Esteco era un pueblo tan rico que su gente no se conformaba con las comodidades y hacía uso del vicio y el derroche.
Cierto día llegó hasta allí un raro personaje que comenzó a predicar la necesidad de volver al camino de Dios y a las buenas costumbres. Era un anciano de vestimenta humilde, larga barba, poco cabello y mirar severo.
Predicaba a cuanto grupo humano encontraba a su paso, terminando con su profecía.
Salta...saltará
¡Esteco perecerá !
Algunos lo escuchaban por curiosidad, otros con cierto temor, pero la mayoría se burlaba y hasta inventaban bromas para mofarse del castigo que anunciaba el anciano.
Una familia del lugar le había brindado alojamiento y afecto. El era español, ella india y tenían una hija llamada Milagro. Al atardecer del 13 de setiembre de 1692, cansado ya de predicar sin ningún fruto, el anciano habló a esta familia previniéndoles la proximidad de un fuerte temblor. Les pidió que se alejaran de Esteco y cuando lo hicieran no se dieran vuelta por más ruidos y clamores que escucharan.
En una de las majestuosas residencias del pueblo se celebraba una gran fiesta a la que habían concurrido las más importantes y acaudaladas familias.
Era ya medianoche. De pronto se oyeron los bramidos de la tierra... ¡Temblor !. ¡Temblor !.
Milagro y sus padres caminaban a las puertas del pueblo recordando la profecía. ¿Quién era aquel misterioso personaje ? De repente Milagro escuchó una voz conocida que la llamaba y olvidando la prevención del ermitaño se dio vuelta. En este instante se quedó inmóvil, transformada en piedra.
La orgullosa ciudad de Esteco se perdió. Actualmente en el lugar hay un monte cautivante en cantares y leyendas.