Voy a firmar un contrato
el martes de carnaval
con el diablo principal,
que me espera en el Huancar.
Un aporte de Eusebio Cleto del Rey:
Por el Noroeste Argentino, y quizás por otros lugares de América Latina, circula la leyenda de la Salamanca. En CEJAS, 2001, pág. 143, encuentro una muy breve y clara descripción de esta leyenda:
“Dentro de nuestro acervo tradicional, se trata de una cueva en la que tienen lugar festines, orgías y ceremonias diabólicas. A ellas concurren todos aquellos dispuestos a “venderle el alma al Diablo” a cambio de favores especiales. Prioritariamente: riqueza y amor fácil, habilidad y destreza para el canto, la música, la danza, para encantar animales y otras artes mágicas.”
La Salamanca es considerada por el mencionado CEJAS, 2001, pág. 141 a 152, por OMIL, 2002, pág. 64 a 107, y seguramente por muchos otros autores que desconozco. Don Juan Carlos Dávalos se ocupa de ella en sus cuentos. Está presente en el folklore, principalmente en el satiagueño, pero también en el salteño, a través, por lo menos, de la zamba de Arturo Dávalos titulada, justamente, “La Salamanca” y del estribillo de “La Sanlorenceña”, zamba de Jaime Dávalos.
Conozco esta leyenda desde mi niñez, pero ella cobró una dimensión muy especial para mí en el año 1963 y continúa a la fecha. En efecto, cuando el 10 de Mayo de 1963 falleció mi padre, Don Lorenzo del Rey, se apoderó de mí un profundo hispanismo y, lo que yo llamaría, “salamanquismo”, por ser mi padre (y también mi madre) oriundo de la Provincia de Salamanca, España.
Casualmente, en ese año el Teatro Estable de la Provincia de Tucumán puso en escena el entremés de Cervantes “La Cueva de Salamanca”, y yo fui a verlo, empujado por el estado emocional descripto en el párrafo anterior. Aquella presentación del Teatro Estable me hizo concebir la idea de que la leyenda local de la Salamanca no es sino la de la Cueva de Salamanca, trasplantada a estas tierras.
En CERVANTES, 1994, pág. 87 a 99, encontramos el entremés titulado: “Entremés de la Cueva de Salamanca”, que se puede resumir así: Pancracio se despide de su esposa, Leonarda, para emprender un viaje que le tomará cinco días. Ella queda con su criada Cristina, y él parte.
Ambas conversan sobre sus planes de pasarlas bien, la señora con Reponce, el sacristán, y la criada con maese Nicolás, el barbero, quienes enviaron una canasta con manjares de todo tipo y buen vino. En eso llaman a la puerta, y entra el estudiante Carraolano, quien se presenta como salmantino, que regresa de un frustrado viaje a Roma, pide que lo alojen, y ellas deciden permitirle que pase la noche en el pajar, pero le hacen prometer que nada dirá de lo que allí ocurra.
Llegan el sacristán y el barbero, empiezan a cantar y danzar, mientras se preparan para cenar.
En eso están cuando Pancracio golpea la puerta, pues regresó debido a la rotura de una rueda del coche en el que viajaba. Leonarda lo entretiene mientras Cristina esconde al sacristán y al barbero en la carbonera, y al estudiante en el pajar. En cuanto entra Pancracio el estudiante empieza a gritar que se ahoga. Según dice el dueño de casa “? se le debe haber caído toda la paja a cuestas.” Se explica entonces a Pancracio la presencia del “salamanqueso” , como una obra de caridad.
Entonces el estudiante dice que si no fuera por el miedo y los escrúpulos, él podría tener una buena cena y buena cama. Ante una pregunta de Pancracio respecto a cómo podría lograrlo, el estudiante responde: “La ciencia que aprendí en la Cueva de Salamanca, de donde soy natural, si se dejara usar sin miedo a la Santa Inquisición, yo sé que cenara ?” Se muestra dispuesto a usar de su ciencia, pero exige el secreto de las damas. Pancracio contesta, presa de la curiosidad: “No se cure dellas, amigo, sino haga lo que quisiere, que yo les haré que callen; y ya deseo en todo extremo ver alguna de estas cosas que dicen que se aprenden en la Cueva de Salamanca.” El estudiante entonces dice que hará salir dos demonios con figuras humanas, portando una canasta con comida, hace un conjuro y luego entra a buscar al sacristán y al barbero, quienes salen con la ya conocida canasta. (Todas las citas textuales de este párrafo son de: CERVANTES, 1994, pág. 96).
El entremés termina con música y canto de los dos “demonios”, y con todos consumiendo el contenido de la canasta.
En CERVANTES, 1994, pág. 96, hay además una nota al pie (que no es de Cervantes) que dice lo siguiente: “Cueva de Salamanca: famosa, según la leyenda, por encerrar prodigios mágicos. Las cosas que se aprendían eran pues las artes mágicas, que la Inquisición perseguía: la brujería. Juan Ruiz de Alarcón es autor de una comedia con ese título: La Cueva de Salamanca.”
En su guía turística, SÁNCHEZ MORA, 1994, pág. 112 y 113, hablando del Seminario de Carvajal, de la ciudad de Salamanca, nos dice: “En una placita, en lo alto del remonte se halla este seminario. En este mismo lugar se hallaba la famosa Cueva de Salamanca, lugar de práctica de magia y alquimia, que fue incluso inmortalizada por Cervantes en su entremés La Cueva de Salamanca.”
Lo arriba transcripto indica que esta Cueva no es una mera leyenda sino que existió realmente, ya que se conoce el lugar físico en el que estaba emplazada. Esto no quita que sea leyenda la mayor parte o todo lo que se creía o se cree que ocurría en la cueva.
Hasta aquí todo habla a favor de mi hipótesis de que la Salamanca no es sino la Cueva de Salamanca, introducida a estas tierras por los españoles y acriollada, por la tradición oral argentina. Sin embargo, en algún trabajo de investigación realizado en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta, escrito quizás por un antropólogo, encontré, hace muchos años, la afirmación de que se trata de una leyenda indígena, y hasta se intentaba encontrar una etimología a la palabra “salamanca”, en la castellanización de cierta combinación de palabras de alguna de las lenguas pre hispánicas.
Durante la XXXVII Reunión Anual de la Asociación Argentina de Economía Política, que se realizó en Tucumán en el año 2002, Tuve oportunidad de adquirir dos libros referentes a leyendas del Noroeste Argentino que avalan mi hipótesis, como veremos en los dos párrafos siguientes.
CEJAS, 2001, dice en su pág. 143, refiriéndose a la Salamanca: “En nuestra América del siglo XVI, dicha tradición llegó, sin duda, de la mano del conquistador español, ya que por ese tiempo eran famosas en España las cuevas de Toledo y Salamanca.”
OMIL, 2002, sostiene que la Salamanca es de origen español, pero lo hace en referencias dispersas a lo largo de las páginas (ya mencionadas) que le dedica a este mito. Quizás lo más concreto al respecto sea lo que dice en la pág. 72: “En lo que respecta al Noroeste argentino, hay algunos hechos a destacar: a) las salamancas existen; en su seno se realizan ceremonias, probablemente esotéricas, pero no nos consta que haya comparecencia demoníaca; b) Aunque el tema haya venido de España, en nuestra región han proliferado las historias en torno a esta escuela.” Parece que esta autora considera a la Salamanca más como una organización secreta o secta que como un mito o leyenda.
Creo que todo lo anterior me permite concluir que la leyenda que nos ocupa no es indígena, sino que vino de la ciudad de Salamanca, España, donde nació relacionada a cierta cueva donde, hace siglos, se practicaba la alquimia, la magia y, quizás, otras “ciencias” por el estilo. Queda mi hipótesis probada.
Referencias:
CEJAS, Octavio (2001): Del Tukma Mágico, Tucumán, Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán.
CERVANTES, Miguel de (1994): Entremeses, México, Editorial Porrúa S. A., Décima Edición (Primera Edición, Madrid, 1615).
OMIL, Alba (2002): Lo Demoníaco en los Mitos del Noroeste Argentino – Relación del Aborigen con el Trasmundo, Tucumán, Lucio Piérola Ediciones.
SÁNCHEZ MORA, Arminio (1994): Salamanca, Gijón, Madrid, El Viajero Independiente, Ediciones Júcar. (Agradezco a la Dra. Adriana Beatriz Marina -Mariana- el haberme enviado esta publicación desde España).