Te veo a veces andar
Te veo a veces andar contra un cielo
de nubes, como a una hoja que vuela; suelta
como en los días de fiesta, cuando la cadera
de la noche te rozaba apenas, haciéndote sentir el oleaje de las pequeñas gotas de rocío acariciándote.
Falena en el crepúsculo por papeles de olvido,
te resistías a la oscuridad, y entre los árboles, por follajes
de sombra, te dormías con los ojos abiertos contemplando
la caída de los astros.
Entonces nada te consolaba
entre llantos: ni el beso, ni la mano;
porque en las despedidas, en el gesto, te parecía ver
adioses definitivos donde sólo nos separaba la espera,
y un espacio que transitábamos a solas, como sonámbulos
buscándose en los sueños.
En este mar ausente
En este mar ausente,
solitario;
desde esta costra vegetal
que transito
con ojos de tanta luz
cegados; en esta tierra que el sol entibia
apenas, hago el amor
perdido entre los árboles.
Me asomo a las vertientes para beber
en la montaña,
y busco el eco de las piedras cayendo
por los ríos. Siento el relincho
del espanto que rueda;
la última carrera,
la coz perdida del caballo muerto
entre las aguas.
Envuelto en hojas
en besos
siento llegar la noche hasta nosotros.