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Una Poesía |
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Ana María |
Este romance, hija mía
no se lo digas a nadie;
que no es preciso que sepan
lo que voy a confesarte.
Yo te esperaba varón
hasta aquel último instante.
Y te soñé muchas veces,
de mi mano por las calles,
enseñándote el camino
más honroso y menos fácil,
y este poco de lirismo
que llevaría tu sangre.
No pudo ser, hija mía.
Fue sólo un sueño de padre
que quiso ver su retrato
en una fecha distante.
Yo te esperaba varón
en la inquietud de esa tarde,
y barajé hasta los nombres
con que habría de llamarte...
Me quedé sin conocerte,
José Francisco Fernández.
(Del libro Ana María)
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EDI - Salta 2016
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Salteño por adopción, nació en Santiago del Estero en el año 1921.
Perteneció a la afamada camada de los poetas de la Generación del 40, de la que tomaban parte con sus inquietudes literarias: Juan Carlos Dávalos, Manuel J. Castilla, Julio Díaz Villalba, Raúl Aráoz Anzoátegui, César Fermín Perdiguero, Federico Gauffín, Antonio Nella Castro, José Hernán Figueroa Aráoz, Juan José Coll, José Juan Botelli , José Ríos, Antonio Vilariño, María Angélica de la Paz Lezcano, Clara Saravia Linares de Arias y Emma Solá de Solá, Antonio Nella Castro, entre tantos otros.
A fines de 1944, se incorporó en un movimiento literario más importantes del país que giró bajo la denominación de “La Carpa” integradas por enaltecidas figuras del arte de escribir vinculadas a Tucumán, Santiago del Estero, tales como Raúl Galán, Manuel J. Castilla, Nicandro Pereyra, Víctor Massuh, Sara San Martín, María Adela Agudo y Julio Ardiles Gray. Según Luchín Andolfi el Barba Castila definía así a "La Carpa": “El grupo se había formado con la idea de defender al Norte, a la tierra. Cantar todo aquello que había sido manoseado por los malos folkloristas. Luego, algunos siguieron por ese camino y otros tomaron otro tipo de lirismo”.
Cuando nació “La Carpa” existían otros movimientos en diferentes puntos del país, tales como: “El Sauce”, en Paraná; mientras que en Bueno Aires figuraban, entre otros:”Vértice”, “Canto”, “Cosmorama” y “Sed”. Al desaparecer "La Carpa" en Jujuy se formó "Tarja". Con posterioridad al grupo de los intelectuales salteños se incorporaron Gustavo Leguizamón, “El Cuchi” y Juan José Botelli.
Fue director de la Escuela Nacional Nº 254 de Salta, allá por el año 1939; estuvo al frente de las aulas para la instrucción de los soldados conscriptos de las unidades militares con asiento en esta ciudad y como profesor en el Colegio Nacional “Dr. Manuel Antonio de Castro”, en la Escuela de Comercio “Doctor Luis Güemes” y otros establecimientos de enseñanza secundaria dictando los asignaturas de Castellano y Literatura.
Fue director de Cultura de la Provincia, luego desempeñó funciones como secretario en la Escuela de Bellas Artes “Tomás Cabrera” y Director titular de la Biblioteca Provincial “Doctor Victorino de la Plaza".
En la antigua radio LV9 Radio Salta expuso su alto nivel cultural para conducir programas, redactor, relator de prensa y como asesor literario. Era un pergamino que lucía la emisora de contar con Fernández Molina, con un eximio artesano de las letras.
Publicó Agua y piedra, Ana María, Doña Nieves, Cáncer y En el ocaso, en poesía, y La poesía de la quebrada, en prosa.
Fernández Molina murió en Salta en el año 2004.
“Perdone que lo interrumpa…”
por Andrés Mendieta
“No salgas niña, que la lluvia viene; viene la lluvia con su pie ligero y agitando en el aire su pandero, cuando quiere bailar, no se detiene.// No salgas niña, que la lluvia tiene flores de vidrio para tu sendero. No vayas a salir, porque no quiero que en lugar de alegrarte, ella te apene. // Pero la niña se lanzó a la calle, rompió un espejo con su airoso talle, y se perdió en el aire alucinado.// Si la niña no hubiese sido rubia, la hubieran visto irse con la lluvia para seguir bailando en otro lado”. (José Fernández Molina)
A causa de mi oficio, el periodismo, me inicié acostumbrándome a escribir en el desorden, maña que a pesar de los años perduran en mi cotidiano trajinar. En aquella época las redacciones de los diarios eran bulliciosas; mientras que las de ahora parecen ser un laboratorio; son tranquilas a raíz del uso de las computadoras que pasaron a reemplazar las antiguas máquinas de escribir “Rémington”, las linotipos, las rotativas. La costumbre de aquel entonces era redactar entremezclado con el bochinche y del alboroto, bullicio que se prestaba como un inspirador.
“Perdone que lo interrumpa”, solía decir José Fernández Molina cuando abría su ciclo de audiciones por LV9 Radio Salta, emisión radiofónica que acaparaba la atención de los oyentes porque siempre dejaba momentos para la enseñanza y la meditación. Tal como esos soplos de reflexión pretendo ser del mismo paño, a manera de explicación, sobre los interrogantes originados después de la crónica vinculada al “Chango” Saravia Toledo (edición del 19 de noviembre) reconocida como un “Reportaje apócrifo”. Cabe consignar aquí, para tranquilidad de varios, los elementos vertidos en aquel artículo eran vivenciales en razón de haber conocido y tomado parte con el personaje de la noticia, por espacio de un tiempo prolongado, en diferentes aspectos de su vida. Nada de fantasía. Nada de imaginación. Sólo, a través de algunas licencias que nos da el periodismo, servía para honrar a un hombre ejemplar, un testimonio de vida volcado en un aparente diálogo.
Despejada esta incógnita paso a repasar mis “apuntes”. En la libreta de recuerdos descubro a otra figura digna de toda resonancia. Me estoy refiriendo a José Fernández Molina, una de las voces más elevadas de la literatura quien, de la poesía, hizo una eterna juventud hasta poco antes de dejar de existir.
Ya sea en las tertulias cotidianas, como docente, en la función pública, incursionando el periodismo o en sus programas radiales, tales como aquel que comenzaba diciendo: “PERDONE QUE LO INTERRUMPA”, despedía testimonios de sus preocupaciones éticas y estéticas a la familia salteña reunida a la hora del almuerzo, en razón que en aquellos momentos muy pocos tenían ese aparato que le llaman “la tele” que despedaza todo diálogo hogareño. Para otros: “la niñera electrónica”.
Para conocer más aún a Pepe Fernández Molina sólo basta leer su extensiva obra, tales como: “Agua y Piedra”, “Ana María”, “La Poesía de la Quebrada”, “Doña Nieves”, “Panorama de las Letras Salteñas”, “Cáncer”, “Todavía es Ayer”, “Espacios” y “En el Ocaso”, entre otros numerosos títulos, donde se puede recoge su opinión acerca de las condiciones internas de este hombre a través de sus ensayos, juicios y escritos.
Nuestro homenajeado pertenece a la llamada “generación del 40”, de la que tomaban parte con sus inquietudes literarias: Juan Carlos Dávalos, Manuel J. Castilla, Julio Díaz Villalba, José Hernán Figueroa Aráoz, Raúl Aráoz Anzoátegui, César Fermín Perdiguero, Federico Gauffín, Antonio Nella Castro, José Hernán Figueroa Aráoz, Juan José Coll, José Juan Botelli , José Ríos, Antonio Vilariño, María Angélica de la Paz Lezcano, Clara Saravia Linares de Arias y Emma Solá de Solá, Antonio Nella Castro, entre tantos otros.
Quien había nacido en Santiago del Estero en 1921 se encariñó con Salta hasta llegar a pronunciarse como “hijo de esta tierra gaucha” dejando medio a un lado, no por desprecio, a la más antigua de las ciudades argentinas, fundada en 1553 por el conquistador español Francisco de Aguirre. Radicado en nuestra capital forjó una familia que descolla en los diferentes quehaceres que les corresponde actuar.
Pepe Fernández Molina, a fines de 1944, se incorporó en un movimiento literario más importantes del país que giró bajo la denominación de “La Carpa” integradas por enaltecidas figuras del arte de escribir vinculadas a Tucumán, Santiago del Estero, tales como Raúl Galán, Manuel J. Castilla, Nicandro Pereyra, Víctor Massuh, Sara San Martín, María Adela Agudo y Julio Ardiles Gray. Según Luchín Andolfi el Barba Castila definía así a "La Carpa": “El grupo se había formado con la idea de defender al Norte, a la tierra. Cantar todo aquello que había sido manoseado por los malos folkloristas. Luego, algunos siguieron por ese camino y otros tomaron otro tipo de lirismo”.
Cuando nació “La Carpa” existían otros movimientos en diferentes puntos del país, tales como: “El Sauce”, en Paraná; mientras que en Bueno Aires figuraban, entre otros:”Vértice”, “Canto”, “Cosmorama” y “Sed”. Al desaparecer "La Carpa" en Jujuy se formó "Tarja". Con posterioridad al grupo de los intelectuales salteños se incorporaron Gustavo Leguizamón, “El Cuchi” y Juan José Botelli.
Habría tanto para escribir sobre la vida de Pepe que me llevaría mucho tiempo y espacio. Es por ello que nada mencionaré de su accionar como director de la Escuela Nacional Nº 254 de Salta, allá por el año 1939; ni así lo que sembró frente a las aulas para la instrucción de los soldados conscriptos de las unidades militares con asiento en esta ciudad y como profesor en el Colegio Nacional “Dr. Manuel Antonio de Castro”, en la Escuela de Comercio “Doctor Luis Güemes” y otros establecimientos de enseñanza secundaria dictando los asignaturas de Castellano y Literatura.
Menos aún distraeré la atención del amable lector para referirme de la marcada huella dejada durante su desempeño como director de Cultura de la Provincia ni de sus funciones como secretario en la Escuela de Bellas Artes “Tomás Cabrera” ni cuando fue designado titular de la Biblioteca Provincial “Doctor Victorino de la Plaza.
Tampoco cuando en la antigua radio exponiendo su alto nivel cultural fue requerido para conducir de programas, redactor, relator de prensa y como asesor literario. Era un pergamino que lucía la emisora de contar con Fernández Molina con un eximio artesano de las letras.
Por su calidad humana siempre estuvo rodeado de amigos hasta que una cruel enfermedad lo llevó hasta la tumba, en 2004.
Sólo queda decir al concluir esta evocación a José Fernández Molina, como otros tantos luchadores, alcanzó a vencer a la muerte porque aún su nombre sigue estando presente en el mundo de las letras, tanto del país como del extranjero.
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