Frente a la entrada de su choza el indio transformaba el barro en hermosas vasijas y
pulidos platos. No en vano era el mejor alfarero de su pueblo.
Su alegría era grande, al día siguiente debía casarse con la joven más hermosa de la tribu, también alfarera. Pero esa noche el hechicero presagió grandes desgracias derivadas de aquel matrimonio. Bajo tal influencia el cacique prohibió su realización. Los enamorados convinieron fugarse a la selva donde establecerían su hogar.