Una cosmovisión ontológica que sigue vigente
Por José de Guardia de Ponté
Introducción
Este trabajo se basa principalmente en el pensamiento de Günter Rodolfo Kusch, pensador del mestizaje, de una profundidad apabullante y de un rigor intelectual extremo, fue denostado, agredido, ocultado y olvidado por los productores de conocimientos, siempre comprometidos en la justificación de una colonialidad cultural abrumadora y en la negación de las expresiones de las antiguas resistencias populares al dominio de los relatos establecidos. Pero nada pudo ensombrecer ni disputar la carnalidad de su pensar, la abierta exposición de sus emociones y la germinación de un mundo tan antiguo como presente, en la incomodidad de pensar lo americano a la intemperie, lejos de los escritorios y los estrados, pero muy cerca de la tierra misma, y de los hombres y mujeres que la habitan .
Y a partir de esa base trato humildemente de darle continuidad en una línea de pensamiento que venimos proponiendo desde el Consejo Federal del Folklore de Argentina COFFAR, el Consejo del Folklore de América COFAM y desde las Academias de Folklore de Salta y Tarija.
LA DIFERENCIA ENTRE SER Y ESTAR
Existen en nuestra cultura dos antinomias siempre latentes, me refiero a nuestra cultura americana.
Si bien en un orden bidimencional, en un plano horizontal podemos distinguir cinco estamentos aleatorios en nuestra identidad como son la originaria, la hispánica, la negra, la criolla y la nueva inmigración; en un plano tridimensional subyacen una cultura superficial y otra profunda.
SER y ESTAR sintetizan de alguna manera esta contraposición que sólo se puede observar por medio de una lupa filosófica o mejor dicho dentro de lo que hoy llamamos filosofía social.
SER (concepción europea, occidental y judeo-cristiana) significaría “existir”, “ser alguien”, “prevalecer”, “supervivir”, “tener un lugar y un espacio” – “YO soy el que SOY dijo el Señor a Moisés”
ESTAR (visión de la América profunda – orientalismo - espiritualista) significaría “hallarse”, “conocerse”, “convivir”, “coexistir” – “completado con el todo, unido”.
La categoría existencial del “estar” se contrapone al “ser” europeo. El “estar” supone un situarse cerca de un centro donde se concentran y conservan energías mágicas y divinas que se deben respetar y conjurar. Por contrapartida, el “ser” se entronca con la ansiedad occidental del “ser alguien” , el deseo de colmar con contenido y significado un vacío que se amoneda en la intimidad profunda del sujeto de Occidente.
SER supone la imperiosa necesidad de explicarlo todo, entenderlo todo, ciencia y tecnología como herramientas inseparables e indispensables para llevar al hombre al podio de rey del universo.
ESTAR trata de una añeja y rara sabiduría de la que participamos, sin darnos cuenta, ya que está en nuestra cultura del modo en que se participa de lo marginal a nuestra cultura oficial, de lo inconsciente, de lo originario, de lo mítico.
Es así como en América conviven esas dos raíces opuestas y el desafío es encontrar los significados que encierran esos dos polos y su dinámica.
EL SOY Y EL ESTOY
Entre los significados de la palabra "ser" encontramos el sentido de esencia, valor, precio, estima, existencia, posesión, dominio; entre los de la palabra "estar": hallarse en un lugar, esta o aquella situación, condición, modo, ánimo, situación.
Para “ser” el occidental necesita una gran cantidad de cosas asociadas, necesita tener: posesiones, prestigio, fama, dominios, dinero, etc. “Si no tengo no seré nadie”. En cambio el “estar” se preocupa por ánimo de situación: acompañado, querido, honrado, respetado, cuestiones que se ganan o pierden por nuestras acciones. Hay una dependencia de los demás, “Si no soy digno de respeto no merezco estar”. Esto por supuesto no significa que el hombre occidental no haya también desarrollado en su cultura estas características pero no es en definitiva la que prevalece.
Veamos un ejemplo cotidiano decir "estoy empleado en tal lugar", no es lo mismo que "soy empleado de...", mientras que ‘soy’ implica estabilidad, el "estoy" transitoriedad, inestabilidad; lo mismo pasa cuando marcamos hecho de la “vida”. El occidental marca un “ser en la vida” (sea en esta o en la otra) ya que se concibe la idea de la eternidad. El alma occidental es eterna – no muere. El originario en cambio “está” en la vida, concibe el hecho de lo efímero, lo precario, lo breve.
Los dos como humanos temen a la muerte pero combaten ese miedo de forma diferente.
El “hombre soy” determina que la muerte es sólo un paso entre un estado a otro, pero sigue “siendo”. El “hombre estoy” en sus diferentes cosmogonías vuelve a la madre, engendradora de vida, en una función cíclica de vida/muerte. No concibe la idea de volver siendo el mismo o por lo menos no se lo cuestiona.
El “hombre soy” rechaza el “estar” porque lo relaciona directamente con la muerte. Dejarse estar es justamente dejarse morir. “Estar” es no hacer nada… la nada es la muerte absoluta, el “no ser”.
El “hombre soy” justamente rechaza la muerte, rechaza la nada, rechaza el “no ser” y se autoconvence que “todo es” y he aquí donde aparece necesaria e imperiosa la concepción del DIOS único y verdadero.
DIOS “es” y nada escapa de su poder. DIOS es eterno, inmutable, inamovible. Si se corriera de lugar dejaría un espacio de “no ser” de “nada” y el “no ser” no es.
En los idiomas americanos originales como el Quichua o el Aimara se carecen de expresiones idiomáticas que designen conceptos abstractos, sino que sólo señalan una adjudicación pasajera de cualidades a un sujeto pasivo. Esto corrobora que la cultura originaria sea profundamente estática.
Si comparamos la concepción antigua americana con la visión de oriente, fundamentalmente el Taoismo vemos ciertas similitudes ya que ambas desconfían de las palabras. En cambio occidente funda toda su intelectualidad racional, mágica, religiosa y filosófica en el poder del verbo, de la palabra.
Justamente en el cristianismo al Mesías enviado de Dios le nombran por el Verbo Divino.
El Aporte Africano
EL ESTAR SAGRADO
Uno de los varios grupos que forman parte de la población americana son los Afro-americanos, los descendientes de africanos de raza negra. Ellos son una gran parte de américa aunque quizás no concuerdan con la imagen “típica” de los latinos. Los primeros africanos llegaron a las Américas con los españoles o los portugueses, como esclavos. En toda américa esto es bien reconocido, no tanto así en el proceso de construcción de la identidad histórica étnica en Argentina, para lo afroargentinos, valorar el ancestro negro sigue siendo difícil. Mediante su ocultamiento fenotípico y cultural, se ha ignorado su historia, su actualidad y sus derechos de los procesos socioculturales en la definición de la nacionalidad.
La necesidad de la generación del 80’ por construir una patria homogénea blanca y europea fue la causa de esta miopía que también negaba todo color extraño que tiñera la piel de un “argentino” de pura cepa.
Lo indudable es que la influencia de las costumbres heredadas del África Occidental y las Antillas ha marcado definitivamente la cultura Argentina tanto en la gastronomía y la música, como en sus tradiciones y también en la visión ontológica.
Su exclusión contribuyó a la invisibilidad pero no obstante todo intento de amputar parte de la cultura es un esfuerzo inútil y necio.
Los investigadores sólo se limitaron a estudiar los ritmos y la gastronomía pero nunca se detuvieron a interpretar la cosmovisión africana.
Para intentar acercarnos a la cosmovisión africana hemos de considerar que la vida, según su punto de vista- es esencialmente mágica y el individuo está sumergido en una participación que comienza antes de su nacimiento y continuará después de su muerte. Vivir es estar inmerso en un drama mítico y todos los acontecimientos del vivir tienen una vinculación a lo sagrado. Los nombres tienen significados mágicos, el sonido del tam-tam es también un lenguaje esotérico y un eclipse es un mensaje a los hombres. No hay desvinculación en ningún momento de la vida con lo mágico.
Para los africanos el tiempo tiene asimismo una dimensión mítica y no lo conciben como los hombre del “ser”, quienes ven al tiempo en segmentos, días, horas, minutos, segundos… El hombre “ser” vive angustiado por el paso del tiempo ya que está relacionado con la muerte, el fin del tiempo. Para los africanos el tiempo no tiene una existencia objetiva fuera de nuestros actos. Las cosas no existen en el tiempo sino que el tiempo existe porque existen nuestros actos. Es consecuencia de ellos. No tiene existencia si no le prestamos atención, podemos incluso hibernarlo si no le proporcionamos energía. Por eso es tan frecuente encontrarse con imágenes de africanos sentados o de pie sin realizar ninguna actividad en un estado que parece de ensoñación. Según nuestra visión occidental “están perdiendo el tiempo”, pero la realidad es que están esperando al tiempo, o bien en el estado de producir el tiempo.
La historia africana está llena de mitos, mitos del origen, de la creación, el primer hombre, la retirada de Dios del mundo, el origen de la tribu…
Es muy necesario entender que esta cultura ha dado al hombre indo-afro-americano la importancia de la tradición y la carencia del sentido de progreso y la falta de planificación en la sociedad… Mientras el hombre europeo va a la búsqueda del tiempo, siempre mira hacia delante. El hombre africano es lento y repetitivo: lo hizo mi padre, y el padre de mi padre… El sentido del tiempo es el drama y la riqueza de los pueblos africanos.
CIVILIZACIÓN Y BARBARIE
De cómo ve el “SER” AL “ESTAR”
El tema de “civilización y barbarie” atraviesa toda la historia cultural de América y hunde sus raíces en la misma acción del descubrimiento o el encubrimiento: la acción civilizadora de los españoles con respecto a las poblaciones indígenas, que representaban la encarnación de la barbarie.
Sin embargo, la formulación de la antinomia tiene su antecedente en la propia historia de Occidente, fijando sus raíces en la época clásica. En plena época helenística surge la construcción de dos figuras: el civilizado y el bárbaro. No obstante, el sentido de “bárbaro” no tenía connotaciones despectivas, sólo de distinción. La cristiandad medieval reelaboró la visión del bárbaro legada por la antigüedad clásica, envolviéndola con los enunciados propios de la cultura medieval.
En el siglo XVI, Europa o más específicamente españoles y portugueses emplean la figura del bárbaro como clave de interpretación sobre los indios de América, con lo que se inicia el proceso de barbarización del negro y posteriormente del indio. Pese a que el indio fue visto en algunas ocasiones como el buen salvaje y otras como un ser presa de sus instintos, degradado y corrompido, el hombre americano fue construido como la antítesis del hombre civilizado por excelencia, el hombre europeo.
Partiendo desde aquí podemos entender cómo se vertebra el concepto ya que se trata de un doble sistema semántico tendiente por un lado, a la profundización y multiplicación de antagonismos: civilización / barbarie, ciudad / campo, unitarismo / federalismo, frac / poncho, europeos y estadounidenses / indios , teatros / pulperías...; y por el otro, a forzadas conexiones: el frac es civilización / el colorado es barbarie.
La civilización sólo puede entenderse a partir de la barbarie. La «civilización» es la negación dialéctica de la barbarie: ésta, a la vez que queda negada, resulta incorporada a la civilización.
La definición clásica y positivista de civilización: “Conjunto de costumbres, ideas, creencias, cultura y conocimientos científicos y técnicos que caracterizan a un grupo humano, como un pueblo o una raza, en un momento de su evolución. Complejo de productos sociales transmisibles, de carácter religioso, moral, estético, político, científico, económico y técnico, comunes a varias sociedades relacionadas entre sí o a todos los estratos de una sociedad determinada”.
Veamos aquí la similitud que existe entre esta definición y la definición positivista del “folklore”.
Ahora veamos qué es la barbarie según la visión positivista : “Estado de la persona o el grupo que se considera inculto o no civilizado: los pueblos han salido poco a poco de la barbarie gracias a la educación y la cultura” .
En estos términos el ideal de hombre civilizado es aquel que es capaz de actuar e irrumpir en el mundo, transformarlo de forma lógica, inteligente y práctica. Implica un tipo de hombre emprendedor, confiado en sus propias fuerzas y en su inteligencia, que busca adecuar la realidad a sus aspiraciones.
Lamentablemente ese hombre moderno ve en forma peyorativa a la América mestiza en la que el esquema es la cultura del "estar", pasiva y ‘pachorra’ donde se refleja la impavidez del indio, la abulia de la peonada que tan estereotipadamente exacerba al inmigrante ingenioso y emprendedor.
El concepto de “estar” representa para el conquistador la pasividad vegetal, la modorra espiritual y esa raíz geográfica de la vida es la receptividad feminoide de una cultura que se atrinchera en esa Pachamama, simple caricatura del verdadero Dios.
El DEBER SER – de cómo quiere ver el SER al ESTAR.
El nacionalismo americano, oligarca, militarista, occidental y cristiano, como movimiento intelectual reaccionario, en contra de toda ideología ‘rarita’ como el anarquismo, el comunismo y cualquier socialismo de izquierda, busca crear un arquetipo nacional que defina “lo nuestro”. Es así como idealiza a los pobladores criollos del interior profundo. En Argentina por ejemplo al arriero cuyano, el zafrero tucumano, la telera puntana, o el gaucho salteño como los poseedores de valores morales acendrados.
Estos campesinos criollos habrían conservado una sabiduría sencilla e incontaminada, que ponía la religión católica, la protección de la familia, la defensa de la patria, y el cumplimiento de la palabra prestada, por sobre sus intereses personales. Dichos valores aparecerían reflejados en el arte anónimo que practicaban, especialmente las décimas rememoradas por los músicos campesinos. Crean y recrean valores como propios del gaucho pampeano, el arquetipo máximo de la nacionalidad.
Pero mientras tanto la realidad camina por otros senderos y los verdaderos gauchos o criollos del interior continuaban conservando hasta el presente valores y creencias sincréticas de esa América profunda contraria a cualquier suposición idealizada.
EL MESTIZO CRIOLLO – Entre el SER y el ESTAR
“EL ESTAR SIENDO”
Por una razón lógica el resultante del choque cultural dio por parto doloroso una nueva cultura que no es ni una ni otra sino algo nuevo, algo de ambas y algo absolutamente diferente.
El mestizo habita una cultura de combinaciones donde lo mágico y lo religioso se confunden en un especial sentimiento. La Virgen María por ejemplo será la deidad por excelencia de la América resultante. En ninguna parte del mundo la Madre de Cristo tendrá tantas devociones y seguidores. El espíritu femenino de la madre por excelencia será el puntal espiritual de la religiosidad sincrética de la América. No habrá ciudad, ni pueblo, ni región que no tenga una virgencita amparadora. Pero esta virgen ya no será blanca de ojos claros, será mestiza, morena de negros y brillantes ojos. Será la Pacha encarnada en las vestimentas imperiales o reales de una reina europea.
La Virgen Morena como la Pachamama es la cuidadora de la vida, la salud, protectora de los mineros en sus peligrosas faenas, pescadores, fabriles, comerciantes y viajeros. También son abundantes los antiguos símbolos del culto mariano andino, que persiste durante las festividades en los bailes religiosos, cantos, música, adornos a la Virgen, trajes de los bailarines, y en la estructura de la fiesta. Según Mariscotti de Gorlitz “El sincretismo de la Pachamama con la Virgen María se explica fenomenológicamente, en función de su común carácter materno y de otras coincidencias, entre las que figura la tendencia a desdoblarse en personificaciones de validez local y en hipóstasis funcionales” .
El criollo, en cuestiones de religión, a diferencia del originario será profundamente anticlerical. Criticará a la Iglesia Católica y la asociará con la clase dominante, esclavizadora, terrateniente y siempre gobernante.
Los filósofos criollos despotricarán no contra Dios pero sí contra la hipocresía del clero y su doble discurso moral.
En otro orden de cosas el hombre criollo será rico en conocimientos empíricos, gran sabedor de las cuestiones naturales. Heredará los conocimientos de la medicina ancestral. Estará muy comprometido con su aquí y ahora, y comprenderá el hecho de su inestabilidad y precariedad terrenal ya que nace como paria, como desarraigado, ya que en un principio el gaucho mestizo no sería querido ni por indios ni por blancos. Y justamente su lado “ser” le impelerá a apropiarse de la cultura dominante, tomar su lenguaje con el regionalismo propio, vestir con las ropas de la civilización y dejarse llevar por el destino de ser luego parte una patria que idealmente sería para todos.
Cultura mestiza, donde orden y caos se complementan en constante tensión, dolor y temor, resistencia ante la voz del poderoso patrón tirano.
Estructurará un pensamiento popular por medio de sus filósofos como José Hernández, Alma Fuerte, Buanaventura Luna, Joaquín Castellanos, Alberto Vacarezza, Atahualpa Yupanki y tantos otros que marcarán la doxa esencial y plurivocal artificiosa del pueblo. Se adaptará como el agua y saldrá victorioso, será soldado y héroe de la independencia. Trabajará intensamente para poder salir del fango. Buscará una identidad y la conseguirá por medio del folklore.
Se erigirá como un sujeto que puja por liberarse de la ficción de querer ‘ser alguien’, resistiendo, en el intento de un acierto fundante, a la espera de un fecundo “estar siendo”.
Del SER al HACER (la quinta pata del gato)
Es muy importante comprender que América es un mundo sin Revolución Industrial y por ello sin la obsesión del "quehacer" (de hacer un "qué", un algo definido). Tal obsesión es de una clase de hombres occidentales que predican el "ser alguien". Esto demuestra el divorcio entre el "mero estar" pachorriento del pueblo en que todo lo americano se desplaza y el "quehacer" del hombre europeo que llegó con la nueva inmigración a partir de 1880.
Este hombre pensaba que no podías ser alguien si no trabajabas y te sacrificabas enteramente para construir tu mundo con el secreto anhelo de que el hijo pueda estudiar y ser algún día un ”dotor”
El “ser industrial” que nace con los factores básicos de la masonería “Justicia, Educación y Trabajo” e ingresa en la modernidad inspirada en el “progreso” como concepto fundamental.
Un nuevo país Generación del ‘80 que tendrá sus ojos puestos en Europa y sus pies en el país agro exportador.
EN LA MODERNIDAD
EL DOBLE DISCURSO MORAL
Se puede observar a simple vista y con un superficial análisis que el mundo del "ser" reviste desde tiempos inmemoriales una doble moral, entendida como "decir una cosa y hacer otra totalmente opuesta" y aparentemente esto sería una señal de incoherencia o inconsistencia. Pero no es así, porque justamente la falta de transparencia con que se mueve el mundo moderno es su más acabada definición.
En este sentido esta discrepancia entre lo que se dice y lo que se hace es una forma de modelo mental donde no se dice lo que se piensa y se oculta los sentimientos.
Y si bien estas cuestiones están dentro del campo de la ética de seguro también puede analizarse desde la sociología en general y la psicología en particular.
Las sociedades llamadas, tecnológicas, modernas o por que no neo-pos-modernas basan su estructura en dos pilares, un contenido normativo de una sociedad y contenido normativo de un sistema. El primero es la moral y el segundo es la ley. Sociedad y sistema son inseparables, es decir, toda sociedad tiene un sistema. Pero es la sociedad la que soporta el sistema y no al contrario.
Pero por más inseparables que sean estos dos conceptos: moral y derecho no son lo mismo ya que una ley puede ser perfectamente inmoral.
Ambos contenidos tienen detrás el "poder". La diferencia estriba en que si bien la moral pretende limitar, la ley busca concentrarlo. Y he aquí donde el doble discurso está considerado un mal necesario, por imposición, por conveniencia o por necesidad.
Ahora bien la historia nos ha demostrado que cuanto mas opresivas sean las leyes morales mayor será el doble discurso. En el otro caso, cuanto más opresivas sean las normas legales menor será la incongruencia porque justamente más heroico será luchar contra el sistema.
Existen muchas combinaciones entre estas dos variables, pero a mi entender, hoy sufrimos la peor de todas, que es cuando las normas morales no pasan de ser declarativas y las leyes sólo privilegian a las clases dominantes y poderosas.
ARTICULACIÓN CON EL ARTE
Dentro del campo de la CULTURA podríamos determinar que en el Arte, los seres humanos, desde el ESTAR crean sentimientos preciosos e irrepetibles, objetos de amor, de belleza, de estética. Desde el SER se ofrecen estos sentimientos, les ponen un valor de compra y venta y lo subastan al hambriento mundo consumidor que todo lo devora. Dicho de otro modo, en el tiempo actual la cultura ha sido cosificada, convertida en un producto o mercancía que se vende y se compra, y que al igual que otros productos y bienes materiales, responden al proceso de elaboración, distribución y comercialización industrial en masa: con propietarios, trabajadores, intermediarios, consumidores etc.
Las mercancías culturales, en este sentido, ya no son parte de los artistas, ya no son parte de la gente ni de su entorno o región; se vuelven parte de un espectáculo o show exhibicionista, de un valor que ya no depende de su belleza si no de su fama y su peso en oro. Y todo va de la mano, los fenicios de la industria imbuidos de estas mercancías marcan la tendencia de la moda en ropas, perfumes, autos, casas, e incluso se aplica a los espacios de recreación y turismo. Y todas estas tendencias, que en la jerga del mercado se llaman "servicios", nos eligen los gustos, lo que debemos comprar, lo que debemos disfrutar. El servicio nos compra – no al revés. Y el círculo se cierra cuando estos objetos consumibles que tienen la marca como esencia, nunca se presentan con estos valores sustantivos sino que se subliman en aspectos culturales. Extraña paradoja humana – convertimos lo ideal en objetos de consumo y luego lo barnizamos de cultura.
Para el ESTAR el Arte es un recurso espiritual y ofrece una perspectiva de desarrollo humano que enaltece la existencia. Desempeña un papel importante en la vida moderna y el público en general debería tener acceso tanto físico como intelectual y/o emotivo a este Patrimonio.
Un artistas de verdad es aquel incurable loco que crea por razones de belleza; esa necesidad le obliga a producir lo que quizás designaremos luego como ARTE y es entonces cuando se comprende que la intangibilidad y la claridad son parte de una obra irrepetible y no lo que el espectador espera ver para satisfacerse.
Los mayores genios del arte en su mayoría no fueron reconocidos en vida por la simple razón que vivieron fuera de la moda.
CONCLUSIONES:
En primer lugar hasta el momento y a mi entender no hemos contado con estas cuestiones ontológicas y existenciales para analizar lo americano, una cierta ceguera en nuestra mente colonizada no nos deja ver qué ocurre en América, sin lugar a dudas nos está faltando una verdadera comprensión de lo ancestral. Estas cinco variables ontológicas “estar”, “ser”, “estar alegre”, “estar siendo” y “quehacer” están vigentes y conviven en interrelación en nuestra particular sociedad americana.
Como explicar entonces que el resultante cultural, el hombre común americano, en una era tecnológica y pragmática, en vez de capacitarse y prepararse correctamente para conseguir un trabajo o empleo bien remunerado, vaya en busca del santo encargado de dar trabajo para conseguirlo. El ejemplo más fiel es el culto a San Cayetano. O quizás, y más radicalmente, vemos que nuestros lugareños en vez de mantener un control y chequeo de salud recomendable, ponen su esperanza en San La Muerte, para ellos poder seguir con una vida sin cuidados y tener una buena muerte.
La lógica justamente es verlo desde un ángulo imprevisto, casi paradójico, vulnerar las pautas de nuestra pequeña burguesía tan empeñada en continuar pensando etnocéntricamente el mundo desde la concepción occidental y cristiana.
La verdad debe ser entendida como la correspondencia entre el pensamiento y la realidad, el sentido ontológico debe ser vinculado al ser existente. La razón profunda de ser de una cultura es brindar un horizonte simbólico que posibilite la realización del proyecto existencial, cuyo punto de arranque es el puro existir, o desde nosotros el puro estar como un estar aquí y ahora, asediado por las circunstancias .
De allí que es imprescindible que el trabajo de investigación folklórica se funde en un conocimiento real del existencialismo americano y de sus múltiples actores identitarios.
Comprender, supone además, sacrificar al sujeto que comprende y ser absorbido o condicionado por el sujeto comprendido, que nos implica, modificando nuestra lógica conceptual occidental.
Por debajo de las pautas culturales vigentes, se debe ingresar al área de verdad del objeto de estudio, en un campo donde se configure la posibilidad de ser con las propias pautas y la propia cultura que lo condiciona.
José de Guardia de Ponté
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