CAPÍTULO 9
Problemas urbanos. La vivienda

a) La vivienda en el espacio urbano

Los diarios describían la belleza bucólica del paisaje salteño pero, al mismo tiempo, deploraban:

"[...] la gran cantidad de ranchos en los alrededores de la ciudad que no representan el rancho de barro y paja, expresión típica del criollismo sino el de lata y maderas viejas, signo de miseria, de insalubridad y abandono. Rancho sucio donde se supone que hallan asidero las enfermedades endémicas, que debiera  ser suplantado por la casita de material, símbolo de un mejor standard de vida de los trabajadores salteños".1

El bien intencionado cronista no se plantea, en ningún momento que, de la pobreza, no se sale por voluntarismo sino por acciones sociales concretas llevadas a cabo por el Estado. Los trabajadores, con un salario de dos pesos diarios no podían acceder, ni soñando, a casas de material si ni siquiera podían acceder al rancho criollo.

Las disposiciones municipales trataron de subsanar las deficiencias higiénicas y sanitarias. La ciudad iba creciendo y extendiéndose a ritmo acelerado, en forma desordenada, sin un plan de conjunto. Esto provocó preocupación en los gobiernos de turno y justificó la creación de nuevos entes burocráticos. Así surgió el Instituto Provincial de Urbanismo y la Comisión de Urbanismo Municipal. En 1938, el ingeniero Guido, contratado para estudiar una posible regulación del crecimiento urbano, comunicaba:

"Hasta el presente era corriente la creación de un barrio por simple prolongación de arterias, calles o avenidas. En muy pocos casos estas aperturas estaban acompañadas de un trazado completo, orgánico, del barrio a crearse. La expansión pues se hacía espontáneamente con un criterio creado por los rematadores [...] cuyo objeto era exclusivamente sacar el mejor provecho económico en la venta de los terrenos".2

Era común que los nuevos asentamientos ocuparan terrenos que, hasta hacía algunos años, habían sido baldíos. Estos asentamientos no contaban con servicios de ninguna clase y sus habitantes tenían una situación totalmente precaria con pésimas condiciones higiénicas y sanitarias.

En la década del '30, por el deterioro económico generalizado, la pobreza se convirtió en una subcultura con reglas y normas propias que conllevó a la división en dos Saltas. La Salta del centro y la Salta de los arrabales. Los habitantes de esta última, como se verá más adelante, no fueron conscientes de su identidad de argentinos y hasta ignoraban la existencia de símbolos patrios y su pertenencia a la nación Argentina.

El tema es muy amplio y trataremos de que su vastedad no nos arrastre a enunciar generalizaciones peligrosas.

La manifestación más visible de la crisis fue la migración de las zonas de la campaña en busca de sobrevivir a la pobreza. Llegaron en contingentes poco numerosos pero lo suficientes para crear serios problemas habitacionales en la periferia urbana. Las orillas del río Arias eran verdaderas lavanderías donde mujeres que habitaban los suburbios lavaban ropa ajena, retirada en diferentes domicilios de la ciudad y pensiones donde esta actividad era difícil de realizar. En el diario tantas veces nombrado, se publicó la carta de un lector:

"Vaya usted a bañarse al río Arenales... El río Arias es un "sujeto" de suburbio para lavanderas habladoras y chicuelos de cara sucia que corre manso lamiendo las orillas un poco antihigiénicas de la ciudad. Pero el (río) Arenales tiene elegancia natural... Yo fui ayer con los chicos ¡Que baño espléndido!".3

Los reclamos realizados a través de la prensa dan cuenta de la proliferación del rancherío en la zona del Cerro San Bernardo, de la zona aledaña a la estación y otros tantos lugares de asentamiento de la pobreza..

En las calles cercanas al llamado "casco céntrico" paulatinamente se fueron edificando casas de buen gusto al lado de casitas humildes pero confortables. Es importante poder constatar, a través de los diarios locales el cambio de mentalidad de esos sectores. Comenzaron a peticionar a las autoridades la construcción de comisarías y escuelas, enripiado y apertura de calles nuevas y:

"[...] el cierre de tabernas, bailes y lupanares que noche a noche se convierten en lugares de juego, de beberaje y exaltación sensual".4

Los desagües pluviales inaugurados en 1908 habían sido ejecutados solo en la zona céntrica de la ciudad. Hacia 1915 alcanzaban a 1.300 las casas beneficiadas por obras sanitarias, pero quedaban barrios enteros sin ese servicio. Otro problema relacionado con la vivienda urbana fueron las viejas casonas convertidas en inquilinatos ruinosos.

El diario denunciaba:

"[...] el peligro que ofrecen la mayoría de las casas antiguas que sus dueños destinan para rentas, son edificios de los tiempos de maricastaña que en pleno centro aún circundando la Plaza 9 de julio, existen revocaditos por fuera pero destartalados por dentro [...] agréguese la falta de higiene, las malas condiciones de seguridad [...] que hacen peligrar la vida de sus moradores".5

Estas casonas de adobe, por su ubicación en el casco céntrico, solían alquilarse para comercios o pensiones. Hacia 1915 existían tres casas de pensión y ocho inquilinatos. Las casas de pensión eran habitadas por familias, hombres solos, comerciantes y artesanos con modestos talleres. Es decir, gente con entradas modestas pero seguras que les permitía costearse una mejor vivienda, si la comparamos con los conventillos.

La vida de las familias humildes fue difícil, a pesar de que los artículos de consumo fueron abundantes y algunos baratos, especialmente verduras, papas y choclos. Pero otros productos eran caros pues los fletes ferroviarios ponían por las nubes hasta los artículos de primera necesidad.

El alumbrado público era caro y según se dijo estaba en manos de una compañía inglesa.

Por la inexistencia de leyes que regulasen el precio de los alquileres, denunciaba el diario:

"[...] cada uno cobra lo que le viene en gana, sin escrúpulos de ninguna especie... difícil es que un padre de familia disponga de ganancias para cubrir alquileres de $ 150 a $ 250 que es lo que se cobra en el perímetro asfaltado de la ciudad por malas casas, la mayoría sin comodidades y carentes de obras de higiene indispensables. Hasta en el suburbio existen casuchas y conventillos que debieran cerrarse por lo antihigiénicos y que son tasados en increíbles precios".6

En la jerga municipal se denominaba a los conventillos Casas de Rentas y se hallaban diseminadas principalmente en la zona Sur de la ciudad. Diarios de época mencionan su existencia en las calles Lerma, Jujuy, San Juan, Mendoza, Ituzaingó, 20 de Febrero, los pasajes Hernández y Velarde. Por los libros municipales sabemos que en ellos las condiciones de vida eran pésimas y se llegaba a tales límites que, muchas veces, la Municipalidad tomaba cartas en el asunto y los clausuraba por:

"Deficiencias higiénicas, falta de servicios sanitarios, de instalación eléctrica [...] de piso, pintura en las habitaciones y revoque en las cocinas. Por la carencia de servicios sanitarios las aguas servidas son derramadas hacia la calzada, constituyendo un peligro para la salud pública dada las emanaciones pestilentes que se desprenden".7

Era común la costumbre de instalar en los conventillos depósitos de fruta, carnicerías, venta de leche y hasta la introducción de caballos propiedad de los inquilinos. Sus habitantes se ganaban la vida con las más diversas ocupaciones: choferes, costureras, aurigas, trabajadores asalariados, zapateros, vendedores ambulantes, prostitutas, algunas mujeres solas, viudas o abandonadas con varios hijos, que se ganaban el sustento con el lavado y planchado en casas cercanas. La mayor parte de las familias se constituían por uniones libres y unos pocos casados legalmente.

Se compartían espacios en las cocinas: fogones cuadrados de más o menos 0,35 X 0,35 cm. A cada fogón se le adosaba una pequeña parrilla sujeta a la pared. Eran encendidos con astillas, en medio de una atroz humareda y se mantenía el fuego con leña o carbón. Abundaban los braceros de hierro fundido, usados como estufa en invierno y culpables de la muerte de tantos durmientes desprevenidos. Los piletones de lavar, escasos para la cantidad de habitantes, servían para muchos menesteres: la higiene personal, lavado de la ropa y verduras, y para bañar niños y bebes.

En el patio del conventillo, escenario de la vida cotidiana, antes de comenzar la jornada podían verse mujeres desgreñadas, hombres con la clásica camiseta y con la toalla al cuello regando el piso de tierra con el agua del lavatorio enlozado. Ese patio era el lugar de las correrías y alboroto permanente de numerosos chiquillos. A su alrededor se disponían las pobres habitaciones con piso de barro asentado o de ladrillo mal cocido.

Este vivir codo a codo generaba lazos de solidaridad y también conflictos a la hora del uso de los espacios, la ebriedad y la violencia de maridos celosos.

El problema más insalubre era la existencia del llamado escusao (retrete) o pozo ciego, en cuya boca se adosaba un cajón hecho de madera o cemento, provisto de un agujero en el centro para el apoyo de las partes pudendas. Una puerta de madera desvencijada, asegurada por dentro mediante un gancho de alambre, resguardaba la intimidad y el pudor.

El nivel de vida era bajo pero no tanto como en los grupos de los arrabales de la ciudad, porque las ocupaciones de los habitantes del conventillo, permitían a una familia, el sustento indispensable. A pesar que buena parte del dinero era gastado en coca, bebidas alcohólicas y el alquiler.

A fines de la década del ‘30, muchos inquilinos, contaban con aparatos de radio a batería, máquinas de coser, vajilla de aluminio y cubiertos para comer. La mayoría de los adultos eran analfabetos. Los niños acudían a la escuela con rendimiento muy bajo.

Otros conventillos se formaban por un largo pasillo y una sola pieza, con improvisadas construcciones adicionales hechas con materiales baratos que a menudo se derrumbaban ocasionando accidentes. En verano las tormentas lavaban los techos "entortados" y las goteras mojaban las pertenencias de los inquilinos. El problema más grave de las familias arrendatarias era el elevado costo de estos tugurios pues no contaban con sueldo fijo. Costaban alrededor de $ 15. Pagarlos se convertía en pesadilla, por la amenaza permanente del desalojo. Las viviendas de este precio estaban, generalmente, en pésimas condiciones de ser habitadas y sólo con las inspecciones municipales, los inquilinos lograban algunas mejoras.

Los conventillos ubicados en los barrios sin servicio de agua corriente, debían tener, de acuerdo a las ordenanzas municipales, pozos de agua. Raramente se cumplía esta disposición y los inquilinos debían buscar el agua en los pozos públicos. La tarea penosa, inacabable, de acarrear agua, recaía en los niños.

Don Saturnino, inmigrante español que siendo niño solía vender verduras en los conventillos, recuerda:

Pregunta: ¿Usted conoció algunos conventillos?

Saturnino: En la calle Ituzaingó había dos conventillos. Ahí vendía verdura, yo. Se pagaba diez o quince pesos por una pieza. Vivía mucha gente ahí. Había una mezcla bárbara de población. Había muchos changadores del mercado de esos que iban con carretillas de tablas a descargar al mercado porque en ese tiempo no había camiones, recién en el '28 llegaron los camiones, también vivían muchos linyeras y mujeres de mala vida. Inmigrantes de Europa casi no había. Yo lo que me acuerdo es de unos hindúes que vivieron ahí muchos años y después se fueron. Los conventillos eran de muy precarias condiciones, era toda una entrada larga y diez o doce piezas a cada lado, a derecha e izquierda.8

El Dr. José Armando Caro recuerda en un reportaje los años '20 en Salta:

"Por esos años también conocí la pobreza sórdida de los conventillos. Cuando vivíamos cerca de la Escuela Urquiza, al frente de casa había un conventillo poblado por inmigrantes sicilianos y calabreses. Eran muy pobres, pero muy trabajadores por lo que pudieron abrirse paso. En aquel conventillo vi la pobreza de cerca. De ahí nace mi vocación por la justicia y, llevado por ella, decidí estudiar abogacía. Pero el tiempo y la experiencia me persuadieron de que la justicia no se administra en tribunales, sino que hay que luchar por la justicia, que es otra cosa".9

Don Ernesto, es conocedor del tema por haber vivido casi toda su vida en diferentes conventillos:

Pregunta: ¿Dónde y con quién vivía cuando era niño?

Ernesto: Yo soy huérfano. Mi madrina tenía un almacén pal lao del puente Vélez Sársfield. Era un barrio pobre, donde yo vivía, ya yendo pal lao del bajo, por ahí pasaba el río del puente i'palo. Yo era de esa zona de todo el rancherío. Había mucha pobreza cuando yo era chico. Después he ' vivio en Villa Baldovino que quedaba al final de la calle Urquiza. Todo eso era baldío en esos años. Otro barrio de gente pobre era por la San Martín y Moldes, todo eso era rancherío y la San Martín no era asfaltada, tierra, nomás. Después he ' vivio en conventillos.

Pregunta: ¿Qué recuerda sobre los conventillos en los que vivió?

Ernesto: Cuando ya tenía como 20 años he 'vivio en el conventillo de Molli, que así se llamaba el dueño, tenía una cuadra y media. El conventillo tenía tres escusao (baños) y era de adobe y chapas y estaba dividio con caña hueca y lona pintada con cal. Los que vivían ahí eran todos criollos, eran mozos de hotel, lavacopas, mecánicos, bicicleteros, todos tenían oficio, ahí. Yo entonces lavaba copas en el Café Nipón. En el conventillo los sábado eran pa morirse de risa, ahí se peleaban las mujeres por los maridos, se tiraban con la pava hirviendo.

Cuando no le pagaban el alquiler, Molli le quitaba todo a la gente: cama, radio, mesa, sillas, escopetas, hasta la ropa les quitaba. ¡Tenía un galpón lleno de esas cosas, lleno! Parecía que habían llegao los Reyes Magos. En el conventillo de Molli i 'estao siete años.

Ahí enfrente donde está Balderrama, en la San Martín había un conventillo grande también, le decían el conventillo La Pulga y eran todas piezas de lata.

Ahora sigo viviendo en un conventillo de la calle 10 de Octubre.9bis

El primer diputado socialista de América hispana, Dr. Alfredo Palacios, relata con crudeza las condiciones en que vivía la gente. De su estadía en Salta nos queda la descripción de:

"[...] los ranchos de los suburbios de la capital donde ahora viven los descendientes de los gauchos de Güemes, heroicos también estos en su miseria y su dolor sin protesta".10

Decretos y leyes dispuestos para mejorar las condiciones de las viviendas populares fueron escasos y no hubo interés, por parte del Estado, en invertir recursos en esa dirección. Caso único, antes del proceso peronista, fue el realizado durante la intendencia de Ceferino Velarde, entre los años 1936-1940, con la construcción del primer Barrio Obrero que contó con sesenta viviendas y mercado municipal propio.

b) La vivienda en el espacio rural

En el interior de la provincia el problema, salvo casos excepcionales, se agrava aún más. En su recorrido Palacios visita los lugares más inhóspitos de Salta y deja al descubierto la profunda miseria en las zonas rurales. En el norte de Salta visita una escuela donde asisten hijos de obreros y afirma:

"[...] trabajan por salarios miserables y que viven en albergues antihigiénicos".11

Al llegar a Santa Victoria e Iruya a las que no logra acceder por ser ambas focos de viruela, observa que:

"[...] es lastimoso el atraso y la miseria de sus moradores. Duermen sobre cueros, en albergues de piedra, sin luz ni ventilación". En la selva salteña es donde por primera vez vi el "huete", albergue el más primitivo de todos [...] construido de ramas y la estructura de palo a pique. Aparece en los departamentos de Anta y Orán. Estas viviendas han sido observadas por la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina, dirigida por el sabio profesor Salvador Mazza que investiga la enfermedad de Chagas en los departamentos de Anta y Orán".12

c) La Instrucción Pública

La generación del ‘80, consideró a la educación de todos los habitantes del país, como cuestión prioritaria. Los esfuerzos realizados y el impacto, fueron mayores en las sociedades urbanas que en las zonas rurales. El modelo propuesto, liberal y europeizante, privilegiaba la lecto-escritura sobre otros medios de comunicación y aprendizaje.

Así, la forma escrita se convirtió en la modalidad casi única para comunicar necesidades individuales o colectivas a través de la creciente burocracia estatal. El modelo aludido estaba estrechamente ligado a una política educativa modernizante, en desmedro de la cultura y de la educación tradicional y vernácula de viejo cuño hispano-americano. El poder central impuso a todas las provincias -sin consideración alguna- una monocultura, sin tener en cuenta la idiosincracia de cada una y sus particularidades étnicas. Las culturas del interior, eran vistas, desde la Ciudad-Puerto, como una cultura residual, sus valores cuestionados y sus creencias tradicionales signadas como supersticiones que sólo serían superables con el tiempo, la escolarización y sobre todo, con la instrucción que esta traía aparejada.

La alfabetización se sacralizó como valor positivo universal, motor para alcanzar -como Nación- "el progreso indefinido". Tal mentalidad -siguiendo a Ortega y Noriega- fue aceptada en forma entusiasta por los grupos dominantes y, poco a poco, la internalizaron los sectores subalternos. El valor del alfabetismo es innegable, pero existieron realidades extremas, necesarias de cambiar, para hacer posible el esfuerzo alfabetizador en todo el país.

La Ley Láinez impuso la enseñanza gratuita y obligatoria. En las primeras décadas del siglo XX, esta ley se convirtió en "cuestión de Estado". Era preciso enterrar el pasado reciente de luchas caudillescas y localistas e integrar los lejanos territorios del Noroeste al Estado nación.

En Salta, la Constitución de 1906 en la 7° Sección decía:

"La educación común es gratuita y obligatoria en las condiciones y bajo las penas que la ley establezca".13

Algo más tarde, en el tercer censo nacional de 1914, se prescribió la imposición legal de la duración de los estudios elementales en seis años, cuestión consagrada en Europa desde tiempo atrás.

Ahora bien, estudiar las condiciones de vida de los distintos grupos sociales, urbanos y rurales, importa mucho a la hora de señalar variables puntuales, dignas de ser examinadas. Es preciso observar, aunque sea superficialmente, la educación formal y con ella aludir, más adelante, al grave problema del analfabetismo.

La preocupación de los gobernantes fue seria pero no lo suficiente. El Estado provincial entendía que alfabetizar a la población era preocuparse únicamente de niños y adolescentes. Nada se decía de la magnitud del problema en el resto de la población. Las cifras del analfabetismo entre los adultos eran muy grandes, a tal punto que trabajadores municipales de "pala y pico", no habían aprendido, ni tan siquiera, a dibujar trabajosamente sus firmas en planillas de pago y otros documentos. Al no poder firmar colocaban la impresión digital o una cruz. Fueron también comunes los casos de algún comedido dispuesto a colocar la firma del trabajador que lo solicitaba.

Plantear los problemas de la educación, aún superficialmente, implica el abordaje de cuestiones muy complejas. ¿Cómo acercarnos, después de sesenta años, al difícil problema enseñanza-aprendizaje? Para acercarnos a tema tan complejo, será preciso introducir interrogantes claves que sirvan de ejes vertebradores de la exposición: a) Instrucción pública en Salta y recursos destinados para su implementación, b) modernización de la enseñanza elemental y primaria y mínima información pedagógica a través de diarios, periódicos, revistas y radio, c) cómo podía el maestro, transferir conocimientos abstractos, ajenos a las formas de razonamiento construidas por culturas diferentes y d) finalmente y, en estrecha correspondencia con los dos últimos ítems, preguntarnos si era posible trabajar con niños y adolescentes, en muchos casos hambrientos o abrumados por largas jornadas de trabajo.

A riesgo de caer en simplificaciones, haremos algunas consideraciones sobre los puntos señalados:

a) La Instrucción pública estuvo signada por el anhelo de progreso. Pero las preocupaciones eran más líricas que realistas. El Consejo General de Educación nombró en el cargo de inspector de escuelas de la provincia, en el año 1922, al presbítero Josue Gorriti, para que informara sobre el estado de la enseñanza, la labor de los docentes y la condición edilicia de los establecimientos escolares en la provincia. Este revelador informe nos permitió conocer la existencia de las casas-escuelas. Eran en la mayoría de los casos, construcciones precarias que prestaban un doble servicio: albergue de la directora maestra y de su familia, de las maestras y algunos alumnos. En muchos casos las aulas cumplían también la función de dormitorio. La descripción, sin pretenderlo, resulta al mismo tiempo irónica y desoladora:

"[...] este doble servicio lleva a la falta de atención al cumplimiento de sus deberes por parte de las directoras, quienes se ven a cada instante solicitadas por sus quehaceres domésticos, en las que se sienten más cómodas que en el desempeño de sus deberes escolares, máxime cuando no tienen cocinera, caso común en que las obliga alternar las tareas docentes con los apremios gastronómicos".14

Además de estos quehaceres, la crianza de animales domésticos hacía que la suciedad reinara en todas partes, a punto tal que Gorriti comenta con sorna:

"[...] el plumero resulta un señor mueble o adminículo muy poco molestado ni molestador, intangible e intangente".15

El sacerdote advertía las malas condiciones no sólo edilicias sino del mobiliario, ausencia de pizarrones, suciedad.

"Un halo de aburrimiento, desolación y tedio parece haber entrado en todas las escuelas, dejando la señal inconfundible de su paso en cuadros mal colgados, mesas derrengadas y la asimetría por donde se la busque. Ni un pájaro que cante, ni una flor que alegre la vista [...] En cambio no escasean los perros que ladran, cerdos que gruñen, gallinas que cacarean y todos estorban y ensucian la casa”.16

Al parecer eran también frecuentes los problemas cotidianos entre docentes. Para evitarlos, el inspector, sugería que en la casa-escuela se permitiera vivir a la directora, siempre que fuera soltera y el número de su familia no pasara de cuatro. Debía prohibirse también la crianza de todo tipo de animales, salvo de pájaros cantores en jaula. La descripción del mobiliario de clases es igualmente desoladora por su estado ruinoso que deja al descubierto no sólo dejadez, por parte de los maestros, sino la falta de renovación de muebles, escritorios, bancos y útiles escolares por parte de las autoridades.

Luego, el informe de marras, alude a los textos escolares, aconseja unos y censura otros con argumentos no precisamente pedagógicos. De todas formas hablar de textos de lectura en la campaña era una utopía por la falta de capacidad económica de la mayoría de los alumnos.

Los padres de los escolares, al parecer, preferían gastar sus dinerillos en otro tipo de cuestiones. Eran reacios a desembolsar en cosas útiles para el hogar y la instrucción de sus hijos pero, según el informante:

"[...] son pródigos en derrochar en embriagueces, charrerías, aperos y riendas chapadas de plata, y otras ridiculeces, que a ellos les saben a gloria y a elegancia "non plus ultra”.17

Los aspectos señalados eran serios. Pero lo realmente grave, salvo escasas excepciones, era la falta de maestras diplomadas. La gran mayoría obtenían títulos supletorios y otras ninguno. La instrucción de la mayoría de los docentes era exigua; dice el informe:

"[...] por plenamente manifiesto, desagradable y digno de la más sentida lamentación, es el lenguaje superlativamente incorrecto y hasta zafio, con que se expresan la mayoría de las no diplomadas".18

En fin, el panorama de la mayor parte de las escuelas de campaña mostraba, según el autor:

"[...] una lastimosa ruina [...] dudo que haya otra provincia argentina en mayor atraso con respecto a la instrucción pública”.19

El informe Gorriti desnuda la falta de inversión en el rubro educativo. Existía una disposición de estado denominada Fondo Escolar de la provincia, este administraba los recursos para mantener los gastos demandados por la instrucción pública. Los recursos se obtenían del Consejo General de Educación de la provincia con fondos de impuestos fiscales, aporte de las municipalidades de la capital y de la campaña, venta de tierras públicas, herencias vacantes y multas judiciales. Del Consejo Nacional de Educación dependían buen número de establecimientos conocidos como escuelas nacionales e identificados por numeración, de acuerdo a las fundaciones realizadas con presupuesto del Estado nacional en todo el ámbito del país.

Escuelas Primarias Nacionales y Provinciales en la provincia de Salta

DISTRITOS             E. NACIONALES         E. PROVINCIALES            E. PRIVADAS

Capital                              8                                  17                                  5

Anta                                   9

Cachi                                2                                    4

Cafayate                           2                                    4                                   1

Caldera                            1                                    2

Campo Santo                  3                                    5

Cerrillos                            5                                    5

Chicoana                         8                                    5

Guachipas                       3                                    3

Iruya                                  5

La Candelaria                 1                                    3

La Poma                          2

La Viña                             1                                    5

Metan                               5                                    7

Molinos                            3

Oran                                  3

R° de la Frontera           7                                    6

R° de Lerma                   8                                    5

San Carlos                       8                                    1

Santa Victoria                  4                                    

Totales20                         87                                 77                                  6

Tercer Censo Nacional de 1914

En todas estas escuelas, a las que acudían un total de 16.081 alumnos de ambos sexos, prevalecían en número los varones.

 

Escuela de San Antonio de los Cobres - Década de 1930 - Fototeca del Museo de la Ciudad

Estas escuelas eran atendidas por 476 docentes, clasificados en las estadísticas por sexos: 62 varones y 414 mujeres para atender a una población infantil de 11.005 alumnos.

En tales condiciones, hablar de modernización de la enseñanza era un planteo utópico, con respuesta quizás a largo plazo, sobre todo en la campaña. Existían revistas pedagógicas de buen nivel. A ellas se accedía mediante suscripción. Generalmente llegaban a docentes de las escuelas urbanas. Los diarios de época solían publicar algunas notas elementales sobre cuestiones pedagógicas. Dadas las distancias, éstas tampoco llegaban a los maestros de zonas alejadas. La radio, significativo medio de información, recién alcanzó su verdadero auge en los años '30 y se mantuvo hasta épocas muy actuales.

La Obra, Revista de Educación, fue pionera en el país. Los adelantos pedagógicos europeos y norteamericanos eran comentados, graficados y explicados a través de sus páginas. Esta revista fue muy demandada por los maestros de entonces. Verdadero recetario de clases de aritmética, lenguaje, efemérides, historia y geografía mundial y argentina, se ignoraban por completo cuestiones locales. También un poco de ciencias naturales, planificación de clases, guía para llevar los registros con los porcentajes de asistencia e inasistencias y material didáctico para uso del maestro en el aula. La revista promocionaba concursos de selección y publicación de libros que:

"[...] deben ser pensados y escritos, no para ser utilizados por los niños, sino para la mejor información y la ilustración general de los maestros"21

Incluía también noticias de interés docente como permutas, traslados, e intercambio epistolar. Se publicaban ocho números mensuales, abarcaba casi todo el año lectivo. A partir de 1949 salió en forma mensual en tiradas de más de ochenta páginas y un anuario especial. La suscripción anual costaba $ 16 en el año ‘49. Esta revista, muy importante para la época comenzó a ser enviada, más o menos en 1928, en forma gratuita a las escuelas Láinez, por el Consejo General de Educación de la Nación a los directores escolares, quienes debían ponerla a disposición de todos los docentes. También llegaban a las escuelas nacionales cuadernos, lápices y libros de lectura. Las escuelas ubicadas en zonas carenciadas recibían ropas de abrigo, zapatos, guardapolvos y unos "yumpers", tipo de sobrevestido que llegó a ser, en los pueblos, una especie de distintivo de pobreza. Finalmente tanto en las escuelas Láinez como en las provinciales, fue instituida la "copa de leche". Todo esto implicó un esfuerzo realmente importante, en las condiciones generales del país.

A pesar de esto, los libros de lectura merecen un párrafo aparte. Desde el hoy se hace posible criticar las reproducciones gráficas de los libros de lectura de la escuela primaria: héroes jóvenes, bellos y rubios. La casa, santuario de la familia, mostraba un chalecito del más rancio gusto burgués. A lo largo del año las lecturas mostraban las distintas dependencias: porche, sala de visitas, escritorio, comedor, dormitorios y baño con sus instalaciones, que poco o nada decían a los niños de la campaña y de los arrabales urbanos. Sería todo un tema estudiar el manejo ideológico a través de los libros infantiles y la siembra de desprecio hacia los grupos aborígenes. Extraña cuestión, si tenemos en cuenta que nuestro Norte está poblado de indios y mestizos descendientes de diferentes grupos étnicos, algunos casi extinguidos y otros que conservaron su idioma, tradición e historia a pesar de la acción disolvente, ejercida por docentes sin adecuada preparación. Esta cuestión fue captada por Juan Carlos Dávalos en su visita a la escuela de Susques, paraje de la Gobernación de los Andes:

"[...] Los chicos, casi todos, saben leer si por ello entendemos la actitud de pronunciar las palabras que el alumno va viendo en el libro, pues lo que es el contenido no lo alcanzan, ni lo entenderán [...] y es lógico, porque los textos, con sus correspondientes ilustraciones, se confeccionaron para los chicos de nuestras grandes ciudades, para niños de raza y cultura europea, como lo son todos los argentinos".22

En las escuelas la inscripción de los niños era buena. A pesar de ello los resultados escolares, salvo en pocos colegios y escuelas de la ciudad, eran pobres y la deserción, en las zonas rurales, francamente desalentadora.

El informe Gorriti dice sobre la deserción escolar:

"La mayor o la menor concurrencia de los niños a las escuelas depende de tres causas principales: lª la cooperación de la autoridad policial, 2ª el horario escolar y 3ª el crédito de la escuela según el personal docente".23

La policía colaboraba para obligar a los padres a enviar a sus hijos a la escuela y llevar a los estudiantes remisos a estudiar. Sostenía que los horarios matutinos, en las escuelas-casas incitaban a la vagancia a los maestros pues dormían hasta tarde y se preocupaban más de sus quehaceres domésticos que de la enseñanza. Dejamos a cada cual sacar sus propias conclusiones.

Más adelante expondremos las causas reales del desgranamiento escolar.

Sería una pedagogía reduccionista no valorar los esfuerzos alfabetizadores. La escuela elemental, no daba por sí misma el bienestar y el progreso pero proporcionaba herramientas indispensables para iniciarse en el mundo laboral y en otro mundo social.

La necesidad de formación de maestros hizo que el gobierno central diseminara las escuelas normales de maestros, a lo largo y a lo ancho del país. Complementaron este esfuerzo colegios religiosos -Colegio Santa Rosa de Viterbo y Colegio del Corazón de Jesús- Estos colegios en calidad de incorporados a la Escuela Normal, otorgaban título de maestras normales nacionales.

De acuerdo a los testimonios no fue fácil el ingreso a la Escuela Normal Nacional de Maestras.

Doña Estela, maestra normal nacional, comenta:

Pregunta: ¿Dónde obtuvo usted su título de maestra?

Estela: En la Escuela Normal de aquí de Salta. Para entrar a estudiar a la Normal había que ser de apellido. La Normal era para las niñas bien, para la clase media, entrar era difícil. Sólo entraban las recomendadas, con mucha reticencia. Yo me acuerdo de una hermana mía que no la querían dejar entrar, que no podían, que no tenían lugar. Entonces mi papá, que era un furioso radical, como don Pablo Saravia, don José María Decavi, don José María Navamuel, mi papá fue a buscar a don Pablo y le dijo que no le querían dar lugar a mi hermana en 1° año de la Escuela Normal. Entonces don Pablo fue a hablar con la directora y le dijo: "hola, Ernestina, te traigo a esta niña para entrar a estudiar y así entró. Para que veas como era la cosa. Y las niñas eran muy tiradas para atrás para tratar con nosotras. Se hacían las grandes. Cuando yo entré tendría más o menos 13 o 14 años, clase 1911 y entré por unos exámenes selectivos que no sé si se lo hacían a todas. Pero las que "teníamos mate" entrábamos.

Pregunta: ¿Cuáles fueron los problemas más sentidos por los docentes?

Estela: Las hijas de la gran sociedad eran las privilegiadas para los puestos docentes. Sólo ellas en la ciudad, las demás en la campaña a donde se llegaba a lomo de mula. Yo y todas mis hermanas fuimos maestras y somos siete y todas fuimos al campo: Embarcación, Orán, etcétera. Una de mis hermanas fue a Cachi, una soledad terrible. Ninguna de apellido iba a esos lugares. Avelino Figueroa que era presidente del Consejo de Educación y era un viejo conservador una gente lo habló para que le nombre la hija maestra en la ciudad. Pero Avelino les dijo: "yo se las puedo nombrar pero en la campaña, porque los puestos de la ciudad ya están reservados". Para que veas como era la cosa, como eran las luchas para llegar arriba y avanzar en la carrera docente.24

Don Salvador, relata sus vivencias como campesino y su ascenso en el trabajo por haber aprobado cuarto grado de la escuela primaria:

Salvador: [...] Nos fuimos al ingenio San Martín. Ahí cumplí los diez años y recién fui a primer grado inferior, porque antes no podía. Mi padre estaba de un lado a otro trabajando en distintos lugares y no se podía ir a la escuela.

Pregunta: ¿Hasta qué grado cursó regularmente en la escuela?

Salvador: Ahí en el Tabacal, en el ingenio San Martín, estuve hasta cuarto grado. Antes eso era como una conquista, era la terminación de los estudios. Llegar a cuarto grado era la terminación de los estudios primarios. Los chicos iban grandes a la escuela. Cuando terminaba el cuarto grado le daban a uno un certificado de terminación de estudios primarios ¿no?... Este certificado que le muestro era una conquista del Dr. Robustiano Patrón Costas en el Senado de la Nación. Pero tenía el objeto de ocupar chicos que eran mano de obra barata ¿no?... Así ya tenían los estudios elementales completos, entonces los chicos iban a trabajar. Mano de obra barata y eran muy útiles en la agricultura... todo porque los chicos del campo se hacen hombrecitos a muy corta edad ¿no?25

Doña Hortensia, informante ya aludida relata sus dificultades para poder estudiar:

Pregunta: ¿Usted pudo hacer la escuela primaria completa?

Hortensia: No. Hice sólo hasta 5to. grado. Ya después decían suficiente, ya saben leer y escribir, demasiado. ¡Para qué quieren más! Así que tiré hasta 5to grado y después ya no quiso más mi papá que vaya. Cuando me casé terminé la primaria, ya teniendo dos hijos. Mi marido era muy machista y yo contra la voluntad de él, insultándome, viéndole la mala cara pude llegar hasta 2do año. Otra compañera mía había pasado a la Escuela Normal y algunas llegaron a ser directoras de escuela y yo nada, no pude, hasta 2do. año y ¡chau!. Me despedí del estudio.26

En la provincia dos instituciones estaban encargadas de la educación elemental: una local, el Consejo General de Educación Provincial y el Consejo Nacional de Educación. En las zonas urbanas y rurales de ambas jurisdicciones había escuelas de primera, segunda, y tercera categoría y, finalmente escuelas de Personal Único. Tal calificación se determinaba por: el número de docentes, número de alumnos e importancia de la localidad donde estaba emplazada la escuela.

d) Analfabetismo

Los sucesivos gobiernos salteños, epidérmicamente liberales, siguieron "al pie de la letra" los lineamientos centralistas de la política educativa, impuestos desde la Capital. Para ellos, también instrucción y progreso marchaban juntos. Y, en forma totalmente voluntarista suponían que, superado el escollo de la falta de instrucción, el desarrollo económico sería inmediato. Convirtieron el alfabetismo en panacea para alcanzar el desarrollo y salir de la pobreza. Idea simplista. En realidad el desvelo alfabetizador travestizaba graves problemas sociales: pobreza, hambre, desnutrición y sobre todo enfermedades endémicas: bocio, paludismo, mal de Chagas, cólera, tuberculosis y enfermedades venéreas.

 

Planilla de jornales de los empleados municipales en 1933 -
Archivo Municipal de Salta

Nada se decía de los niños de zonas rurales retirados por sus padres de la escuela durante las épocas de siembra y cosecha, procesos agrícolas que duraban más de seis meses. Los niños campesinos asistían, si podían, sólo tres meses a la escuela. Muchos otros, destinados al pastoreo de rebaños de cabras y ovejas eran enviados desde el alba a la oración, retenidos en zonas escarpadas y tan lejanas que ignoraban hasta la existencia misma de la escuela. El analfabetismo fue un problema general, no tan sólo en los niños, sino en la mayoría de la población. Don Juan Carlos Dávalos dejó, en excelente prosa, páginas de notable crudeza sobre la ignorancia del gaucho:

"[...] gente que jamás ha hecho un negocio, que jamás ha montado en auto, ni en tren, ni en vehículo alguno [...] gentes que no tienen apuros, ni vencimientos, ni obligaciones sociales ni cavilaciones literarias. Que ignoran la química y la mecánica y la metafísica y que careciendo de toda civilización, resultan corteses camaradas, leales amigos y respetuosos prójimos".27

El entusiasmo del autor citado, suena casi a panegírico de la ignorancia. Expresa la mentalidad del grupo dominante y este paternalismo explica, en parte, la ausencia de iniciativa, creatividad e inventiva en los sectores campesinos. Estos no conocían incentivos de ninguna clase, sólo sabían que serían aceptados y alabados mientras permanecieran en su inmovilismo.

El analfabetismo involucra una serie de cuestiones que pasan no sólo por la incapacidad de leer y escribir. Pasan por la ignorancia de derechos laborales, políticos y en general, los individuos en tal situación son incapaces de cualquier tipo de resistencia razonable. Hay algo más grave aún y es que el apelativo nos pone frente a la cuestión del "otro". El apelativo analfabeto -dice Pablo Freyre- constituye una señal indicativa del "otro". Es para el portador una rúbrica vergonzante, un estado anormal y en el juego de pertenencias y diferenciaciones que constituye la identidad, el hecho de dar a otro el mote de analfabeto implica la segregación social.

El analfabetismo se utilizaba y se utiliza para:

"[...] conseguir particulares formas de regulación social y moral, que dan como resultado la ignorancia y sirven para silenciar toda actividad crítica.28

Para intentar explicar la visión de los sectores dominantes sobre el problema de la instrucción debemos analizar la escolarización en ámbito y tiempo histórico específico.

La escolarización implicaba, para la elite, rescatar para la "civilización" a los sectores populares marginados, mediante la alfabetización. Esta fue entendida, en sentido estricto, como:

"[...] la posibilidad de adquisición de la representación escrita de un lenguaje, tanto la alfabetización de niños como de la de adultos, supone también la adquisición simultánea del sistema de representación por escrito de cantidades y de operaciones elementales con dichas cantidades".29

El analfabetismo, como Jano, tiene dos caras: no se trataba sólo de escolarizar, sino de solucionar, en forma paralela, los graves problemas sociales, ya mencionados. En la sociedad salteña había enraizado la idea de que el pobre era responsable de su pobreza e ignorancia por primitivismo y falta de voluntad para someterse a la disciplina escolar.

El concepto de enseñanza común manejado por los teóricos del censo de 1914 habla de unificación de la misma:

"[...] La enseñanza común debe impartir conocimientos generales para que el joven pueda incorporarse más tarde a los altos estudios o incorporarse a las profesiones manuales. La enseñanza común debe ser un factor que vigorice el organismo nacional poblando el desierto y UNIFICANDO (sic) a las variedades étnicas, debe ser instrumento de riqueza y desarrollo... para actuar en la vida como elemento productor... se especializan los conocimientos para que al abandonar el aula pueda el estudiante trabajar en la profesión manual que haya elegido”.30

En la práctica, alargar los estudios elementales, fue abiertamente rechazado. A lo sumo se consiguió, para completar esos estudios el término de cuatro años.

"[...] la enseñanza denominada infantil o elemental era tan mínima que no alcanzaba a dar al niño los elementos más simples y rudimentarios circunscriptos solo a aprender a leer, escribir y contar [...] la escuela no reduce el analfabetismo ni sus efectos cuando ella no cumple la misión que le corresponde reduciendo el ciclo escolar que dará el margen de la enseñanza en plena ignorancia y complicando aún más nuestros problemas sociales por la enorme cifra que todos los años exhibe la estadística con realidad abrumadora".31

Interesa también conocer que los fines y objetivos de la enseñanza elemental impuestos por la nación eran similares a los que se planteaba la provincia: formación de la conciencia nacional, educar para el progreso y el adelanto material. Los instrumentos de la unidad nacional fueron lengua, religión e historia nacional. Esta disciplina fue muy importante para reafirmar la idea de la malicia y la incapacidad congénita del aborigen y negar su protagonismo en la historia nacional. Esta visión unilateral se impuso a las masas de la provincia. La educación hegemónica dio frutos en los centros del poder político.

Arriba se aludió a la división en categorías de las escuelas y a las escuelas de Personal Único. Estas se levantaban en las zonas más inhóspitas de la provincia aunque en general en todo el país. En ellas la maestra, (son contados los hombres que trabajan en la docencia) era al mismo tiempo directora y responsable de la atención de educandos de primer grado inferior a cuarto grado. Predominaba la escuela-rancho. Docentes mal pagados debían convivir en las escuelas con niños de lugares alejados. Estos debían permanecer allí, toda la semana. Llevaban para comer pobres raciones consistentes en trozos de charque, un poco de maíz tostado y queso de cabra. No era raro que alguno de ellos no llevaran nada, y la maestra se veía obligada a compartir sus alimentos.

Doña Estela, maestra jubilada, salteña de 91 años y una de las primeras mujeres peronistas, diputada en la Legislatura salteña, que se desempeñó varios años en escuela de Personal Único en la campaña, recuerda:

Pregunta: ¿Cómo vivía la gente en la campaña?

Estela: La miseria que había entre la gente en la campaña era espantosa. No había leyes de protección de ninguna índole. Manejaba como estancia el jefe de policía de turno. Yo anduve por los Valles y ahí tuve ocasión de ver eso. Era gente que nunca andaba calzada porque no podían, se hacían ojotas con gomas viejas. No conocían ni alpargatas. Tenían los talones rajados así (señala). Yo me sentía resentida, medio enemiga de los terratenientes pero no participaba, no podía participar. La pobre gente arrendaba un campo y de lo que producía le tenía que dar el 50% al patrón, porque la tierra era del patrón.

Entonces que le quedaba a la gente sino vivir a orillas de las fincas y si les iba mal en la cosecha, peor.32

Los maestros de las escuelas nacionales recibían mejores sueldos que sus pares provinciales. Los docentes de ambos sistemas cobraban sus haberes mensuales con mucho retraso.

A pesar de los loables esfuerzos, tanto de la nación como de la provincia en la lucha contra el analfabetismo, este continuaba siendo un flagelo en Salta.

Las cifras proporcionadas por el Tercer Censo Nacional de 1914 son más elocuentes que todos los discursos:

Analfabetos de más de 14 años de edad

Zona                                      N° de analfabetos

Urbana ................................... 10.165

Rural ...................................... 44.196

Total de analfabetos ........... 54.361

El porcentaje de analfabetos era muchísimo más alto entre las mujeres que entre los hombres. Tal diferencia descubre otra de las tantas formas de discriminación de la mujer, en la sociedad tradicional.

Analfabetismo por sexo

Zona urbana        Varones ................. 3.476 ..............................

                               Mujeres ................. 6.689

Zona Rural           Varones .............. 20.590

                               Mujeres .............. 23.606

TOTALES            Varones .............. 24.046

                               Mujeres .............. 29.295

Analfabetismo infantil

Sobre una población en edad escolar de 28.838 niños de 6 a 14 años, no recibían instrucción el 51,5%:

            Analfabetos............................ 12.606

            Semialfabetos............................. 290

            Alfabetos.................................... 1956

            Totales................................... 14.852

La población escolar infantil que recibe instrucción, es de 48,5%:

            Fábricas y talleres ......................... 0

            Escuelas................................ 12.619

            En su domicilio ...................... 1.367

            Totales .................................. 13.986

(Sumados ambos totales da como resultado la población escolar de 28.838 niños)

Es de importancia destacar que existían zonas en el interior de la provincia donde era realmente abrumadora la cantidad de analfabetos: oscilaban entre el 78,9% y el 92,9%. Como puede verse el panorama no era nada alentador, por el contrario el gobernante reformista tenía que estudiar todas las posibilidades que harían factible sus reformas. Salta no parecía ser el escenario, ni medianamente adecuado, para leyes avanzadas.

Resulta esclarecedor el testimonio de doña Claudia, de 76 años, jubilada como empleada doméstica. Explica con cándida frescura porqué su padre no dejaba a sus hijas mujeres asistir a la escuela:

Pregunta: Señora ¿cuánto tiempo asistió a la escuela?

Claudia: Yo i' ido tres meses nomás. No me han mandao a la escuela porque yo tenía que remar en la casa, lavar pa los chicos, cuidar las gallinas, los chanchos, sacar leche a las chivas, pa todo era yo en mi casa. Mi criao trabajando... trabajando, yo. Pero no era nada pa mí. Yo cantando hacía las cosas.

Pregunta: ¿Cuántos años tenía, cuando asistió a la escuela?

Claudia: ¡Velay! [...] No me acuerdo! [...] Chica era, de 9 años por ahí sería. Me han sacao nomás. Mi papá decía ¡No, a estas chinas no las viá mandar a la escuela!... Porque lo primerito que aprienden son a escribir cartas a los novios. No era eso, es que yo era la mano derecha de mi mamá.

Pregunta: Cuándo comenzó a trabajar como empleada doméstica ¿sus patrones la mandaron a la escuela?

Claudia: No. [...] no me mandaron a la escuela. La escuela quedaba en La Cruz, lejos de La Quesera. Qué via ir si yo ido pa trabajar, no pa ir a la escuela.33

Don Ernesto, el lustrabotas de la esquina del Cabildo, comunica:

Pregunta: ¿Usted fue a la escuela?

Ernesto: Poco, poquito, i hecho hasta segundo o tercer grado nomás. Porque de día tenía que trabajar, iba a la escuela nocturna, entraba a las ocho de la noche y salía a las diez, iba a la escuela Mariano Cabezón.34

e) Prostitución. El Sifilicomio

"Camino cerca de ellas indecente
sé que excita y afecta la sordidez ajena,
su escándalo en el hueco de alcancía silenciosa de entrepierna"
Miriam Fuentes35

Reservamos un lugar aparte para el lucrativo y nunca mencionado negocio de la prostitución y las drogas. En la década de 1930 la opinión pública exigía de las autoridades y a la policía:

"[...] moralizar la ciudad [..] abundan las casas de juego y se fomentan otros vicios en el bajo fondo: el comercio infamante de la vida nocturna, la venta de estupefacientes, todo ello forma una amalgama de amoralidades. Al Jefe de Policía le sucede lo que en la zarzuela española: "todo Madrid lo sabía, todo Madrid, menos él".36

Es importante poner énfasis en que es la única nota donde se hace mención al flagelo de la droga. Sexo y droga, problemáticas inseparables, pero en aquellos años la droga era invisible, asunto del que no se hablaba.

En los sectores populares las mujeres subsistían penosamente sujetas a todo tipo de trabajos y sucumbían fácilmente a la atracción de bajas y riesgosas formas de ganarse la vida. El pretexto fue y es siempre el mismo: necesidad de dinero.

Cuentan también la carencia de controles morales, abandono de los padres e ignorancia. Por otra parte en este marco socio histórico para la mujer significaba más opresión y más trabajo. Todo esto conforma un espacio donde actúan un sinfín de interrelaciones marcadas constantemente por las necesidades sociales, las prácticas y las mentalidades grupales que incorporadas al imaginario colectivo sirvieron para señalar a la prostituta como "la loca" en el sentido condenatorio propio de nuestra cultura; marcar a la prostituta y discriminarla por entregarse al sexo a cambio de dinero. Así se la nominó como ramera, tocada, prostituta, meretriz, mujerzuela, una cualquiera, mujer de mala vida, mujer de la vida, incontrolada, puta y otras lindezas.

Estas mujeres se ofrecían en las calles, jamás ocultaban su profesión y cobraban tarifas estipuladas -de antemano- por sus servicios. Vestían con tonos de subidos colores generalmente morado, exagerados escotes y maquillajes llamativos. Ocupaban pobres casonas en la periferia de la ciudad o habitaciones en los conventillos. Expuestas siempre a malos tratos, enfermedades y muerte prematura.

Recordemos que se vivía en la "era pre-antibiótica"37 Las enfermedades de origen venéreo -sífilis y gonorrea- tan temibles y frecuentes, estaban muy extendidas en toda la provincia, al punto de constituir una verdadera endemia con escasas posibilidades de ser controlada.

Hacia 1930 vecinos indignados escribían en carta abierta, a través del diario local solicitando:

"[...] la clausura o el traslado del negocio ubicado en calle Corrientes esquina Buenos Aires, denominado "Las Delicias" que ha recrudecido los escándalos con insoportable ostentación. Trátase de una casa que funciona en pleno centro, donde se cometen los mayores excesos, en perjuicio directo de las familias vecinas que rodean esa casa de corrupción".38

Los años treinta fueron, según investigó Osvaldo Soriano, la época de oro para el bajo fondo salteño. El aumento de la población y las costumbres llegadas de Buenos Aires y Europa hicieron de la prostitución un lucrativo negocio urbano. Poco a poco, aparecieron las llamadas "casas de tolerancia" para gente de dinero. Las instalaciones tenían cierto refinamiento y las mujeres eran de procedencia europea, en particular polacas. La "profesión más vieja del mundo" se extendió en la ciudad y por supuesto la autoridad tomó cartas en el asunto a través de la Asistencia Pública Municipal, centro de control de las denominadas con el oprobioso nombre de meretrices y en la jerga lunfarda, usada por el diario local, suripantas del arrabal.

En realidad, a los señores de la vieja Salta, no se les hubiera ocurrido pensar en el amor pagado. A ellos les estaban permitidas las relaciones extramatrimoniales y obtenían favores sexuales de muchachas de moral ligera pertenecientes a los sectores subordinados. El sociólogo Wright Mills, refiere tres cuestiones claves que empujan a las jóvenes a la prostitución: inhibición del valor de la castidad premarital, necesidad de dinero y atracción por conseguir una vida más fácil.39

Eran jovencitas medianamente atractivas o simpáticas que se abandonaban a las fantasías eróticas de señores serios o con alguna excentricidad sexual. La vida pacata y el silencio de las esposas contribuyeron a las secretas relaciones de muchos hombres mayores con amantes jóvenes, apodadas por sus pares, "amancebadas y / o queridas". Los hijos nacidos de estas uniones irregulares, en algunos casos eran "reconocidos" pero, generalmente, la mujer debía cargar sola con el mantenimiento y el oprobio del hijo ilegítimo.

Los registros municipales de época clasificaron a los prostíbulos, burdeles o lupanares en categorías "A" y "B".

La nominación de primera categoría o "A", estaba reservada para algunos burdeles instalados entre las calles San Luis de Ituzaingó a Florida y llegaban hasta las calles Córdoba y Tucumán. Casas del amor pagado para quien pudiera costearlo.

La denominación municipal las llamaban casas de tolerancia. Las más conocidas y renombradas fueron el Chileno, el Central y el Chantecler, este último ubicado en la calle Mendoza.

Las de segunda categoría estaban alejadas del casco céntrico al igual que amoblados y casas de baile.

En la década del '30, los coletazos de la gran crisis agravaron la pobreza y con ella creció el número de mujeres que se ganaban el pan por medio de la prostitución. Así, las diversiones "non santas" se extendieron a otras zonas de la ciudad, especialmente en las inmediaciones de la estación ferroviaria.

El memorioso taxista don Carlos, describe los divertimentos en la calle Necochea:

Carlos: En la calle Necochea, a la altura de la Estación también habían "piringundines", bolichitos chicos donde iban a divertirse los "colimbas", los conscriptos, cuando les daban franco los sábados y domingos. Esos piringundines eran una tira en la calle Necochea de casi tres cuadras, desde Balcarce a Sarmiento.

Ahí tenía su cuartel general una grandota, una imponente mujer que le decían "la Leona", con un pelo rubio que le llegaba a la cintura y esa era la manager de una tropa de mujeres. En la misma vereda de la Necochea había boliches que eran atendidos, la mayoría por hombres, pero atrás habían dos o tres mujeres que "servían," eran prostitutas. Esa era la calle de desahogo del V de Caballería y del II de Montaña (que eran las tropas del Ejército con asiento en Salta.40

La memoria del jefe de Policía de la provincia, don Federico Ovejero, alude -en 1921- al problema referido:

"He combatido con toda energía a los elementos que viven al margen de la ley, especializándome en los tratantes de blancas, corruptores de menores, prostitución clandestina y alcoholismo. Plagas estas que adquirían proporciones alarmantes y exigían, por tanto, una acción eficaz y decidida a fin de extirparlas... en igual forma he sido incansable en la persecución de juegos de azar y de toda clase de contravenciones que por su naturaleza importan perjuicio social y fomentan la delincuencia y la degeneración".41

Las normas y reglamentaciones determinaban que las mujeres dedicadas a la prostitución debían ser mayores de 18 años, norma jamás respetada en la práctica. Veamos el control ejercido sobre las explotadas en este triste mercado:

- Toda prostituta tendrá su respectiva boleta sanitaria donde conste su estado de salud.

- Las prostitutas inscriptas deben someterse semanalmente a revisión y, en los casos de ser portadora de enfermedades venéreas, serán internadas en el SIFILICOMIO MUNICIPAL. Las no inscriptas, por su trabajo clandestino y riesgoso, eran perseguidas por la autoridad y generalmente internadas en el Buen Pastor, cárcel de mujeres. Allí vegetaban hasta que el defensor de pobres y ausentes se ocupara de su situación.

- Ninguna casa de tolerancia, continúa la reglamentación, podrá instalarse a menos de cuatro cuadras de donde funcionan escuelas, templos, instituciones culturales, religiosas o piadosas.42

Las medidas destinadas a controlar la prostitución se aplicaban a las mujeres del oficio pero se guardaba significativo silencio respecto a los que manejaban y se enriquecían con la trata de blancas. Todo esto apuntaba al cambio profundo en la moral privada. Ya no se trata de jovencitas seducidas sino de mujeres con experiencia erótica y hombres de dinero, capaces de pagar sus servicios.

"El vicio, sobre todo, es uno de los comercios de servicios que constituyen la vida nocturna de los negocios. Los que participan en el vicio -los conseguidores, las prostitutas, los clientes- simplemente compran y venden diversas variantes del servicio erótico y muchos son conocidos por sus relaciones como gente muy respetable. No hay un sentido más profundo en que el vicio es negocio".43

En 1929 llegó a Salta la judía polaca María Grynsztein que se haría famosa con el apodo de Rusa María. A su alrededor se tejió una leyenda de riqueza y poder alcanzado gracias a su astucia y reserva. El código de silencio jamás quebrantado por ella ofrecía garantías probadas a la clientela, al punto de arreglar -en sus locales- citas entre parejas de homosexuales.

Don Julio, miembro de poderosas familias de nuestro medio, cuenta con sonrisa maliciosa una anécdota que pinta de cuerpo entero a la Rusa María:

Pregunta: ¿Usted conoció los cabarets de la Rusa María?

Julio: A mí siempre me han gustado mucho las mujeres (ríe) Cuando yo era soltero, vivía la famosa Rusa María. Era toda una institución. Y yo era tremendo de atorrante, no faltaba una noche al cabaret. La Rusa traía mujeres importadas y las chicas estaban en el salón todas vestidas de suaré, con vestidos de baile. ¡Muy bien todo! Y el comportamiento era muy correcto, muy bien.

Cuando fui como jefe de Policía de la ciudad un día me dice el cura, el capellán de la policía: che, vasco, necesito dos mil pesos para mi parroquia, vos que sos un tipo de tantos recursos, no económicos sino de contactos, decime a quien puedo recurrir. Yo le dije, mirá, tenés una suerte bárbara, yo tengo una tía que es muy generosa. Andate a esta dirección y decile a mi tía María que necesitás esa plata. ¡Y lo mandé al cura a la Rusa María! Después me contaba la Juanita, que era una mucama que tenía la rusa, que fue y le dijo ¡Doña María, hay un cura en la puerta! (ríe) Cuando yo estaba en la policía, después de las nueve de la noche, todos los directores se juntaban en mi despacho a tomar un café y a hacer comentarios de cómo había sido la jornada. Y estábamos todos ahí y entra el cura. ¡Vasco de miércoles!, me dice, ¿vos te crees que me has jodío a mí? ¡Mirá, cuatro mil pesos me ha dado! ¿Y bueno, no te dije yo que era una tía con muchos recursos? (ríe) Sos una porquería pero, gracias, me dijo.44

Don Carlos cuenta con picardía  sus andanzas por el bajo fondo de Salta:

Pregunta: ¿Puede contarme como era la zona del bajo salteño?

Carlos: En el año ‘45 los prostíbulos estaban sobre Ituzaingó y Mendoza. En la Ituzaingó uno ocupaba el lugar donde ahora está un supermercado y otro se llamaba "el Mendoza". Eso fue hasta el ‘50 porque en ese año, por ordenanza municipal, los ralearon fuera del perímetro del centro y se instalaron entre las calles Córdoba, Lerma, Rioja y Tucumán. Los más importantes eran los dos cabarets de la Rusa María. Uno, instalado en calle Córdoba, era "el Chantecler", y otro en calle Tucumán, "el Armenonville", regenteado personalmente por ella. Pero la Rusa estaba acomodada con todos: políticos, policía, Municipalidad. La incomodaban poco y nada. Tenía amistades influyentes. Tanto que, cuando a algún malandra lo metían en cana, venían a buscarla para que lo ayude a salir. En ese tiempo estaba casada con un muchacho ferroviario de Tucumán, bastante pintudo el punto, por supuesto.

A la Rusa le mandaban mujeres europeas, americanas y las que le mandaban los tratantes de blancas que había en Centroamérica.

Yo era taxista y andaba de noche por ahí, así que conocía bien el movimiento. Ya en esos años, la Rusa estaba veterana, pero se veía que en su juventud había sido una linda mujer: rubia, boca grande, nariz afilada y frente amplia.

En toda la zona alquilaban casas las pupilas que trabajaban en los prostíbulos, esas eran cuatro manzanas que estaban copadas por "las nenas nocturnas" y siguieron ahí hasta que las echaron para el lado de la Costanera. Por ese mismo sector florecieron como hongos los cafés, billares y bares, que en la trastienda tenían "la mercadería" para dar el vuelto.45

La Rusa era propietaria de cinco locales, dos de ellos de primera categoría y logró mantener relaciones cordiales con policías, comisarios y funcionarios de alto rango. Fiel a su regla de llevarse bien con los que mandan apoyó con entusiasmo al Partido Conservador al que entregaba generosas sumas de dinero durante las campañas políticas. Por todo esto, durante sus largos treinta y cuatro años de andanzas sólo una vez entró en conflicto con el gobierno. Fue cuando en 1962 llegó como interventor federal a Salta, Pedro Félix Remy Solá, (1962-‘63) dispuesto a moralizar a rajatabla a la ciudad bajo su mando. Uno de los primeros actos de su gobierno fue clausurar los prostíbulos y esta vez no hubo contemplaciones para la Rusa María. La reacción de las pupilas no se hizo esperar e iniciaron una suerte de lucha gremial en defensa de su fuente de trabajo. Esta despareja lucha entre las fuerzas del orden y las hetairas alcanza ribetes patéticos. En su ensayo Soriano relata:

"[...] una enconada resistencia, (casi de guerrillas) empezó a florecer entre las despreciadas mujeres. Las primeras intervenciones policiales fueron repelidas por las meretrices, prolijamente desnudas, con fuentes llenas de agua y desinfectante[...] Así se entablaba la lucha entre vigilantes y prostitutas, en la que abundaban revolcones y corridas hasta cubrirlas con frazadas o chaquetillas de los propios agentes".46

En una noche tormentosa la policía allanó los prostíbulos y los encontró extrañamente vacíos. Al volver al día siguiente se dio con que todas las pupilas estaban en cama, afiebradas y con gripe. Habían pasado la noche en los techos, bajo la lluvia, según cuenta Soriano, quien estuvo en esta ciudad investigando el tema. También relata lo ocurrido en una de esas batidas a un habitué del Armenonville:

"Una noche, luego de librada la batalla, cuando la policía se retiraba del Armenonville, un agente escuchó un ruido sospechoso dentro del ropero. Cuando lo abrió encontró a un hombre desnudo que se apretaba contra el fondo. "¿Qué hace usted aquí?", inquirió el funcionario. "¡Espero el ómnibus!", se burló el refugiado”.47

Al finalizar la batalla moralizadora, la Rusa y sus pupilas volvieron al trabajo, pero la madama estaba vencida. Gravemente enferma murió en 1963 a la edad de 67 años. Hasta hoy el misterio ronda en torno al destino de sus propiedades, dinero y joyas.

Doña Berta fue testigo de su última soledad:

Pregunta: ¿Usted conoció a María Grynsztein?

Berta: Sí, nosotros le cosíamos las camisas a medida para los galanes de la Rusa María. Yo la conocí cuando venía al taller. Era bajita, gordita, rubia y de ojitos muy celestes. Era una excelente clienta y pagaba generosamente. Se vestía con lujo, cargaba joyas finas y llamativas. Tenía los dedos llenos de anillos de oro muy gruesos con piedras preciosas y en los tapados de invierno solía llevar esmeraldas engarzadas en plata y oro como prendedor.

Pobrecita, cuando se murió la carroza fúnebre pasó frente a mi casa, por la calle Lerma, porque por ahí pasaban todos los entierros y agarraban por San Martín hasta el cementerio. Esa mañana se corrió la voz de que venía el entierro de la Rusa y todos los vecinos salieron a las puertas de sus casas. Me dio mucha lástima, iban sólo dos personas acompañándola, un hombre y mujer de a pie.48

La historia no quedó ahí, en un triste cortejo. Más triste fue aún lo ocurrido al llegar al cementerio. Soriano en su artículo añade:

"Cuando el breve cortejo la acompañó hasta el cementerio judío apareció un nuevo inconveniente: las autoridades se negaron a que esa mujer fuera inhumada en tierras de su propiedad. Luego de amargas discusiones ante el féretro, este fue conducido a pulso hasta el campo cristiano; allí las beatas de la sociedad se interpusieron y le negaron derecho a descansar junto a los muertos ilustres. Hubo que pedir amparo judicial para poder dejar el cadáver bajo la tierra".49

Después de este largo paréntesis retomamos el tema. Las mujeres dedicadas a la prostitución fueron objeto de todo tipo de violencia y explotación. Nos preguntamos ¿Podrían haber elegido otro modo de vida? Difícil. Las más, trataban de escapar a las miserias del rancho, carecían de pautas y valores morales. Las única opciones posibles de vida fueron prostitución o servicio doméstico. Para esto tampoco estaban preparadas. Cómo hacer para limpiar, cocinar, tender camas, servir una mesa, ser domésticas eficientes sin haber conocido jamás comodidades mínimas, sin instrumentos de limpieza, sin nociones de higiene. Pertenecientes a grupos marginales debían aprender abruptamente pautas culturales ajenas. Las más decididas, ansiosas por abandonar el rancho donde imperaban hombres violentos, abusadores y alcoholizados se lanzaban a la loca aventura de lo desconocido. Las débiles y temerosas se convertían en sombras calladas, ancladas sin remedio en la pesadilla cotidiana, imposibilitadas de atravesar el invisible muro de silencio.

Los diarios consignaban en notas policiales las desdichas de estas mujeres. Un tal Ibarra, en el lejano 1935 castigaba a su concubina. Un agente de policía se hace presente para evitar la golpiza. El irascible marido le recuerda en tono airado:

"A la policía no le importa que yo me haga respetar en mi casa, mientras se arremangaba las mangas de la camisa. ¿Acaso no sabe usted que a las mujeres hay que convidarlas de vez en cuando pa’ que tomen más amor al servicio?".50

Tabúes nunca mencionados por los diarios, pero frecuentes hasta hoy a pesar de la dureza de la ley, en aquellos años no eran denunciados. Quizás fueran vistos, por las víctimas y mujeres allegadas, como secretos del grupo familiar que debían ser ocultados: infanticidio, incesto, estupro y violaciones.

f) La cuestión salarial

Espacio rural

"La mula de carga [...] constituía el vulgo
entre las mulas, [...] esta plebe del ganado se la
aprovechaba como se aprovecha a cuanto es plebe,
como elemento de producción, de ganancia y de trabajo.”
Bernardo Frías 51

Respecto a las actividades agrícolo-ganaderas se verá fácilmente que los trabajadores de la campaña eran explotados tanto por terratenientes como por los comerciantes.

En las zonas vitivinícolas de los Valles Calchaquíes, el peón no alcanzaba a ganar la suma de dos pesos diarios, en tanto, que en la zona cuyana no bajaba de cuatro pesos.

Entre los muchos abusos, el más indignante era el ligado a las proveedurías de campaña. Nos excusamos por la larga cita, pero resulta indispensable dar a conocer el texto completo del informe que el diputado nacional Antonio Solari, presentó sobre el régimen general de proveedurías. Las consideraciones del Proyecto exhibían aspectos realmente dramáticos de la situación:

"[...] sobre los peones del norte pesa una opresión intolerable. Durante el viaje que tuve oportunidad de realizar por el norte argentino tuve posibilidad de observar hechos dolorosos que con terrible elocuencia piden la necesidad de ponerles fin mediante una adecuada legislación. Me refiero a la situación de los trabajadores del campo, de esas masas laboriosas que van modulando con su proficua actividad el futuro próspero del país... abren avanzadas con la reja del arado y el hacha, nuevos y amplios caminos por la tierra fecunda. Pero con ser tantos los frutos que rinden, las condiciones de su existencia están hundidas en una miseria larga y cruel. Tienen un nivel muy bajo de salud y cultura, su espíritu se humilla por las privaciones y estragos materiales y morales que en ellos causan las privaciones. Reclaman un enérgico remedio, en las proveedurías he visto que mil trabajadores cobran salarios miserables y soportan jornadas agotadoras.

En los obrajes del norte leí con estupor esta orden que pudo ser dictada por un señor feudal:

"Todo obrero que trabaje en este establecimiento sea fletero, hachador, cargador o rodeador que no gaste el 60% de su salario en provisiones será despedido de inmediato" [...].

En el párrafo relativo a las mercancías de cualquier clase que se ven en los obrajes decía:

"[...] siendo obligados todos, los contratistas y peones a proveerse en los almacenes del establecimiento bajo pena de cincuenta pesos de multa para los rentistas y pérdida de sus haberes para el peón que desacatara las órdenes de la administración y suspensión inmediata. Huelga decir que el precio de las proveedurías es realmente abusivo. Todo esto con el sarcasmo de la advertencia: LOS PRECIOS DE LAS MERCANCÍAS SON VARIABLES SEGÚN LAS OSCILACIONES DE LA PLAZA."

Así, los dueños que ganan con el trabajo de sus peones, ganan también -y bien- con su hambre y los contratistas también, pues les corresponde una bonificación del 15% sobre los gastos de almacén.

Los obreros ganan $ 188, 25 en cinco meses, pero, en la proveeduría se pagan precios fabulosos por artículos de primera necesidad. No por eso los salarios los compensan. Al contrario, cuando los patrones hacen las cuentas siempre los peones deben mucho más de lo trabajado... sufren en silencio privaciones y amarguras. No pueden cubrir sus desnudas carnes ni las de sus hijos y sin embargo deben dinero al patrón. Si un perito mercantil sacara las cuentas con un criterio frío y despejado de todo sentimiento diría que hay personas que PAGAN POR TRABAJAR.

Los hombres acostumbrados a las rudas tareas del campo han percibido en cinco meses $ 188.25. Trabajaron de agosto de 1932 a enero de 1933 y les acreditan en su cuenta esa exigua suma que algunos suelen gastar en una noche de cabaret.

Una proveeduría de Rosario de Lerma, con un camino espléndido, vendía todos los artículos exactamente al doble de una despensa que estaba situada quince metros. La carne en la proveeduría cuesta 0,50 centavos el kilo y en las despensas 0,30 centavos. Un obrero gana, cuando gana $ 2,50 por día. Por derecho de techo, ese obrero, paga al contratista $ 1,20. Por "derecho de techo" se entiende el plato de comida consistente en frangollo y un pedazo de carne al mediodía y al anochecer. Esto implica un trabajo de "sol a sol" (doce horas promedio) O sea que al trabajador le quedan sólo $ 1,60 para gastos de coca, cigarrillos, alpargatas y atención de su familia”.52

Otro de los abusos señalados por Solari era el pago de los jornales con vales:

"[...] No para aquí este flagelo que quebrando las normas y prosperidad nacional a vista y paciencia de las autoridades con desprecio absoluto de los pocos pesos que les quedan a los obreros, las empresas no pagan con dinero sino con vales. Así pues el obrero no puede disponer de moneda corriente y ha de recurrir a todos los establecimientos de la empresa. De esta manera el trabajo de centenares de hombres les cuesta muy poco, casi se diría que les resulta un regalo".53

La mano de obra infantil fue también largamente explotada tanto en la ciudad como en el campo. Testimonios orales dan cuenta de este problema.

 

Ingenio San Isidro - Foto Eduardo Arancibia - 1970

Volvemos a citar a doña Ceferina:

Ceferina "[...] las cosas que pasamos. Éramos muchos hermanos. Debe haber sido por los años ‘30. No había trabajo y mi mamá hacía pan, lavaba ropa, se rebuscaba pero nunca nos hizo faltar comida. Yo no he conocido zapatillas hasta que tuve quince años, andaba descalza. Yo no tengo sexto grado, no sé hasta qué grado he asistido.

Me mandaban a la escuela pero iba medio año y me sacaban porque tenía que trabajar. Aquí gobernaban los conservadores, los terratenientes. Uno no tenía ni un pedacito de tierra ¡Donde iba a vivir!... teníamos que andar por las fincas con los hijos, por ahí trabajando, señora.54

Por su parte, don Carlos, relata:

Carlos: "[...] tenía que vender diarios a las cinco de la mañana. Después ir al colegio hasta mediodía y, a la tarde a lustrar zapatos en la plaza 9 de Julio. Así me podía mantener yo y llevar unas chirolas a la casa. Así pude entrar al 1er año del secundario y no lo terminé porque en setiembre ya me tuve que mandar a mudar al ingenio La Esperanza, donde entré como ayudante hojalatero y ahí siendo chico había que trabajar once horas por día. En el ingenio se trabajaba las veinticuatro horas del día, en dos turnos: el diurno y el nocturno de doce horas cada uno. Para los menores no había ninguna protección. Todos éramos changuitos y trabajábamos de la madrugada hasta el anochecer.

Preguntado sobre su salario responde:

Carlos: No recuerdo creo que eran cuarenta o sesenta centavos por día. ¡Mira vos! Entonces por quincena ganaba seis guitas.55

El espacio urbano

El mundo del trabajo urbano, constituido por grupos de trabajadores muy heterogéneos, respondía a las necesidades básicas de la población: artesanos, empleados de la administración pública nacional y provincial, obreros, jornaleros, peones, servicio doméstico, empleados de comercio, trabajadores del transporte, etc. En 1934 el diario Nueva Época decía:

"[...] el obrero salteño gana en la ciudad y en la campaña un jornal completamente inferior al que ganan los trabajadores de otras provincias".56

Los maestros, a pesar de sus magros ingresos se veían a sí mismos como de mayor status, no como asalariados comunes. Consideraban su tarea como verdadero apostolado. Los sueldos del magisterio se establecían de acuerdo a la categoría de la escuela y al cargo desempeñado.

En 1935, los salarios docentes eran: Director de l° categoría $ 260. Vicedirector $ 200. Maestra $ 140. Directora de escuelas elementales $ 150. Maestra de escuelas elementales $ 130. Maestros de tercera categoría $ 110. Maestros de cuarta categoría $ 90..

Un periódico comentaba la necesidad de mejorar la situación económica del magisterio salteño. Especialmente la de los maestros de la campaña que son los que se encuentran en situación de mayor injusticia si se los compara con los maestros de la ciudad.

"[...] no hay derecho a que en nuestra provincia existan educacionistas que perciban noventa pesos por mes".57

Hay que tener en cuenta que este era el salario de la mayoría de los maestros, pues dada la jerarquización, los docentes de la campaña estaban dentro de la cuarta categoría. Además, los salarios se cobraban hasta con tres meses de atraso. Tales atrasos se convirtieron en excelente negocio para comerciantes y especuladores que compraban los cheques por menos de su valor real.

Don Carlos, tantas veces nombrado, expresa:

Pregunta: ¿Su padre fue maestro de campaña?

Carlos: ¡Ah! Los maestros de escuela como mi padre tenían hasta un año de atraso en el sueldo. El era maestro en la escuela de Susques, que quedaba en plena Puna entre San Antonio de los Cobres y La Quiaca. Susques pertenecía en esos años a la Gobernación de los Andes. A los pobres maestros les daban vales y tenían que vender los vales por el porcentaje que les dieran en el montepío o el bolichero del pueblo. La Casa del Montepío era de un conservador y estaba ubicada donde hoy está el Mercado San Miguel. Allí se canjeaban los recibos de sueldos atrasados de los maestros y les entregaban la mitad.58

Doña Estela, maestra jubilada, brinda su testimonio:

Pregunta: ¿Qué problemas tenían los docentes con el cobro de sus sueldos?

Estela: Era muy difícil ascender y si no tenías sangre azul o morada, no sé. ¿Y sabés cuánto me pagaban a mí? ¡$ 80 por mes! Una de sus hermanas, también maestra de campaña, presente en la entrevista, intervino diciendo: Y yo que ganaba $ 60 mensuales en Embarcación y tenía que vender el sueldo, $ 30 para Fernández de la Tienda Argentina y $ 30 para el turco Filo Elías, porque nos atrasaban hasta un año el pago del sueldo.59

Hacia 1933 los sueldos en el escalafón municipal eran: intendente $ 550; receptor $ 300; director de sanidad $ 350; administrador del matadero $ 200; médico $ 200. Estos sueldos, altos para la época, los contrastamos con los sueldos de maestros, arriba mencionados y de la pequeña burocracia y trabajadores municipales: chofer $ 110; capataz $ 100; escribiente $ 120; peones -constituyen el grueso del personal- $ 80; serenos $ 60; enfermera $ 80 y el encargado del reloj público $ 30.60

A pesar de los magros sueldos de la baja burocracia, los empleados públicos eran privilegiados, por contar con una entrada segura. Se trataba de una burocracia incipiente, los empleados municipales de Capital sumaban, aproximadamente, cuatrocientas personas. Todos los entrevistados concuerdan en que al producirse cambios políticos los empleados eran declarados en comisión y muchos quedaban cesantes para ser reemplazados por la clientela política del partido de turno. Con el régimen peronista la burocracia creció en forma desmesurada por la estabilidad laboral. Esta fue, probablemente, la respuesta de los gobiernos peronistas para hacer frente al grave flagelo de la pobreza.

El diario Nueva Época comentaba, en 1935, que la carencia de industrias, provocaba altos índices de desocupación:

"[...] los desocupados deben continuar con los brazos cruzados o ambular a través de las calles en procura de lo que por lo general no consiguen hasta caer en la pendiente de solicitar una limosna al transeúnte.

 A través de los medios se reclama a la policía la necesidad de terminar con la mendicidad callejera. Las opiniones sobre esta situación se hacen oír con un sospechoso tinte de darwinismo social:

 [...] los gobiernos no se forman para ser caritativos sino para evitar que los habitantes de un pueblo tengan que verse en situación de vivir de la caridad. Por el contrario los individuos van a sostenerse por sus propios medios de acuerdo a su esfuerzo [...] por obra y gracia de sus músculos, de su inteligencia y de su aptitud para la lucha por la vida”.61

El problema de la falta de trabajo, flagelo de vieja data, llevaba a gran número de familias a quedar sumidas en la miseria. En los libros municipales de 1928 encontramos informes como el siguiente:

"[...] merodean a diario por las diferentes reparticiones públicas obreros en procura de trabajo".62

Para subsanar en alguna medida los males de la desocupación, la Comuna salteña resolvió encarar un plan de obras públicas que incluía la ampliación del Parque San Martín, el embellecimiento del Parque 20 de Febrero, arreglo de calles y avenidas y la continuación de la remodelación del frente del cementerio de la Santa Cruz.

Desde la gestión de Castellanos, existía en Salta el Departamento de Trabajo pero la legislación quedaba en los papeles.

El dirigente del gremio de los taxistas, don Carlos, responde:

Pregunta: ¿Cómo se aplicaban en Salta las leyes laborales, antes del peronismo?

Carlos: El Departamento de Trabajo era un cartel, era para los patrones. Al obrero no le daban ni bolilla, por eso cuando vino Perón lo clausuró y los echó a todos a la mierda, y las leyes que habían, todas de inspiración radical o socialista, no se cumplían".63

g) Problemas sanitarios

Si reflexionamos en los salarios de los trabajadores deducimos fácilmente el bajo nivel de vida, reflejado por la alta mortalidad infantil. Son estremecedores los porcentajes tomados del Registro Civil. En el mes de noviembre de 1934, sobre un total de 412 defunciones, 226 son menores fallecidos por problemas derivados de la pobreza, hacinamiento, desnutrición y falta de asistencia médica.64

Las enfermedades mencionadas por el Registro Civil como causantes de la mortalidad infantil eran: bronquitis, neumonía, disentería, gangrena, gripe, debilidad congénita, sarampión, tuberculosis, etc.

Cuadro N° 265

Lugares                                            Total de defunciones                        niños 0 -10 años

Capital................................................ 118................................................... 54

Anta........................................................ 16..................................................... 7

Cafayate................................................ 10..................................................... 7

Cachi....................................................... 8..................................................... 4

Cerrillos................................................... 8..................................................... 5

Campo Santo...................................... 24................................................... 10

Chicoana.............................................. 10..................................................... 5

Guachipas.............................................. 4..................................................... 3

Iruya....................................................... 16................................................... 10

La Candelaria...................................... 11..................................................... 4

La Viña.................................................... 8..................................................... 5

Metán.................................................... 34................................................... 23

Molinos................................................... 7..................................................... 5

Orán...................................................... 91................................................... 50

Rosario de la Frontera....................... 11..................................................... 2

Rosario de Lerma............................... 13..................................................... 9

Rivadavia................................................ 5..................................................... 2

San Carlos.............................................. 5..................................................... 3

Santa Victoria...................................... 23................................................... 18

Datos publicados por el Registro Civil de la provincia de Salta.
Oficina central desde l al 26 de diciembre de 1934.

La publicación de estos datos causó revuelo en los círculos oficiales. Las autoridades sanitarias hicieron una serie de declaraciones y se anunciaron programas de asistencia social y escolar en toda la provincia. Pero, al parecer, estos quedaban en "agua de borrajas" por la carencia de recursos. La prensa, por su parte, denunciaba que la guerra sórdida entre el Círculo Médico y las autoridades responsables de la salud pública venía a agravar aún más la situación.

En la década de los ’30 la ciudad creció aceleradamente y con ello empeoraron las condiciones sanitarias. La periferia se caracterizaba por el hacinamiento, el hambre y la desnutrición, principales factores del pésimo estado sanitario de la provincia. En 1935 decía Nueva Época:

"[...] diariamente nos causa sorpresa el ver los partes del Registro Civil en que el número de los niños que fallecen supera, por lo general al de los adultos, sin que aún se haya tratado de remediar en lo posible las causas de este fenómeno demográfico [...] que como otros problemas pasan ignorados, desapercibidos por quienes debieran prestarle atención [...] las causas falta de alimentación de los niños y deficiencias en las condiciones higiénicas sobre todo en la mayoría de los hogares pobres. Es urgente pues, hallar el remedio a causas que motivan tan funestos resultados".66

En la gestión del más progresista intendente conservador de Salta, Ceferino Velarde, se construyó el primer Barrio Obrero que tuvo la ciudad y se contrataron los servicios del Ing. Ángel Guido para confeccionar el Plan de Urbanización de la Ciudad de Salta. Para realizar esta tarea se compulsaron datos de diversa índole: demográficos, higiénicos, económicos, etc. Como resultado de las estadísticas elaboradas, en 1938 la Dirección del Plan Regulador de Salta informaba que:

"[...] mientras Rosario y Buenos Aires arrojan un porcentaje de 15 niños muertos por cada cien nacidos, en Salta, esta cantidad se eleva a 32 y más aún, hasta el 35%. Aquel porcentaje se eleva a 50 en las zonas suburbanas de la ciudad, es decir en toda la población obrera de Salta".67

Estos estremecedores informes coinciden con el informe del diputado socialista Alfredo Palacios, referido a la salud de los grupos populares, que comentaremos ampliamente. Dice Palacios:

"[...] llegué a la ciudad de Salta... las condiciones no difieren de las otras provincias del norte." Señala  las enfermedades endémicas: tuberculosis, sífilis, paludismo, mal de Chagas y el tracoma que provoca ceguera prematura y afirma que, en Salta, 2,23% de población era tracomosa, siendo los focos principales los ingenios azucareros".68

El presidente Justo, visitó Salta por aquellos años y quedó tan impresionado por la cantidad de niños atacados por tracoma que prometió realizar una campaña para combatirlo. A su regreso a Buenos Aires planteó el problema a las Cámaras. Alfredo Palacios reflexionó melancólico:

"...la lucha contra el tracoma, está oficialmente abandonada".69

La inacción de las autoridades nacionales y provinciales resulta una constante, se realizan cónclaves y se proyectan campañas sanitarias que jamás se realizan.

El paludismo era endémico en toda la provincia pero, afectaba especialmente a la zona tropical. Continúa el diputado Palacios:

"[...] a medida que me alejaba de los centros urbanos la situación se agravaba. En una escuela nacional del Departamento de Orán, sobre una inscripción de 38 alumnos asistían sólo 9, todos los demás estaban enfermos. La maestra también era palúdica, igual que sus dos niños y su marido, él que en el momento que yo llegué sufrió un severo ataque. La mayor parte de los niños inscriptos en la escuela eran hijos de leñadores cuyo salario no alcanza a un peso".70

No es menos alarmante el informe elevado por el jefe de la Guarnición del Regimiento V de Caballería con asiento en nuestra ciudad:

"Mis observaciones como soldado y el interés que despierta en mí la conservación de la raza son: 1) alcoholismo, 2) endemia del paludismo, 3) viviendas antihigiénicas, 4) mala alimentación, 5) enfermedades venéreas, uniones consanguíneas... Todas las deficiencias que se observan en los niños se ven agravadas en la juventud que se incorpora a las filas.

El 50% de los jóvenes de 20 años no es apto para el servicio militar. Los conscriptos rechazados sufren: sífilis, tuberculosis, falta de peso, talla y capacidad toráxica y así tenemos centenares de muchachos argentinos inútiles para la Patria y focos infecciosos para sus compatriotas". 71

La prensa confirma el informe del jefe de la Guarnición. Así decía el cronista:

"[...] ¿qué ocurre a la juventud norteña? La muchachada está enferma [...] como se constata con la incorporación de la clase 1910 con un 60% de inútiles para el servicio militar".72

Todos los comentarios sobre el pésimo nivel sanitario de la población salteña no hacen más que repetir problemas de vieja data. En 1919 la fiebre bubónica se extendió por varias zonas cercanas a la ciudad. Un vecino de La Merced se presentó al diario local para denunciar que por causa de la fiebre bubónica existían en ese distrito ranchos con enfermos de los que nadie se ocupaba:

"[...] en algunos ranchos situados en el mismo pueblo hay enfermos a quienes nadie cura. Aislados como se encuentran, pero no en el concepto sanitario, de noche tienen que salir a proveerse en los almacenes de los artículos que necesitan, con evidente peligro de contagio al resto de la población. En tiempos del "régimen" había en La Merced un carro de la municipalidad para levantar la basura. Vino la Intervención Nacional y desde entonces a la fecha ese carro no trabaja, lo que quiere decir que hace más de nueve meses que las basuras no se recogen".73

Como respuesta a semejante problema sanitario se levantó un precario lazareto para alojar y aislar a los enfermos de bubónica en el lugar denominado Colón, cercano a La Silleta, Cerrillos y demás lugares infectados para evitar que los enfermos vinieran a la ciudad y trajeran el contagio.

Por sí todo esto fuese poco, hacia 1934, otro terrible flagelo, la parálisis infantil, castigó a la sufrida población. Por decreto municipal se suspendieron las clases, se prohibió a los niños concurrir a iglesias, salas de espectáculos públicos, desfiles y concentraciones en las calles.

Las instituciones sanitarias existentes en la primera mitad del siglo XX, fueron: 1) El viejo hospital del Milagro, 2) Asistencia Pública, primera institución médica del creada en el siglo pasado, 3) Lucha Antipalúdica (1908), 4) Hospital de Niños (1913), 5) Lucha Antituberculosa (1918), 6) Cruz Roja (1925), 7) Hospital Militar "Joaquín Díaz de Bedoya" (1931), 8) Lucha contra Enfermedades Venéreas (1933), 9) Federación del Enfermo de Lepra (1935), 10) Hospital Arenales (1935), 11) Sala Cuna Nueva (1940) Estas instituciones, si bien parecen numerosas, surgieron a medida que resultaba imposible controlar determinadas patologías. Todas carecían de medios suficientes y no daban abasto para hacer frente a tan caótica situación sanitaria.

La población, a través de la prensa, clamaba por soluciones. Incluso un legislador presentó un proyecto para que se destinara el dinero producido por la lotería a cubrir el presupuesto de sanidad.

h) Caridad, solidaridad y asistencialismo

"Con la bondad característica ejercitaba otras magníficas virtudes: la prudencia, la piedad, la caridad, la mansedumbre, la modestia y la proverbial obediencia. Representaba la democracia con la noble dignidad del obrero perfecto".74

Salta, a pesar de los sueños de constituir un centro de urbanidad y cultura, no era otra cosa que una aldea. Una aldea donde predominaban los prejuicios de la mentalidad campesina que afianzaba, por un lado, el paternalismo entre los sectores con instrucción y poder económico y por el otro, la obediencia ciega a los dictados del patrón.

En las primeras décadas del siglo XX la pobreza había alcanzado contornos alarmantes por problemas ya mencionados.

Los pobres en la ciudad se movían de un lugar a otro como changarines, leñeros, hacheros a domicilio y tenían el hábito de vivir al día. Carecían de conciencia de futuro y era imposible para ellos pensar en medidas previsoras para sí y los suyos. Reiteramos la enormidad del trabajo de la mujer para traer el sustento diario: amasan, venden comida, lavan ropa en el río, etcétera. Ellas debían trabajar tanto porque los hombres, por hábitos adquiridos y falta de disciplina trabajaban temporariamente, cuando los apremiaba el hambre o el alcohol. Pasados estos apremios, "descansaban", oscilando así, entre el alcohol, el abandono y las cortas changas y muchos dependían de las asociaciones de caridad existentes. Los pobres de las zonas rurales estaban fuera de toda posibilidad de ayuda por la inexistencia de asociaciones caritativas.

En el lejano 1909 se pronunció un discurso con motivo de la fundación del Patronato de la Infancia que mantuvo vigencia a lo largo del tiempo. En él un caballero definía a la caridad como instrumento para:

"La caridad es para unir las clases elevadas con las clases humildes produciendo esta hermosa fusión en que cada elemento, conservando el rol señalado por la Providencia, forma ese conjunto de una sociedad armónica, con sus derechos y sus deberes perfectamente acordes".75

La caridad, virtud teologal, considera la limosna como una obligación de los fieles. Si bien esto implica la aceptación de la pobreza, es también cierto que por carencia de bienestar social, la caridad tendía lazos solidarios y afianzaba, en toda la sociedad, la obligación de preocuparse por el otro. Esto fue indicado taxativamente por la prensa de época:

"A la gente menesterosa se la divide en dos grandes grupos: los pobres de la ciudad y los de la campaña. Llegamos a la conclusión de que los existentes en las zonas rurales son más pobres que los primeros. Los que viven en la ciudad pueden recibir alguna ayuda de las instituciones benéficas o de la caridad pública, los de la campaña no tienen a veces donde pedir".76

En 1920 el gobierno nacional decidió enviar auxilios materiales a la población de Viena -Capital de Austria- castigada por las miserias de la Gran Guerra. Las Cámaras nacionales realizaron una exitosa suscripción pública para juntar fondos con ese objeto. La prensa salteña comentó agriamente el suceso en el editorial titulado "Nuestra Caridad":

El cronista se preguntaba:

"[...] ¿Conocerán los bonaerenses, habrán salido de los estrechos marcos de su carta geográfica?". Y se respondía: "[...] Para que una vez se dé en este norte una prerrogativa siquiera, la de que se extermine el paludismo, que ello exige una suma más o menos equivalente a la que se envía a Viena; mientras aquí, casi literalmente, nos morimos de hambre".77

Días después, el mismo diario citaba la opinión de un visitante extranjero que ponía en evidencia la miseria existente en los Valles. Calchaquíes:

"[...] En mis peregrinaciones por los Balcanes, Turquía y otros países del Asia Oriental, no he visto en mi vida, nunca, un espectáculo tan desolador y triste como el de los Valles Calchaquíes, minados hoy por la epidemia. Aquí sus habitantes no saben en absoluto de higiene, un traje puesto hace diez años tiene término hasta que se desprende del cuerpo a pedazos. Ellos saben de todas las privaciones, de todos los sufrimientos, y sin embargo, no se ha ensayado una profilaxis moral en ese ambiente”.78

Si bien el diario tiene una línea política contraria al gobierno, sostiene una verdad repetida por diferentes medios y comentarios de época.

Frente a la agobiante realidad social de Salta, Castellanos, el innovador, tantas veces recordado en estas páginas, propuso una nueva concepción para hacer frente al problema de la pobreza. Según él, no se debía dejar todo en manos de las instituciones benéficas sino proveer a las clases menesterosas, mediante la educación informal, del aprendizaje de técnicas de trabajo en pequeños predios provistos por el Estado. Debidamente informados conseguirían, no sólo subsistencia para ellos y sus familias sino también se encargarían del aprovisionamiento del mercado local. En otras palabras "no darles el pescado sino enseñarles a pescar". La beneficencia -según Castellanos- debía limitarse:

"[...] por medios naturales y sin contar para todo con la beneficencia, y más bien limitando la beneficencia a lo que constituye su verdadero objetivo, que no es el de la limosna a los capacitados para el trabajo, sino el  de asistencia y socorro a los imposibilitados".79

Como quedó dicho, la municipalidad en las fechas patrias solía repartir una ración extraordinaria de pan y carne entre el pobrerío de la ciudad y mantenía la "copa de leche" en las escuelas. Otro importante servicio prestado por el municipio era el servicio fúnebre municipal para los indigentes que funcionaba desde las primeras décadas del siglo pasado. El servicio fúnebre solía prestarse a pobres de solemnidad. Para obtenerlo los deudos debían presentar certificado de pobreza. El servicio era completo pues se encargaba de retirar el cadáver desde los hospitales del municipio.

Rafael, jubilado municipal de 73 años, recuerda como funcionaba ese servicio:

Pregunta: ¿Qué trabajo realizaba usted en la Municipalidad?

Rafael: Yo trabajaba en la Administración de Limpieza. Y ahí estaba el transporte para los sepelios que nosotros teníamos a cargo. Teníamos furgón para llevar los muertos y también teníamos cajones especiales, nosotros. A la gente humilde, incluso le dábamos el cajón, le proveíamos el cajón, pero también teníamos el cajón de auxilio que le decíamos. Nosotros buscábamos al muerto, lo metíamos en el cajón y lo llevábamos, en el cementerio lo dábamos vuelta al cajón y lo tirábamos envuelto en una sábana, en la fosa común. Ese trabajo lo hacía la municipalidad y tenía un buen servicio fúnebre, con su crucifijo, candelero, para la gente indigente que necesitaba.80

En 1934 Pío XI creó la Sede Metropolitana de la Arquidiócesis de Salta. Al año siguiente se hizo cargo de ella el primer arzobispo, monseñor Roberto J. Tavella y señaló como cuestiones prioritarias para la sociedad y para la Iglesia salteña la atención de ancianos desvalidos y niños de la calle. Según su biógrafo:

"[...] nuestro Obispo había captado el problema en sus visitas a las parroquias rurales; y por otro en la cantidad siempre en aumento de pequeños vagabundos en la ciudad. Con ellos se detenía, cuando la oportunidad se presentaba, a conversar interesándose por sus vidas. Algunos frecuentaban la escuela que para ellos tenían los padres franciscanos, donde además de las clases, se les proporcionaba ropas. Fuente de información lo eran también los pequeños lustrabotas [...] algunos de ellos se presentaban para ofrecer sus servicios. Monseñor concurría al patio interior y allí se hacía lustrar el calzado".81

La confirmación de este comentario la escuchamos de labios de don Ernesto, anciano que aún hoy continúa con el oficio de lustrabotas en la plaza central:

Pregunta: Me dijeron que usted le lustraba los zapatos al arzobispo Tavella. ¿Puede contar algo de eso?

Ernesto: Yo sabía tener una parada de lustrar en el Cabildo. Ahí lo he conocío a Tavella. Yo le lustraba los zapatos y cuando me pagaba, no daba la monedita así nomás, la daba envuelta en papel. Yo sabía cobrar diez guitas por lustrada ¡Ah!... si agarraba diez guitas haga de cuenta que agarraba diez pesos en ese tiempo.

Mandaba en Salta, pues, él. A veces venían las mujeres llorando a contar, mi marido está preso. Nosotros le decíamos vayan a verlo al Padre, al padrecito Tavella. Iban. Si estaban por ebriedad y no por otra cosa mala, él iba, hablaba y al rato ya estaba suelto. Una vez en el Cine Güemes iban a dar dos películas, ya habíamos sacao la entrada, ¡mucha gente!, pasa don Tavella, mira, eran películas de "Mate Cocido" y de Pelayo Alarcón, dos pistoleros conocidos en todo el Norte. El ha visto y dice: esta película no se va a exhibir y no la han exhibido. Le han devuelto la plata a la gente. ¡Capo! Mandaba en Salta.82

En Salta la caridad estaba en manos de la Sociedad de Beneficencia que tenía a su cargo hospitales, orfanatos, y hogares de ancianos. El número de estas instituciones fue importante, pero el crecimiento demográfico y la falta de acción política contra la pobreza, hacía que no dieran abasto.

A mediados de la década del '30 existían cinco asilos de ancianos y dos casas de huérfanos, atendidas por la Tercera Orden de Hermanas Franciscanas. Estas hermanas pertenecían a una asociación establecida en Salta desde 1906. Su misión principal consistía en asistir gratuitamente a enfermos, ancianos y niñas desvalidas. Tenían un local en calle Leguizamón, frente a la iglesia San Alfonso. Al lado de este edificio se hallaba una casa de huérfanos donada por Lucinda Quiroz y dirigida por el padre Gobelli.

Otra institución caritativa de importancia era la Conferencia de San Vicente de Paul, dependiente de la parroquia de La Merced. Atendían el asilo para ancianas indigentes donado por doña Florencia Ovejero. La misma asociación atendía el asilo Santa Ana para ancianos pobres y en calle Sarmiento 129, otra donación de Lucinda Quiroz funcionaba como asilo de ancianos.

En calle Deán Funes 92 existía el Patronato de la Infancia de Santa Teresita, el que suministraba leche a buen número de niños.

Eran tantas las asociaciones caritativas existentes que omitimos sus nombres para evitar la tediosa enumeración.

Un párrafo aparte merece la Congregación de Hijas de María, sociedad laica integrada por damas pro de la sociedad salteña. En 1943 la comisión estaba presidida por la señora Margarita Goytia de Cornejo y contaba con dos vice presidentas: María Vidal de Aráoz y Elvira Solá de Fosatti. Las Hijas de María solían organizar veladas en el teatro Alberdi para otorgar recompensas en un acto público a las personas que se distinguían por su abnegación en el cuidado de terceros.

El primero de mayo de 1943, para conmemorar las Bodas de Plata como sacerdote del arzobispo de Salta, monseñor Tavella, el diario La Provincia describe el programa y nombra a los premiados:

-  Jerónimo, por su abnegación y consagración a la familia, $ 100 de premio.

-  José Gómez, alumno de quinto grado de la Escuela Urquiza, por sacrificio en mantener a la familia y por estudio, $ 100.

-  Sara Avendaño, enfermera, por discreción y celo profesional.

-  Mercedes de Montero, esposa y madre virtuosa.

-  María Boedo, sacrificio y afecto fraternal.

-  Dora Arias de Martínez, por paciencia y abnegación.

El acto finalizó con un largo discurso del ministro de gobierno.

La situación de los ancianos era particularmente penosa. Recordemos que existían pensiones y jubilaciones muy selectivas que sólo beneficiaban a una minoría. De allí el gran número de personas en estado de indefensión y abandono.

Monseñor Tavella, agudo observador, manifestó dos preocupaciones sociales que no admitían postergación: la atención de los ancianos y de los niños menesterosos. Su primera visita pastoral la dedicó al Hogar de Ancianos. No quedó satisfecho pues las condiciones de vida en la mayoría de esos establecimientos -convertidos en depósitos de viejos- eran deficientes. Ellos, no sólo precisaban ropas y alimentos, sino atención constante, cuidados, limpieza y curaciones. El arzobispo se puso en contacto con el superior de la congregación de los Hermanos Concepcionistas Hospitalarios. De común acuerdo con la Sociedad de Beneficencia resolvieron unificar los asilos de ancianos en el Hogar Santa Ana, bajo el cuidado de los popularmente conocidos como padres azules. Así, en 1939 la conocida congregación hacía su entrada en Salta.

Los hermanos azules se encargaron también de los niños de la calle. En 1944 fundaron la Colonia Agrícola San Cayetano en Vaqueros. Allí los niños, en calidad de pupilos recibían instrucción primaria, aprendían cuestiones elementales de construcción y por ser colonia agrícola se los preparaba hábilmente para conseguir recursos alimentarios de la tierra mediante el aprendizaje de técnicas de arado, siembra, abonos naturales, riego y cosecha y, a fin de lograr el autosustento, las enseñanzas agrícolas se complementaban con la cría de conejos, aves de corral y unas cuantas vacas lecheras.

El problema pendiente era ¿qué hacer con las niñas? Sujetas al igual que los varones a mendicidad y abusos, nadie, salvo las hermanas franciscanas, se ocupaba de ellas.

Por la gravedad del problema un grupo de jóvenes salteñas, encabezadas por Sara Lona, solicitó al superior de los Padres Concepcionistas la formación de la rama femenina de la congregación. Luego de una serie de gestiones quedó constituida en Salta la rama femenina de la Pía Sociedad de las Hijas de la Inmaculada Concepción de la Caridad, más conocida por hermanas azules. La reciente fundación, integrada por cinco jóvenes salteñas (Sara Lona como superiora, María Alarcón, Dina del Carmen Agüero, Agustina Díaz y Luisa Esperanza Flores) se consagró al cuidado de niñas pobres y huérfanas y de ancianas desvalidas. El establecimiento estaba ubicado en la periferia de la ciudad entre rancheríos y asentamientos. Para atraer a las niñas y adolescentes se les impartía, además de las primeras letras, enseñanza de bordado, costura, cocina y tejidos para que pudieran, en el futuro, ganarse honestamente la vida.

Toda la obra de la Iglesia estuvo inspirada en la necesidad de socorrer a las víctimas de la pobreza extrema. Sabido es que la pobreza es un problema de difícil solución y sólo se sale de ella mediante planificaciones estatales concretas, pero la falsa conciencia del grupo dominante alentaba el asistencialismo cristiano, sin cambiar las reglas sociales.

El discurso de los sectores dominantes se compendia en la conferencia ofrecida por la señora Fanny Fernández de Cardona sobre la Eucaristía titulada: "REVELACIÓN DE LAS PREFERENCIAS DE JESÚS POR LA CLASE OBRERA":

"[...] el obrero debe ofrendar a Dios su vida llena de sacrificios. El trabajo que a veces nos parece duro es ley de Dios. Feliz mil veces el obrero que abraza la cruz complacido de los trabajos que Dios le envía y ofrezca a Dios su vida llena de sacrificios.83

Hoy parece una dolorosa ironía pensar en el trabajo como una pesada cruz. Hoy el crucificado es el hombre sin trabajo y el trabajo, un bien cada vez más escaso.

La larga conferencia gustó tanto al selecto auditorio que, el Estado salteño premió a la conferencista, doña Fanny Fernández, con una pensión graciable y durante seis largos años, cobró la suma de $ 60 mensuales.

Tales mensajes tendían a internalizar en los grupos sometidos que la pobreza de unos y la riqueza de otros eran imposibles de cambiar, pues eran manifestaciones de la voluntad divina. Los primeros existían para recibir agradecidos, los segundos para practicar la cristiana virtud de la caridad y así salvar sus almas.

La atención de las enormes necesidades populares exigía la existencia de numerosas asociaciones caritativas que cumplían una importante función social a la par de permitir a damas y caballeros poner de manifiesto su religiosidad, sus sentimientos piadosos y dar utilidad a su abundante tiempo libre.

En el Club 20 de Febrero, en el Teatro Victoria, la buena gente de la sociedad salteña realizaba: ambigús, veladas culturales, conciertos, piezas teatrales y bailes para aliviar la miseria de los individuos y socorrer a los necesitados, enfermos hospitalizados, asilos de huérfanos y ancianos.

Son frecuentes en las "crónicas sociales" del diario notas de este tipo:

"Niñas de nuestro alto mundo social pondrán en escena pasajes de la maravillosa vida de Santa Teresita del Niño Jesús a beneficio del Taller pro Niños Pobres y del Lazareto Municipal. En dicha velada fueron protagonistas de los cuadros "Teresita en éxtasis", "Teresita arroja rosas" y "Teresita da limosna a los pobres", las niñas: Elsa Leguizamón, Dodi Aráoz Castellanos, Mercedes Sylvester y los caballeros Juan Uriburu, Alfredo Cornejo".84

En las sociedades urbanas la mendicidad infantil fue un problema casi insoluble. Salta, en ese aspecto no fue la excepción, por el contrario, por todo lo que venimos diciendo, la mendicidad infantil fue una realidad que desagradó profundamente a los buenos salteños. Llamaban a los pequeños mendigos "turbamulta", "espectros infantiles, no personas", "ignorantes", "perversos", "espectáculo triste", etc. Como solución a este profundo problema social se sugirió la internación en asilos, por parte de instituciones benéficas o en colegios católicos, para que aprendieran un oficio y recibieran algo de instrucción. Como era utópico dar una solución por estos medios, se propuso la represión:

"[...] Las autoridades deben dar una batida y adoptar medidas enérgicas para conjurar el peligro que encierra la desvergüenza de esos menores vagabundos, irrespetuosos y holgazanes. Está demás que indiquemos los procedimientos a seguir. Pero lo importante es evitar la propagación de los mismos, que ya forman una legión que aparte de lo triste es insoportable”.85

Además de la obra de la Iglesia y  sus asociaciones caritativas, se formaron, desde fines del siglo XIX, centros seglares pertenecientes a numerosas colonias extranjeras que se organizaron para atender las necesidades de sus miembros y de los indigentes pertenecientes a sus respectivas nacionalidades. Así surgieron las llamadas sociedades italiana, española, israelita, sirio libanesa y otras.

E l Centro Argentino de Socorros Mutuos, asociación pionera del mutualismo salteño, data de 1891. Entre los socios fundadores figuraban: Pastor Moisés Saravia, Ramón Sanmillán, el militante socialista Eliseo Lesser y otros.86

Notas del capítulo 9

1       (1935) Diario Nueva Época. Salta.

2       (1938) Guido, Angel. Plan Regulador de Salta. Memoria Descriptiva. Salta. Imprenta San Martín. Pág. 65.

3       (1935) Diario Nueva Época. Salta.

4       (1934) Diario Nueva Época. Salta.

5       (1935) Diario Nueva Época. Salta.

6       (1931) Diario Nueva Época. Salta.

7       (1941) Boletín Municipal. Noviembre de 1941. Salta.

8       (2001) Historia de vida de don Saturnino. Anexo N° 8.

9       Reportaje realizado por Gregorio Caro Figueroa en Revista Claves. Diciembre de 1995.

9B    (2002) Historia de don Ernesto. Anexo N° 20.

10     (1937) Informe elevado por el diputado socialista Alfredo Palacios al Parlamento nacional después de su visita a las provincias del Noroeste argentino. Durante los años 1936-1937, Palacios recorrió las provincias del Norte y volcó sus observaciones en los libros "El dolor argentino", editado en 1938 y "Pueblos desamparados", publicado en 1944.

11     Idem anterior.

12     Idem.

13     (1906) Constitución de la Provincia de Salta. Obra citada. Pág. 3563.

14     (1922) Gorriti, José Emanuel. Documento citado. Pág. 5.

15     Idem anterior. Pág. 7.

16     Idem. Pág. 7.

17     Idem. Pág. 9.

18     Idem. Pág. 15.

19     Idem. Pág. 15.

20     (1916) Tercer Censo Nacional de 1914. Cuadro de escuelas en la provincia de Salta. (Cuadro N° 1).

21     (1930) Revista La Obra. Bs. As. Imprenta Cía. General Fabril Financiera.

22     (1996) Dávalos, Juan Carlos. "La escuela de Susques", en Obras completas. Obra citada. Tomo II. Pág 371.

23     (1922) Gorriti, José Emanuel. Documento citado. Pág. 17.

24     (1999) Historia de doña Estela. Anexo. N° 12.

25     (2001) Historia de don Salvador. Anexo N° 6.

26     (1999) Historia de doña Hortensia. Anexo. N° 21.

27     (1928) Dávalos, Juan Carlos. Los Gauchos. Obra citada. Pág. 195.

28     (1998) Barraza, Hilda y Escobar Guerrero, Miguel, en "Pablo Freyre. La importancia de leer y el proceso de liberación." México. Editorial Siglo XXI. Pág. 15/17.

29     (1916) Tercer Censo Nacional de 1914. Reformas Orgánicas de la Enseñanza Pública. Bs. As. Imprenta Peuser. Tomo IX. Pág. 17/23.

30     Idem. Tomo IX. Pág. 17/23.

31     Idem.

32     (1999) Historia de doña Estela. Anexo N° 12.

33     2000) Historia de doña Claudia. Anexo. N° 15.

34     (2002) Historia de don Ernesto Anexo. N° 20.

35     (1996) Fuentes, Miriam. "La noche es de los gatos". De lagartos tatuados y pájaros de mangos (poemas). Salta. Editor Víctor Hanne. Pág. 18.

36     (1935) Diario Nueva Época. Salta.

37     (2000) Corbacho, Myriam y otros. "Infamación, violencia y locura. Salta a fines del siglo XIX". Cuaderno. N° 13. Facultad de Humanidades. UNSa. Salta.

38     (1935) Diario Nueva Época. Salta.

39     (1981) Mills, Wright. Poder, política y pueblo. México. Edimex S.A.

40     (1998) Historia de don Carlos Anexo. N° 9.

41     (1921) Número extraordinario y anual de Nueva Época. Salta.

42     (1926-1928) Libro de Notas y Proyectos de Ordenanzas de la Administración de Sanidad y Asistencia Pública Municipal. Ordenanza reglamentando la prostitución. Folio 132.

43     (1981) Mills, Wright. Obra citada. Pág. 254.

44     (2002) Historia de don Julio. Anexo. N° 11.

45     (1998) Historia de don Carlos. Anexo N° 9.

46     (1987) Soriano, Osvaldo. Rebeldes, soñadores y fugitivos. Bs. As. Editado por La Prensa Médica Argentina. Pág. 26.

47     Idem anterior. Pág. 26.

48     Diálogo con doña Berta.

49     (1987) Soriano, Osvaldo. Obra citada. Pág. 27.

50     (1935) Diario Nueva Época. Salta.

51     (1924) Frías, Bernardo. Tradiciones Históricas. Bs. As. Librería y Casa Editora de Jesús Menéndez e Hijo. Pág. 134.

52     (1934) Proyecto del diputado nacional Antonio Solari sobre "Explotación obrera en las proveedurías de campaña", publicado por el diario Nueva Época.

53     Idem anterior.

54     (1999) Historia de doña Ceferina. Anexo. N° 4.

55     (1998) Historia de don Carlos. Anexo. N° 9.

56     (1934) Diario Nueva Época. Salta.

57     (1935) Diario Nueva Época. Salta.

58     (1998) Historia de don Carlos. Anexo. N° 9.

59     (1999) Historia de doña Estela. Anexo. N° 12.

60     (1933) Planilla de sueldos del personal de la Municipalidad de Salta. Archivo Municipal.

61     (1935) Diario Nueva Época. Salta.

62     (1928) Libro de Resoluciones del Dpto. Ejecutivo Municipal. Enero a Diciembre 1928. Res. N° 270. Archivo Histórico Municipal.

63     (1998) Historia de don Carlos. Anexo. N° 9.

64     (1935) Diario Nueva Época. Salta.

65     (1935) Datos publicados por el Registro Civil. Desde el 1 al 26 de Diciembre de 1934. Cuadro N° 2.

66     (1935) Diario Nueva Época. Salta.

67     (1938) Guido, Angel. Plan Regulador de Salta. Memoria Descriptiva. Salta. Imprenta San Martín. Pág. 110.

68     (1937) Informe Palacios. Documento citado.

69     Idem anterior.

70     Idem.

71     (1934) Diario Nueva Época. Salta.

72     (1931) Diario Nueva Época.

73     (1919) Diario Nueva Época. Salta.

74     (1934) Panegírico por la muerte de un obrero salteño. Diario Nueva Época. Salta.

75     (1909) Discurso en la inauguración del Patronato de la Infancia.

76     (1935) Diario Nueva Época.

77     (1920) Diario Nueva Época. Salta.

78     Idem anterior.

79     (1921) Publicación Oficial. Memoria de Gobierno de Joaquín Castellanos. Pág. 765.

80     (2001) Historia de don Rafael. Anexo. N° 23.

81     (1980) Seage, Arsenio. Escritos de Monseñor Roberto J. Tavella. Tomo II. Pág. 307.

82     (2002) Historia de don Ernesto. Anexo. N° 21.

83     (1934) Diario Nueva Época. Salta.

84     Idem anterior.

85     (1920) Diario Nueva Época. Salta.

86     (2002) Nota de Miguel Durán sobre el Centro Argentino de Socorros Mutuos, en Revista La Gauchita. N° 95. Marzo del 2002.

CAPÍTULO 10
Fundamentos de la estructura sindical