Por Jaro Godoy
Nació en Salta, cuando un noviembre encendido, se queda para alumbrar el nacimiento de quien seria el hijo predilecto de las musas del territorio salteño, aunque la vida injusta se encargo de sembrar las semillas del olvido, sobre la árida tierra de muchos de sus comprovincianos, las alas inmortales de sus poemas y canciones redimieron tanto olvido y se quedaron para siempre habitando el inconsciente de su gente, aun hoy muchos silban sus canciones sin saber muy bien quien fue su autor.
"Y dónde otro país para esta sombra que los muros y la propia tierra, viniendo conmigo con las lámparas indecisas de la infancia y los corredores de la casa vieja, arrinconarse junto a mí sin preguntarme nunca, cuánto dura este tiempo de estar oyendo los relojes que ensayan el rumbo de mi sombra hasta la última muerte".
El primer soplo de sombra helada penetra en su alma y bebe de ellas como el elixir que le daría por siempre una nueva vida marcada por las fronteras de los caminos espirituales.
La sangre azul de la poesía corría por sus venas, alimentando su alma de arcanos misterios y sondeaba el corazón de la noche como su propio dueño.
Donde las sombras se rebelan y el olvido tiembla con alas nuevas, donde se esconden las almas y se renuevan los profetas, en el pasaje de sombras con olor a madera nueva, fue gestando una vida que marcaría por siempre sus 63 años de profecías y misterio.
Nace en Salta un olvidado 1 de noviembre, de chico pasa sus días, mirando el lento transcurrir de los hijos de Güemes, va forjando su porvenir entre el olor nuevo del papel y las letras, apuntalando los maderos que sustentarían al gran poeta que empezaba a despuntar mediante escritos que luego se perderían en el humo del tiempo.
Sus siestas pasan en un conventillo de la calle Alvarado al 200, recuerdos que plasmara años mas tarde en el libro "El hombre de barro", donde reina la felicidad de sus primeros años.
Escribió mucho y se mostró poco, quedan las cenizas de algunos de sus temas, hay otros que trascendieron mas allá de las fronteras imaginables, "Pollera de septiembre", "Anillo de humo", "Pañuelo de amor", "Tata Iguazú" (canción Litoraleña) y "Canción para Federico", sin olvidar su tema mas logrado, un tema que mezcla la metafísica, la mitología que ronda las costumbres de un pueblo y que se desliza en sus letras un dejo de pudor típico de gente de alas elevadas.
"A veces sigo a mi sombra a veces viene detrás pobrecita si me muero con quién va a andar. No es que se vuelque mi vino, lo derramo de intención mi sombra bebe y la vida es de los dos."
Sumido en la pobreza aprendió de joven el arte de trabajar la madera, cincelaba el espíritu del tronco con la ardiente paciencia de quien acaricia una bella poesía, sus entradas y salidas del hospital empezaron su danza macabra, ya el diablo del vino se mezclaba entre los burdeles paganos que ardían en su cabeza, el libro de la noche abría sus hojas para bordar su nombre en luciérnagas de tristes colores.