer dentista?
Sara Adela: No, no había ninguna. Yo fui realmente la primera dentista salteña. Pero usted sabe que lindo que era. Venían las mamás y me decían, ay... que suerte. Así le dejo con tranquilidad mis hijas, sino las tengo que acompañar hasta que el dentista las atienda.75
En el nivel político los descendientes de inmigrantes solían presentarse como defensores de los grupos populares y, de hecho, se convirtieron en dirigentes de los partidos opositores al conservador. Por ejemplo Arturo Gambolini, conocido periodista, José María Decavi, Juan Peyrotti, Ernesto Bavio, Ricardo Mezzone y otros dirigentes y militantes del Partido Radical.
Estos sectores poblaron zonas aledañas al centro de la ciudad. Según la fortuna, poseían casas lujosas o modestas de variados estilos arquitectónicos. En algunas de ellas las dependencias internas ganaron en confort. Contaban con luz eléctrica, agua corriente y drenajes adecuados. También en la construcción y ubicación de las viviendas se advertían las diferencias económicas de los sectores medios. Pero sus usos y costumbres marcaron cambios en la Salta tradicional. Integraron las filas de los sectores medios de modestos recursos los empleados administrativos. El censo de 1914 clasificó a los asalariados de la administración pública en: municipales, provinciales, nacionales, empleados bancarios, judiciales, escribientes, maestros y profesores de origen criollo o extranjero.
Los individuos de estos sectores, al igual que los artesanos muy calificados y pequeños propietarios, gastaban la mayor parte de sus ingresos en pago de impuestos, deudas, vestimenta, educación de los hijos, salud, suministros, y algunos ahorros para hacer realidad el "sueño de la casa propia".
Sobre la génesis de algunos de los sectores medios salteños transcribimos la virulenta e increíble afirmación del Dr. Bernardo Frías. En su "Historia del General Güemes" dice muy suelto de cuerpo:
"[...] Flotaba al pie de esta parte distinguida de la sociedad otra clase intermediaria, nacida de los caprichos y de la especialidad de nuestra antigua población... del fruto que en ilícitos y ligeros amores producía en aquella clase (la plebe) la juventud decente -que era rica, aventurera y galante en celebrado extremo- vino a producirse el tipo del cholo, cuyo color blanco en unos; bastante oscuro en otros; generalmente de cabello rubio, cantaba bien alto su origen, y llegó, en su crecimiento, a formar la clase ligeramente acomodada de los barrios pobres y alegres".76
Semejante apreciación fue compartida por otros escritores locales. El discurso de los intelectuales de elite presentaba con demasiada frecuencia, a los integrantes de los grupos subordinados, con caracteres casi caricaturescos que nos dejan la penosa impresión de incapaces totales.
Los espacios populares en la ciudad y en la campaña
Entendemos por grupos populares a los conformados por la gran mayoría de la población. Mayoría que ofrece al observador una fisonomía más uniforme por sus carencias: imposibilidad de acceso a la educación, salud, vivienda digna y sujetos siempre al desempleo y a la inestabilidad económica.
El llamado sector popular lo conformaban artesanos de vida frugal y ahorrativa, cuentapropistas, baja burocracia provincial y nacional integrada por: policías, porteros, ordenanzas, carteros, mecánicos, placeros, barrenderos, recolectores de basura, trabajadores de pala y pico. Todos ellos sujetos a los humores de los jefes y a los cambios políticos. El otro sector cuantitativamente importante, estaba integrado por trabajadores que vivían, a merced de sus empleadores. Llevaban una vida penosa cercana a la miseria. Participaban de una mínima distribución de la riqueza por la explotación de los recursos naturales como el de hachar, transportar y vender, leña, quema de carbón, extracción de áridos, arreglo de calles y paseos públicos, construcción y otros menesteres de servicio.
Habitaban ranchos estrechos levantados en los suburbios de la ciudad donde reinaba la promiscuidad y el alcoholismo. Las riñas domésticas, el abandono de niños, la existencia de mujeres solas, responsables de alimentar a una prole numerosa, constituían la nota dominante en los arrabales salteños.
El gobernador Castellanos desnudó el problema del alcoholismo en su real dimensión y lo atribuyó:
"[...] a la alimentación insuficiente o malsana. El hambre lenta busca el engañoso alivio del alcohol".77
A fin de mejorar la dieta popular presentó un proyecto de ley para implementar pequeñas chacras para el cultivo de hortalizas y árboles frutales.
Para este sector la política era, salvo excepciones, una cuestión episódica que perturbaba poco o nada su existencia y no cambiaba sus formas tradicionales de vida. Recordemos que el texto de la Constitución de 1906 establecía el voto calificado y otorgaba el derecho a votar sólo a quienes supieran leer y escribir, en una provincia con un altísimo número de analfabetos. Estos no tenían derecho a votar pero en las campañas electorales participaban activamente como fuerza de choque al mando de sus patrones. En estos entreveros se destacaban los mulatos, despreciados por ambiciosos, levantiscos e insolentes, condiciones tan detestadas por los señores, que se refieren a ellos en estos términos:
"Así es el mulato, la canalla abyecta, borrachona, pechadora, que aprovecha la ocasión política. Son la hez de la ciudad, el deshecho de las faenas rurales, el desperdicio de los gremios honrados, la resaca de las pequeñas industrias laboriosas y probas”.78
Se denominaba mulatería al modo servil y astuto de conducirse para medrar en política. En los periódicos, los rivales políticos se ofendían llamándose mulatos. En 1921 un opositor insultaba al director de "El Cívico Intransigente" acusándolo de periodismo mulato y de ser "un mulato moral y físicamente”.79.
En los pueblos del interior, los ancianos trasmitían valores tradicionales mediante sentencias. Entre otras cosas, condenaban la apropiación de usos y modas de los señores, por parte de etnias y grupos subordinados. Una vieja sentencia decía:
"No hay peor cosa que indio malcriao, colla refinao y mulato engominao."
Tanto los mulatos, mestizos y aborígenes que constituían la masa de los trabajadores fueron considerados como haraganes, viciosos y sin perspectiva de futuro y se remarcaba la diferencia con los trabajadores de origen europeo. Hacia 1915 se da cuenta de la influencia benéfica que los hábitos y formas de vida de los inmigrantes ejercieron sobre la población nativa.
El Dr. Ricardo Aráoz, quien fuera fundador de la
Asistencia Pública Municipal de Salta, en 1915 hablaba del cambio operado en
los trabajadores salteños:
"El obrero y su familia van perdiendo paulatinamente sus antiguos hábitos de holganza, son menos afectos a la bebida que los hacía en no lejanos tiempos, seres degenerados y de instintos condenables. La conducta y sobriedad del obrero extranjero, la educación difundida por todos los ámbitos de la provincia, el estímulo natural que el bienestar de los demás despierta [...] han logrado regenerar a nuestro hombre trabajador a tal extremo que ya son numerosas las familias de estos que gozan de una situación pecuniaria desahogada".80
Los problemas más agobiantes de los sectores subalternos fueron, según se dijo, carencia de trabajo y falta de educación, salud y vivienda. A comienzos del siglo XX comenzaron a nuclearse en asociaciones para defender sus derechos. Una de estas asociaciones fue la Liga de Inquilinos. Se trataba de un proyecto novedoso para defenderse de los precios abusivos de los propietarios de casas y habitaciones. Al parecer no guardaban relación con las malas condiciones de las propiedades y sobre todo con la fuerte crisis económica:
"[...] De esta Liga de Inquilinos formaban parte familias de clase media y trabajadores a jornal".81
Notas del capítulo 6
1 (1989) Di Tella, Torcuato. Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas. Bs. As. Punto Sur Editores. P. 219.
2 (1938) Palermo Riviello, José. Reminiscencias Salteñas. Medio siglo atrás. Junta de Estudios Históricos de Salta. Buenos
Aires. P.69.
3 (1918) Diario "El Radical". Salta.
4 (1998) Historia de don Ramón. Anexo Nº 14.
5 (1999) Historia de doña Ceferina. Anexo N° 4.
6 (1999) Historia de don Felipe Eduardo. Anexo N° 1.
7 (1967) Graciarena, Jorge dice "El término "grupos oligárquicos", lo mismo que el de "oligarquías", será usado como si tuviera un contenido que se refiere principalmente a su carácter de grupos de poder, es decir, que de alguna manera participan y pesan fuertemente en el poder político de una sociedad [...] Para unos, las estructuras de poder son todas ellas oligárquicas y, para otros, son elitarias, sin que se llegue a saber ciertamente cuales son las diferencias [...]" "Poder y Clases Sociales en el Desarrollo de América Latina. Paidos. Buenos Aires. Pp. 17 / 46.
8 (1934) Diario Nueva Época. Salta..
9 (1975) Gatti, Luis María hace notar los cargos ocupados en las administraciones Provincial y Nacional por el Dr. Robustiano Patrón Costas quien: " [...] Fue Ministro de Hacienda de la Provincia (1901-1904), Ministro de Gobierno de la Provincia (1910-1913), Gobernador de la Provincia (1913-1916), Presidente del Senado de la Nación, del Partido Demócrata Nacional y de la Concordancia entre 1930-1943) y culminó su carrera política como candidato a la Presidencia de la Nación por el Partido Demócrata Nacional, candidatura frustrada por el Golpe de Estado del 4 de junio de 1943". Trabajo "Plantación, campesinado y manufactura". Centro de Investigación CLACSO. Universidad Nacional de Misiones Centro de Investigación Social. Facultad de Ciencias Sociales. Inédito. P. 23.
10 (1995) Ibarguren, Carlos. Discurso pronunciado con motivo de la muerte del Dr. Indalecio Gomez, el 18 de marzo de 1920, en Revista Claves. Mayo de 1995. Salta.
11 (2001) Historia de don Salvador. Anexo N° 6.
12 (1944) Aráoz, Ernesto Miguel. Al margen del pasado. Librería y Editorial La Facultad. Buenos Aires. P. 102.
13 (1938) Palermo Riviello, José. Obra citada. P 62 y 66.
14 (1937) Nuevos Rumbos. Obra citada. P. 272.
15 (1935) Encuesta a las madres cristianas en diario Nueva Época. Salta.
16 (1915) Gran Guía de la República Argentina. Kraft. Buenos Aires. Tomo II. P. 1651.
17 (1989) Usandivaras de Torino "Un tiempo que yo viví. Salta. Ediciones Inti. P. 27.
18 (1915) Idem nota 16. Pp, 1642 a 1663.
19 (S / R.) Cornejo Linares, Juan Carlos. Historia de un Despojo. (La verdad sobre el pleito Michel Torino). Salta P. 24.
20 Antenor Sánchez formó parte de la Legislatura de Salta como diputado durante el gobierno de Joaquín Castellanos (1919-1921)
21 (1977) Dávalos, Juan Carlos. El Viento Blanco (cuento) en Cuentos y Relatos del Norte Argentino. Buenos Aires. Espasa Calpe. P 16.
22 (1997) Dávalos, Juan Carlos. Obras Completas. Obra citada. Tomo I. P. 282.
23 (1919) Diario "Nueva Época" Salta.
24 (1919) Idem anterior
25 (1919) Idem..
26 (1906) Constitución de la Provincia de Salta. Reformada por la Convención Constituyente de 1906. Publicación Oficial. Compilación ordenada de las Leyes de la Provincia de Salta y sus Decretos Reglamentarios. (Autorizada por ley del 14 de Abril de 1928 y ordenada por Decreto del 22 de Octubre de 1934). P. 3532.
27 (1998) Historia de don Carlos. Anexo N° 9.
28 (2001) Historia de don Salvador. Anexo N° 6.
29 (1998) Historia de don Carlos. Anexo N° 9.
30 (1997) Dávalos, Juan Carlos. Obras Completas. Tomo II. P. 777.
31 (1934) Diario Nueva Época. Salta.
32 (1935) Diario Nueva Época. Salta.
33 (1944) Informe oficial del Jefe de Policía de Salta, Federico Donadío.
34 (2001) Historia de doña Lucrecia. Anexo. N° 3.
35 (1935) Diario Nueva Época. Salta.
36 (2001) Historia
de doña Lucrecia. Anexo N° 3.
37 (1985) Marvin Harris. Introducción a la Antropología General. México. Editorial Alianza. Pág. 593.
38 (1976) Hamza Alavi. Las clases campesinas y las lealtades primordiales. Barcelona. Cuadernos Anagrama. Pág. 76 y 77.
39 (1906) Constitución de la provincia de Salta. Sección VI. Del Régimen Municipal. Obra citada. Pág. 3562.
40 (1976) Hamza Alavi. Obra citada. Pág. 69.
41 (2000) Historia de doña Claudia. Anexo N° 15.
42 (1921) Publicación Oficial. Memoria de Gobierno de Joaquín Castellanos. Obra citada. Pág. 646.
43 (2001) Historia de don Salvador. Anexo N° 6.
44 (2000) Historia de doña Claudia. Anexo N° 15.
45 (1999) Historia de doña Ceferina. Anexo N° 4.
46 (1961) Revista editada por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas. Salta.
47 (1975) Gatti, Luis María. Obra citada. Pág. 11.
48 (1931) Gorriti, Juana Manuela. "Idilio", en Revista Caras y Caretas. Bs. As.
49 (1936) Aráoz, Ernesto. El alma legendaria de Salta. Obra citada. Pág. 39.
50 (1928) Dávalos, Juan Carlos. Los Gauchos. Bs. As. Editorial La Facultad. Pág. 194.
51 (1971) Frías, Bernardo. Historia del Gral. Güemes y de la provincia de Salta. Bs. As. Editorial Depalma. Tomo I. Pág. 113.
52 (1922) Gorriti, Emanuel. Informe Técnico de las Escuelas Provinciales. Salta. Imprenta Colegio Salesiano. Pág. 9.
53 (1928) Dávalos, Juan Carlos. Los Gauchos. Obra citada. Pág. 53.
54 (1936) Aráoz, Ernesto. El alma legendaria de Salta. Obra citada. Pág. 43.
55 (2002) Historia de doña Rosa. Anexo N° 16.
56 (1990) Castilla, Manuel José. "¿Cómo era?", en Obras Completas. Bs. As. Editorial Corregidor. Volumen IV. Pág. 137.
57 (1984) Primer Censo Aborígen. Gobierno de la Provincia de Salta. Siguiendo a las autoras del informe citado adoptamos el vocablo aborígen para nominar a los grupos étnicos del Chaco salteño. "Nuestro Censo Provincial utilizó el término "aborigen" por considerarlo de mayor amplitud y alcance. En efecto el uso popular lo ha consagrado y fue aceptado en lenguaje habitual por los propios pobladores autóctonos; en tal sentido, resulta significativo que ellos mismos se autoidentifiquen en lengua castellana como "aborígenes" o "paisanos". Por otra parte, y desde el aspecto linguístico-gramatical, aborígenes proviene etimológicamente del latín "aborígenes", los primeros habitantes de un país, de "ab" -desde-, y "origo" -original-, originario del país en que vive". P 3.
58 Informe de Benjamín Villafañe, funcionario de Orán, del 25 de mayo de 1879.
59 Se entiende por "Comunidades Cautivas" a los casos de Santa Victoria en arriendo y El Luracatao, de propiedad de Patrón Costas, cuyos pobladores eran trasladados al ingenio para la zafra. Cuando esta concluía regresaban a sus comunidades con novedades adquiridas en contacto con el sistema capitalista.
60 (1975) Gatti, Luis María. Obra citada. Pág. 20.
61 Las plantaciones de caña de azúcar se dividen en lotes de varias hectáreas de extensión.
62 (1998) Swenney y Domínguez Benavides. Robustiano Patrón Costas, una leyenda argentina. Obra citada.
63 Un investigador coloca, en su informe, el detalle de la paga recibida por los aborígenes que coincide con el testimonio de Don Salvador. "Jefe de caciques $ 1 por día... Indio o india mayor $ 0,40, menores de 13 años $ 0,20, más el racionamiento en mercaderías por mes". Investigación sobre los indios matacos trabajadores, a cargo del Inspector José Elías Niklison, publicada por la Universidad Nacional de Jujuy. S/R.
64 (2001) Historia de vida de don Salvador. Anexo N° 6.
65 Poema "Canto al Inmigrante", de Teresa Leonardi Herrán, en Cuadernos del Cesica. Editorial Hanne. Julio de 1995. Salta.
66 (1984) Seage, Arsenio.
Obra citada. Tomo II. P. 43.
67 (1935) Diario Nueva Época. Salta.
68 (1989) Torino, Zulema Usandivaras de. Un tiempo que yo viví. Obra citada. Pág. 19.
69 (1938) Palermo Riviello. Obra citada. Pág. 159.
70 "Rodrigazo"
se denominó a la devaluación monetaria llevada a cabo por Celestino Rodrigo,
Ministro de Economía del gobierno de Estela Martínez de Perón (1974—1976).
71 (2001) Historia de vida de don Saturnino. Anexo N° 8.
72 (1947) Vilahur, María Rosa. Ellos.... Madrid. Editado por Sociedad de Educación Atenas. Pág. 21.
73 (1999) Historia de vida de doña Estela. Anexo N° 12.
74 Diálogo con doña Catu.
75 (2001) Historia de vida de doña Sara Adela. Anexo N° 2.
76 (1971) Frías, Bernardo. Historia del Gral. Güemes y de la provincia de Salta. Obra citada. Tomo I. Pág. 78.
77 (1921) publicación Oficial. Memoria de Gobierno de Joaquín Castellanos. Obra citada. Pág. 765.
78 Dávalos, Juan Carlos. "La proclamación", citado por Gregorio Caro Figueroa en Revista Claves. Octubre de 1995. Salta.
79 (1920) Diario El Cívico Intransigente. Salta.
80 (1915) Guía de la República Argentina. Editorial Kraft. Obra citada. Pág. 1621.
81 (1919) Diario Nueva Época. Salta.