LOS ANTROPOLOGOS
Desde fines del siglo XIX la Antropología se ha constituido como una ciencia que ha generado eficaces conceptos y formas de conocimiento tendientes a explicar la diversidad cultural, a develar posturas etnocentristas, revalorizar los conocimientos locales y entender los procesos de construcción de identidades.
Uno de los aportes fundamentales de la Antropología como disciplina ha sido la explicitación y discusión del concepto de cultura. Los debates que generó desde entonces permiten extender la comprensión y comparación de las más diversas formas de experiencia humana.
El Museo de Antropología de Salta, además de su misión educativa y científica, es el organismo encargado de ejecutar la legislación vigente referida al patrimonio arqueológico y paleontológico, como también de la intervención sobre el otorgamiento de permisos de investigación, educación no formal, asesoramiento a distintas instituciones, y rescate y difusión del patrimonio cultural.
Depende de la Dirección General de Patrimonio Cultural perteneciente a la Secretaría de Cultura de la Provincia, y fue inaugurado el 21 de abril de 1975, como Museo Arqueológico de Salta. Durante 1984 se incorporó el área de Antropología Social, razón por la cual nuevos profesionales se sumaron a la institución para llevar adelante las actividades de investigación sobre las problemáticas referidas a nuestra cultura regional. Es en ese momento que pasa a tomar la denominación que el museo lleva en la actualidad, incorporándose salas y exposiciones etnográficas de la región de gran valor cultural.
El edificio cuenta con salas amplias distribuidas en dos plantas donde se expone parte de la importante colección que custodia, especialmente piezas arqueológicas provenientes de distintos sitios de la provincia y una colección etnográfica. Un aporte significativo lo constituye la colección de la Universidad Nacional de Salta, que fue cedida en comodato en 1980. Las primeras colecciones que albergó fueron las provenientes del Instituto de Antropología y Ciencias Afines del sitio arqueológico de Tastil, rescatadas por el equipo dirigido por el doctor Eduardo Mario Cigliano; del Museo de La Plata y colecciones particulares ofrecidas en préstamo por miembros de la Sociedad Científica del Noroeste Argentino.
El museo posee, además, un depósito para guardar las colecciones, un gabinete museológico, sala de proyecciones, una biblioteca especializada, un hall de entrada con venta de artesanías y una amplia terraza, desde donde se puede apreciar una magnífica vista de toda la ciudad.
El primer antecedente fue la creación en 1885 del Museo de Antropología y Paleontología, fundado en el marco de la Academia Nacional de Ciencias, por el prestigioso naturalista Florentino Ameghino. Hasta la década de 1940 los estudios antropológicos y el interés en las llamadas Ciencias del Hombre fueron llevados a cabo por profesionales de distintas ramas, de forma sistemática, aunque sin inserción institucional específica. Durante esa época se formaron diversos organismos con el objeto de promover los estudios antropológicos.
Muchos investigadores coinciden en fijar como punto de partida de la arqueología de alta montaña en el año 1954 como una especialidad de la práctica arqueológica, fecha en la cual se extrajo del cerro El Plomo (Chile) el cuerpo naturalmente momificado de un niño de aproximadamente 8 (ocho) años de edad. Si bien la excavación fue realizada por buscadores de tesoros, el cuerpo y parte de su ajuar, pudieron ser recuperados y estudiados por la Dra. Grete Mostny, cuyas investigaciones e interpretaciones sirvieron de base para posteriores hallazgos y todavía tienen vigencia.
La trascendencia internacional del hallazgo del cerro El Plomo y la intervención profesional de la Dra. Mostny fueron los responsables del "reconocimiento" de la práctica arqueológica en las altas cumbres andinas por parte de la comunidad científica.
No obstante, existen antecedentes de investigaciones realizadas por profesionales que no tuvieron mayor trascendencia, tal es el caso de los estudios realizados en el nevado de Chañi en 1901 por los miembros de la expedición sueca liderada por Nordenskiold, que según nuestro criterio ellos son los que escribieron los primeros capítulos de la historia de la arqueología de alta montaña. Otro antecedente de importancia es la expedición realizada por Casanova en 1930 al cerro Morado de Iruya (Salta, Argentina), que sin duda marca un hito importante en la especialidad, quien asciende a la cima del Cerro Morado (5.200 m.) y descubre varias estructuras en mal estado de conservación, hallando en su contexto fragmentos de cerámica, vasos casi enteros de marcado corte incaico, además, dos fragmentos de láminas de oro y plata, la parte superior de una campanilla de oro y 30 cuentas de collar de malaquita y lapislázuli; una de las plataformas tenía la particularidad de estar rellena con un manto de tierra vegetal (30 cm.) transportada hasta allí desde las zonas bajas. (Casanova 1930).
En el continente americano y especialmente en la cordillera de los Andes el culto a las montañas alcanzó dimensiones espectaculares, pues estamos hablando de cientos de cerros donde se construyeron templetes y estructuras complejas a tales fines.
Uno de los primeros hallazgos arqueológicos de alta montaña de los que se tiene noticia escrita, fue el realizado en el año 1870 en el cerro Doña Ana de 5690 m ubicado en Coquimbo, Chile. Un cura párroco de apellido Sagüez "escaló el cerro juntamente con Argelino Castro, encontrando en la cumbre un explazo ceremonial. Realizadas excavaciones, descubrió una figurilla de auquénido (...) y una estatuilla de plata, representando una mujer. Observó asimismo en las inmediaciones 4 pircas" (Beorchia, 1985:75).
En 1885 el geógrafo chileno Francisco San Román, anuncia haber hallado un "cuchillo de cobre de origen indio" en la cumbre del cerro Chuculai (5.421 m.), ubicado en la Puna salteña, próximo a los grandes volcanes limítrofes. (Echevarría, 1999:14).
Entre 1896 y 1898 se excavó -por parte de buscadores de tesoros- un enterratorio de la cima del cerro Chachani de 6.057 m (Perú), la noticia fue dada a conocer en 1901 por Lord Conway, un prestigioso alpinista inglés. (Beorchia, 1985:65; Echevarría, 1999:14).
Como podemos apreciar los hallazgos realizados a fines del siglo XIX fueron producto del azar y efectuados por expediciones y personas sin fines arqueológicos específicos.
Fue en el seno de la expedición sueca dirigida por Erland Nordenskiöld donde se gestó el primer ascenso a una montaña para realizar investigaciones arqueológicas y cuyos resultados fueron publicados en los primeros años del siglo XX.
La primera publicación de carácter científico encontrada sobre la arqueología de alta montaña es la realizada por Eric Boman en 1903, en la revista Historia (Bs.As. Argentina), titulada "Hallazgo arqueológico a 6100 metros de altura".
Cinco años más tarde, el mismo Boman (1908) publica la conocida obra "Antiquites de la region andine de la Republique Argentine et du desert d´Atacama", trabajo pionero de las investigaciones arqueológicas del noroeste argentino; allí transcribe nuevamente los datos arqueológicos del nevado de Chañi y complementa su interpretación del sitio de altura en los siguientes términos:"Tal vez era un lugar consagrado a ceremonias religiosas, tal vez una estación de señales". (Boman, 1908:353).
... El principal resultado científico de este primer ascenso al Chañi, fue el descubrimiento del lugar habitado antiguamente por los indios, a una altura de 4.800 metros.
Asimismo, se puede claramente advertir la intencionalidad de ascender a la cima del Chañi en busca de restos arqueológicos, lo que se ve reflejado en las figuras e interpretaciones realizadas por Rosen respecto a los instrumentos líticos, planteando al final, en términos de resultado científico del ascenso, el sitio ubicado a 4.800 m y que hoy sabemos se trata de Jefatura de los Diablos. Sobre el final del capítulo, Von Rosen publica y comenta un extracto del diario de viaje de Von Hofsten cuando sube al Chañi, donde con gran detalle describe (igual que Boman) el sitio arqueológico de la cima y algunos objetos del contexto.
En resumen, y sobre la base documental revisada, no dudamos en afirmar que en la expedición sueca dirigida por Erland Nordenskiöld es donde se gestó el primer ascenso a una montaña con fines arqueológicos, y de donde salió la primera publicación con hipótesis e interpretaciones que a lo largo de un siglo fueron complementadas pero no descartadas.
Luego del aporte de los suecos existe un vacío de 30 años hasta que Casanova realiza su expedición al cerro Morado de Iruya. En 1937 se publica un breve informe sobre el volcán Misti de Arequipa.
Nuevamente otro vacío hasta la Década del ‘50 que aparece la momia del cerro El Plomo que cobra trascendencia internacional y "es reconocida" en el mundo la práctica arqueológica en las altas montañas. A partir de la Década del ‘60 la arqueología practicada en las altas cumbres de la cordillera andina fue creciendo lentamente hasta ubicarse en un nuevo punto de partida.
A cien años de aquella pionera expedición a un país más allá de las nubes rendimos homenaje e estos científicos exploradores que, además de todo el aporte realizado y harto conocido, escribieron los primeros capítulos de la historia de la arqueología de alta montaña en los Andes.