Colla
Va por el viento, fino y sosegado,
hacia la noche fría y su clausura
y piedra y sal y soledad madura
le hienden ciega luz en su costado.
Por su gesto de bronce cincelado,
por el racimo de su piel oscura,
le desciende algún cielo a la cintura
en un rojo silencio demorado.
Así, al filo de su ojota suena
una arena de luna, ay, una arena
que se abre sobre sueño y espejismo:
y la puna infinita, donde adviene,
por que no se deshoje, lo sostiene,
clavado entre la cumbre y el abismo.
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