ació en San Salvador de Jujuy, el 18 de marzo de 1939. Sus padres fueron Doña Josefa Ramos y Don Ernesto Calderón. Al poco tiempo se trasladaron a Salta, donde reside desde entonces. Es el mayor de ocho hermanos, cinco varones y tres mujeres.
Su niñez transcurrió cerca de la estación del ferrocarril (avenida Entre Ríos y calle Balcarce), luego en calle 25 de mayo 846. Asistió a la Escuela Normal en sus primeros años de estudiante. Más tarde comenzó el secundario en el Instituto de Humanidades, inaugurando el primer año lectivo de esa casa de estudios. Finalmente, se recibió de Técnico en Construcción en la ENET Nº 4 de la ciudad de Salta.
Gabriel recuerda que en la primaria -4º grado-, se organizó un concurso titulado “Un día de campo” y grande fue su sorpresa al ser premiado a nivel escuela con un guardapolvo blanco y una lapicera fuente. Luego viajando –por razones de trabajo- hasta Socompa, el paisaje maravilloso que tenía ante sus ojos quiso pintarlo con palabras y así empezó a escribir sus poemas. A la fecha lleva publicado diez libros: “Emociones de la tierra”, “Canto a Cabra Corral”, “Canto y poesía”, “Versos en la tarde”, “Recuerdos y casi un adiós”, “Canto de vida”, “Nostalgia”, “Viaje a Tarija”, “Lágrimas del alma” y “Antología de poemas” de los cuales muchas de sus letras han sido musicalizados y grabados. Entre los intérpretes se pueden mencionar a Paola Arias, El gaucho Sardinas y entre los más recientes la señora Gladis Rodríguez en su último CD.
Asimismo, formó parte del jurado del carnaval con Sergio Rodríguez y Hugo Aparicio en el Primer Concurso de Coplas para comparsas, año 1994; y también de los corsos salteños durante muchos años. Representó a la Ciudad de Salta -en carácter de invitado- en la Feria del Libro del año 1995 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y obtuvo el Segundo Premio en narrativa en el 2º concurso literario organizado por la Asociación de Ayuda Mutua, entre otros. Participó de la Terna “Premio al honor y la ética Martín Miguel de Güemes año 2.000”
Gabriel, un enamorado de la vida, compartía mucho de la amistad con Don Abel Mónico Saravia y el Dr. Gustavo Cuchi Leguizamón. Atesora muchas anécdotas que ahora con ausencias, las llora en la galería de su casa, donde laten tantos recuerdos y tantos corazones lo miran desde las fotos, como queriéndose escapar de los cuadros para consolarlo, mientras la luna se queda junto al vino de su desvelo.