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Joaquín Castellanos:
una estampa cincelada en roca

Por Andrés Mendieta

“Rebelde y viejo batallador a quien animó un fervoroso patriotismo en todas sus luchas. Fue más grande que Clemenceau en cuanto el estadista francés defendió su situación económica para poder conservar su libertad espiritual, mientras que Castellanos despreocupado de sus bienes, y más temerario, no perdió la suya ni ante la amenaza inminente del hambre ni acometido por grandes dolencias físicas y morales que no pudieron quebrantar su espíritu prometeano”.

Así lo definió a “un gran argentino desaparecido: el doctor Joaquín Castellanos” Carlos Capitaine Funes al conocer la muerte de este poeta de la libertad y la democracia, virtuoso tribuno, periodista, gobernante, magistrado, legislador, educador nacido en Salta el 21 de abril de 1861 y quien encontró la muerte en Tigre, provincia de Buenos Aires, el 28 de setiembre de 1932.

El mundo, en 1919, asistía a las secuelas de la primera guerra que desangró Europa, después que siete países –en el transcurso de cuatro años- se lanzaron a la mayor carnicería humana conocida hasta entonces. La Argentina no estuvo ausente de aquel desencuentro y la violencia, en alguna medida, fue asimilada en el campo social. Buenos Aires parecía una ciudad ocupada y los silbido de las balas perforaron la quietud ciudadana y los muertos se amontonaron después de un enfrentamiento entre obreros metalúrgicos y marítimos con efectivos policiales. En Córdoba la Legislatura fue ocupada militarmente a raíz de episodios políticos. Por su parte, el doctor Hipólito Yrigoyen, cuando cumplía su primer periodo presidencial, debió afrontar en un año trescientas sesenta y siete huelgas, de las que participaron, en total, cerca de trescientos mil obreros.

1919 en Salta

Este trágico año también se hizo notar en Salta. Claro está que desde el 27 de abril de 1818 el proceso institucional de la Provincia fue interrumpido por un decreto del gobierno nacional Por primera vez un estado provincial de la república perdía su autonomía. Gobernaba en aquellos tiempos el doctor Abraham Cornejo e Yrigoyen, para justificar esta medida que alcanzó a los tres poderes, argumentó en el decreto que “la Justicia es en general débil y morosa y no satisface plenamente los fines de institución”. Como representante del gobierno nacional asumió en primera instancia el mando de Interventor el doctor Emilio Giménez Zapiola y quien, por razones de tener que ausentarse de Salta, delegó dos meses después el gobierno en el doctor Manuel Carlés quien dispuso llamar a elecciones concurriendo a la misma los partidos “Unión Provincial”, “Radical Nacionalista” y “Radical Intransigente”.

El doctor Joaquín Castellanos, candidato por esta última agrupación, fue elegido gobernador. En la oportunidad al tomar posesión del mando, el 7 de enero de 1919, el interventor saliente expresó: “Ocupáis sin enemigos el gobierno de Salta. El adversario electoral de ayer os acompaña hoy en la tarea de hacer el bien del pueblo, mostrándose que si la lucha política enardeció las pasiones por el triunfo, no pudo el encono personal envilecer la intervención del patriota en la lid”. A las palabras de Carlés Castellano le respondió: “Para el candidato radical había, hasta este momento, vencedores y vencidos, en honrosa lid democrática; desde esta hora en adelante, para el Gobernador de Salta no hay más que ciudadanos; conciudadanos y habitantes que, sea cual fuere su nacionalidad de origen, son nuestros hermanos en el esfuerzo de fecundar la misma tierra”.

El mismo día de asumir Castellanos, tras prorrogar hasta el 31 de mayo el presupuesto del año anterior, solicitó licencia para ausentarse de Salta por el término de sesenta días, dejando el mando en manos del presidente del Senado Juan B. Peñalba.

En junio sufrió su primera crisis de gabinete como consecuencia de afrontar serios conflictos partidarios originando las renuncias de sus ministros de Gobierno, Darío Arias, y de Hacienda, David M. Saravia. Presionado por los conflictos surgidos desde distintos sectores del radicalismo Castellanos se sintió obligado en apartarse del gobierno pero la Asamblea Legislativa le rechazó la renuncia el 1 de julio.

Nuevamente en julio se ausentó a Buenos Aires para cumplir gestiones oficiales ausencia que se prolongó hasta setiembre y nuevamente el gobierno estuvo a cargo de Peñalba. Durante los años que estuvo al frente del Poder Ejecutivo Castellanos sostuvo su principio radical que aprendió en su mocedad al lado de Leandro Alem y Aristóbulo del Valle, no aceptando el personalismo absorbente de Hipólito Yrigoyen, postura que le ocasionó una serie de conflictos con sus correligionarios. Con posterioridad, el 13 de noviembre de 1919, nuevamente presentó su renuncia al cargo, la que fue rechazada una vez más por la Asamblea Legislativa.

Su obra de gobierno

Quien ostentaba la condecoración de su cojera peleando en el ’80 por la autonomía de Buenos Aires “siempre estuvo por las necesidades del pueblo. Durante su gestión, entre otras cosas, reglamentó las concesiones de agua para riego, uso industrial y bebida; el aprovechamiento del agua pública; creo la Escuela de Tejidos, la Biblioteca “Doctor Victorino de la Plaza” en base a la donación del ilustre salteño; la Escuela de Manualidades; la reforma de la Constitución en lo que respecta a la creación del cargo de Vicegobernador, la elección directa del Gobernador y Vicegobernador, con duración de cuatro años en el mandato y la independencia completa del Poder Judicial. Asimismo, se interesó por la construcción el ferrocarril trasandino Salta-Antofagasta (Chile) e inauguró el monumento al general Juan Antonio Álvarez de Arenales.

La destitución

Los opositores y hasta los resentidos partidarios se ocuparon hacer rodar leyendas calumniosas sobre la figura del Joaquín Castellanos quien se caracterizó por la rectitud inflexible de su conducta, por el fuego de sus grandes pasiones puestas al servicio de nobles ideales. Corría el año 1821. Luego de haber intervenido los municipios de la ciudad capital, General Güemes, Rosario de Lerma, Orán, Campo Santo, Chicoana, Cafayate, El Carril y Coronel Moldes, como así de convocar a elecciones para diputados nacionales y provinciales denunció ante el Ministerio del Interior haber descubierto una tentativa conspiradora para informándole después del fracaso de la misma.

Castellanos al recibir un telegrama del funcionario nacional que lo consideró agraviante solicitó a la Cámara de Diputados de la Nación la designación de una comisión investigadora y el 4 de marzo declaró en disponibilidad a todo el personal administrativo de la Provincia al haber comprobado la participación de los agentes del Estado

“en el movimiento sedicioso que debió producirse el 25 de febrero atentatorio a los poderes públicos constituidos y a la vida de las personas que desempeñan las funciones del Gobierno”, según reza el decreto respectivo.

El 3 de junio de 1921, pronunció un discurso con el propósito de reivindicar al trabajador, diciendo:

Se estilan aún aquí procedimientos con respecto al obrero rural que son una afrenta para la civilización de la que nos preciamos. A ese obrero se lo despoja inicuamente de su trabajo: se le arroja de la tierra que cultiva, al menor capricho del potentado, que aprovecha de su sudor desventurado”.
El parlamento no sesionaba actitud que Castellanos la denominó “huelga legislativa” y al convocar a elecciones generales la Legislatura solicitó la intervención federal, disponiendo Yrigoyen que la misma se concretara y designando para ella al doctor Arturo S. Torino quien asumió al mando el 11 de noviembre de 1921. Su rebeldía fue premiada con una nueva intervención federal que lo desalojó de su gobierno en Salta, según él: “por defender la autonomía de su provincia
”.

Así he pretendido honrar a una figura moral incorruptible, ubicado en un lugar privilegiado que está reservado para los grandes argentinos, fuente reconfortante de civismo donde hemos de inspirarnos ahora y siempre.

 
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