Pirí era una india guaraní joven y bonita. Como a sus demás compañeras, le gustaba pasear en livianas guavirobas, mecerse al compás del río y despeinar su negra cabellera para dejar en libertad las apretadas trenzas. Entre risas y cantos, las jóvenes adornaban los sueltos cabellos con coloridas flores y ceñían su cuerpo con vistosas chumbé que ellas mismas tejían.
Cierto día, Pirí conoció a dos jóvenes hermanos llamados Yatatí y Mboré, reconocidos como valientes guerreros e inseparables camaradas. Yatatí y Mboré quedaron prendados de la joven, y desde entonces la colmaron de regalos para observar en sus reacciones los sentimientos que podían inspirarle. Pirí, sin comprender lo que ocurría, aceptaba sus presentes con alegría y complacencia, pero no se decidía a otorgar favores a ninguno de los dos hermanos.
Pasado un tiempo, Yatatí dijo a Mboré : "Hermano desde que nuestros pensamientos están dirigidos a Pirí nos hemos convertido en rivales y en enemigos. En nuestro corazón, donde antes albergábamos el amor fraternal, anidan ahora los celos y el rencor". Mboré dijo tristemente : "No podemos continuar así, lo sé. Sólo nos queda un camino para resolver este conflicto".
Yatatí asintió en silencio, y llenos de pesar ambos comenzaron a preparar las armas y ropas de combate...
Los demás compañeros supieron de inmediato lo que ocurría, pero no pudieron detener la fatal caminata hacia el oscuro monte donde tantas veces los hermanos habían cazado juntos, compartiendo el mismo alimento y el mismo esfuerzo. Yatatí y Mboré decidirían con la lucha cuál de los dos podría conquistar el corazón de Pirí.
Los días pasaron sin que nada se supiese de los hermanos. En vano los buscaron por montes y bosques durante varias lunas : Yatatí y Mboré habían desaparecido. Apesadumbrada, Pirí se dirigió lentamente a la orilla del río donde tantas veces había disfrutado de la compañía de otros jóvenes y doncellas e invocó al I - Yará (dios de las aguas) : "Oh, bondadoso dios, te suplico que me ayudes a compensar el daño que mi belleza causó. Conviérteme en algo útil para todos y por lo cual me recuerden".
I - Yará oyó su súplica y mandó al I - Porá (fantasma de las aguas) para que alzara en sus gigantescos brazos a la infortunada joven y la sumergiera en lo hondo del río. Sus compañeras, sorprendidas y apenadas, vieron como Pirí se hundía suavemente en las aguas, mientras sus flotantes cabellos se transformaban en plumosos penachos que cimbreaban en la punta de un flexible tallo...
Así - según cuentan los guaraníes - nació el junco, la utilísima planta acuática a la llamaron Pirí en homenaje a la bella indiecita.