Campo Santo – Salta – República Argentina
Una espectacular evidencia del contacto de culturas en el NOA.
El ámbito antiguo
Localizada en el ámbito del Valle de Cianca, la zona rural de Betania corresponde hoy a una serie de pequeñas fincas y quintas que desde hace poco más de cien años estuvieron destinadas a la producción de frutas y hortalizas, aunque últimamente fueron cambiando de forma paulatina por el cultivo de tabaco. La estratégica posición del valle en el escenario regional hizo que fuese un lugar de paso y asentamiento, permitiendo desde épocas muy antiguas la conexión entre distintos espacios ecológicos que se incluyen en el Área Andina Meridional y el sector occidental del Gran Chaco. Razón que facilitó la comunicación entre grupos o sociedades que habitaron regiones alejadas, desde y hacia las Florestas Tropicales y la gran llanura pasando por todas las intermedias y más allá de la Puna hasta el Desierto de Atacama. Lo mismo sucedió desde el perilago del Titicaca hasta cercanías de las Sierras Centrales. Las evidencias arqueológicas demuestran que hubo contacto e intercambios desde épocas muy antiguas; veintiséis siglos; sw manera constante y creciente mediante la circulación de numerosas caravanas de camélidos organizadas por los grupos nativos, que se dedicaron a transportar y comerciar por medio del sistema de trueque productos típicos o elaborados en cada una de ellas. Por lo general, trayendo obsidiana, prendas tejidas de lana, papas, metales, animales en pie, objetos de cerámica y otros elaborados en hueso o cuero, e igualmente llevando maderas duras, miel, plumas de aves, y gran cantidad de vainas de cebil -con las que luego de procesadas se obtiene un poderoso alucinógeno muy requerido entonces.
El hallazgo – el ajuar
El destino quiso que en el transcurso del año 2001 por obra de una pala mecánica en el proceso de nivelar y excavar una porción de terreno para construir una represa en finca San Roque -ubicada en el área rural de Betania-, dejara al descubierto un antiguo enterratorio de características muy singulares. Gracias al acertado criterio del señor Marcelo Checa, hizo detener los trabajos y dio aviso a las autoridades comunales que, a su vez, comunicaron la noticia al “Museo de Antropología de Salta, Juan Martín Leguizamón”. Si bien el personal de la institución no pudo realizar el rescate de los restos humanos debido a su mal estado, recuperó el variado y nutrido ajuar que se hallaba colocado alrededor. Todo lo recolectado entonces, fue trasladado a la Municipalidad y se promovió la formación de una “Comisión de Amigos del Museo” -presidida por la Profesora María Antonia Arnedo-, que gestionó una Muestra de Arqueología de carácter permanente; en tanto, los objetos y restos quedaron depositados en el municipio a su custodia. El lugar del enterratorio o sepulcro, al poco tiempo quedó bajo el agua almacenada en la represa. Los miembros de la comisión consultaron al Profesor Osvaldo Ramón Maidana para que brindara su asesoramiento profesional y fue reconocido con la asignación de su nombre a la institución.
En primer lugar, dejo establecido que al presente es prácticamente nula la información o al menos se la reservaron quienes estuvieron en ese momento. Solamente dijeron que “se trataba del esqueleto de tres personas; dos adultos y un niño que reposaba entre ellos”. Todas las personas a las que oportunamente entrevisté, aseguraron que el estado de desintegración era muy avanzado y no pudieron recuperar huesos o parte de ellos. Este espectacular hallazgo, del que lamentablemente no se hicieron estudios interdisciplinarios más profundos en su momento, solo permitió por ahora y sobre ciertos parámetros concluir mediante el análisis de los objetos y restos, y conjeturar o deducir otros que, entonces hubiesen podido afirmarse o negarse de manera contundente. Aunque, ello no desvirtúa el gran valor que alcanza el contexto como claro testigo de una confluencia cultural que traspasa los siglos y lo posiciona como “patrimonio cultural de excepción”. Si bien hay una gran cantidad de objetos surgidos de estereotipos de origen arqueológico que se continuaron en tiempo y espacio, el contexto por sí solo refleja plenamente las evidencias del estrecho contacto cultural que existió a escala local con portadores de otras corrientes que cronológicamente se ubican en un plano histórico. Se coloca así en un nivel destacado y casi único. Pero en definitiva y careciendo de datos precisos, solo pude realizar un análisis y sin la seguridad de que otros objetos y piezas hayan sido sustraídos, o bien, permanecen a resguardo en la casa de algún vecino. Con la asistencia del doctorando en Arqueología Jorge Cabral Ortiz, clasifiqué las piezas que integran el ajuar funerario. Afirmo con toda certeza que el ajuar tiene un neto carácter suntuario y/o ceremonial; en primer lugar, porque lo reducido de su tamaño no permite suponer que tuvieran uso frecuente y, por lo tanto, fue esa la funcionalidad que seguramente les dieron. Además, patentizan un sincretismo que es delatado por la posesión y uso de objetos religiosos, como los crucifijos que se depositaron en estrecha unión con un elemento foráneo, el amuleto muy popular conocido como “mano de higa o de figa”. Utilizado como un instrumento de protección, se difundió en épocas tempranas desde el continente asiático hacia la península ibérica. Su aparición merece un examen más detenido, pero excede el propósito del presente escrito.
Comenzamos analizando la morfología de los objetos y restos cerámicos para describirlos. Todos son de tamaño pequeño, pues no exceden de 18 cm de diámetro o de altura. Son pucos, jarros y ollitas sin decoración y de aparente origen regional; otras, de porte algo mayor, pero todas muestran proceder de una región muy cercana, probablemente de los llanos de Santiago del Estero; posición que debe corroborarse. Algunos de los objetos mencionados presentan caracteres decorativos que se enmarcan en el estilo “Inka Local” y en el caso del puco decorado, se reafirma su procedencia debido a que los motivos decorativos de la superficie interna fueron hechos en color rojo sobre fondo crema y su interior ha sido dividido en cuatro partes (clásico de la tipología Inka). Este último, a la vez muestra una mezcla de elementos decorativos que son de neto origen Averías (Cultura Agroalfarera de Santiago del Estero, que habitó la zona entre los años 1200 a 1500). Según clasificación previa, entre los objetos de cerámica reconocimos “un aribaloide”, “cuatro con pie de compotera”, y otros que presentan decoración por corrugado suave (un ejemplar en el cuello y otro en el cuerpo) y un jarro liso con dos protuberancias en el cuerpo y otro con una delicada decoración grabada con “espinas de pescado”. Hay también otros objetos con típicos rasgos imperiales Inka pero igualmente de fabricación local: una pinza de depilar fabricada con una delgada placa de bronce, tres Topus o alfileres de gran tamaño hechos en plata que presentan distintas decoraciones en el extremo contrario a la punta. El primero muestra un pequeño disco con nueve perforaciones y una línea perimetral dentro de la que, con la técnica de grabado se representó la figura de una paloma atravesada por una flecha y un par de segmentos de líneas repujadas por debajo del disco. El segundo es parecido al anterior, aunque el disco tiene una sola perforación y cuenta con la figura de un ave hecha con la técnica de grabado. El último tiene un pequeño ojal que sobresale del conjunto y está rematado por la conocida “mano de figa”. En todos se reconoce una conjunción de rasgos de distintas procedencias, aunque combinadas o bien, unificadas en el mismo objeto. Hay también tres pequeñas placas de plata, perforadas, que se usaban como adorno cosidas a la ropa.
Otra corriente (religiosa) de características especiales, es la de la Orden de los Jesuitas, representada por un vaso de cerámica con la superficie color verde vidriada; inconfundible objeto decorado con técnicas usadas por los sacerdotes y desconocidas por los nativos. Dos crucifijos que confirman lo antedicho; de plata el más pequeño, tiene cerca de 3 cm. de altura; de cobre el restante, 9 cm. aproximadamente, con una precaria pero no menos hermosa representación del Señor Jesucristo.
La restante corriente cultural europea es la que destaca una “mano de figa” tallada en alabastro y con una perforación en el otro extremo por el que se pasaba un hilo para colgarla al cuello. También se recuperaron cinco (5) cascabeles de bronce y objetos elaborados en hierro: una hebilla de correaje, parte de la hoja de un cuchillo y clavos. Por último, las cuentas de vidrio veneciano, que fueron muy comunes y de mucha circulación en determinado momento; aunque, no sabemos si se trataba de uno o más collares. Se recuperaron alrededor de 700 unidades que corresponden a distintos tiempos de fabricación. Por sus características decorativas y los colores que las identifican, son al menos de dos épocas distintas.
Consideraciones
El material recuperado es inherente a dos de los períodos cronológicos establecidos por la ciencia de la arqueología, o al menos, es lo que se puede estimar hasta realizar estudios más detallados. Si bien y aunque estimativamente ubicamos el enterratorio en un espacio temporal que rondaría los 250 a 300 años de antigüedad, no deja de ser una postura en contrastación y factible de corrección debido a la variedad de elementos y a la diversidad de manifestaciones que lo componen. Por ejemplo, el puco que combina rasgos decorativos Averías con el Inka local, quizá sea la mayor incógnita, dado que se considera que la primera de ellas había desaparecido hacia el comienzo del siglo XVI y la ocupación imperial sucedió pasados los mediados de la centuria; o tal vez, hubo permanencia de ciertos “modelos culturales” que permitió fuesen “fusionadas”. Otro enigma se plantea con los objetos que pertenecieron a integrantes de la Orden de los Jesuitas expulsados en 1767; quizás los objetos fueron obsequiados con bastante anterioridad a personas allegadas o entonces recién convertidas. Un factor fundamental que consideramos para establecer una fecha tentativa son las cuentas de vidrio veneciano, pues estos accesorios suntuarios de acuerdo a su tamaño, decoración, forma y colores específicos que determinan períodos de tiempo, permiten fijar su antigüedad. De modo que abarca tiempos arqueológicos o ciertas reminiscencias, e históricos de la época del avance colonial, entre militares y religiosos y el período del ocaso nativo.
Por cierto, este es uno de los pocos sitios en el país que contiene tanta variedad y número de elementos evidenciando un estrecho contacto cultural
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PUCO INKA LOCAL AVERIAS |
CERAMICA JESUITA |
CONJUNTO DE OBJETOS DE CERAMICA |
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CRUCIFIJO JESUITA DE COBRE |
CRUCIFIJOS JESUITAS |
CUENTAS DE COLLAR DE VIDRIO VENECIANO |
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DE LOS TOPUS DE PLATA |
DETALLE DE ADORNO DEL TOPU |
DETALLE DE ADORNO DEL TOPU |
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DETALLE DE ADORNO DEL TOPU |
PLAQUITAS DE PLATA |
OLLITA COMPOTERA INKA LOCAL |
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HEBILLA DE HIERRO |
MANO DE FIGA |
OLLITA CON PIE DE COMPOTERA INKA LOCAL |
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OLLITAS PUCOS JARROS |
OLLITAS PUCOS JARROS |
OLLITAS PUCOS JARROS |
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OLLITAS PUCOS JARROS |
OLLITAS PUCOS JARROS |
OLLITAS PUCOS JARROS |
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CASCABELES DE BRONCE |
ARIBALOIDE INKA LOCAL |
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