EL MONOLITO

Era en el Bicentenario de la gesta criolla consistente en el abordaje al navío de guerra “Justine”, varado en el Río de la Plata y capturado por los gauchos de a caballo.

Se inauguraba un monolito recordatorio al lado de la Torre con el reloj de los Ingleses frente a la Estación Retiro.

Frío invernal.

Las gauchas salteñas ataviadas con vestidos de zaraza zapatos de danza, trenzas con moños de cintas y sobre sus hombros el legendario poncho de los Infernales.

Todos los gauchos salteños con sombreros aludos. Sobre sus ropas guardacalzones de cuero, pañuelos al cuello, botas, rastras y en sus manos banderas y estandartes.

Pasados treinta minutos de la hora protocolarmente establecida para tan magno acontecimiento en la historia de nuestra patria, arribó un vicepresidente de la Nación con traje y corbata y protegido por un sobretodo. Displicentemente metió la mano en el bolsillo derecho de su sobretodo,  sacó un papelito doblado en cuatro partes y leyéndolo “como quien hondear”,

¿Usted cree que dignificó la única, heroica proeza en la historia de la marinería universal aquí ocurrida y que le costara al general John Whitelocke allá en Inglaterra la formación de un Consejo de Guerra con su posterior degradación militar…?

Nada que ver.

Guardó el papelito, enfundó la mandolina y se tomó “el piro”.

Pero las mujeres salteñas, temblando de frío y los hombres salteños con su adusta seriedad norteña estuvieron y estarán siempre firmes glorificando a su inmortal caudillo.