Por Rodolfo Leandro PLAZA NAVAMUEL
Escuché siempre en mi casa el nombre de Carlos Reyes Gajardo, recuerdos entrañables, seguramente por aquella franca amistad que mantuvo en la década del 30 y comienzos del 40 con mi abuelo, don Virgilio Plaza y Moreno, que era dieciséis años mayor, hasta que éste falleció en 1945. Todas esas nostalgias pasean por uno los escenarios más maravillosos del mundo, el Valle de Calchaquí. Principalmente en San Carlos, donde el presbítero Carlos Reyes Gajardo se desempeñaba como párroco, contribuyendo a mantener viva la fe cristiana de los vallistos, profundizando, en sus ratos libres con inteligencia y talento, sus investigaciones históricas y antropológicas; también fue recordado afectuosamente en la casa de San Pedro de Yacochuya, una estancia de más de 11.000 hectáreas, donde mi abuelo dejó su mejor página de hombre trabajador y progresista
Carlos Reyes Gajardo nació en Angol, provincia de Malleco, en la IX Región de la Araucanía, Chile en 1901; falleció en Tafí Viejo, Tucumán el 29 de octubre de 1967. Era hijo de don Carlos Reyes Márquez y de doña Fidelisa Gajardo Rubio, ambos nacidos en Chile. En Santiago de Chile cursó estudios preparatorios, religiosos y universitarios, ejerciendo por un breve período la docencia. En 1931 se trasladó a la Argentina, instalándose primero en Jujuy y luego, como se consignó, fue nombrado párroco en la localidad salteña de San Carlos. En algunos colegios de Jujuy enseñó asignaturas como castellano, francés y latín. En San Carlos, donde vivió largos años, escribió su impecable obra “Apuntes Históricos sobre San Carlos del Valle Calchaquí de Salta”, que en 1938 editó en Buenos Aires la “Unión Salteña” y que marcó un hito de la historiografía Calchaquí.
Para entonces, don Carlos había formado parte de la Sociedad Amigos de la Historia juntamente a otros destacados intelectuales salteños, como el monseñor Campero y Alberto Álvarez Tamayo. Asimismo, fue miembro de la primitiva y ya desaparecida Junta de Estudios Históricos de Salta que se integraba a la Sección Historia de la “Unión Salteña”, que a su vez era parte de la Sociedad Provincial de Fomento creada en 1915. La “Unión Salteña” funcionó en la década de 1930, formada como una organización honoraria para estudios sobre la historia y el progreso social e intelectual de la provincia. En 1938, Reyes Gajardo figuraba también entre los miembros correspondientes de la Asociación Argentina de Estudios Históricos de Buenos Aires y del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, entre otras instituciones científicas y culturales de las que fue formando parte, como la Junta de Estudios Históricos de Tucumán a la que algunos años más tarde se incorporó como miembro fundador de número.
Un año antes, en 1937, se radicó en la ciudad de Salta, ya alejado por entonces de los hábitos religiosos, luego, desde 1941 hasta 1946 se estableció en Tartagal, cumpliendo tareas como educacionista en la provincia y de investigación para la Universidad Nacional de Tucumán, en 1947 se mudó temporalmente a Humahuaca, pocos meses después nuevamente a Tartagal, hasta 1949, en que se trasladó definitivamente a la provincia de Tucumán, donde también ejerció la docencia y cumplió funciones de museógrafo en el Instituto de Antropología de la Universidad Nacional.
Se especializó en las investigaciones genealógicas de familias del norte argentino y del folclore americano, colaborando en diferentes publicaciones especializadas, entre ellas la Revista del Instituto de Antropología de Tucumán y los Cuadernos de Humanitas. Es una pena que en nuestra provincia se desconozca actualmente la obra de este erudito investigador. No hace mucho, alguien vinculado con la actividad cultural salteña manifestó que desconocía totalmente el quehacer historiográfico de Reyes Gajardo –labor que no fue para nada insignificante-, sucede que al trasladarse de Salta a Tucumán se perdieron sus rastros, y los locales se olvidaron de él rápidamente. Además, a muchos les disgustó su magna obra sobre San Carlos, debido a ciertas verdades genealógicas que en esa época se ocultaban muy celosamente; a otros, en cambio, les dio por descalificarlo sin razón valedera. Su obra, desde nuestro punto de vista, se la puede considerar intelectualmente como admirable, entre los precursores de nuestra historiografía documentada.
De sus numerosos trabajos se registran el ya citado “Apuntes Históricos sobre San Carlos del Valle Calchaquí de Salta” (Buenos Aires, 1938); “Apuntes sobre el cólera morbus en Molinos y Seclantás (Salta), 1886-1936” (editado por la Unión Salteña, Salta, 1939); “Datos sobre la Capellanía de Alemania (Salta)” (editado por el Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, Salta, 1941); “Don Carlos Rodolfo Schreiter. Recordación a los 13 años de su muerte” (1955); “La Leyenda de la flor de Ilolay” (1959). Además, entre sus monografías y ensayos se cuentan “Los Petroglifos o Petrografías de San Lucas (San Carlos-Salta). Fotografías y ensayo de interpretación” (RGA, 1936); “Un artefacto interesante de los Quilmes” (RGA, 1938); “Cavernas pintadas y grabadas de Cafayate” (RGA, 1939); “Grabados rupestres de San Lucas (Salta)” (RIAT, 1950-51); “Estudios sobre Choromoros (RIAT, 1958); “Parentescos rituales en el Noroeste argentino” (RIAT, 1958); Poblaciones indígenas del Valle Calchaquí” (RIAT, 1959); “El indio, el negro y el gringo en Martín Fierro” (RIAT, 1958). Pero no termina aquí su producción historiográfica, que enseguida continuaremos. Sus textos fueron consultados y citados por casi todos los historiadores, biógrafos y genealogistas de su generación y por los que hoy indagan en estas disciplinas.
El diario tucumano La Gaceta del 31 de octubre de 1967, en ocasión del fallecimiento del profesor Carlos Reyes Gajardo, se ocupó de resaltar su obra y la proyección de la misma, nota que fue transcrita en su homenaje por la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Año 1, Nº 1, definiéndolo como un “eminente estudioso de la etnología y el folklore regionales (…) con cuyo fallecimiento –ocurrido el 29 de octubre en Tafí Viejo- desaparece uno de los más lúcidos cultores de esa inquietud, que alternó con enjundiosos trabajos genealógicos” y con la investigación científica en general, del apasionante y misterioso pasado del noroeste argentino. Agrega la nota que “bajo la orientación de Blanimiro Males comienza sus trabajos de investigación en las nuevas disciplinas que atraían sus preferencias –el folklore y la etnografía de la región- por las cuales abandonó los estudios lingüísticos. Ensayos como `Investigación histórico-arqueológica del Valle de Calchaquí´ o `Investigación etnográfica y folklórica en Anfama y Chasquivil´ documentan su transitar curioso y enamorado por recónditas regiones de esta parte del país”. Fue becario del Fondo Nacional de la Artes y estudió la elaboración azucarera en trapiches caseros, con la colaboración del ICUNT. Fue contratado por el Instituto de Periodismo de la Universidad Nacional de Tucumán, y mientras ejercía la docencia publicó en el desaparecido diario “El Trópico” y en “La Unión” donde diseminó su producción “que agrupada hoy bajo el título `Estampas de la ciudad´, constituye uno de sus trabajos inéditos (…) Auténtico investigador, una sólida arquitectura mental le sirvió para ordenar sus interrogantes con la misma decisión que empleó en buscarles respuesta, mientras iba adquiriendo pasmosa erudición”. Queda ello registrado, entre los trabajos no referidos anteriormente, “en `Investigaciones sobre los menhires del Mollar, Tafí del Valle, Anfama´; `Grabados rupestres de la Aguada (La Viña-Salta)´; `Motivos culturales del Valle de Tafí y de Amaicha del Valle´ y `La ciudad de Esteco y su leyenda´, que –añadía la nota- en breve editarán los Cuadernos de Humanitas de la Facultad de Filosofía de la UNT”. Por último, debemos agregar su obra póstuma, cuyos originales datan de 1948 y que dejó manuscrito y en borrador; la primera parte de “Familiares del general Fernando Rodolfo Lisperguer y Aguirre”, que en su memoria editó la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Año 2, Nº 2, en 1969, bajo la mirada y revisión del genealogista Ventura Murga.
El diario que venimos citando, finaliza la crónica con esta oportuna reflexión: “Quienes frecuentaron su cordial intimidad, saben que una síntesis (…), no trasunta el afecto con que se abraza y se lleva a término un destino. Tampoco, el sacrificio que jalonó todo su trabajo, elaborado soportando miles de contingencias que iban desde la incomprensión hasta la pobreza que lo obligó a disgregar frecuentemente su esfuerzo en tareas alejadas a su sapiencia y su ilustración. Pero en todo lo que construyó su espíritu inquieto y estudioso, habrá de asentarse la perdurabilidad de su recuerdo”.
El 26 de julio de 1941, contrajo matrimonio en Tartagal, departamento de Orán, Salta, a los 39 años de edad, con doña María Lilia Vaca Godoy, nacida en Rosario de la Frontera, Salta, el 21 de setiembre de 1913; fallecida en la ciudad de Salta el 4 de julio de 1966, e hija de don Claudio Vaca y de doña Margarita Godoy. Tuvieron tres hijos: 1-) Da. Margarita Fidelisa, nacida en Tartagal el 4 de mayo de 1943 y fallecida en Salta el 26 de agosto de 2009, contrajo vínculo 1º con César Antonio Cánepa, con quien tuvo una hija, 2º con el médico Roberto González, con quien tuvo dos hijas, y 3º con el cafayateño don Néstor Román Calvet; 2-) D. Juan Carlos, nacido en Tartagal el 20 de junio de 1944, médico en Tafí Viejo, Tucumán, que falleció soltero, y 3-) D. Ramón Claudio Reyes Vaca, nacido en Humahuaca el 19 de febrero de 1947, casado con la catamarqueña doña Cornelia Plácida Fuenzalida, con quien tuvo una hija mujer y cuatro varones. Es preciso remarcar que, si bien Reyes Gajardo nació en Chile y falleció en Tucumán, su paso por Salta es relevante.
Rodolfo Leandro Plaza Navamuel
Esta biografía pertenece a la Publicación Especial Décimo Aniversario Nº 5 del Centro de Investigaciones Genealógicas de Salta , Salta 2007.
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