Poema
“Te concebí amor a noche abierta
cuando agosto soplaba entre los tarcos
y matriz cardinal madurando los meses
encendí las liturgias de tu sangre
Fuiste mi pan del mediodía
mi grito del verano
un paisaje de luz girando en mi cintura”
Tercer domingo de octubre
I
Madre:
En el espacio magro
del dormir compartido
mi curiosidad cumplía once años
cuando advertí el desarrollo de tu noche:
tu cuerpo hábil y ajeno
en la simulación del coito individual
ejercido por mi padre, donde te cubría, retirado
poniendo las redes, estrechando el cerco con torpeza
mientras tu sexo
seguía recogiendo los tazones vacíos,
la ropa deshabitada de nosotros
tus seres demandantes
y tu lujuria en la tarea cotidiana
iba a parar al lavadero
en desesperado y femenino gesto
Nunca un beso que acortara las distancias
o te dijera que el amor no es callado
ni secreto.
Reproches en la oscuridad
me confirmaban que no lo disfrutabas
y el miedo al -somos tantos-
clausuraba tus piernas,
entonces, las fraguadas líneas de mi fiebre
o el dolor de mi cabeza
daban tregua a tu noche
en cómplice inocencia
II
Madre:
hoy me siento a tu lado,
la ventana se limpia de pudores,
el sol sale en tus ojos
febril, acelerado.
Por fin has dejado
de vigilar el presupuesto
de inventar la compra
de pensar qué se puede comer hoy,
que sea barato y diferente.
Hoy el fuelle de tu cama
en su costado viudo
chilla alegremente
cuando señalando el libro de iniciación sexual
que te acercó tu nieta
entre las hojas llenas de dobleces
me dices con espeso brillo
-hoy conocí mi primer orgasmo-
Y por la boca abierta
de tu confesión, madre,
florecen los dolidos muñones de mi género
dando vuelta frígidos colchones
de sometimiento.
LEONOR ROSAS VILLADA