...y todo lo que a él concierne
lo he oído referir a éste [a mi padre],
en las pláticas del hogar,
verdadero archivo de biografías
(JMG, Lo íntimo, 1893)
Gracias a Dios, hace tiempo
que yo digo como Madama Geofroid-
"Quand j'etais femme"
(JMG, Panoramas de la vida, 1876)
I- Relaciones
Un entramado de relaciones vitales
y discursivas hace de los textos de Juana Manuela
Gorriti (sin ninguna duda, la principal escritora
argentina del siglo XIX) una pieza imprescindible
para la reconstrucción de la cultura sudamericana
-y especialmente argentina- del período. El
circuito de los periódicos así como
la poca correspondencia acequible, la exhibición
de las tertulias y las relecturas de la historia nacional
realizadas en torno a algunos personajes-clave del
espesor de Rosas o Güemes la sitúan, empedernidamente
mujer entre los hombres, en el límite en el
que la épica patria, la biografía, la
escritura memorialista y la ficción van a converger
para escamotear los datos privados y elaborar el encomio
de su genealogía. Patronímicos y gentilicios
plurales sostienen su nombre para un contraste en
el que los compatriotas, los políticos, la
fiebre de la Bolsa de Comercio y las competencias
del mundo intelectual resultan mezquinos, y la guerra
de Independencia se convierte en indiscutido paradigma.
La escritora del triunfo de la femineidad
y los derechos de la mujer queda, sin embargo, inmersa
en las contradicciones que su contexto le imprime.
Demasiado romántica para ser estéticamente
vanguardista, demasiado emancipada para resultar tradicional,
Juana Manuela Gorriti corre y descorre a lo largo
de sus textos los perfiles de la mujer que idealiza
para las demás (virgen, esposa, madre).
La suya, por lo tanto, es una escritura
oscilante junto a los procedimientos que permiten
a la autora y a la narradora sustraer el cuerpo y
sustituir ese vacío pendiente en el espacio
público con los episodios de la historia nacional,
la historia de los otros (fundamentalmente de los
varones: su padre o inclusive el Gral. Belzú,
cuando el encuadre excede a la Argentina).
II- Generales de la ley
"La novia del muerto"
Una galería de personajes
célebres la tendrá por custodia: Carmen
Puch, el divino perfil de Camila O' Gorman,
el Gral. Dionisio Puch, el Gral Vidal, el Gral. Mitre...
Militares que entran en las generales de la ley (de
los héroes). En este sentido, Belzú
resulta tan inevitable como metonímico. Belzú,
con su final más épico que el resto
es, sin embargo, en un punto el antihéroe.
La domesticidad le desdibuja los perfiles divinos
(divino, por otra parte, en Juana Manuela, es un adjetivo
más propio de mujeres), no se trata de una
retórica alejandrinista, tampoco intimista,
más sencillamente es la ancha elipsis que propicia
el susurro: Belzú -la biografía lo delata-
no se ha portado bien con la joven Gorriti. Y ella
le guarda un secreto rencor.
Ojos y manos espías de su
momento (que no hay muchos, la crítica contemporánea
a Juana Manuela suele ser cuidadosa, recatada y propensa
a las abstracciones), exhiben parte de ese secreto.
La breve biografía destinada
a Belzú en Panoramas de la vida (1876)
debería leerse junto a esas líneas esporádicas
-que un insolente periódico reproduce- de una
amistosa epístola de la viuda Gorriti forcejeando
por resultar ecuánime:
"El 27 de marzo, dos días
después de la fecha de la carta de Ud., Belzú,
mi marido, el hombre que enlutó mi destino
entero, vencedor de un combate en el que el pueblo
derrotó al ejército, fue asesinado por
el general que mandaba éste. Vinieron a decirme
que Belzú había caído atravesadas
las sienes de un balazo, y yo corrí en medio
del combate; llegué hasta donde yacía
el desventurado ya cadáver, lo levanté
en mis brazos y en ellos lo llevé a casa: a
ese hogar que él había abandonado tanto
tiempo hacía! Con mis manos lavé su
ensangrentado cuerpo, y acostándolo en su lecho
mortuorio, lo velé y no me aparté de
él hasta que lo coloqué en la tumba.
La misión de la esposa parecía
ya acabada; mas he aquí el pueblo que me rodea
y me pide más: me pide que lo vengue. Sí:
lo vengaré con una noble y bella venganza,
haciendo triunfar la causa del pueblo que era la suya".
Y poco después (1deg. de junio
de 1865):
"Amigo querido: el 25 del pasado
cuando escribí a Ud. las anteriores líneas,
fui interrumpida por los clamores del pueblo que se
había levantado en masa y me pedía a
gritos unirme a él. Hemos levantado de nuevo
barricadas, y en este momento esperamos al enemigo"
(Cfr. Nación Argentina, 19/7/1865).
Las vicisitudes de la autora entran
filtradas a los textos en relatos que saben de desplazamientos,
atenuaciones, suspensiones y eufemismos.
Gorriti carga con el muerto Belzú.
Belzú cadáver -ya adornado, ya hediondo-
y casi siempre embalsamado en la actividad política.
Desde allí es necesario narrarlo, allí
es preciso que quede fijo para los lectores presentes
y por venir. Para la descendencia compartida. Por
ello hay que recuperar el espacio común: "lo
llevé a casa...". Es la reunión
de la muerte, lo saca de la muerte.
La elusión del pronombre es
prolija: la casa de La Paz se sostiene sola, destruye
el "mi", no enfrenta el "nuestra".
Casa que rápidamente se transforma en "hogar",
con velocidad y estructura análogas al "Belzú,
mi marido"; "el hombre que enlutó
mi destino" y "ese hogar que él había
abandonado" tienen también funciones correlativas.
Se mira de lejos, a continuación
se focaliza y luego se corroe la proximidad con la
pena que tiene la forma de un reproche póstumo,
que ejercita el contraste de la nobleza (de ella)
frente al abandono (de él), del cumplimiento
de su "misión de esposa" frente al
incumplimiento del esposo.
Hasta la muerte se resignifica en
el punto del intercambio. Belzú le está
imponiendo doble luto: el luto irremediable de la
hora histórica; el otro luto, previo e imperdonable,
del hombre amado que le arruinó el destino.
Ni muerto puede perdonarlo. Cumple con un deber histórico,
social y literario, apenas femenino.
Juana Manuela trae muerto al cuerpo
que se fue infiel, devuelve a lo privado al hombre
público y ensaya una escritura levemente naturalista
(escuela que ella despreciaba especialmente en una
mujer, como lo muestran sus comentarios a Mercedes
Cabello). Belzú expulsado de sus días
es recuperado en su literatura; lo destierra de su
vida y lo entierra en la sepultura real y en
la permanencia de los textos. Ese destierro (simbólico),
como los otros, es aparentemente una consecuencia
no buscada que el destino impone y una posibilidad
de la nostalgia en la escritura. Destierro que responde
a la política de los afectos.
Contar la historia del marido es
apropiarse del marido perdido. Conjura la muerte con
el acto múltiple de su enfrentamiento y su
escritura, pero también conjura la separación
conyugal.
Moderna Antígona de la puna,
Juana Manuela siempre hace las cosas por la solicitud
ajena. En esta coyuntura el pueblo le pide más,
así como en los otros casos los amigos le reclaman
la edición de sus relatos o el periodismo la
obliga a abrir sus veladas literarias... Mandato popular,
exigencia del destino, misión divina o necesidad
histórica, las acciones de Gorriti pasadas
por los textos quedan ceñidas por los imperativos
trascendentes que las fluctuaciones y los agentes
de la vida le señalan.
Se construye un triunfo popular:
el público aclama a la escritora para requerir
de ella una acción política.
Asimilación, legado; como
si el presidente le dejara a la masa en sucesión.
El pueblo le entrega a Belzú y Belzú
le da al pueblo.
Venganza moral, aristocrática
y estética ("noble y bella"), para
equilibrar la posibilidad del oxímoron. Lo
que justifica la venganza es su belleza, sin embargo
no habla de justicia o de reparación, asume
la palabra venganza y la expropia para el sistema
de valores que ella quiere defender; resulta en este
aspecto revolucionaria, el paradigma en el cual se
inscribe no corresponde a la retórica femenina
decimonónica, e inclusive contradice algunas
de las máximas principales que predica la autora.
No la inhibe quedar del lado de la violencia, por
más que los adjetivos la amortigüen, no
le teme a la sangre (levanta con sus manos el cuerpo
ensangrentado, como lo hará en su carácter
de enfermera del 2 de Mayo y lo relatará).
La muerte bella, igual que en sus
ficciones, deviene moral. La literatura tiene la posibilidad
de conjurar ciertos `males' y ponerlos a su servicio.
Junto al mortuorio tálamo
del `65 puede verse "La novia del muerto"
que, ese mismo año, descansa con desasosiego
en sus Sueños y Realidades, dedicada
"A mi querido amigo Vicente Quesada".
Mortaja presidencial
Una mortaja para el presidente: Juana
Manuela se pone literalmente a presidir la muerte
de Belzú.
Lo amortaja en su carta (lo mata
para el amigo), lo vivifica para el pueblo, lo glorifica
para los lectores, lo venga para la historia. Y allí,
otra vez ella, heroína entre hombres: irguiéndose
en esposa póstuma, eligiéndose reparadora
por encima del resentimiento, sopesando la historia
personal y la historia latinoamericana para recordar
que al fin de cuentas Lo íntimo (1) siempre debe estar al servicio de la historia (que
compensatoriamente lo nutre).
Yo contaré la historia de
Belzú, parece decir. Yo inscribiré su
muerte en mis actos y, por lo tanto, yo que apenas
si pude elegir con su vida, pondré el final
de esta historia. [[questiondown]]Una historia más
para Juana Manuela? A partir de ese momento, [[questiondown]]cómo
contar la historia de Belzú sin que aparezca
al final esa mujer que en barricadas se enfrentó
al enemigo (del otro) y encabezó, tan drástica
heroína, el movimiento que vengaría
al presidente asesinado?
Acaso, entre tantas otras acciones
valientes, sea éste el acto de mayor arrojo
de Juana Manuela y sea, además, su principal
ficción.
Habiendo regresado a Bolivia, en
enero de 1877, Gorriti presenta un relato en Lo
íntimo (p. 40 ss.):
"Un día, uno de los más
trágicos de mi vida, encontrábame en
medio del fragoroso tumulto de un combate; entre mis
brazos yacía el cuerpo ensangrentado de un
hombre que yo quería volver a la vida, y, próxima
a desfallecer, tendía en torno mío una
angustiosa mirada...
De repente, abriéndose paso
entre los grupos de combatientes, un joven oficial
vino hacia mí.
Traía en la manos un vaso
de agua con la que roció alternativamente mis
sienes y el rostro de aquel que era ya un cadáver".
El día final de Belzú,
el día de la tragedia de la muerte de Belzú
se convierte en uno de los días más
trágicos de la vida de Juana Manuela. La actitud
maternal o quizá viril expresada en la carta
al amigo durante aquellas mismas jornadas, "lo
levanté en mis brazos y en ellos lo llevé
a casa", ahora, cuando se reitera después
de una década, parece levemente más
amante, si la otra mostraba algo del orden de la obligación
moral, de la solidaridad, de la respuesta al mandato
civil y religioso de un pacto contraído, ésta
deja ver entre las heridas a un hombre al que quería
(volver [a la vida]).
Tejerle una mortaja (textual) al
primer mandatario es construir un atajo para la gloria,
asegurarle la muerte: rematar su historia, al tiempo
que mostrar el martirio de Belzú puede contribuir
a tornarlo más heroico según la propia
lógica de Lo íntimo, salvándolo
del triunfo previo: "Héroe: El hombre
puede serlo mientras lo envuelve la aureola del martirio.
Desde que ésta se torna en aureola de triunfo,
el hombre aparece lo que es: Miseria!" (LI, p.
126).
El "cuerpo ensangrentado"
se repite intacto a través de los años.
La sangre le mancha las manos: Gorriti a partir de
entonces se sentará a escribir con esa tinta.
Veremos la sangre derramada en Lo íntimo una y otra vez, desde José Ignacio, las hijas,
los amigos hasta estas otras rojas huellas dactilares
que destilan la historia en la que el lecho nupcial
deviene lecho mortal.
Frágil pero firme se muestra
la mujer vencida por el peso del cuerpo de aquel hombre.
Cargar con él le acerca otro hombre, como si
se tratara del segundo de los legados. Gorriti es
casi una Verónica o ella misma la agonizante
a la que el joven desconocido alivia en forma bautismal.
Gorriti cuenta la historia con procedimientos análogos
a los que utiliza para cualquiera de sus relatos ficcionales,
genera misterio, suspende la acción, fragmenta
para montar diferentes momentos que en la superposición
logren el efecto perseguido. No falta la pregunta
del enigma "quién era..." y el final,
lógicamente, tampoco carecerá de su
anagnórisis.
Otro general, otro presidente: Daza;
otro aclamado de "porte arrogante" (cfr.
LI, p. 41). Muchas de las cualidades valoradas por
Juana Manuela aparecen en esa descripción que
realiza la viajera sexuagenaria. El retrato, el movimiento
y el carácter del joven apuesto y decidido
responden al paradigma del héroe que Juana
Manuela gusta trazar y al tipo de hombre que despierta
su sexo (en la escritura).
Su relato inscribe un tajo en el
amor que lo nombra. Por el tajo de la escritura, Juana
Manuela dice lo que su vida calla y ataja los comentarios
de la gente y las posibilidades de la historia. Amortajar
al presidente es también, en el revés
del ajuar, bordar los sentidos que reconocen el vínculo
y perpetúan la historia.
Una misión sacra con los "restos"
de Belzú. Lo que le resta a Juana Manuela es
enterrar a su marido (y lo que Juana Manuela resta
es Belzú). Con esos restos recompone el cuerpo
de una historia ya muerta. Así como levantará
sobre las ruinas la casa de Horcones.
A horcajadas de la historia, arruinada
por las vicisitudes de su falta de salud, restada
por las vicisitudes constantes que afronta, Juana
Manuela, la restauradora, recompone en la escritura
-por la escritura y para la escritura- las historias
que ofrece y que la salvan. Si hay un espacio donde
justificarse y proseguir es la escritura, si hay una
dimensión en la cual los fragmentos pueden
conjurar el vacío es la literatura.
"Sus obras [las del ser humano]
[son] un mosaico formado con fragmentos de su propia
existencia" (LI, p. 133).
III- En su lugar
"En fin, quien está trazando
a lápiz estas tristes reflexiones las ha escrito
al revés, y es forzoso rasgar las páginas
que contienen para colocarlas en su lugar" (LI,
p. 118).
Rasgar resulta al mismo tiempo restablecer
el orden perdido, imposible. El seguimiento pormenorizado
del montaje que proporciona Lo íntimo puede darle la razón a la sugerencia de la
narradora. Así, al llegar al momento en que
escribe su "pésame" por Eduardo Gutiérrez
(p. 144), muerte acaecida supuestamente el 2 de agosto
de 1889, la última fecha colocada por Gorriti
había sido la del 30 de noviembre de 1890,
en Luján. Tras varios fragmentos y el relato
"Idilio y tragedia", Gorriti llora al autor
de las "producciones tan argentinas y tan bellas",
otro "vástago de una familia de genios,
arrebatado por la muerte a la gloria de nuestra patria".
No es un llanto anacrónico (el relato es de
inmediatez, la autora prácticamente está
velando al folletinista) sino un llanto fuera de lugar.
Más de una especularidad puede
seguirse en este relato de muerte. Gorriti que llama
y acaso teme la suya, que la desea y la anuncia, siempre
forcejeante, cifra la propia en la sucesión
de muertes de los otros, la estudia allí, en
la experiencia del dolor contiguo, la interroga y
la bebe. A propósito de Gutiérrez podemos
ver con claridad una vez más su confianza en
la trascendencia: sólo las obras salvarán
al ser humano. En el caso de los autores, los textos
les "darán perenne vida". Pasado
y futuro del escritor argentino, pasado de familia
ilustre y patriota más esmero literario (especialmente
si de materia local se trata) vienen a implicar un
porvenir asegurado en el panteón argentino.
Rasgar las páginas de lo íntimo
es rasgar las vestiduras de la palabra (quedar al
desnudo) y del propio afán de la memoria mientras
quien escribe oscila; rasgar, al fin, las posibilidades
de la muerte. La pluma de Juana Manuela corta mientras
traza su letra empecinada. Recorta los datos imposibles
de mostrar, selecciona los fragmentos narrables. Entrecorta
la respiración en su ritmo escriturario, cuanto
más se acerca al final, cuanto más la
enfermedad la acecha, es la escansión jadeante
de la bronconeumonía y del dolor la que impone
los períodos narrativos. Corta Lo íntimo,
lo suspende en puntos que demarcan con precisión
el umbral de su muerte inmediata.
Su propuesta de lectura inserta en
el texto acciona la multiplicación de un secreto.
[[questiondown]]Qué significa realmente rasgar
las páginas de Lo íntimo como
su autora sugiere? Considerando que Lo íntimo intentaría ser la contracara de lo público
y que al rasgar lo público se insinúa
lo íntimo, [[questiondown]]qué podría
entreabrir una última rasgadura fatal de lo
íntimo, qué podría mostrar más
allá sino la muerte misma, puesto que el sexo
está velado?
Rasgar lo íntimo -que, por
lo demás, vuelve a lo público- nos está
hablando de una escritura en clave, de un esfuerzo
de lectura. Paradigma habitual del siglo XIX, esa
rasgadura se inscribe en la línea del enigma,
de la esfinge, del misterio, de lo sombrío;
y, si algo permite ver en los pasajes autobiográficos,
es justamente el desgarro de Juana Manuela Gorriti.
Los rasgos insólitos no la
descompensan en esa mostración. Lo que más
puede sorprendernos responde a una veladura, a un
camuflaje. Gorriti rasga la página del album
de bellezas de un sobrino para confeccionar su personaje
de Ema Berdier.
"...fui a buscar un album de
bellezas limeñas que mi sobrino Federico Puch
guardaba como un tesoro, tesoro para él de
dulces recuerdos; y le robé el retrato de la
más linda, de Isabel Bergman, beldad arrebatada
por la muerte en los primeros albores de la existencia"
(LI, p. 120).
Allí, cómplice de Bernabé
Demaría, se superpone a la mujer elegida. Gorriti
posee la belleza literaria de la invención
y del gesto. Le pondrá, con su amigo letra
a esta otra difunta.
Si morir tempranamente constituye
un modelo romántico, Gorriti también
vendrá a romper con su vida este molde que
en literatura la seduce. Vieja mujer de letras, no
se cansa de escribir ni de hablar de su vejez ni de
contemplar, admirada, la juventud: allí se
juega una posibilidad estética, tan vital como
novelesca.
La escritora ironiza en su diario,
se mira una y otra vez en el espejo. Opta por no envidiar
(la sabiduría le impide o le contiene ese sentimiento),
prefiere celebrar la juventud. Pero se queja. Tematiza
también esa pérdida.
Lo íntimo es, en ciertos
aspectos, el relato entrecortado e indecidible del
fracaso de una triunfadora: ese fracaso es precisamente
el de las pérdidas que Gorriti recapitula con
minucia.
Pérdidas nacionales, bajas
de la guerra, ausencia de familia y de amigos, nostalgia
de la tierra dejada, ganado entregado, casa en escombros,
primicia literaria que ya no se tiene (episodio con
Santiago Estrada y Pardo Bazán, uno; con el
doctor Balda y Clorinda Matto, otro), falta de dinero
y sobre todo muertes. La salud perdida, la juventud
perdida, la fuerza, la esperanza ([[questiondown]]de
morir o de vivir?).
Lo único que nunca se pierde,
que se sostiene, que la sostiene, es la escritura.
Deja de escribir y se muere.
"Lo único que a mí
me queda es esta pluma y los tres dedos que la sostienen
en la obra de hacer libros" (LI, p. 147, enero
de 1892).
Pierde el lugar de hermana, de esposa,
el lugar de madre. Mantiene el de escritora, así
quiere ser definida: hija del guerrero y literata,
desde allí asegura su entrada al diccionario.
Alecciona desde la austeridad, desde
el valor cívico, sin petulancia: Juana Manuela
Gorriti, escritora (y) argentina.
La dama de los paisajes
Tres puntos estratégicos señalan
el itinerario de Juana Manuela Gorriti en el mapa
de Sudamérica, tres tierras ganadas por vínculos
consanguíneos o adquiridos, por herencia o
trabajo, por epístolas. Esos tres puntos terminan
conformando una escansión que prácticamente
va a crucificarla en dos sensaciones, en dos jadeos
escriturarios, en dos apuestas de sobreviviente: el
cansancio y la nostalgia. La falta irremediable, la
alegría imposible: descompensada una y otra
vez por los afectos ausentes, por los paisajes faltantes,
por la sucesión de las historias. Por la literatura
y por las muertes.
En la función de los viajes
en Gorriti puede leerse la Argentina como el lugar
de las partidas. Partidas, a su vez, de nacimiento
y defunción: es decir, marca de la identidad
que nunca se pierde y siempre se parte, se fragmenta.
La vida sustraída al mapa local y la memoria
en él; la demanda, el reproche a su tierra
y la nostalgia y el reconocimiento paralelos. La historización
y la fuga, el resentimiento y el deseo. Gorriti expulsa
y atrae a la Argentina, se proscribe, la proscribe
y la ciñe mientras no deja de escribirla.
La Argentina aparece en los puntos
extremos de su vida (origen y muerte), tiene la impronta
de lo irremediable, es el lugar azaroso, fatal, irreversible,
donde Juana Manuela se presenta en su rol de hija
y en su rol de anciana. Como hija, le corresponde
la guerra; como anciana, la enfermedad: la Argentina
le acerca ambos riesgos.
En segunda instancia está
Bolivia, como lugar forzoso (forzosamente opcional),
donde ser esposa y madre. Los riesgos allí
son los que acarrean el amor, el poder, la política.
Algunas determinantes, el abandono y la infidelidad
de Belzú.
Cómo no habría de volver
Gorriti una y otra vez a Perú -con el cuerpo
o con el deseo y las palabras- si es el único
sitio que en verdad elige en su vida. Y es el espacio
de su rol más activo como escritora y el de
su gente más amiga. La mujer más independiente
es la que ella desempeña allí. En Perú,
Juana Manuela realiza la elección del "lugar"
que quiere ocupar.
Si en Argentina es la hija y la anciana,
en Bolivia la esposa y la madre, en Perú es
la profesional, es la escritora. Gorriti circula,
oscila, sustrae el cuerpo, ostenta su fatiga, expone
el cuerpo y es reconocida, lo esconde mediante los
viajes y puede gracias a esa táctica vehiculizar
su deseo y cumplir con necesidades.
Gorriti así se convierte en
una silueta escurridiza, los fragmentos del diario
ponen en la superficie ese desplazamiento. Escritura
inasible en la que cronología y latitud se
saltean y se apelmazan en un mosaico de colores tenues,
raras veces vivaces, paleta que extrae de los cerros
que recorre la cerrazón, la espectacularidad
y el enigma, la propensión a lo divino como
una de sus apuestas a lo trascendente. Marca puntos
en el mapa extendido, escribe sobre él. Presente
o de memoria; suspensa, en movimiento, todos los cruces
entre su escritura y los caminos son dados. Siempre
está por marcharse, siempre quiere volver,
siempre el clima la maltrata o la historia la aqueja
o la comparación entre el pasado y el presente
la abruma o los muertos la oprimen. Siempre está
por irse e, incluso, por morir. Siempre puede ser
la última vez que pisa esa tierra, siempre
a punto de enterrarse suspira. Siempre temerá
y anhelará la pérdida y hará
de ello un procedimiento de escritura. Sobrevivir
puede ser tan pesado como sobrellevar la posibilidad
de la muerte. Gorriti, en rigor, sobremuere a todos
los que ama. Vive sobre la muerte de los otros, y
muere sobre ellos. Sobremuere en su texto más
íntimo. Anticipa una y otra vez lo plausible
de su muerte inmediata, la aproxima, la mide, mientras
sigue viviendo como de prestado, como si le prestara
todavía un rato a la vida la vicisitud de su
escritura, esa perplejidad leve de sus años,
ese asombro y esa memoria, la gratitud difusa, la
resignación prevenida, la abocada austeridad
y el porvenir que se estudia como si fuera otra materia
de la historia posible. Familiar. Emprendida.
Lo íntimo es, en todos
sentidos, un texto de cruces. Sus libros testifican
de manera constante tales vaivenes. Además
de aquellos que narran explícitamente el tránsito,
como La tierra natal (1889) o tematizan en
la focalización una diversidad de ciudades
y paisajes, como Panoramas de la vida (1876),
el recorrido se atreve de manera singular en Lo
íntimo (escrito hasta 1892) y vertiginosamente
en Cocina ecléctica (1890). El cuerpo
inasible de la escritora se refleja en una movilidad
textual que esparce localidades en el afán
de reproducción de cada olor autóctono.
Decir definitivamente -fijando esa itinerancia- cada
punto del recorrido "real" o literario.
Juana Manuela no quiere dejar ningún punto
sin tocar. Pasa y señala.
Cocina ecléctica (1890)
puede recorrerse como pot-pourri de la memoria en
que todo sucede hasta el hartazgo. Lugar donde probar
lo local, otro mapa, un recorrido geográfico-gastronómico
donde el plato puede funcionar como bandera, sinécdoque
de la nacionalidad y excusa de las historias. Tradición
de mujeres que (se) entregan (con) sus recetas. En Cocina ecléctica se guarda en verdad
una receta literaria: cómo agotar las posibilidades
de la femineidad en la escritura, la marca temática
que constituye una decisión formal, lícita
de imitaciones, como lo prueba Emilia Pardo Bazán.
A aquel texto puede acercársele
modernamente la potenciación de la metáfora
que ostenta. La cocina literaria de Juana Manuela
Gorriti es, en efecto, ecléctica. Porque si
las recetas recorren una geografía heterodoxa
y proceden de diferentes manos, el circuito de lecturas,
tradiciones y apuestas que cruza las decisiones literarias
de Gorriti reconoce, por lo menos, las filiaciones
indígenas y española, lo gauchesco y
lo norteamericano, los gustos de Paris, de Italia,
de Alemania. Gorriti mezcla en citas y referencias,
en emulaciones e inhumaciones estos derroteros textuales
de la cultura universal que le han acercado el doctor
general -su padre-, el canónigo, el coronel,
el otro doctor, la biblioteca de los franciscanos;
Juana Manuela no ignora a Poe ni a George Sand, a
La Rochefoucald ni al canto quichua, a José
Hernández, a Ricardo Palma o a Emile Zola.
Mujer de su tiempo, intelectual al día del
circuito posible por estos puertos del Atlántico,
dedica, difunde, alude y construye tales cruces.
Juana Manuela supo de más
de un secreto literario: no fue una escritora inocente,
careció del candor que en cambio sí
tenían muchas de las mujeres asistentes a su
tertulia.
Estuvo entrenada en crítica,
en arte, en historia. Supo de las encrucijadas políticas
y de las determinaciones económicas. Supo que
la Bolsa de Comercio era una fagocitadora a la cual
resultaba preciso temer (y esto lo entendió
de manera absolutamente sagaz, moderna y previsora).
Supo que el fin de siglo sacudiría las luces
de toda la inmigración agazapada y que la inminencia
política cambiaría algunos derroteros
de la patria. Supo que el dandysmo achataba los méritos
de la gesta patriótica de la Independencia
y que los ponchos empezaban a caer allá donde
se henchían las capas. Supo de la diferencia
entre ser patricio terrateniente y ser aristócrata.
Y supo, finalmente, que su apellido sufría
un último destierro.
La oblación pretérita
no la amparaba, ningún honor podía sustituirle
las pérdidas. Y la entrega material no se veía
siquiera compensada por un reconocimiento simbólico
como el que ella habría deseado ([[questiondown]]pretendido
o merecido?).
Juana Manuela le recuerda a su país
-nos recuerda- una gran deuda. Enrostra los sacrificios
de su padre y los logros de todos sus parientes. Reclama
memoria, solicita reparación.
Juana Manuela se nos aparece como
mujer primera y última de una estirpe. Ultima
Gorriti entregada al país, primera novelista
argentina.
Ultima en una gesta de hombres, primera
en una tradición de mujeres.
III- La vida que te di
En los pliegues de la historia de
los otros se construye la autobiografía de
esta mujer. El movimiento es complementario: ocuparse
del padre en el interior de esa especie de diario
fragmentado y veloz que es Lo Intimo es desplazar
la escritura autobiográfica a la biográfica
a los efectos de, en un único gesto, salvar
la vida del progenitor y reforzar la propia.
Qué autobiografía sería
tan puramente autorreferencial que no se dedicara
a rescatar o condenar los nombres del entorno, la
restitución de los otros que atravesaron la
vida que se presenta. El mismo género (discursivo)
parece solicitarlo. Si la escritura autobiográfica
construye inevitablemente su presunción, tampoco
le es ajena la posibilidad de la ofrenda, la generosidad
vital y literaria con la cual encadenar los nombres
de los otros, los amados, al destino paradigmático
que la primera persona acarrea.
En el caso de Gorriti, los procedimientos
se enrarecen. La textura de Lo íntimo desdice más de una cosa que el género
segrega como necesidad de su existencia. La anciana
e infatigable escritora baraja los papeles como si
fueran, en efecto, cartas o pájaros entre las
manos de un prestidigitador habilidoso, coquetamente
desprolijo, programática -y no por eso menos
sinceramente- minusválido.
Juana Manuela se asoma al mundo y
justifica la razón de su entrega: yo vieja,
yo escritora y, sobre todo, yo desposeída.
La deuda patria es una deuda de sangre.
Juana Manuela poseedora de una herencia de heroísmos
familiares no puede ser menos. Recopilar y ordenar
los sentidos que labraron su apellido en el mapa nacional
será una tarea constante. Hincarse ante el
paisaje y recorrerlo, colgarse de la historia y repetirla.
El terruño natal es el telón
de fondo de esa apuesta: la épica reconoce
en la naturaleza los rieles de la historia. Hay una
enmienda, una causa para seguir. Es en este punto
donde la escritura se convierte en desafío
y la interpelación a los contemporáneos
en demanda. La memoria de la deuda la obsede. El peso
de kilómetros y moneda nacional, de ganado
y tesoro no se cierra. El arca forma un doble hueco:
donde yacen los héroes tumbados en olvido (José
María, su padre; Juan María y Pachi,
sus tíos, y tantos otros) y donde el dinero
se ha vaciado por servir a la patria. Fomentar el
valor de esas pérdidas de la urna funeraria
y el cofre monetario es el complemento imprescindible
para vehiculizar una escritura que si bien se sostiene
por sí sola carece del soporte material y debe
esperar de la beneficencia (tal es el caso de Sueños
y realidades, 1865) o de una aleatoria y demasiado
prosaica casa de seguros (como en Oasis en la vida,
1888 (2)) para acceder a la imprenta.
Las letras de molde dan forma sin
cesar a las dificultades de una mujer en el siglo
XIX para obtener el rango público de la escritura.
IV- "Cuando yo era mujer"
En el panteón heroico y familiar
faltan mujeres, ellas apenas pasan, peregrinas, como
las sombras de sus narraciones. Aquella filiación
se desdibuja. Juana Manuela será Gorriti
todo el tiempo (en tanto, la sincronía onomástica
la dejará de cara a cara frente a Rosas: menos
una fatalidad que una costumbre).
Gorriti abre sus páginas de Lo íntimo (tras el prólogo),
trazando -de acuerdo a un paradigma autobiográfico-
su genealogía. Allí, los Gorriti se
lucen con su pasado de cargos y heroísmo.
Genealogía paterna, Gorriti
no hace la de la madre (sin nombres tan retumbantes),
a pesar de que por otras fuentes sabemos, por ejemplo,
que se educa no sólo con su tío Juan
Ignacio, el presbítero, sino también
con el doctor Facundo de Zuviría, su tío
materno. Este rasgo resulta aún más
llamativo al advertir que de los diez miembros de
la familia Gorriti sólo se seleccionan Juan
Ignacio, José Ignacio, Celedonio y Francisco
(Pache o Pachi), es decir los cuatro varones, mientras
que las hermanas son silenciadas. Todos estos hombres
tienen incidencia directa en la historia nacional.
La sola excepción respecto de las seis mujeres
la constituye Isabel, quien aparece como manteniendo
los dos nombres de sus hermanos y de la cual lo único
que se predica es en relación a ellos y al
padre: "la menor de los hijos de Don Ignacio
de Gorriti, apegada con filial afecto a su hermano
canónigo, compañera suya durante toda
su vida y tomando parte activa en la política
de éste" (LI, p. 13).
Sigue la escritora con el árbol
y llega al casamiento de sus padres y a la mención
de sus hermanos. La historia se repite, hará
las referencias correspondientes a Ramón, Pedro,
Tadeo y Rafael (cuatro hermanos: cuatro víctimas
de traición), olvidará a Juana María
y a Carmen y sólo se detendrá en Mariana,
quien quizá es salvada para la historia literaria
de Lo íntimo por haber padecido una
muerte póetica, romántica, con enigmas
y jilgueros de los que le gustaban a Juana Manuela
para sus ficciones.
Sin embargo, después hará
algunas menciones esporádicas de las mujeres
de su familia. Realizará una de las tantas
estaciones del diario en el cementerio al cual desea
penetrar y "...donde reposan mis hijos, donde
reposa mi madre, donde reposa mi hermana..."
(LI, p. 55). Mujeres muertas, [[questiondown]]y las
hermanas vivas?, nunca habla de ellas.
Entre vivas
Juana Manuela Gorriti en su relación
con las mujeres del entorno instaura un circuito de
citas donde se cruzan la amistad y la consanguineidad,
el reproche, el respeto profesional y la adulación,
la imitación y la ayuda, el reconocimiento
y el éxito, la preceptiva y la admiración,
la pedagogía y la crítica, la ficción
y el periodismo, las estadías y los viajes,
los anfitriones y los huéspedes, las tertulias
y las cartas y el diario, los homenajes y los olvidos,
los apellidos y los hombres, el saludo y el epitafio.
Juana Manuela Gorriti, como la gran
diva del movimiento literario argentino (y acaso latinoamericano)
decimonónico, es la mujer del desafío
y la ternura. Provocativa y maternal a un tiempo,
consciente de su rol, de las determinaciones de su
sexo, de las construcciones que en torno a él
hacen sus contemporáneos. "Nada hay más
despiadado para una mujer como su sexo", sentencia
convencida frente a Lo íntimo que planeaba
publicar. Sabe que todavía le falta contar
algo, que su vida es interesante, y selecciona -en
función de sus propios fervores y comodidades-
nostalgias y polémicas -y acaso también
en función de sus pudores-; decisión
de escritura gracias a la cual es difícil llenar
algún hueco pendiente.
Si una (auto)biografía es
siempre el trazo de una memoria selectiva o una exhumación
minuciosa y necesariamente fragmentada, un diario
es el desafío de una perioricidad que se quiebra
en los avatares del cansancio y las imposibilidades
del presente. La (auto)biografía enfrenta las
descomunales vallas que el pasado interpone; el diario,
como escritura de la inmediatez y a veces hasta de
la urgencia, tiene que pensar a futuro. La autobiografía
oprime, el diario desgarra. El diario propicia el
fragmento y la violación. La autobiografía,
la monumentalidad y un sistema en donde lo conocido
se resignifica. Pero, fundamentalmente, la autobiografía
permite trazar causalidades que el diario, en sentido
estricto, nunca podría prever, narrar los hechos
primeros a la luz de los últimos.
V- Una presa del sepulcro
"Yo quisiera ocuparme de mi
libro Lo íntimo; añadir algo
a lo ya escrito, pero me encuentro tan mal que me
es imposible. Soy una presa del sepulcro, por más
que le dé vueltas a la vida" (LI, pp.
148-9).
En el repliegue del texto sobre sí
mismo (Lo íntimo aludiendo a Lo íntimo)
se inscribe el destino, "añadir algo a lo ya escrito" es también sumarle
a lo determinado algo de la literatura, escribir más
allá o por encima de esa escritura previa y
fatal. Gorriti así sobreescribe (más
que reescribe) su vida, y lo que sobra en esa escritura
de la vida es precisamente la muerte.
Juana Manuela es una presa del sepulcro
no sólo por hallarse al borde de la muerte
sino mucho más aún por no poder dejar
de hablar de ella, por repetir la muerte de los otros
en sus textos una y otra vez (especialmente en Lo
íntimo), por anunciar la propia. Una previsible
disputa de lugares, [[questiondown]]la muerte se apropia
de Gorriti o Gorriti de ella? Literatura que sabe
de los romanticismos inherentes a las muertes pero
también de su dolor irreversible. Juana Manuela
escribe su propio epitafio.
Literalmente, con la tapa Lo íntimo llega a un tope. Escritura que se fuerza hasta el
límite, límite de lo posible (de lo
que el cuerpo le permite a la autora), límite
de lo narrable (de lo que la literatura le permite
a la narradora). La escritura demarca su propia sobrevivencia
y defunción. La función del diario perece
allí donde la vida anuncia estrepitosa su fin.
Lo extratextual incontrolable irrumpe en el texto
como materia que es preciso consignar. Puesto que
no puedo narrar mi muerte (ni mi vida) narro mi enfermedad,
el abandono de mis fuerzas, la (im)posibilidad de
escribir.
La biografía deviene una thanatografía
en la escritura recoleta de Lo íntimo.
Presa de la escritura, aferra la
palabra mientras pierde vertiginosamente el cuerpo.
La voz se apaga, la intimidad subleva su exhibición
y su demanda.
La trascendencia perseguida la absuelve,
los tres dedos que sostienen la pluma marcan ahora
los tres puntos que la suspenden en la fase terminal,
la última frase, que mientras enuncia su final
paradójicamente lo conjura en la afirmación
del "para siempre...".
NOTAS
(1) Cuando hable de diario en el
caso de Lo íntimo no lo haré
en sentido estricto, no resulta posible, tampoco como
autobiografía; es preferible pensar este texto
algo atípico como si el mismo título
construyera su género. Todas las citas de Lo
íntimo corresponden a la primera edición:
Buenos Aires, Ramón Espasa, s/f (1893?).
(2) Editado por F. Lajouane, "impreso
por la Compañía Sud-Americana de Billetes
de Banco", y dedicado "A `La Buenos Aires'",
que si apenas abierto
el libro encierra la ambigüedad
suficiente como para pensar en el amor a la ciudad
del Plata, transcurridas sus páginas una decisión
inverosímil de la autora al interior del texto
puede sacudir al lector. No es la pasión urbana
sino la necesidad y las condiciones materiales de
producción lo que determinan a Gorriti a escribir
su texto para una compañía de
seguros. F. Masiello se refirió a Oasis
en la vida en "Voces de(l) Plata: dinero,
lenguaje y oficio literario en la literatura femenina
de fin de siglo", en Lea Fletcher (comp.), Mujeres
y Cultura en la Argentina del siglo XIX, Buenos
Aires, Feminaria Editora, 1994.