Sexto  Obispo de Salta 
                  Por Ernesto Bisceglia 
                  
n el año 1878, mientras cursaba el cuarto año del Colegio Nacional, José Gregorio Romero decidió ingresar en el Seminario Conciliar de Salta para continuar la vida religiosa, destacándose desde los primeros años por sus dotes de predicador.
                  Desde el inicio de sus estudios, sus superiores le encargaron las misiones más complicadas a las que se prestaba incluso descuidando el descanso.
                  En su ascenso, ocupó la cátedra de profesor en el mismo Seminario durante casi treinta años, también capellán y director del Apostolado de la Oración y de las Hijas de María; redactor y director de publicaciones periodísticas católicas, representante del pueblo en las Cámaras provinciales; Canónigo en diversas graduaciones; Secretario del Obispado, vicario General, Obispo Auxiliar electo y culminando su carrera, Diocesano a partir de 1915.
                  Una vez en el mando de la Diócesis, se dedicó con verdadero espíritu de servicio a su misión. Las distancias no fueron óbice para que visitara los más distantes puntos de la misma, predicando, confesando, administrando la Confirmación, presidiendo las fiestas patronales. Tal era la devoción que producía entre la gente que lo acompañaban hasta que su auto se perdía en la distancia.
                  La historia lo recuerda sobretodo por sus dotes de orador, utilizando todos los recursos que la lectura de los clásicos le daban para enriquecer la divulgación del Evangelio.
                  Así consumió su vida hasta el día en que falleció en 1919.
                   
                  Por Ernesto Bisceglia - www.portaldesalta.gov.ar/bisceglia.html 
                   
                  Resumen  de la biografía elaborada por  el  profesor Carlos Gregorio Romero Sosa para el tomo IV del Nuevo Diccionario  Biográfico Argentino de Vicente Osvaldo Cutolo
                  
                  
ació en Salta el 14 de octubre de 1862. Era  el mayor de los hijos de don Pablo Policarpo Romero de la Corte, salteño, y de doña  Delfina Juárez Arze y Colombres , tucumana. Cursó estudios preparatorios en el  Liceo Salteño y en el colegio Nacional local desde donde pasó al Seminario  Conciliar de su diócesis al sentirse llamado al sacerdocio. Desde 1883 siendo  estudiante teólogo se le encomendaron cátedras en el mismo instituto en que  cursaba. En 1886, en Buenos Aires, recibió las órdenes sacerdotales de manos  del arzobispo Aneiros costeando su viaje desde Salta, monseñor doctor Pablo  Padilla y Bárcena, su pariente, maestro y benefactor a cuyo lado había  profundizado estudios de patrística. De regreso a Salta actuó durante la  epidemia del cólera como capellán de lazaretos, negándose a recibir después la  medalla con la que el gobierno decidió premiarlo. 
                   Maestro de ceremonias en la Iglesia catedral de Salta,  dictó apologética, teología dogmática, teología moral, patrística, sagrada  escritura, historia eclesiástica, historia universal, matemáticas y castellano  en el Seminario Eclesiástico por espacio de veinte años. 
                   Organizó escuelas obraras y ateneos de  formación cultural, ejerció el periodismo, se ocupó de pobres y enfermos  convirtiéndose en figura popular en la provincia y en las vecinas de Jujuy,  Catamarca y Tucumán. Orador sagrado obtuvo pública consagración en el país con  su discurso panegírico en la   Catedral de Catamarca el 17 de diciembre de 1886 en las  fiestas del bicentenario de la   Virgen del Valle. Los diarios de la república elogiaron ese  discurso y lo compararon al “Laetamur de Gloria Vestra” de fray Mamerto Esquiú.  Con motivo de esa celebrada oración religiosa de Romero le fue obsequiado el  primitivo cuello de plata de la imagen de la Virgen del Valle, al que finalmente rindió culto  en su hogar porteño su sobrino Romero Sosa.  
                   En 1892 el gobierno nacional lo designó  Canónigo Honorario de la   Catedral de Salta, distinción que declinó públicamente en su  renuncia dada en un volante titulado “Nombramientos Regalistas”. En 1894 inició  su carrera en la Curia  local, como prosecretario del Obispado. En 1895 por decreto episcopal, volvió a  ser designado Canónigo Honorario, distinción que el gobierno nacional ratificó.  Ascendió a secretario-canciller de la Diócesis en 1898, y a fines de ese año viajó a  Europa designado teólogo consultor del Concilio Plenario de la América Latina. En ese carácter  y en el de clérigo familiar del nuevo obispo de Salta, Monseñor Matías Linares  y Sanzetenea, actuó en Roma en 1899. 
                  
                   Se vinculó con los obispos latinoamericanos:  Jara de Chile, Bogarín del Paraguay  y  Cavalcanti del Brasil, con ellos y con el resto de obispos argentinos que se  encontraban en Roma, planificó la venida de comunidades religiosas al  Continente, tramitó y obtuvo el arribo de los Canónigos Regulares de Letrán,  quienes le otorgaron Carta de Hermandad Lateranense; se inscribió en el Colegio  Pio Latino Americano como estudiante; se perfeccionó en las aulas de la Universidad   Gregoriana de Roma, y trabó personal amistad con el  Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Rampolla que lo condecoró con la Cruz Pro-Eclesia et Pontífice”  y con el título de caballero de la   Oden de San Basilio. Visitó otras ciudades italianas y visitó  España –donde trató al Duque de Alba- y Francia, anotando su diario de viaje  que se conserva inédito en el archivo de su sobrino carnal, el historiador  Carlos Gregorio Romero Sosa. Estudió a asuntos sociales en la Universidad de  Lovaina, y de vuelta a su patria rechazó el nombramiento de cátedras de idiomas  en el Colegio Nacional de Salta para consagrarse de lleno a su ministerio y  actuar en política en carácter de elemento conciliador. 
                   Electo diputado a la Legislatura de Salta,  en 1900, recibió el nombramiento de Canónigo Teologal en 1902, ascendido a la  dignidad de Chantre en 1909, año en el que, ya electo senador por la Capital,  presidió por primera vez el Senado de su  provincia y desempeñó transitoriamente funciones de gobernador interino  evitando la discusión del proyecto sobre educación laica en las escuelas  provinciales. A mérito de su obra en pro de la difusión de la encíclica “Rerum  Novarum” en la Argentina,  el Papa León XIII lo inscribió en el número de sus prelados domésticos.
                   El 12 de noviembre de 1912 el obispo Linares  lo nombró Vicario General de la   Diócesis, un año más tarde ascendió al Arcedeanato de la Iglesia Catedral, siendo  también propuesto para obispo auxiliar. El papa Pío X, el 18 de febrero de  1914, lo preconizó Obispo Titular de Thermis, pero entretanto se produjo el  fallecimiento del diocesano Linares y el Cabildo Eclesiástico lo designó  Vicario Capitular en Sede Vacante. Al tiempo de desempeñar ese cargo  eclesiástico, presidió por tercera vez el Senado provincial y volvió a ejercer por  unos días  el gobierno. Mientras se  hablaba de su candidatura a la diputación nacional, el parlamento lo propuso en  el primer término de la terna para la provisión del Obispado de Salta y el P.E.  de la Nación  presentó su nombre a la Santa Sede  a fin de obtener la investidura canónica. El Papa Benedicto XV lo preconizó  entonces Obispo de Salta y Jujuy, el 29 de octubre de 1914. Consagrado en la Catedral de su ciudad  natal por el obispo doctor Padilla, con asistencia de los obispos Yañiz y Paz,  Piedrabuena, Bazán y Bustos, Orzali y Dávila y Matos, el 24 de febrero de 1915.  Inició de inmediato reformas administrativas y disciplinarias planeando la  realización del primer Sínodo Diocesano; propiciando la prensa católica;  iniciando la organización del movimiento social obrero en el NOA; fundando el  Patronado de la Infancia;  gestando el florecimiento de colegios religiosos; estimulando las misiones y  propendiendo a la disciplina del clero secular, que congregó junto a sí en el  Palacio Episcopal para la vida común morigerada. 
                   Creó, en forma conjunta con el Interventor  Federal de la provincia de Salta, doctor Manuel Carlés, el Panteón de las  Glorias del Norte, en el templo catedral, para venerar los restos mortales de  los próceres. 
                  Monseñor Miguel de Andrea afirmó que fue el  obispo de Salta Monseñor Romero uno de los prelados argentinos que más influencia  ejercieron sobre él.
                   El diario La Prensa de Buenos Aires de  30 de mayo de 1918 informa sobre su renuncia a la candidatura que se le había  ofrecido para la gobernación de la provincia de Salta aduciendo Romero que un  obispo debe serlo de todos y no de partido alguno. 
                   De regreso a Salta después de participar en  el IV Congreso de los Católicos Sociales celebrado en Buenos Aires en 1919,  enfermo de cuidado emprendió viaje de misión pastoral entre los nativos del  Chaco Salteño. Su salud se agravó en plena obra misionera, en la localidad de  Orán desde donde fue conducido hasta la sede de su diócesis. Allí falleció días  después, el 17 de septiembre de 1919   a las 57 años de edad, cuando se hablaba con insistencia  de su candidatura a la púrpura cardenalicia en la Argentina y a las  posibilidades de su promoción a la sede arzobispal primada de la Argentina, como  inmediato sucesor del metropolitano monseñor Espinosa. Sus restos descansan en  el Panteón de las Glorias del Norte.        
                  Monseñor  Romero y Juárez publicó numerosos trabajos de carácter histórico, sociológico y  por cierto religioso.