Resumen
de un escrito de Bernardo Frías
n 1813 el Brigadier Joaquín
de La Pezuela, con todas sus fuerzas en Salta y su cuartel general en
Jujuy, se encontraba como clavado y sujeto en aquellas dos plazas sin
poder dar paso, ni tener descanso sus fatigas, ni poseer medios y
recursos para nutrir sus hombres que iban acabándose en un
diario reñir con el hambre, en efecto, comenzaba a hacerse
sentir de modo alarmante, y a desconsolar a su gente, las
enfermedades mermaban sus tropas y el pánico que hora por hora
iba apoderándose de ellas con esta guerra extraordinaria y
nunca vista que se les hacían.
Empeoró más la
situación de Pezuela, el hecho que las mujeres, las cuales
tenían a sus familiares sirviendo en el ejército
patriota, se convirtieran en espías constantes. Con un sistema
organizado de información interior y de comunicación
con los sitiadores de la plaza. Las principales de ellas se habían
quedado deliberadamente en la ciudad, desafiando todos los peligros y
todas las penalidades que eran propias de una ciudad sitiada, a fin
de practicar el espionaje en el mismo cuartel enemigo.
Este arriesgado oficio
que era la ruina y destrucción de Pezuela, se realizó con un fanatismo extraordinario y sorprendente.
Contábanse estas mujeres en todos los rangos sociales; hallándose en la intriga desde la negra esclava hasta la matrona de mas alcurnia. Hacían parte del grupo principal, Doña Gertrudis Medeiros de Fernandez Cornejo, doña Juana Moro Dìaz de López; doña Celedonia Pacheco de Melo, mujer hermosa, y notable á la vez por sus enormes y largas orejas; doña Magdalena Güemes de Tejada; doña María Sanchez Loreto Peón; doña Juana Torino, doña María Petrona Arias, joven muy de a caballo, a quien llamaban la China, quien se encargaba de llevar correspondencia secreta; doña Martina Silva de Gurruchaga; y doña Andrea Zenarrusa, mujer de Uriondo al mismo tiempo que ésta, figuraba doña Toribia la Linda, llamada así por su espléndida belleza.
Estas señoras, que constituían lo descollante en el grupo de las patriotas exaltadas, corriendo con ellas estaba un abundante número de las mujeres de la plebe que se habían constituido en espías puntuales y vigilantes "para trasmitir -decía el mismo Pezuela -las ocurrencias más diminutas del ejército real para atizar la anarquía.
No había reunión, ni visita, ni parte emanado del ejercito, o con las familias realistas de su confianza y amistad donde no se infiltrara su espíritu minador y atrevido, tratando de robar los secretos y dar las alarmas necesarias, llegando al extremo de entrar en pendencia de amores, aunque con la discreción necesaria si eran gente de calidad, para seducir oficiales; y si lo eran de la plebe, para hacer desertar soldados realistas.
Fue resultado de todo esto que
se adueñaran de los planes y acuerdos del enemigo, estaban al
tanto de lo que pensaba hasta en su lecho el general. Así sus
avisos partían sobre verdad sabida y averiguada.
Sospechada fue doña
Juana Moro de espionaje. No se le hallaron pruebas y jactábase
ella, después de la guerra, por la habilidad que supo emplear
en todas las invasiones que ocurrieron de no haber sido jamás
descubierta.
En una oportunidad, sin
embargo, los españoles con sospechas vehementes de su
conducta, determinaron incomunicarla, mas de tal manera, que le fuera
con ello la vida: emparedándonla en su propia casa, cerrándole
con muralla la puerta de salida, á fin de que así
quedara más segura y pereciera de hambre. La familia
colindante, dolida de su suerte, horadó la pared medianera,
favoreció por allí sus necesidades y le salvó la
vida.
Otras ocasiones hubo así
en esta época, como luego en las invasiones subsiguientes, en
que bajo el disfraz de gaucho joven e inocente, penetraba en las
plazas de Jujuy y Orán, ocupadas por el enemigo, llevando
partes y trayendo nuevas.
Muchas veces estas mujeres
solían dar esperanzas amorosas mostrándose coquetas,
pero mostrando sus dotes distinguidos para no pasar de los límites
permitidos. Con estas artimañas sabían arrancar cuanto
secreto militar guardaban los españoles en la plaza.
Cosa igual practicaba doña
María Loreto Sánchez Peón de Frías. Era
también esta señora de las que corrían de Salta
a Jujuy, y de Jujuy a Orán, empleando para ello los mil
recursos de su vivísimo ingenio, y llevando ocultos los
papeles de comunicaciones en el ruedo de su pollera. En Salta, vio
que era de necesidad una comunicación casi diaria de las
ocurrencias de la plaza: y para que resultase fácil y más
segura, se ideó establecer una estafeta ingeniosa. Fue el caso
que, de acuerdo con los sitiadores, en el tronco de un árbol
corpulento que crecía en la ribera del río de Arias en
las afueras de la ciudad, se abrió un espacio lo suficiente
como para introducir la mano en la cavidad, á manera de buzón,
la cual quedaba invisible cubierta con la tapa que se le formó
con la misma corteza. Era costumbre por entonces enviar las criadas
al río para el lavado de la ropa o para conducir el agua para
el servicio doméstico. Pues estas criadas, fieles con amor a
sus señoras y entusiastas patriotas, conducían con la
ropa los papeles de la correspondencia, los cuales eran echados en e1
árbol sin ser vistas. El jefe patriota Burela, que tenía
su gancho instruído en el secreto, recogíalos con
idéntica solicitud, y colocaba allí los de su lado para
sus averiguaciones. que las mismas criadas introducían luego a
la ciudad.
Doña
María Loreto Sánchez Peón de Frías
Ocurrió en una
oportunidad que era necesario conocer el número de tropas con
que contaba el enemigo en Jujuy. Entonces, una mujer de talla
elevada, de formas finas, de cabello castaño y ojos azules, de
un cutis blanco apagado, vestida con traje de gente humilde y
menesterosa aparecía por las calles de Jujuy, haciendo de
viandera. Llevaba sentada sobre la cabeza un gran cesta cargada de
pan, fabricación de sus propias manos. Con ella penetraba
holgadamente a los cuarteles del rey, buscando siempre de hacerlo a
plena vista, y sufriendo con risa y buen humor las chanzas y las
insolencias de la soldadesca. Esa mujer era doña Loreto Peón,
que iba tomar cuenta y razón de las fuerzas de Pezuela o
de La Serna. No siendo diestra en contar, y para no ser interrumpida,
llevaba en el bolsillo de la pollera porción conveniente de
maíz que tal era el sistema de contabilidad que usaban por
entonces las mujeres y dos bolsitas vacías y colgadas en la
cintura. Sentada allí con su pan en el patio del cuartel, iba
hechando un maíz a la bolsa derecha a los que cantaban
presente y en la izquierda a los ausentes. Lograba de esta manera
saber el número exacto de enemigos existentes en aquella plaza
como así también los que caían o desertaban;
operación que repetía cada vez que llegaban refuerzos
del Perú, comunicando luego el resultado al jefe patriota de
Salta.
Su pasión por la patria
queda con todo esto pintada en la historia como una de las mujeres
mas audaces y valientes. Llegó a vivir hasta los ciento cinco
años de edad, y hasta sus últimos días aun se
prendía en el peinado, totalmente blanco, los moños
celestes de la patria, fue de este modo como ella, la última
que ostentara aquellos distintivos de guerra que caracterizaron por
largos años la pasión política en Salta,
mereciendo que algunos de sus conciudadanos le dieran el nombre de
madre de la patria.
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Historia de Juana Azurduy de Padilla: (Toroca, Intendencia de Potosí, Virreinato del Río de la Plata, 12 de julio de 1780 - Sucre, Bolivia, 25 de mayo de 1862) fue una patriota del Alto Perú que acompañó a su esposo Manuel Ascencio Padilla en las luchas por la emancipación en el Virreinato del Río de la Plata contra el Reino de España y que a la muerte de éste asumió la comandancia de las guerrillas que conformaron la luego denominada Republiqueta de La Laguna, por lo que es honrada su memoria en la Argentina y en Bolivia.
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Carmen Puch de Güemes: : bautizada con el nombre de Margarita del Carmen Puch, nació en la provincia de Salta el 21 de febrero de 1797. Esposa del Gral. Mrtín de Miguel de Güemes - concibió tres hijos y a la muerte de su esposo se dejó morir de pura tristeza.
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Juana Moro Díaz de López: Patriota de la guerra de la independencia nacida el 26 de mayo de 1785. Fue una de las mujeres que constituyeron una temible red de espionaje vital para la guerra gaucha que libró el General Don Martín Miguel de Güemes por la emancipación de la Patria.
“Las mujeres salteñas de la independencia hicieron un notable aporte a la causa patriota; Poco a poco con sus estrategias fueron minando al enemigo, para encargarse materialmente del resto los valientes gauchos.”
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Martina Silva de Gurruchaga : Nació en la ciudad de Salta el 03 de Noviembre de 1790. Tuvo, esta mujer de carácter, activa participación en la Batalla de Salta, en el apoyo material y espiritual al General Belgrano y la causa de la Revolución de Mayo, como así también en la llamada “Guerra Gaucha”:
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Celedonia Pacheco de Melo : Nacida en Salta en 1792 - sus padres Tomás Miguel Pacheco de Melo y Doña Paulina Díaz de la Torre. En su edad adulta, formó parte del grupo Damas de la Sociedad Salteña, donde junto con otras mujeres como Macacha Güemes, María Petrona Arias y Juana Torino colaboró en la guerra gaucha librada en el Norte de Argentina contra los invasores realistas entre 1812 y 1822. .
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Marìa Petrona Arias y Cruz : Nació en Salta, ca. 1801, hija del coronel Agustín Arias Rengell y de Vicenta Kyōko Cruz y Martínez Sáenz. Apodada "la China", habitualmente cruzaba las filas realistas y trasladaba correspondencia secreta a los jefes patriotas y los informes de inteligencia obtenidos.
Se casó en 1833 en primeras nupcias con el capitán José Ignacio Sierra Goyechea, hijo de José Ignacio Sierra, fundador de San José de Metán y de Josefa Goyechea, y en segundas nupcias con Justo Ruiz de los Llanos.
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María Loreto Sánchez Peón de Frías: fue una de las damas salteñas que desempeñaron una importante función en la guerra por la emancipación, haciendo de correo para los patriotas. Era de fina belleza, cabellos oscuros y ojos claros. Su esmerada educación le permitió desenvolverse en las más altas esferas sociales a la que pertenecía, entrando en amistad con la oficialidad del Ejército realista sin que estos se percataran de su doble vida.
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Gertrudis Medeiros de Fernandez Cornejo: Preclara patriota de la indepedencia, Hacía de correo y espionaje a favor de los patriotas. Debió soportar todo tio de penurias. .Murió en la pobreza, abandonada en medio de la más cruel de las injusticias, sin que se supiera el lugar exacto y la fecha de su deceso.
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Juana Manuela Torino : Juana Manuela Torino de Viana y Sánchez Zambrano nació alrededor de 1755 en la Ciudad de Salta, hija de Manuel Torino de Viana y Loza y de Ángela Sánchez Zambrano. Juana Manuela Torino, al igual que su hijo Manuel Antonio Acevedo, adhirió fervientemente a la causa patriota. Numerosas mujeres salteñas de todos los rangos sociales constituyeron una eficaz red de espionaje al servicio de la resistencia patriota encabezada por Martín Miguel de Güemes. Entre ellas se encontraban Juana Torino,
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Marìa Andrea Zenarruza : Nació en Salta un 21 de febrero de 1795, fallecida en 1877. Se uniò en 1813 al grupo de espìas dirigidas por Macacha Guemes, infiltrándose en las tertulias de los oficiales realistas haciendo de vendedora de pastelitos y lavandera, para contar la cantidad de soldados y transmitir la información a los patriotas.
El 22 de febrero de 1820, Andrea Zenarruza contrajo matrimonio con el coronel Francisco Pérez de Uriondo
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Josefa de la Corte Arias: Nacida en 1796 y fallecida el 24 de febrero de 1873. Casada con el Dr. Arias Velazquez con el cual tuvo 11 hijos. Colaboro con la causa revolucionaria. Junto a otras damas salteñas preparó el vestuario del ejército del norte y para los escuadrones de gauchos del general Martín Miguel de Güemes. Vinculada con la más alta sociedad de Salta, Orán, Jujuy, Tucumán y Catamarca, motivo por el cual lograba importantes recursos para asumir su patriótica tarea en la que se hallaba comprometida. .-
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Juana Manuela Gorriti: Nació el 15 de junio de 1818 en Horcones, campamento fortificado situado en Rosario de la Frontera (Salta). Separada de su esposo, se instaló con sus dos hijos en Perú, donde fundó una escuela y convirtió su casa en un salón literario. Sus cuentos y novelas fueron publicados y difundidos en Chile, Colombia, Venezuela y Argentina y -luego de la caída de Rosas-, también en Madrid y París. La historia de la novela en Argentina se inicia con la publicación de su relato La Quena, en 1848. Otros títulos, como Sueños y realidades (1875), Don Dionisio Puch (1869), Panoramas de la vida (1876), Misceláneas (1878), La tierra natal, Perfiles (1892) y Veladas literarias de Lima (1892), integran su extensa producción.
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