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                      En un día para otro 
                      De un día para otro, sin más ni menos, 
                      como quien dice basta! golpeando el puño; 
                      mudose de soledad Don Sanca. 
                        
                      Hay que creerlo y aguantarlo. 
                        
                      Subiendo por las pupilas de su toro muerto, 
                      hasta topar la lágrima que sesenta y tantos años 
                      estuvo junto a su vino entristeciéndolo 
                      en noches de luna y sin luna. 
                        
                      Mis otros amigos dirán 
                      de los algarrobales desgajándose de un tirón; 
                      como los hijos, como su mujer o como ellos mismos. 
                      Del viento de la tierra, de la ciudad 
                      golpeando a luto con la noticia; 
                      y que en las guitarras el corazón les aúlla 
                      un baldío de versos precipitados, 
                      y que esto y que el otro,   
                      todos yendo del dolor al llanto, 
                      del llanto al esfuerzo viril de callarse a ratos. 
                      Yo, Don Sanca, apenas una coma de su estatura; 
                      me guardo para sentirlo 
                      la imagen de su sillón vacío. 
                        
                      Totalmente vacío. 
                            (Inédito en libro) 
                        
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