Así
lo definió a “un gran argentino desaparecido:
el doctor Joaquín Castellanos” Carlos Capitaine
Funes al conocer la muerte de este poeta de la libertad y
la democracia, virtuoso tribuno, periodista, gobernante, magistrado,
legislador, educador nacido en Salta el 21 de abril de 1861
y quien encontró la muerte en Tigre, provincia de Buenos
Aires, el 28 de setiembre de 1932.
El mundo, en 1919, asistía
a las secuelas de la primera guerra que desangró Europa,
después que siete países –en el transcurso
de cuatro años- se lanzaron a la mayor carnicería
humana conocida hasta entonces. La Argentina no estuvo ausente
de aquel desencuentro y la violencia, en alguna medida, fue
asimilada en el campo social. Buenos Aires parecía
una ciudad ocupada y los silbido de las balas perforaron la
quietud ciudadana y los muertos se amontonaron después
de un enfrentamiento entre obreros metalúrgicos y marítimos
con efectivos policiales. En Córdoba la Legislatura
fue ocupada militarmente a raíz de episodios políticos.
Por su parte, el doctor Hipólito Yrigoyen, cuando cumplía
su primer periodo presidencial, debió afrontar en un
año trescientas sesenta y siete huelgas, de las que
participaron, en total, cerca de trescientos mil obreros.
1919 en Salta
Este trágico año
también se hizo notar en Salta. Claro está que
desde el 27 de abril de 1818 el proceso institucional de la
Provincia fue interrumpido por un decreto del gobierno nacional
Por primera vez un estado provincial de la república
perdía su autonomía. Gobernaba en aquellos tiempos
el doctor Abraham Cornejo e Yrigoyen, para justificar esta
medida que alcanzó a los tres poderes, argumentó
en el decreto que “la Justicia es en general débil
y morosa y no satisface plenamente los fines de institución”.
Como representante del gobierno nacional asumió en
primera instancia el mando de Interventor el doctor Emilio
Giménez Zapiola y quien, por razones de tener que ausentarse
de Salta, delegó dos meses después el gobierno
en el doctor Manuel Carlés quien dispuso llamar a elecciones
concurriendo a la misma los partidos “Unión Provincial”,
“Radical Nacionalista” y “Radical Intransigente”.
El doctor Joaquín Castellanos,
candidato por esta última agrupación, fue elegido
gobernador. En la oportunidad al tomar posesión del
mando, el 7 de enero de 1919, el interventor saliente expresó:
“Ocupáis sin enemigos el gobierno de Salta. El
adversario electoral de ayer os acompaña hoy en la
tarea de hacer el bien del pueblo, mostrándose que
si la lucha política enardeció las pasiones
por el triunfo, no pudo el encono personal envilecer la intervención
del patriota en la lid”. A las palabras de Carlés
Castellano le respondió: “Para el candidato radical
había, hasta este momento, vencedores y vencidos, en
honrosa lid democrática; desde esta hora en adelante,
para el Gobernador de Salta no hay más que ciudadanos;
conciudadanos y habitantes que, sea cual fuere su nacionalidad
de origen, son nuestros hermanos en el esfuerzo de fecundar
la misma tierra”.
El mismo día de asumir
Castellanos, tras prorrogar hasta el 31 de mayo el presupuesto
del año anterior, solicitó licencia para ausentarse
de Salta por el término de sesenta días, dejando
el mando en manos del presidente del Senado Juan B. Peñalba.
En junio sufrió su
primera crisis de gabinete como consecuencia de afrontar serios
conflictos partidarios originando las renuncias de sus ministros
de Gobierno, Darío Arias, y de Hacienda, David M. Saravia.
Presionado por los conflictos surgidos desde distintos sectores
del radicalismo Castellanos se sintió obligado en apartarse
del gobierno pero la Asamblea Legislativa le rechazó
la renuncia el 1 de julio.
Nuevamente en julio se ausentó
a Buenos Aires para cumplir gestiones oficiales ausencia que
se prolongó hasta setiembre y nuevamente el gobierno
estuvo a cargo de Peñalba. Durante los años
que estuvo al frente del Poder Ejecutivo Castellanos sostuvo
su principio radical que aprendió en su mocedad al
lado de Leandro Alem y Aristóbulo del Valle, no aceptando
el personalismo absorbente de Hipólito Yrigoyen, postura
que le ocasionó una serie de conflictos con sus correligionarios.
Con posterioridad, el 13 de noviembre de 1919, nuevamente
presentó su renuncia al cargo, la que fue rechazada
una vez más por la Asamblea Legislativa.
Su obra de gobierno
Quien ostentaba la condecoración
de su cojera peleando en el ’80 por la autonomía
de Buenos Aires “siempre estuvo por las necesidades
del pueblo. Durante su gestión, entre otras cosas,
reglamentó las concesiones de agua para riego, uso
industrial y bebida; el aprovechamiento del agua pública;
creo la Escuela de Tejidos, la Biblioteca “Doctor Victorino
de la Plaza” en base a la donación del ilustre
salteño; la Escuela de Manualidades; la reforma de
la Constitución en lo que respecta a la creación
del cargo de Vicegobernador, la elección directa del
Gobernador y Vicegobernador, con duración de cuatro
años en el mandato y la independencia completa del
Poder Judicial. Asimismo, se interesó por la construcción
el ferrocarril trasandino Salta-Antofagasta (Chile) e inauguró
el monumento al general Juan Antonio Álvarez de Arenales.
La destitución
Los opositores y hasta los
resentidos partidarios se ocuparon hacer rodar leyendas calumniosas
sobre la figura del Joaquín Castellanos quien se caracterizó
por la rectitud inflexible de su conducta, por el fuego de
sus grandes pasiones puestas al servicio de nobles ideales.
Corría el año 1821. Luego de haber intervenido
los municipios de la ciudad capital, General Güemes,
Rosario de Lerma, Orán, Campo Santo, Chicoana, Cafayate,
El Carril y Coronel Moldes, como así de convocar a
elecciones para diputados nacionales y provinciales denunció
ante el Ministerio del Interior haber descubierto una tentativa
conspiradora para informándole después del fracaso
de la misma.
Castellanos al recibir un
telegrama del funcionario nacional que lo consideró
agraviante solicitó a la Cámara de Diputados
de la Nación la designación de una comisión
investigadora y el 4 de marzo declaró en disponibilidad
a todo el personal administrativo de la Provincia al haber
comprobado la participación de los agentes del Estado
“en el movimiento sedicioso
que debió producirse el 25 de febrero atentatorio a
los poderes públicos constituidos y a la vida de las
personas que desempeñan las funciones del Gobierno”,
según reza el decreto respectivo.
El 3 de junio de 1921, pronunció
un discurso con el propósito de reivindicar al trabajador,
diciendo:
“Se estilan aún
aquí procedimientos con respecto al obrero rural que
son una afrenta para la civilización de la que nos
preciamos. A ese obrero se lo despoja inicuamente de su trabajo:
se le arroja de la tierra que cultiva, al menor capricho del
potentado, que aprovecha de su sudor desventurado”.
El parlamento no sesionaba actitud que Castellanos la denominó
“huelga legislativa” y al convocar a elecciones
generales la Legislatura solicitó la intervención
federal, disponiendo Yrigoyen que la misma se concretara y
designando para ella al doctor Arturo S. Torino quien asumió
al mando el 11 de noviembre de 1921. Su rebeldía fue
premiada con una nueva intervención federal que lo
desalojó de su gobierno en Salta, según él:
“por defender la autonomía de su provincia”.
Así he pretendido honrar
a una figura moral incorruptible, ubicado en un lugar privilegiado
que está reservado para los grandes argentinos, fuente
reconfortante de civismo donde hemos de inspirarnos ahora
y siempre.