ijo de Mariano Coll y Doraliza Núñez, nace en Paraná, Entre Ríos el 26 de setiembre de 1886, donde realiza sus estudios primarios y secundarios. Luego de una breve residencia en Buenos Aires, en la que cursa estudios artísticos superiores, viaja a Salta en 1918 para desempeñarse como Intendente Municipal durante la intervención Federal del doctor Manuel Carlés. Ocupa cargos en el gobierno del doctor Joaquín Castellanos y ejerce funciones jerárquicas en la Divisional Salta de Obras Sanitarias, hasta su jubilación en 1947. Todo ello en nuestra provincia, ya que se afinca en ella formando un prolífico hogar.
Mariano Coll fue un hombre polifacético. Lo prueban no sólo las distintas especialidades que desarrolló en el campo de la plástica durante su larga carrera artística, sino también las innumerables actividades en las que participó a lo largo de su casi centenaria existencia.
Durante muchísimos años fue profesor de los colegios Nacional, Belgrano y del Huerto, donde ejerció cátedras de Literatura, Castellano y Geografía, destacándose por sus notables conocimientos y caballerosidad.
Los numerosos escritos realizados sobre su persona a través de los años lo muestran como un ser bueno, generoso, que contribuyó a la educación de varias generaciones de salteños. Un hombre de auténticas y vivenciales convicciones religiosas, que lo llevaron a ejercer durante muchísimos años, cargos directivos en la Acción Católica, de la que fue su primer presidente y en otras instituciones de bien público. Fue, además, fundador del Fotoclub de Salta cuya presidencia ejerció durante diversos períodos.
En el campo de la plástica se destacó desde su primera juventud. Tal vez podríamos decir que fue un autodidacta, no obstante sus permanentes estudios con maestros particulares y su especial empeño en el aprendizaje de diversas técnicas, tanto pictóricas, como de talla en madera.
Dn. Mariano Coll y su familia
Fue presidente de la Comisión Provincial de Cultura de Salta y conferencista en diversos tópicos de la plástica. Expuso sus obras en el Salón Nacional de Bellas Artes y realizó exposiciones individuales en los MUSEOS Provinciales de Salta y Paraná, en el Salón Peuser y en la Galería Argentina de Buenos Aires, con marcado éxito recogido por la crítica porteña. Obtuvo el 1er. Premio y Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Salta en el centenario de Güemes. Está presente en los MUSEOS de Bellas Artes de Salta, Paraná y Santa Fe.
Sus cuadros lo muestran como un excelente pintor y un acuarelista de raza. Dejó una producción importante por su apreciación realista del paisaje del Norte argentino, que tradujo en sus obras con exquisitez como honda expresión de amor a la tierra que lo acogiera.
Entre las valiosas expresiones de la plástica que cobija nuestro templo de San Francisco, encontramos un hermoso mural en el Refectorio, obra de este artista, en el que plasma una particular visión de la "Ultima Cena", que revela una insospechada faceta de su actividad plástica. El autor ha sabido adecuar el conocido motivo a una visión completamente personal y distinta. Es un mural de amplias dimensiones: 4,40 x 2,20 metros, que ocupa en su totalidad el amplio frontal del salón del refectorio. Su trazado evidencia la aplicación de la regla de oro, lo que imprime al conjunto una armoniosa unidad: ubica en el centro el "Pan del Milagro" exaltando su fuerza plástica y simbólica, con una luz que irradia hacia todos los sectores de la obra; alrededor de la mesa, se ubican los apóstoles con vestimentas típicas orientales de la época, con minucioso estudio de rostros que muestran también rasgos raciales característicos del lugar, así como sus posturas y expresiones. Es sin duda una obra importante y que se distingue del resto de sus trabajos plásticos, no sólo por su paleta de cálido cromatismo, sino por una insinuada geometrización y síntesis formal.
Entre sus numerosas obras del caballete podemos mencionar: "Ocaso", "Molino Escoipe", "Cerros del Maray", "Nevado de Cachi", "Río Paraná", "Río Rosario", entre otras.
Muere en esta ciudad el 1º de junio de 1981 a los noventa y cuatro años. Su amigo, nuestro poeta máximo, Juan Carlos Dávalos, le dirá en unos versos escritos en julio de 1949:
Felices los que pueden, del lavadero de oro como tú, noble amigo, legar a los que vienen tras de nosotros pizcas del inmortal tesoro sedimentado en lo hondo de la vieja batea: tú, el calor del hogar inextinguible y tienen en ti un padre, un artista, una fe y una idea. (...) con qué llaneza antigua, con qué humildad cristiana te vimos arrostrando fortunas y reveses y geógrafo y maestro del habla castellana, lidiar con los muchachos y renegar a veces (...). Para tu firme pulso de artista y de poeta, para tu mano lúcida y experta que la talla maneja con el mismo vigor que la paleta. (...) La paz de Dios en cumbres ariscas y nevadas, nubarrones que flotan, inmaculados campos, (...) en tus paisajes toda la gama de los sueños está; ¡y por eso tanto te admiran los salteños!. (Fragmento de: A Mariano Coll en su jubilación" - Dávalos 1997)