Por Lucila Lastero
na Gloria Moya es abogada, nacida en Tucumán y radicada en Salta. Actualmente ejerce su profesión en el poder judicial de esta provincia. Es, además, coordinadora responsable de la revista Libertad incondicional.
Su obra más importante es la novela "Cielo de tambores", producida y publicada en Salta, fue merecedora del 1º premio en el Certamen literario "Benito Crivelli", año 2001. Recientemente ha obtenido el premio "Sor Juana Inés de la Cruz 2002" en Guadalajara, México. Contiene ilustraciones de Antonio Morosini y está prologada por Teresa Leonardi Herrán.
Cielo de tambores consta de trece capítulos divididos, a su vez, en segmentos internos. Su estructura permite una lectura ágil y amena. Los cambios de voces y la variedad de perspectivas y clases textuales, dotan de una destacada verosimilitud a la historia narrada.
Se trata de una novela de marcado carácter histórico, en cuyas páginas el lector reconocerá a paradigmáticos personajes de los tiempos de la independencia: Manuel Belgrano, Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, Manuel Dorrego. Esta vez, el escenario principal no es el ámbito rioplatense, sino el noroeste argentino durante la gesta de los protagonistas de las guerras patrias. En este contexto, se desenvuelve la vida de María Kumbá, negra liberta, figura emblemática de las mujeres de su raza. Ella es el centro desde el cual se desprenden numerosos hilos que conforman una historia de amor, odio, violencia y esperanza, en una Argentina políticamente convulsionada y profundamente conflictiva en cuanto a su heterogénea constitución étnica y cultural.
A través de las palabras puestas en boca de la protagonista, el lector se acerca al fantástico mundo de la raza negra, accediendo al conocimiento de su lenguaje, sus ritos, sus danzas, sus alegrías y tristezas. El monólogo de María Kumbá logra desatar la emoción en el receptor, a la vez que le permite reflexionar sobre la historia y la cultura nacional y la incidencia de los grupos afroamericanos sobre las mismas.
En esta novela, los datos históricos y ficcionales se entrecruzan hábilmente, conformando un mundo que atrapa al lector con su conglomerado de belleza y memoria.