Este caudal mundial de tradiciones e identidades se ha convertido en uno de los principales motivos de viajes turísticos, ya que muchos turistas buscan el encuentro con nuevas culturas y la experiencia de disfrutar de la variedad de las artes escénicas, la artesanía, los rituales, la gastronomía y las interpretaciones de la naturaleza y del universo. El intercambio cultural que promueven estos encuentros favorece el diálogo, afianza el entendimiento y, por ende, fomenta la paz y la tolerancia. Veamos tres artículos interesantes:
1. Patrimonio y Turismo
Por Roque M. Gómez
Ya no caben dudas que la utilización del patrimonio cultural como recurso aprovechable para fines económicos, es un fenómeno de estos últimos tiempos.
En 1963, ya el Informe Weiss presentado a la Comisión Cultural y Científica del Consejo de Europa apuntaba : “…es posible equipar a un país sin desfigurarlo: de preparar y servir al provenir sin destruir el pasado. La elevación del nivel de vida debe limitarse a la realización de un bienestar material progresivo: debe ser asociado a la creación de un cuadro de vida digno del hombre…” (Informe Weiss, 1963). En el mismo año, en la “Conferencia de Viajes y Turismo Internacional” realizada en Roma, se apuntaba que “…desde el punto de vista turístico, el patrimonio cultural, histórico y natural de las naciones, constituye un valor sustancialmente importante..." razones estas por lo que era urgente "...la adopción de adecuadas medidas dirigidas a asegurar la conservación y protección de ese patrimonio..." (Conferencia de Viajes y turismo. 1963).
Tiempo después en 1977, en el documento elaborado en la reunión de Quito, donde se trataba el problema del patrimonio básicamente americano, se apuntaba que “…se trata de incorporar a un potencial económico un valor actual: de poner en productividad una riqueza inexplotada mediante un proceso de revalorización que lejos de mermar su significación puramente histórica o artística, la acrecienta, pasándola del dominio exclusivo de minorías eruditas al conocimiento y disfrute de mayorías populares…”. (Normas de Quito, 1977) Parecía entonces que promocionar y utilizar el patrimonio cultural para fines turísticos podía tener excelentes beneficios sociales para las comunidades portadoras.
Ahora bien, en la Argentina, la década de los años 90 en adelante, significaron el afianzamiento de modelos neoliberales, la privatización y la tercerización de empresas estatales amen de una fuerte desigualdad en los ingresos de la que no resultó ajena la provincia de Salta. A partir de allí se avanzó salvajemente sobre el consumismo y un fuerte materialismo donde el interés económico primó sobre el cultural, instalándose la visión de que era más importante tener que ser. Una exagerada preocupación por “la imagen” fue parte de las manifestaciones de este tiempo, a la vez que se aumentaba la cultura del mega espectáculo en un show constante y permanente. Paralelamente surgió el auge de un turismo extranjero incentivado, en principio, por el mantenimiento ficticio de la paridad del dólar uno a uno, que aunque posteriormente fracasó, siguió siendo favorable al cambio,
En el caso de Salta, donde la crisis económica había establecido su residencia desde hacía mucho tiempo, el turismo se transformó en un bienvenido fenómeno que en la década de los 90 adquirió las características de maná. Sin industrias, significaba la posibilidad de reactivar la economía de la región que directa o indirectamente beneficiara a todos los habitantes aprovechando el riquísimo patrimonio cultural tangible o intangible que habíamos heredado. Su patrimonio arquitectónico, su historia, sus costumbres y tradiciones, unidos a un magnífico patrimonio natural constituían sin duda un atractivo de primer orden. A partir de aquí se desarrolló un gran plan de turismo.
Con este criterio se llevó a vender la imagen de una “Salta Colonial”. Después de todo, esta idea tenía una fuerte inserción en el imaginario de buena parte de la comunidad. Lo importante era atraer al turista donde las escenografías arquitectónicas y la relatividad de la verdad histórica jugaron un papel relevante.
Producto de ello fue el adoquinado de las calles circundantes a la plaza principal con carísimo pórfido patagónico, la eliminación del maltratado kiosco Art Noveau de la esquina Noroeste de la plaza, las tareas de pintura e iluminación de los edificios más importantes de la Ciudad y la colocación de farolas “coloniales” tratando de acentuar una imagen fuertemente turística. Hubo mucho de impactante maquillaje escenográfico que se constituía en soporte principal de una sobre exageración de lo hispano y colonial en detrimento de una mayor y más discreta autenticidad. Intervenciones parecidas se realizaron el los poblados de valle Calchaquí.
En realidad, con ello se negaba una historia más rica, quitando la posibilidad de mostrar la diversidad creadora de un pueblo y su cultura a través del tiempo. Sin embargo recibió la inmediata adhesión de quienes, directa o indirectamente, estaban ligados a la actividad turística, sin advertir que la falta de autenticidad atentaba contra la conservación de la cultura y sin quererlo, contra el propio turismo. Desconocían que la ciudad es bella y atractiva más allá de toda planificación escenográfica.
En todo caso, respondía a un fuerte interés turístico, comercial y consumista, apoyado por esa inmanencia tradicional de buena parte del pueblo salteño, que se plegaba entusiasta ante la perspectiva de una mejora económica y la posibilidad de exteriorizar, vender y dar a conocer su fuerte y orgulloso apego a las tradiciones.
Así surgió una variante, producto del sincretismo entre el imaginario, la ignorancia y el mal gusto, con imitaciones burdas, donde la calidad de las formas, proporciones, escala, y fidelidad se perdieron. Los intereses dejaron de ser históricos o sociales para transformarse en comerciales. El resultado no solo fueron fachadas, sino soportes de semáforos y reflectores, carteles, basureros, porta macetas, farolas, verjas, rejas, quioscos, tapias, etc. que llegaron en ocasiones a la caricatura, en una triste reafirmación de “lo colonial” pero con una espontaneidad artificial y falsa, mimetizando y minimizando las obras auténticas.
Mientras, las Empresas de viajes de turismo llenaban sus paredes y vidrieras con una irrespetuosa cartelería, sin importar cuanto restaban al paisaje urbano que supuestamente ofrecían visitarlo y los vendedores de las supuestas “artesanías locales” invadían el espacio peatonal. Pareciera que el aspecto, la calidad y la cultura auténtica importan poco, lo importante es vender.
Pero estos ámbitos o sus alrededores albergan algo más: son contenedores de usos, rituales, memorias y actividades. Se convierten en escenarios de diversas manifestaciones que los caracterizan y distinguen que también sufren transformaciones. Se trata de aquellas manifestaciones que no tienen un sustento material, sino que corresponden a hechos, actividades, saberes, formas y maneras no físicas, reconocidas por la comunidad y que la tradición mantiene viva como memoria trasmitiéndose de generación en generación por la fuerza de la costumbre y la tradición oral.
La importancia de este patrimonio adquiere mayor trascendencia desde el momento que se transforma, muchas veces, en el motor generador del ciertos patrimonios tangibles Los saberes se transforman en comidas o remedios caseros, las técnicas engendran artesanías o permiten construir el patrimonio edificado, los usos y costumbres requieren atrios y de mercados, los rituales y creencias permiten erigir iglesias y apachetas, la música exige la construcción de instrumentos…... Es la parte que reside en el espíritu mismo de los hombres, en sus costumbres, al punto de ser las personas el destino y lugar de presentación, aunque expresadas en exposiciones colectivas. Cada miembro es portador de un pedazo de este patrimonio, cada individuo es custodio del conocimiento compartido. Se trata entonces de manifestaciones vivas que se exteriorizan en sorprendentes como múltiples despliegues expresivos. Son manifestaciones humanas, parte de la memoria comunitaria, por lo tanto los portadores de este patrimonio son las mismas personas, de ahí que sean de una gran vulnerabilidad.
Los cambios de hábitos, la variación de los conceptos individuales o familiares, las innovaciones tecnológicas y económicas, la evolución de las comunicaciones y del propio ritmo del mundo, pueden alterar las manifestaciones de este patrimonio y la civilización global tiende a homogeneizar e estandarizar estas manifestaciones culturales, a transformarlas en productos vendibles. Es cierto que estas prácticas y expresiones no pueden “congelarse” o “embalsamarse” románticamente. Siendo el patrimonio inmaterial un conjunto de manifestaciones vivas, es normal su cambio cuando este se da en forma, armónica y equilibrada en el tiempo, naturalmente, por la propia evolución y dinámica de las culturas.
Sin dudas, se trata de un patrimonio que provoca el asombro y el atractivo de quienes lo observan por primera vez. Es por ello que muchas veces se han visto tentados a aprovechar el patrimonio intangible como atractivo turístico, sobre todo en aquellas comunidades de escasos recursos.
Sin embargo cuando el objetivo se inclina hacia los intereses puramente económicos, puede llegar a alterarse el verdadero sentido que tienen para la comunidad y lo que es peor, avanzar sobre la autenticidad y la tergiversación de su sentido.
En aras del turismo y los réditos económicos, más que recuperación cultural, las “corpachadas” y otras tantas manifestaciones que caracterizan a determinados grupos sociales de la región, se realizan irrespetuosamente en cualquier época, fuera de contexto al igual que los “carnavales de invierno”.
De igual manera la Pachamama, ancestral deidad suprema, relacionada con la fertilidad y controladora del equilibrio entre el hombre y el uso que hace de la naturaleza, silenciosa y oculta durante mucho tiempo en la intimidad de la campaña, fue llamada de urgencia a integrar el “show” del éxito, repitiendo los rituales, mañana, tarde y noche, para mayor comodidad y disfrute del público. Disfrazada a veces de reivindicación de su propia existencia, fue irreverentemente violada, banalizada, y mientras se alaba la recuperación de la identidad perdida, se venden sus retazos como souvenir en un irrespetuoso “renacimiento” del imaginario sin códigos, donde la cultura se confunde con la chatarra, con una visión idealizada y deformada de un ritual que merece respeto para los que creen en ella.
Sacados de contexto, se caricaturizan o ridiculizan, contribuyen a sembrar la confusión avasallando y debilitando la autenticidad. En tanto se montan coloridos y caricaturescos espectáculos andinizados para turistas extranjeros y demás visitantes, dejando muchas veces de lado la música folclórica que había hecho de Salta el bastión de su permanencia y que tanta fama le diera.
Ocasionalmente, con el criterio de lograr mayor espectacularidad e impacto del público visitante, aquella danza “folclórica”, se llevó al plano del valet y las “academias”, con “gauchos” con bombachas cada vez más anchas y tacos más altos, con amaneramientos exagerados que le hacen perder autenticidad, al límite de la caricatura, bailando con poncho, facón, guardamonte, fusta, lazo, sombrero, etc. y realizando figuras de contorsionistas circenses.
Que hablar de las artesanías que en el afán de mayor venta, se incorporaron coloridos aguayos y otros elementos industrializados de Bolivia y Perú con excelente rédito para los intermediarios, pero en detrimento de los artesanos locales que no pueden entrar en la competencia con sus auténticas artesanías. Originalmente las artesanías se fabricaban para uso doméstico, su producción no era masiva y difícilmente se vendían. Pero en este último tiempo se comenzó a aceptar su venta como una forma de ayudar a la economía familiar. Sin embargo la masividad, la fabricación industrial y la creencia que cantidad es mejor que calidad están matando la producción artesanal y con ello el olvido de las técnicas que las sustentan.
Otro tanto sucede con las fiestas patronales y misachicos, reflejo de la profunda religiosidad popular y la exteriorización de la fe, donde convergen sentimientos, necesidades personales y colectivas que han sido también incluidas en el calendario turístico.
Ello permite que el visitante pueda ser observador de tales “atractivos”. Que los actores sociales sean observados como curiosidades pintorescas. Una masa heterogénea y curiosa invade la intimidad de los fieles que son observados y tal vez sin querer, la fe y la religiosidad se transforman en irrespetuoso espectáculo.
Obviamente un mar de vendedores de todo tipo invaden los lugares donde se realizan: Los puestos de choripan se mezclan con los que venden baldes plásticos, anteojos para el sol, medias de fibras sintéticas, artesanías de Bolivia y Perú, CD ilegales y juguetes de la China. Ante la masificación y la industrialización, otra vez el artesano queda fuera de lado.
Evidentemente estos síntomas de distorsión ponen al descubierto la falta de una real política de preservación del patrimonio cultural, tangible e intangible, que evite el impacto avasallador y negativo.
Estos problemas, no sin preocupación, ya había sido contemplado y analizado para otros lugares que oportunamente sufrieron el mismo fenómeno, señalando en el documento producido por ICOMOS en 1998 que “...El turismo excesivo o mal gestionado con cortedad de miras, así como el turismo considerado como simple crecimiento, puede poner en peligro la naturaleza física del Patrimonio natural y cultural, su integridad y sus características identificativas...” (Carta Internacional sobre Turismo Cultural de ICOMOS, 1998) mientras que en la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural, se reafirmaba la Defensa de la Diversidad Cultural como “…Imperativo ético, inseparable del respeto de la dignidad de la persona humana…” (UNESCO en el año 2001)
Debe señalarse antes que nada que no creo que el turismo sea malo, el error está en el turismo mal manejado.
El turismo es una actividad que se relaciona con la economía y bien tratado constituye una importante fuente de riqueza para una ciudad, una región o una provincia. En tanto que el patrimonio cultural está ligado a la construcción del hombre, a su creatividad y accionar, que es la cultura misma de un pueblo. Es preexistente al turismo, se proyecta desde el pasado y debemos velar para que llegue intacto al futuro, con toda su integridad y autenticidad.
De ahí que el llamado “Turismo cultural”, esto es: la utilización del patrimonio cultural para el aprovechamiento turístico, hace que el tema no sea solo económico sino también social, por que constituye un recurso no renovable como la flora, la fauna o la minería y requiere por lo tanto una colaboración interdisciplinaria seria y responsable.
Dicho de otra manera, el turismo puede usufructuar del patrimonio cultural pero de ninguna manera, justificando su propio desarrollo, transformarlo o tergiversarlo, por que se cae en el peligro de generar acciones que lo desvirtúan o banalizan, tomando a la cultura como un mero espectáculo, pintoresco pero falso y vacío de contenido.
El patrimonio es un bien susceptible de obtener beneficios y ganancias. No lo dudo, pero estos beneficios deben ser entendidos como una consecuencia y no como un fin. Si no lo hacemos de esa manera corremos el riesgo de tergiversar su esencia, de transformar a la cultura en espectáculo vendible con escenografías y acciones inventadas y falsas. De armar espectáculos para “afuera” anteponiendo y enmascarando los aspectos económicos sobre los valores culturales con la lamentable pérdida de autenticidad donde las personas se “despersonalizan” se convierten en “no personas”.
Sin duda, todo intento de cambio o transformación en “espectáculo vendible para el turismo” puede no solo fracasar en su meta explícitamente reconocible, sino también, lo que es más grave, destruir el resorte de su dinámica cultural y privarlos de su autenticidad.
Enfocar el uso del patrimonio solo como fuente de ingreso puede significar que a la hora de evaluar los resultados, las pérdidas sean mayores que las ganancias, por lo menos para las comunidades portadoras de su riqueza inmaterial. Y si una cosa se valora en este patrimonio es casualmente su autenticidad, apreciación que también se hace en el legítimo turismo cultural, manejado con seriedad y profesionalismo.
Una planificación insuficiente o inexistente, las esperanzas sobredimensionadas de rápidas mejoras económicas -comprensibles a veces por años de postergaciones- , la confusión de apostar más a la cantidad que a la calidad, de valorar mas a la economía que la cultura autentica, junto con mal entendidas reparaciones históricas, han llevado muchas veces a peligrosos cambios de comportamientos, falta de espontaneidad, ruptura de los umbrales de tolerancia de las manifestaciones culturales con consecuencias sociales nefastas y la puesta en peligro de la integridad del patrimonio tangible e intangible.
Debe tenerse en cuenta que cuando las regiones son mas pobres, el riesgo de la perdida o la alteración de sus identidades es mayor, seducidos a veces por los supuestos beneficios económicos que pueden generar su incorporación en la oferta turística. Sin embargo no debe hacerse sin el consentimiento libre y conscientemente analizado de las comunidades. Para ello es necesario la participación activa y lo más amplia posible de ellas, con los grupos o los individuos que crean, mantienen y trasmiten el patrimonio inmaterial, partiendo de que existen algunas manifestaciones que nunca debieran exponerse. Al ser las personas los portadores del patrimonio inmaterial, son de una gran vulnerabilidad y dinamismo y se exige por lo tanto de un gran cuidado y riguroso respeto. El mismo respeto que exigimos para nosotros mismos.
Solo el manejo cuidadoso y sustentable del patrimonio cultural y una planificación seria y profesional del turismo con objetivos y estrategias claras pueden asegurar un éxito equilibrado que trascienda su valor patrimonial para pasar a una dimensión auténticamente social, donde importa si el aspecto económico, estético, histórico, pero también importan las cuestiones relacionadas con la cultura, el equilibrio social y emocional, la inclusión del legítimo artesano, la autenticidad de su patrimonio, el respeto por la diversidad cultural y la pluralidad, la participación de todos los actores sociales, la seguridad y el fortalecimiento de los valores éticos. Esto significa abordar la problemática del patrimonio cultural con una dimensión absoluta y auténticamente humana y social
El auténtico patrimonio cultural que nos hace únicos e irrepetibles, es nuestro. La comunidad es la dueña primerísima y por lo tanto responsable de su conservación, de ejercer el cuidado entre todos, por arriba de los beneficios del comercio. No debemos esperar que sean las autoridades de turno las que deban hacerlo, sino que es un deber y obligación de todos y de cada uno de nosotros para sumar esfuerzos. Y solo una vez que hayamos afianzado y valorizado realmente nuestras identidades, asumidas con respeto y dignidad, recién entonces estaremos en condiciones de compartirlo con el visitante, sin miedo a perder nuestro rico patrimonio cultural y nuestra propia identidad.
Arquitecto Roque M. Gómez
Instituto de Planeamiento, Conservación
del Patrimonio y Desarrollo Territorial
Facultad de Arquitectura
Universidad Católica de Salta
2. Apropiaciones territoriales entre turismo y folklore
Por Claudia Baracich
Este trabajo intenta realizar una reflexión sobre los roles del turista y del habitante local, su relación con las prácticas folklóricas, la construcción de identidades y las diferentes maneras de apropiaciones territoriales en la relación entre turismo y folklore.
En primer término es importante señalar que el eje de este trabajo centrará su mirada en el tiempo, el tiempo de lo cotidiano y el tiempo de la fiesta. Este eje permitirá distinguir la diferencia de roles que asumen los diferentes actores sociales, las maneras de apropiarse territorialmente y como se construyen subjetividades según las formas de estar en los diferentes espacios.
Estas construcciones están inmersas en una realidad social, como describe Zemelman , conformada por procesos y planos vinculados entre sí que no se dan al azar, sino que constituyen el entramado donde los sujetos se desarrollan y forman parte de diferentes grupos sociales.
Los grupos sociales transitan su existencia en espacios portadores de cultura que determinan y los determinan en un tiempo que les es propio y marca el ritmo cotidiano de la vida de sus integrantes. Este tiempo está organizado según la historia de dichos grupos sociales, sus calendarios (agrícolas, religiosos, conmemorativos, ciclos vitales) que brindan cierta previsibilidad y organización, interrumpidos por los acontecimientos festivos que conforman manifestaciones colectivas de identidad.
Dentro de todo entramado social, se conformarán diferentes grupos, que participarán de diferentes maneras tanto en el tiempo cotidiano, como en el tiempo de la fiesta; grupos que según el Dr. E. Pichón Riviere serían “Todo conjunto de personas ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio y articuladas, en una mutua representación interna que configura una situación grupal. Dicha situación será sustentada por medio de un complejo mecanismo de asunción y adjudicación de roles. Es en este proceso donde deberá surgir el reconocimiento de sí y del otro en el diálogo e intercambio permanente.” (Pichón Riviere. 1971) (1)
Al considerar dos grupos bien definidos, locales y turistas, se observa que el encuentro se produce en diferentes territorios donde lo propio y lo ajeno, lo conocido y desconocido, lo participado activamente y lo observado, lo aceptado, lo juzgado, lo rechazado, lo defendido, lo apropiado, van a participar en situaciones únicas, irrepetibles, que formarán parte de una historia que se escribe una sola vez, en un lugar que será “ese lugar” una sola vez, porque con este encuentro se continuará construyendo según las experiencias de los unos y de los otros.
“El lugar sería entonces el entrecruzamiento de diferentes líneas de fuerza en el contexto de una situación determinada. … Situación definida objetivamente por las fuerzas sociales portadoras de legitimidades desiguales, en el seno de la cual los hombres actúan. Local, nacional y mundial se entrelazan, por lo tanto, de formas diversas, determinando el cuadro social de las espacialidades en conjunto.”(Ortiz, 1996)(2).
El tiempo cotidiano
El tiempo cotidiano es aquel donde los individuos se manifiestan habitualmente, son sus maneras concretas de existencia y las relaciones que establece en ellas, con un ritmo, en una organización material y social de sus vivencias, donde no sólo dan respuestas a sus necesidades, también participan de un proceso por el cual se insertan en una comunidad determinada con la que construyen vínculos.
En las comunidades que se caracterizan por ser centros turísticos esta realidad se presenta en forma particular. Se observa que “el turismo” forma parte de esta vida cotidiana, pero cada grupo de turistas es distinto, por lo tanto hay “un actor”, el turista, que no es constante en cuanto a identidad se refiere, pero sí en cuanto al rol que desempeña. En cada grupo local se desarrolla una relación entre necesidad-satisfacción, que estará enmarcada en el interjuego con el turista, y esta experiencia formará parte de su cotidianeidad, que responderá a determinadas pautas que la misma comunidad local establezca.
En esta dupla relacional se pueden observar muchísimos actores, los locales entre los que se encuentran aquellos que pertenecen a un grupo poseedor de cierto poder económico y cuyo fin es, a través del servicio al turista, obtener la mejor ganancia (hoteles, transportes, casas de comidas, espectáculos, comercios de productos regionales y regalerías, entre otros), los operadores turísticos que claramente trabajan de “intermediarios” y cuyos fines se relacionan con el aspecto económico fundamentalmente(3), los que pertenecen a grupos más informales y ofrecen artesanías, productos comestibles regionales, guías locales independientes, artistas populares, y aquellos habitantes que no tienen relación directa con la actividad turística pero que sus actividades de una manera u otra se ven afectadas (ruidos, dificultades para trasladarse, etc); y el grupo de turistas en todas sus variantes (cultural, de ocio, deportivo, aventura, etc.). En estos grupos se pueden diferenciar diversidad de objetivos e intereses, que no siempre conviven armónicamente, y muchas veces son portadores de conflictos, “…hay fenómenos culturales y sociales que tienen un valor particular que puede ser identificado y, según los intereses de cada quien, resaltado, valorizado y explotado. Es evidente que el “valor”, de cualquier tipo que sea, no es consustancial a las cosas o fenómenos identificados, sino que es atribuido, en el sentido que se trata de una construcción social, fruto de la dinámica cultural local o definida desde afuera, dentro de un contexto más amplio: nacional, regional y hasta global.”(Amodio, 2009)(4)
Es importante señalar que estos dos grandes grupos colmados de diversidades, se diferencian, en este recorte temporal precisamente, en que los unos, los locales, transitan el tiempo cotidiano y, los otros, turistas, transitan en una interrupción de ese tiempo cotidiano, aspecto que no es menor, unos siguen el ritmo de lo pautado por el trabajo, ese ciclo vital que sostiene el andar, y los otros, están en el ritmo de la ruptura con ese sostén, donde aparecen “permisos especiales”, horarios pautados por otros, o, en algunos casos, “sin horarios”.
Con respecto al primer grupo, los locales, se podrían realizar múltiples análisis sobre cada actividad y aquellas circunstancias y decisiones que las determinan. Se formularán variados interrogantes y se ensayarán algunas respuestas.
En relación con los elementos folklóricos que se le ofrecen al turista ¿cuál es el criterio de selección?, ¿en qué medida se modifican las prácticas folklóricas en pos de mayores ganancias?, ¿quién decide cuáles modificaciones se realizarán? estas modificaciones, ¿reflejan la identidad del lugar o simplemente se producen por la demanda turística? Según Guber: “La identidad es socialmente operativa cuando transmite sentidos relevantes para las diferentes partes de la interacción, los que se construyen en el seno de una estructura social” (Guber. 1999)(5), ¿qué aspectos del patrimonio cultural son modificables y cuál es el límite?, ¿quiénes son los encargados de establecer esos límites?, ¿las comunidades poseen los recursos para que esos límites sean respetados?
“El problema pasa a ser entonces,…, cómo interpretar las leyendas tradicionales que se reformulan en contacto con la industria cultural; cómo las artesanías cambian su diseño y su iconografía al buscar nuevos compradores en las ciudades; de qué modo las fiestas indígenas, que ya en su origen eran una fusión sincrética de creencias precolombinas y coloniales, prosiguen transformándose al interactuar con turistas o pobladores urbanos.”(García Canclini, 1987)(6)
En este punto cabe señalar que el territorio cultural, se ve afectado por las necesidades materiales, pero también cabría preguntarse ¿cuándo no ha sido así?, o ¿no es verdad que la manufactura de objetos y materiales, las maneras de establecerse en los espacios, la organización temporal comunitaria, la alimentación y sus técnicas de obtención y preparación de los alimentos, responden a las necesidades y a los elementos que la zona ofrece? Rodolfo Kusch afirma: “Por eso en realidad se piensa a partir de cómo se come aquí, de qué se produce, de lo tradicional que condiciona todo quehacer, todo esto enredado en el poder ser, pero invertido como ser de una posibilidad que es, pero que está condicionado por la cultura que abarca todo lo que hace al estar, como ser vida-muerte, y que no se puede hacer mejor ni peor, porque sólo se está aquí y ahora”. (Kusch. 1978)(7), si una comunidad se trasladara encontraría otros elementos para sus producciones. ¿Qué motiva a las comunidades a su traslado?, la mayoría de las veces necesidades económicas, es la historia de la humanidad. Desde las comunidades nómades hasta las sedentarias, los procesos migratorios (deseados o no deseados) centran su actividad, en dar respuestas a sus necesidades, y si, para ello necesitan trasladarse y realizar cambios en sus costumbres, lo hacen. Actividad que implica un nuevo espacio-tiempo en el que deberán insertarse los sujetos, y serán partícipes de un andamiaje nuevo para sobrevivir, que a la vez genera conflictos sociales, porque se constituye con las perspectivas de diferentes individuos (los que se encontraban en el lugar y los que migraron a él), que por sus historias construyeron una mirada diferente. En este proceso de adaptación también se verán confrontadas el sistema de significatividades, que estarán dadas, en ambos casos por las pautas culturales adquiridas en los diferentes grupos de origen. El lugar que habita la comunidad se construye apropiándose de las huellas socioculturales que son producto de la vida desarrollada en ese territorio.
Y este aspecto de modificación constante de prácticas hace que el folklore sea dinámico y vigente, pues cada vez que el actor social realiza apropiaciones territoriales construye subjetividades que conformarán su identidad. Con respecto a estas modificaciones de apropiaciones territoriales ¿son en verdad comunitarias?, ¿cada sociedad al confrontar con el afuera y evaluar sus necesidades decide en forma consciente y autónoma realizar estos cambios? ¿son respetados los derechos de cada comunidad de decidir qué forma parte de su patrimonio y qué no?, en la realidad ¿son los “expertos locales e internacionales” los que deciden cuales son los bienes culturales sin consultar a los verdaderos portadores de dicha cultura?, ¿en qué medida los cambios impuestos desde afuera influyen en la identidad comunitaria?
Con respecto al otro actor de esta dupla, el turista, se presentan tantas actitudes como turistas, y tantas maneras de relaciones como matrices culturales. ¿Es el turista un simple observador pasivo de un espectáculo de la vida cotidiana de las comunidades?, ¿Ven lo que el operador les indica que miren o se permiten algún intercambio diferente? (Los operadores producen “símbolos que influyen en la visión del mundo (las representaciones) de los turistas visitantes. Un paquete es ordenado y regulado para lograr economía de escala. Pero el paquete es del interés no del turista sino del que prepara el paquete. Que trata de que la ruta sea "animada y teatral". Pero parece que ello coincide también con el comportamiento del turista. En efecto, se ha demostrado que el comportamiento del turista también parece responder a esta condensación”.(8)), ¿Busca el turista algo más que ver a otros diferentes, sacarse fotos, comprar “alguna artesanía económica” y pasar al siguiente lugar para hacer lo mismo?
Fuera de los grupos que organizan sus viajes a través de empresas, encontramos aquellos que planifican sus viajes en forma particular, eligiendo no solo su destino, también el recorrido, organizando tiempos y descansos, según sus intereses, necesidades y posibilidades económicas. ¿Qué los motiva a elegir el destino?, ¿con qué información cuentan para hacerlo?, ¿quién o quienes organizan la información que se hace pública de las comunidades? Al llegar al lugar ¿qué aspectos son los que habitualmente perciben? ¿De qué manera se establecen las relaciones sociales y se desarrolla el interjuego comunicacional con los locales y con otros turistas?
Es imposible responder, pues cada uno se mueve según sus necesidades y las de su grupo, pero sería interesante preguntarse si alguien puede quedar afuera de esta trama de relaciones sociales y de qué manera desde cada una de las distintas actitudes se asumen roles territoriales que determinan modificaciones personales y sociales. Según Watzlawick (1979) en su teoría de la comunicación humana, afirma que todo comportamiento del hombre es una forma de comunicación, que tiene un nivel de contenido y uno de relación, aspecto que va a determinar las relaciones grupales, como así también la comunicación analógica de los mensajes (aquellos que se transmiten a través de los gestos, posturas, etc).
El tiempo de la fiesta
El tiempo de la fiesta, de la celebración presenta un escenario y un modo de participación totalmente diferente. “…las fiestas constituyen un suceso de obligada mirada en el tiempo, pues construyen una visión integral como catalizadora de las expresiones identitarias. Resume en su figura prácticas y ritos que son reflejo de una época, son el escenario ideal para estudiar la cultura integralmente concebida, vinculada a sucesos de la vida cotidiana de los hombres. Además los conduce a una salida de esa cotidianidad. Las fiestas expresan huellas del tejido social que representan y cuyos intereses simbolizan y constituyen reflejo de la identidad cultural de un pueblo según su tradición” (López Ramos, Belkis M, 2006)(9)
Con los avances de la industria turística, los medios de comunicación y circulación de la información, la participación en las celebraciones regionales se ha transformado con el correr de los años en un acontecimiento no solo para los habitantes de cada ciudad, a ella asisten personas de diversos lugares, que según la magnitud de la fiesta provienen de zonas relativamente cercanas hasta de países distantes. En el caso de las fiestas religiosas lo hacen de diversos modos, hay peregrinaciones de caminantes que recorren grandes distancias para poder llegar al lugar del encuentro, otras requieren de reservaciones con mucha antelación.
En muchos lugares gran parte de los habitantes, empiezan a preparar la fiesta con anticipación, en las fiestas religiosas los creyentes comienzan con sus celebraciones, rezos y ritos, se conforman grupos encargados de la organización funcional de las actividades de los días que dura la celebración, y desde las comunidades de peregrinos, la organización y ejecución de las procesiones, en algunos casos de muchísimas personas. En otro tipo de fiestas, hay preparativos que comienzan muchos meses antes preparando carrozas, trajes, composiciones musicales y coreográficas. Todas estas actividades requieren una importante organización y participación colectiva, donde se articulan voluntades y esfuerzos para hacer frente a la resolución de problemas e implementación de estrategias, que favorecen la conformación de los participantes como sujetos sociales. En estas acciones se afirman sus identidades que se reflejan en las prácticas, fortaleciendo el entramado social e identitario.
En este caso el tiempo de la fiesta es común a locales y a turistas, de maneras diferentes, pero compartiendo el tiempo de interrupción de lo cotidiano y compartiendo un momento del ciclo que, de alguna manera, les permite ser actores activos de algunas actividades en las que ambos participan de igual forma.
Con respecto a los locales queda claro que la fiesta como define Urrutia (2009) “Se define en relación dialéctica con la vida cotidiana, rompe con el tiempo de trabajo y sumerge a los participantes en un ambiente que propicia e intensifica interacciones emotivas; cultiva la paradoja al mezclar en una síntesis, no exenta de tensión, el rito y el juego, la ceremonia y la diversión, el respeto a la tradición y la espontaneidad, lo espiritual y lo corporal, lo íntimo y lo público.” (Urrutia, 2009)(10).
En cambio para los turistas la fiesta está contenida dentro del tiempo de ocio y presenta características diferentes, y sobre todo desde lo territorial, pues se realiza en el territorio de los otros, en el territorio donde no transita la propia vida, y por lo tanto, no refleja la propia identidad.
Este tiempo festivo, puede referirse a diferentes ocasiones:
- religiosas (fiestas de patronos, por ejemplo El Señor y la Virgen del Milagro en Salta, o celebraciones del calendario litúrgico común que se lleva a cabo en diferentes lugares, como Semana Santa(11))
- conmemorativas locales (fiesta de la fundación de la ciudad, recuerdo de hechos significativos para la comunidad)
- conmemorativas generales a nivel provincial, nacional donde se encuentran las que pertenecen al calendario de efemérides, que según las características de las comunidades se revisten de mayor o menor importancia en cuanto a los festejos.
- cíclicas. Si bien todas las fiestas se insertan dentro de un ciclo hay algunas que lo determinan, comienzo y fin de año, carnaval, agrícolas (la vendimia, por ejemplo)
Todas estas fiestas son motivo de celebraciones sociales y despliegue de relaciones comunitarias, que remiten a la memoria histórica e identitaria de los grupos, reafirmando el origen, resignificando estructuras y marcos referenciales. En estas fiestas no solo se participa, las personas que asisten miran y son vistas, porque a través de esta intervención expresan la identidad compartida incluyen al otro en su mirada y son incluidos por el otro conformando una trama que los identifica, reconociéndose como grupo. “… por ser el centro medular de la cultura, los eventos festivos adquieren una importancia fundamental en la reproducción y re-creación del patrimonio inmaterial de los grupos locales, ya que la tradición se renueva dentro de los cauces del saber tradicional pero con apertura también hacia lo nuevo, sobre todo en consideración de los intercambios cada vez más frecuentes que los individuos realizan en sus actividades diarias o en sus traslados migratorios”(12)
Cada fiesta, a lo largo de la historia, va constituyendo el lugar de la celebración propiamente dicho, su territorio, que lleva las improntas de su nacimiento, y también de las necesidades que dan origen a las modificaciones que efectuaron a lo largo de la esa historia. Se realiza una selección de signos identitarios que sacados de su contexto original, se recontextualizan en el aquí y ahora, resignificándolos en nuevas formas y relaciones que remiten al pasado, que recuerdan a las primeras manifestaciones pero instaladas en el marco actual, en el que se construyen prácticas nuevas relacionadas con momentos de producción, circulación e interpretación del saber y hacer folklórico. Del mismo modo se hacen apropiaciones generadas por el contacto con otras culturas, la inclusión social a través de organismos de carácter homogeneizante como las instituciones educativas, religiosas, políticas, las prácticas de consumo y el contacto con los medios de comunicación social.
Si consideramos los modos de manifestación en las fiestas tradicionales, sus modalidades de ser social, encontraremos el inicio de un trayecto que nos llevará al germen de una identidad surgida de la relación entre diferentes culturas. Es una identidad diferenciada, pero no sólo eso, se reconoce por su enraizamiento que la hace emergente de procesos históricos dinámicos y cambiantes.
Estas celebraciones, además de conformarse en momentos especiales dentro de la vida comunitaria, son fiestas del turismo, es un gran evento al que son invitados “los de afuera”, que no siempre conocen la esencia de la fiesta, que no siempre entienden los códigos, según R. Kusch: “Un grupo social…está atrapado por su hábitat, y tiene el manejo determinado de su ecología que hace a su economía, y además dicho manejo responde a pautas culturales institucionalizadas a través del tiempo. Pero todo ello está condicionado por una forma determinada de pensamiento que se rige por un propio código y un horizonte simbólico que hace a la especificidad de su personalidad grupal” (Kusch.1978)(13), visitantes que no otorgan “el valor” de igual manera que los locales. "Explica Ortiz, citando a Durkheim, que los objetos son portadores de un valor socializado por el consumidor, por la gente, y que ellos simbolizan identidades, comportamientos, distinciones de todo tipo" (Bisbal)(14)
Por lo tanto, se desprende que en el mismo acontecimiento social, se presentan dos realidades bien diferenciadas que muestran aspectos culturales desiguales, para los locales la fiesta conforma su identidad, es “su fiesta en su historia” , "un sistema de disposiciones durables que integrando todas las experiencias pasadas funciona como matriz de percepciones, de apreciaciones, y de acciones, y vuelve posible el cumplimiento de tareas infinitamente diferenciadas (...) desde el habitus(15) es donde se hace presente la eficacia de la hegemonía programando las expectativas y los gustos según las clases" (Martín Barbero, 1987, pág. 91)(16), y para los visitantes es una fiesta turística de “otros en un espacio ajeno” en la que participan como observadores, que en algunos casos comparten algunos aspectos y pueden participar de manera más armónica. Y, también podremos ver un tercer grupo, aquellos que asisten a la fiesta, no como turistas, sino como partícipes, pero no son locales, lo hacen regularmente y conocen la historia y las diferentes actividades que se realizan. Este grupo se siente parte y, de alguna manera, constructor de la fiesta y la fiesta forma parte de su vida y determina ciclos en ella.
Los tres grupos se encuentran en el territorio de la fiesta, comparten tiempo y espacio y desarrollan diferentes roles a través de la misma actividad de participación, no siempre armoniosa. “Será una coexistencia conflictiva, de confrontaciones sociales y étnicoculturales, donde se producen múltiples intercambios de significados, sincretismos religiosos, líneas de continuidad de identidades hostigadas, incorporación de nuevas creencias y rituales que se yuxtaponen con tradiciones ancestrales.” (Argumedo, 2004)(17)
Tanto en el tiempo cotidiano como en el tiempo de la fiesta, el encuentro entre los locales y los turistas se da en un mundo que paralelamente tiende a borrar las diferencias a través de la globalización y de reducir la diversidad, y al mismo tiempo a desarrollar el individualismo a través de la fragmentación.
Es el proceso de tradicionalización el enlace con un pasado significativo, donde las comunidades rescatan aquellos signos-significantes de otros tiempo-espacios y los resignifican en el aquí y ahora, este proceso implicará una nueva internalización y conformará nuevos códigos de comunicación y de construcción de la identidad, sin caer en estereotipos pasajeros, fugases, efímeros o en códigos impuestos social o institucionalmente.
Nombre del autor: Claudia Baracich
Universidad, Institución de Estudios y/o Organización que el/los autores actúen: Universidad Nacional de las Artes.
Notas:
1. ZEMELMAN, H, 1998, “Conversaciones Didácticas El conocimiento como desafío posible”. Universidad Nacional del Comahue / Editorial EducoBuenos Aires, 1998
2. PICHÓN RIVIERE, Enrique. 1971. El proceso grupal. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires.
3. ORTIZ, Renato: (1996) Otro territorio. Ediciones Universidad Nacional de Quilmes. Buenos Aires. Argentina. Capítulo 2: Espacio y territorialidad
4. “El Tour Operador que “arma” el paquete tratará de obtener el mayor rendimiento con el menor esfuerzo (y desde el punto de vista de la economía no es ningún descubrimiento); pero es coercitivo también, porque ya se ha negociado con los prestadores de servicios locales para obtener descuentos”. Conclusiones: II Congreso Internacional de Turismo Cultural NAyA Internet, Octubre del 2003 III Encuentro de Turismo Cultural-NAyA: "El turismo: espacio de diálogo intercultural" Museo José Hernández-Buenos Aires, 30-31 octubre y 1°noviembre de 2003
5. AMODIO, Emanuele, 2009. “Conferencia inaugural Patrimonios. Del recuerdo al proyecto de futuro”. Noviembre de 2009 Lima, Perú
6. GUBER, G. 1999. Identidad social villera. En Boivin,, R, A Constructores de otredad. Eudeba 1999.
7. GARCÍA CANCLINI, N, 1987. “FOLKLÓRICO NI MASIVO ¿QUÉ ES LO POPULAR?”. Diá-logos de la Comunicación No 17, Lima, Perú
8. KUSH, Rodolfo. 1978. Esbozo de una Antropología Filosófica Americana. Ediciones Castañeda. Bs Aires.
9. Conclusiones: II Congreso Internacional de Turismo Cultural NAyA Internet, Octubre del 2003 III Encuentro de Turismo Cultural-NAyA: "El turismo: espacio de diálogo intercultural" Museo José Hernández-Buenos Aires, 30-31 octubre y 1°noviembre de 2003
10. López Ramos, Belkis M. Las Verbenas en las Tunas. Su papel en la formación de la memoria histórica de la región en el siglo X
11. URRUTIA, Jaime, 2009. “Conferencia magistral Fiestas e identidades” Noviembre de 2009 Lima, Perú
12. “La utilización material del hecho religioso es una constante a lo largo de la historia, que subsistirá, no importa bajo qué tipo de espiritualidad ni de qué sistema económico”. ESTEVE SECALL, Rafael. ORÍGENES DEL APROVECHAMIENTO TURÍSTICO DE LA SEMANA SANTA ANDALUZA
13. Fiestas y rituales. MEMORIAS X ENCUENTRO para la Promoción y Difusión del Patrimonio Inmaterial de Países Iberoamericanos. Introducción a los ajes temáticos. Introducción a los ajes temáticos. Noviembre de 2009 Lima, Perú
14. KUSH, Rodolfo. 1978. Esbozo de una Antropología Filosófica Americana. Ediciones Castañeda. Bs Aires.
15. BISBAL, Marcelino, 2001. "Cultura y comunicación: signos del consumo cultural". Culturas, medios y políticas, Nueva Sociedad 175. Septiembre / octubre 2001. http://www.nuso.org/
16. Habitus: "Estructura estructurante, que organiza las prácticas y la percepción de las prácticas [...] es también estructura estructurada: el principio del mundo social es a su vez producto de la incorporación de la división de clases sociales. [...] Sistema de esquemas generadores de prácticas que expresa de forma sistémica la necesidad y las libertades inherentes a la condición de clase y la diferencia constitutiva de la posición, el habitus aprehende las diferencias de condición, que retiene bajo la forma de diferencias entre unas prácticas enclasadas y enclasantes (como productos del habitus), según unos principios de diferenciación que, al ser a su vez producto de estas diferencias, son objetivamente atribuidos a éstas y tienden por consiguiente a percibirlas como naturales" Bourdieu, Pierre, 1988. Cosas dichas. Gedisa: Buenos Aires. (pág: 170-171).
17. MARTÍN BARBERO, Jesús (1987): De los medios a las mediaciones. Ediciones GG. México.
18. ARGUMEDO, A, 2004, “Los silencios y las voces en América Latina Notas sobre el pensamiento nacional y popular”. Ediciones Colihue, 1º edición, Buenos Aires, 2004
3. Preservación del Patrimonio Cultural – Folklore y Turismo Cultural
Por José de Guardia de Ponté
Introducción
El término "globalización" o “mudialización” ha merecido en los últimos tiempos la atención de los estudiosos e investigadores del mundo. Unos consideran que la globalización es un proceso benéfico -una clave para el desarrollo económico, a la vez que inevitable e irreversible-. Otros la ven con desconfianza, incluso temor, debido a que consideran que suscita una mayor desigualdad dentro de cada país y entre los distintos países, amenaza las fuentes de trabajo y las condiciones de vida y obstaculiza el progreso social y fundamentalmente interfiere en las culturas regionales.
Una comunidad está constituida de acuerdo a ciertas creencias, valores y preceptos, los cuales han sido cultivados por generaciones para mantener la identidad colectiva de esa comunidad. La transmisión de ese legado es parte de lo que diferencia a una sociedad de otra y en cierta forma ese conjunto de preceptos son los que caracterizan o identifican a un grupo social de otro.
Pero frente a la globalización, esta herencia empieza a tener serios problemas para mantenerse intacta. Los cambios promovidos por la cultura global atacan la diversidad cultural con el fin de homogeneizar sus costumbres, creencias y valores.
Los medios de comunicación privilegian y difunden los valores y creencias estándares que el mundo occidental y globalizado considera los apropiados y por tal motivo las personas, y en especial, las nuevas generaciones están expuestas a estas influencias.
La UNESCO plantea que la homogeneización de la cultura es uno de los grandes peligros de la globalización. O sea el dilema presente se encuentra polarizado por la homogenización cultural frente a la diversidad cultural.
Este ataque a las culturas nativas no ha sido paulatino ni racional en todos los casos, sino que por el contrario, ha sido repentino y abrupto. En los últimos veinte años el mundo ha cambiado radicalmente por causa de los avances de la tecnología y fundamentalmente por la llegada de internet.
Las consecuencias apenas se empiezan a notar, antropólogos, historiadores, filósofos y pensadores, se preocupan por explicar los impactos tangibles que tanto las sociedades y las culturas reportan como peligrosos e irreversibles a sus tradiciones.
Las culturas tradicionalistas o divergentes a la occidentalización se sienten amenazadas ante tal situación, intentan preservar a toda costa la acumulación de conocimientos propios, pero no es posible encerrar en una cúpula de cristal al bagaje cultural.
La Mercantilización de la Cultura
Uno de los fenómenos más representativos de las transformaciones socioculturales en la época contemporánea se refiere a los cambios en los modos de producción y consumo de cultura. La cultura es decir, la manifestación de las ideas, significados, valores, sentimientos y experiencias humanas, a diferencia de lo que ocurrió en el pasado, ha sido convertida en un producto de consumo generado desde las industrias turísticas. Este fenómeno se conoce como el proceso de Mercantilización de la Cultura.
Que significa: desde el arte los seres humanos crean sentimientos preciosos e irrepetibles, objetos de amor, de belleza, de estética. Desde la publicidad los mercaderes ofrecen estos sentimientos, les ponen un valor de compra y venta y lo subastan al hambriento mundo consumidor que todo lo devora.
Dicho de otro modo, en el tiempo actual la cultura ha sido cosificada, convertida en un producto o mercancía que se vende y se compra, y que al igual que otros productos y bienes materiales, responden al proceso de elaboración, distribución y comercialización industrial en masa: con propietarios, trabajadores, intermediarios, consumidores etc.
Las mercancías culturales, en este sentido, ya no son parte de los artistas, ya no son parte de la gente ni de su entorno o región; se vuelven parte de un espectáculo o show exhibicionista, de un valor que ya no depende de su belleza si no de su fama y su peso en oro. Y todo va de la mano, los fenicios de la industria imbuidos de estas mercancías marcan la tendencia de la moda en ropas, perfumes, autos, casas, e incluso se aplica a los espacios de recreación y turismo. Y todas estas tendencias, que en la jerga del mercado se llaman "servicios", nos eligen los gustos, lo que debemos comprar, lo que debemos disfrutar. El servicio nos compra – no al revés.
Y el círculo se cierra cuando estos objetos consumibles que tienen la marca como esencia, nunca se presentan con estos valores sustantivos sino que se subliman en aspectos culturales. Extraña paradoja humana – convertimos lo ideal en objetos de consumo y luego lo barnizamos de cultura.
Un ejemplo muy sustancioso es el retoque (retoqueteo) o embellecimiento del casco histórico de la ciudad de Salta. En todas las esquinas se colocaron forjados faroles "coloniales" de potente luminaria. En el marco del patrimonio arquitectónico de la ciudad nunca existieron históricamente. En la plaza 9 de julio se levantó el pavimento y se colocó en su lugar adoquines florentinos que se usaban en la antigua Sevilla. En Salta nunca se vio esto – se usaba laja de piedra sedimentaria muy abundante en el Valle de Lerma. O sea – No se discute que Salta ha quedado muy bella pero se disfrazó una ciudad colonial de otra ciudad colonial. Lo correcto habría sido realizar un trabajo de embellecimiento respetando los cánones históricos y de seguro habría quedado igualmente bello.
Buscar el equilibrio entre la mercantilización y la conservación.
Insertar el concepto de preservación del patrimonio cultural como principio rector, no como un producto comercial, sino mostrándolo como la seña fundamental de identidad de los poseedores.
Que el patrimonio cultural sirva realmente de encuentro entre culturas, haciendo participes a ambas partes, turistas y anfitriones, de esta visión rescatada de las culturas.
RELACIÓN ENTRE EL PATRIMONIO CULTURAL Y EL TURISMO
El turismo es un hecho humano con diversas características, un fenómeno socio-cultural complejo y multidimensional. Desde el punto de vista de la preservación como mecanismo filosófico podemos y debemos analizarlo para tener en cuenta una serie de factores que influyen directamente sobre nuestro país en general y nuestra región en particular.
Queda en evidencia la necesidad de estudiarlo desde una perspectiva integral, en la que se tengan en cuenta todos sus componentes, en especial analizar los impactos que éste infiere sobre la economía, el entorno ecológico, la cultura y el patrimonio histórico-artístico, para poder proporcionar una alternativa sostenible a dicha expansión, de manera que el turismo sea una forma de intercambio y conocimiento entre culturas para generar desarrollo y no una mera colonización del espacio con objetivos económicos.
Debemos estructurar políticas especiales para generar las leyes adecuadas que regulen una actividad turística respetuosa del patrimonio cultural tanto tangible como inmaterial y folklórico.
El Patrimonio Cultural de un pueblo tiene un valor universal y como tal constituye la base de la Diversidad Cultural de la Humanidad.
Su relación con el turismo es dinámica y necesita de una serie de medidas para poner en valor y promover la debida preservación de dicho patrimonio. Esta relación debe gestionarse de modo sostenible en el tiempo para la actual y las futuras generaciones.
El Estado es el principal responsable de regular esta relación entre Patrimonio y Turismo, generando en su entorno políticas sociales, económicas y culturales que la beneficien. La protección y conservación a largo plazo de las culturas vivas es otra de las obligaciones inherentes al Estado
La interacción entre los recursos o valores del Patrimonio y el Turismo está en continuo cambio, generando para ambos oportunidades y desafíos así como potenciales situaciones conflictivas. Los proyectos turísticos, sus actividades y su desarrollo, deben conseguir resultados positivos y minimizar los impactos negativos para el Patrimonio y para los modos de vida de la comunidad anfitriona, al mismo tiempo que deben responder a las necesidades y expectativas del visitante.
La conservación, la interpretación y los programas de desarrollo turístico deben basarse en la diáfana comprensión de los aspectos específicos y significativos del Patrimonio en cada sitio en particular, a menudo complejos y conflictivos. Es importante la continua investigación y el asesoramiento para lograr una permanente comprensión y aprecio de estos significados.
La Preservación:
La preservación no significa “embalsamamiento cultural”, no quiere decir que nos tenemos que poner en la ardua tarea de andar cuidando que la gente no deforme las leyendas o anden cambiando las fechas de un misachico.
El historiador inglés Arnold Toynbee decía que cuando hay que andar petrificando la cultura es signo de la decadencia de la civilización, a la que define “… ensayo de antemano frustrado de mantener incólume el estilo ancestral a través del empleo de medios mecánicos y hasta de la fuerza, lo que termina de quitar la más leve huella de vida”.
Pedirles a los artesanos que se limiten a realizar fieles copias de las creaciones de los antepasados es limitar el espíritu creativo con que se nutre el patrimonio y reducir al hombre a un animal que reitera de generación en generación su modus de vida.
La preservación bien entendida del patrimonio cultural se resume en cuatro palabras: investigación, estudio, enseñanza y divulgación. La frase: “No se quiere lo que no se conoce y no se defiende lo que no se quiere” sintetiza el espíritu que encierran las cuatro palabras antedichas.
Planteamiento
Basándonos en la consigna “Invirtiendo en la cultura y en su preservación se genera desarrollo económico y productivo” y ante la expansión turística que se puede generar en una región, es menester realizar un análisis situacional y el impacto que puede producir el turismo en el entorno social y cultural con el paso de los años.
Plantearnos establecer un sistema de desarrollo sostenible, que minimice las consecuencias que éste genera en el patrimonio y en la identidad cultural.
Puntos a analizar
Las variables principales para tener en cuenta para un estudio global e integrador, que facilite una conclusión efectiva en la cual se valoren todos los factores que influyen y son influidos en el fenómeno turístico serían:
1. Comunidad receptora (orden situacional en su expresión de identidad y pertenencia)
2. Los visitantes (motivación que los lleva viajar a la región, información apriori que poseen y donde sustentan o extrajeron dicho conocimiento)
3. Impacto Cultural del contacto entre comunidad anfitriona y visitante extranjero y los posibles cambios que pueden generarse fundamentalmente en lo cultural, en lo económico y en lo ecológico.
Como preservar desde la Ley:
Cinco cuestiones fundamentales se deben tenerse en cuenta para proteger una región antes de lanzar una campaña turística de envergadura:
- Poner a disposición de la población anfitriona el conocimiento necesario para diferenciar, qué es patrimonial y qué no lo es. No todo lo viejo es patrimonial ni digno de ser conservado. Para lo cual se debe constituir las categorías de bienes patrimoniales tanto tangibles como intangibles en forma enumerativa y detallada.
- Promover la creación de entidades no gubernamentales y de la comunidad que tengan por objeto fundamental la educación, preservación, revalorización, investigación, salvaguarda, protección, conservación, restauración, promoción, acrecentamiento y transmisión a las generaciones futuras del Patrimonio Natural y Cultural.
- Que las Organizaciones no Gubernamentales (ONG) se constituyan en Entidades Asesoras no vinculantes ya que nadie defiende mejor el patrimonio que la misma comunidad.
- Creación de un catálogo integral del patrimonio cultural para el conocimiento, difusión, validación y control de los bienes de interés patrimoniales para su protección y conservación. por medio de la administración, los investigadores y la comunidad en general.
- Destinar presupuesto para la preservación del patrimonio cultural, las buenas intenciones no alcanzan para resguardar los bienes patrimoniales de una sociedad.
Conclusión:
La Carta Internacional de Turismo Cultural nos dicta: "El Patrimonio natural y cultural es al mismo tiempo un recurso material y espiritual y ofrece una perspectiva de desarrollo histórico. Desempeña un papel importante en la vida moderna y el público en general debería tener acceso tanto físico como intelectual y/o emotivo a este Patrimonio. Los programas para la protección y conservación del patrimonio natural y cultural en sus características físicas, en sus valores intangibles, expresiones culturales contemporáneas y sus variados contextos, deberían facilitar a la comunidad anfitriona y al visitante, de un modo equilibrado y agradable, la comprensión y el aprecio de los significados de este Patrimonio".
Ante el fenómeno del TURISMO, que va re-significando los entornos sociales y culturales con el paso de los años, deberíamos plantearnos, el establecer un sistema de desarrollo sostenible, que minimice los impactos que éste genera en el patrimonio y en la identidad cultural.
Buscar el equilibrio entre la mercantilización y la conservación. No sólo insertando el patrimonio en el sistema comercial, como un producto más, sino mostrándolo de tal forma que no pierda su significado para los nativos, que no se descontextualice y estereotipe, y que sirva realmente de encuentro entre culturas.
José de Guardia de Ponté
Presidente de la Academia del Folklore de Salta
Director Nacional del Consejo Federal del Folklore de Argentina
Presidente de CPAS (Centro Patrimonio Salta)