El placer de contar historias
Zulema Usandivaras escribe desde siempre, pero a la literatura "como profesión" llegó "un poco tarde". Dueña de un inagotable talento como narradora, asegura que la satisfacción de escribir le durará mientras le dure la vida. Su universo literario está poblado de historias de amor, apariencias y contradicciones morales. Una radiografía de la sociedad salteña del siglo XX, vivida y ficcionalizada desde muy adentro.
"Memoria y deseo son imaginación presente.
Éste es el horizonte de la literatura".
(Carlos Fuentes)
Silvia Díaz
Docente en Letras
Para Zulema Usandivaras escribir-contar es un placer. Las palabras le fluyen y se entraman armando historias que se ofrecen al lector como una auténtica fuente de entretenimiento.
En sus relatos la experiencia literaria oscila entre lo imaginable y lo real, y el lector siente cómo la historia está delante de sus ojos para ser disfrutada y leída, libre de prejuicios y de ataduras académicas. Escribe por el gusto de escribir y su escritura tiene ese maravilloso compromiso que va desde la libertad de contar, de imaginar, hasta la posibilidad de reescribir los recuerdos.
Recuerda que cuando comenzó a hilvanar sus primeras historias hubo un quiebre en su vida cotidiana y -fundamentalmente- en su interior. "Yo siempre me interesaba por todas las cosas de la casa: la costura, la comida, las tareas de la mujer, en definitiva, pero nunca abandonaba la lectura. Cuando descubrí que podía escribir, que podía disfrutarlo y que, además, podía ser leída me dejaron de interesar las otras cosas". Cuando se le piden datos acerca de sus comienzos como escritora, Zulema confiesa: "He empezado a escribir tarde, demasiado tarde, es decir, a publicar. Porque evidentemente el escritor nace y lleva adelante su afición hasta que las circunstancias le son propicias para darse a conocer".
Entre sus libros publicados figuran "Cuentos de La lagunilla y cuentos de los espejos", "Un tiempo que yo viví", "La esposa", "Recordando el paraíso", "La casa de los abuelos", "El perfume del amor", "La señora silenciosa", "Historia del secreter", "De la pizarra a la computadora", entre otros.
La escritura de Zulema de Torino no busca enrolarse en ninguna corriente renovadora del relato, tampoco busca transgredir lo lineal de la narración tradicional. Sus historias son sencillas, directas y plenas, no tan sólo de universos experienciales, sino también de abundantes dósis de ficción.
A propósito de su "arte de narrar", Raúl Aráoz Anzoátegui dice: "Quizás está en la propia desinhibición con que acomete el oficio gozoso de transferir sus experiencias e imaginaciones con una convicción tan cierta, tan genuina, que no es necesario agregarle otros elementos para hacer creíble la realidad de sus ficciones".
El amor, la vida, algunos sectores de la sociedad salteña del siglo veinte, su visión del universo del hombre del campo, la importancia social de las apariencias, las contradicciones y la doble moral de algunos protagonistas de la sociedad y, en ese contexto, el lugar de la mujer, son algunos de los temas que pueblan el universo literario de Zulema. Sus relatos son historias sencillas, sus personajes son cotidianos y simples, pero cuando ingresan a su mundo de ficción, cobran la dimensión literaria y estética precisa para convertir a sus libros en fuentes de goce y entretenimiento.
Zulema, la mujer escritora, está agradecida de la vida. Dice que aprendió a ser, además de mujer, una mujer que escribe, que construye mundos y, que al mismo tiempo, con generosidad los ofrece. Dice además que de la vida la ha sorprendido mucho: "Cuando yo tenía sesenta años, no me imaginaba que podría aprender y crecer como escritora. Pensaba que no había más porvenir para mí, pero resulta que la mayor parte de mi trabajo se comienza a desarrollar a partir de entonces".