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LA TRADICIÓN

 

Por José de Guardia de Ponté

El hombre es un animal bio-psico-social, esa es su naturaleza, su relación social hace a la formulación de normas necesarias para poder convivir en paz y armonía. Las primeras reglas de juego son marcadas por los valores que se acuerdan y sustentan, estas normas primarias marcan la moral de la comunidad y se van renovando según los tiempos y las modificaciones que van realizando las nuevas generaciones y así cada nueva generación, como es lógico pretenden mejorar los aciertos y enmendar los errores.

Estas normas morales son las que dan forma y origen a las normas legales o leyes que regirán a la comunidad, siendo más estrictas y constituyendo sanciones y penas para quienes no cumplan o se excedan. Las leyes sustentan la legitimidad del estado y el gobierno ya que no dependen del capricho de un tirano sino de las convenciones que pueden venir de lo divino o del pueblo.

Estos son los mecanismos que funcionan para todos los tiempos y en todos los lugares donde la humanidad se estableció. Estos mecanismos de transmisión pasaron de los orales a los escritos, de los familiares a los comunitarios y sociales a medida que los pueblos iban creciendo en población y conocimiento.

Todas estas cuestiones son lo que podemos denominar “cultura” y de ella partirán, por la simple necesidad de disfrutar y ser felices, las artes en todas sus variantes, mejorando y embelleciendo la vida en la comunidad, porque todo artista necesita de un público que lo estime, como así el artista necesita dar a la gente su caudal espiritual.

Y todos, en alguna medida, trabajan de esta manera buscando su lugar de importancia y utilidad en la comunidad. Dar para recibir, aportar en conocimiento para crecer, para mejor, para perfeccionarse. Una cadena sin final y sin descanso.

Mas o menos y en teoría así funciona, pero con el tiempo y el sustancial crecimiento de la población las cosas se hacen más complejas y dentro de nuestra naturaleza también aparecen todas esas cuestiones negativas que nos definen. La violencia, la discordia, la discriminación, el ansia de poder, la guerra, la destrucción, etc… Lo bueno y lo malo habitan en el ser humano, de la mano de su sabiduría va su propia estupidez.

Palabra derivada del latín TRADITIO y esta del verbo TRADERE (transmitir) y en términos conceptuales ES UN MECANISMO por donde el conjunto de bienes culturales se transfiere de generación en generación dentro de una comunidad. Este mecanismo de transmisión de la cultura es indispensable para legado cultural. Muchos confunden lo transmitido (la cultura – el conocimiento, el folklore ect.) con el canal o mecanismo de transmisión que son las vías por donde se pasa sustancial información.

Cuando estudiamos la “tradere” también tenemos en cuenta el transmisor y el emisor, ya que es una cuestión interesante y que nos diferencia de los animales, los cuales siempre hacen lo mismo, como las hormigas, y es que cuando la cultura heredada entra en el campo de la nueva generación es enfrentada con los valores y visiones del momento actual histórico por lo que la interpretación de la cultura es abordada de forma diferente construyéndose una neo-cultura resultante de la fusión del pasado con el presente.

Si consideramos a la “tradere” como algo que se hereda y que forma parte de la identidad. Y a las identidades se le oponen sanamente "las alteridades" y que las dos son en definitiva construcciones intelectuales que se confirman y afirman una con la otra de forma lógica y racional, un ejemplo claro sería cuando “al sentirme identificado con una comunidad claramente puedo diferenciarme de otra…” y en este sentido también trabajo sobre lo individual “puedo identificarme con mi padre pero a la vez reconozco mis diferencias”.

Las vías que antaño se resumían a las transmisiones orales y escritas. Hoy por hoy están impactadas por los nuevos fenómenos comunicacionales globalizados que interfieren con la inter-relación comunal y social que hacen a la endocultura. La polaridad identidad – alteridad se desdibuja y diluye en la mundialización cultural híbrida con todas sus consecuencias y concomitancias.

La identidad de un pueblo es como decir la “definición de un pueblo”, constituye “el nosotros” que nos diferencia de “el aquellos”, y en buena forma es un conjunto de valores, creencias, normas de conducta, sistema de relaciones y de representaciones, es aquello que establece un orden y confiere sentido a la vida del núcleo social.

La identidad supone en primera instancia una función de reconocimiento, una cuestión que se manifiesta en la distinción, en la singularidad, en las normas que rigen la constitución de la vida social, sus formas y sus esquemas fundamentales en cada momento de su historia. En definitiva la “moral” de la comunidad.

En segundo lugar está la posibilidad de la “opción”, ya que cada individuo puede identificarse a un grupo social y asimilarse al mismo aunque algunos estudiosos afirman que esto no es posible. La identidad es una estructura social y mental, es una cultura internalizada, que históricamente implicó una serie de procesos de sincretización y estos procesos son más o menos complejos e intrincados. Y por supuesto y como es debido, esta cuestión de la “identidad” está siendo vigorosamente debatida en la teoría social. El argumento en esencia se funda en los cambios que ha aparejado el fenómeno de la revolución de las comunicaciones. Este fenómeno único en la historia humana ha desestabilizado el mundo social que durante tanto tiempo se hallaba seguro dentro de su cultura y ha producido un declive, lo que da origen a un nuevo ser humano que tiene por principal característica la de ser un ente fragmentado y a la vez individualista.

Este ser humano pos-moderno o bien llamado ahora neo-pos-moderno, sufre de una “crisis identitaria” que a la vez es parte de un proceso más amplio de cambios dislocantes que generan una nueva estructura moderna que podrán ser o no un anclaje estable en un futuro mundo global.

Para esta situación y dentro de nuestras perspectivas la “preservación del patrimonio cultural folklórico” aparece como una respuesta para una sociedad culturalmente avasallada, invadida, despojada y sobrepujada por otra cultura en proceso de expansión; y dentro de esos procesos están también ciertas reacciones, que pretenden hacer frente a la globalización, las resucitaciones de viejas identidades étnicas, religiosas, raciales, culturales, territoriales que se daban por desaparecidas, las cuales por cuestiones de reivindicaciones políticas y/o sociales justas y legítimas afirman su realidad y persistencia histórica en distintas escalas pugnando por una confirmación y/o reconocimiento en espacios geográficos, políticos sociales, culturales y económicos. Esta realidad exige una necesaria reflexión y estudio, hay que separar la paja del trigo, ya que no se puede por el sólo hecho de preservar el patrimonio cultural folklórico disfrazar una cultura con otra.

Lo sano en primer lugar sería ante todo reconocer la pluriculturalidad existente en los medios urbanos y rurales, configuración de diferentes mundos y realidades que se producen del proceso inmigratorio constante que caracteriza a la América toda.

En segundo lugar sería desechar la vieja visión unitaria porteña que excluyó desde el vamos a todo color extraño de piel y cultura reescribiendo una historia esforzada en forjar una imagen argentina como nación de raíces europeas monocromáticamente homogénea. Dependiente de las modas y modos eurocéntricos. A este respecto no debemos caer en la polaridad identitaria que marca a la sociedad "blanca", "alfabeta", “desarrollada", "moderna", "industrial", "urbana" en contra de una sociedad sumida en la barbarie "subdesarrollada", "analfabeta", "tradicional", "rural", "indios", cuestionada y satirizada como “inculta”; Ni tampoco en la trampa del doble discurso que celebra la diversidad y por el otro lado la niega.

El patrimonio cultural folklórico en este sentido se establece como la esencia de la identidad que reforzaría e integraría los paisajes culturales dando forma al concepto del ”sentido de uno mismo” porque en definitiva la identidad no es un problema “… sólo constituye un problema cuando está en crisis, cuando algo que se asume como fijo, coherente y estable es desplazado por la experiencia de la duda y la incertidumbre” (Mercer 1990: 43).

A partir de estos elementos nuestra comprensión del fenómeno de la TRADICIÓN como transmisión, se explica como una expresión colectiva y simbólica, una sana relación hombre – sociedad - naturaleza, con sus ritos y sus creencias; sus mecanismos que permiten mantener vigente el sentimiento de adscripción común en la percepción de sí mismos. Como dice Greiger: “Todo hombre es, en ciertos aspectos: 1° como todos los demás, 2° como algunos otros; 3° como nadie”.

 

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