Por Diego Cornejo Castellanos
n 1934 la Santa Sede, de conformidad con el gobierno argentino, decidió el establecimiento de varias arquidiócesis y entre ellas la de Salta. De acuerdo a la normativa de la época el Presidente de la Nación, General Agustín P. Justo, remitió al Senado un mensaje, solicitando la creación de las mismas. Al momento de votarse la terna en la que se mencionaba a Monseñor Roberto José Tavella, votaron favorablemente dieciséis senadores nacionales, entre los cuales debe consignarse al senador por nuestra provincia, Dr. Carlos Serrey.
Su santidad, Pío IX expidió desde Castel Gandolfo, la bula que instituyó como primer arzobispo de Salta a Monseñor Tavella, quien fue investido en sus nuevas funciones el 17 de febrero de 1935 en la Catedral de Buenos Aires, por el nuncio apostólico Monseñor Dr. Felipe Cortessi.
Salta con regocijo se aprestaba a recibir a su primer arzobispo, a El le cabría continuar con la fecunda obra pastoral de sus predecesores los obispos Padilla, Linares y Sanzetenea, Romero, Campero y Araóz. El matutino porteño "La Nación" describía el ánimo reinante en la feligresía salteña: "... con todo entusiasmo se realizan los preparativos para la recepción que se le hará a Monseñor Tavella con motivo de su llegada a esa".
Nació en Concordia el 26 de febrero de 1893, en un hogar humilde impregnado de fe religiosa. Hijo de don Jerónimo Tavella y de doña Rosa Malvasio, de cuyo matrimonio nacieron ocho hijos más, transcurrió su niñez y adolescencia en un ambiente de sana alegría como también de limitaciones, al igual que miles de familias inmigrantes que por entonces arribaron a nuestro país. A poco de fallecer su padre, la familia Tavella decide radicarse en Buenos Aires, allí el futuro prelado ingresó al Colegio de Don Bosco y posteriormente al Aspirantado de Bernal, seis años después ya madurada su vocación sacerdotal, es admitido en la Congregación Salesiana, en enero de 1913 ante cuyos miembros, ratificó sus votos religiosos por otros tres años más.
Ya ordenado sacerdote tuvo por destino el Colegio Pío XI de Buenos Aires, mientras concluía sus estudios en la Escuela Mariano Acosta accediendo al título de Profesor Nacional en Letras y Ciencias. Monseñor Tavella -al tiempo de profesar una profunda vocación pastoral- sintió una marcada inclinación por todo lo concerniente a la cultura en sus más variadas expresiones: arte, literatura, historia, filosofía, lógica; en suma era un humanista cabal en toda la acepción del término. Estas inquietudes con el devenir de los años, las plasmaría en realizaciones que perduran hasta el presente.
Fotografía del Archivo personal de Diego Cornejo Castellanos
Así como evidenció una acendrada aptitud para el estudio, la lectura y la investigación en sus etapas como estudiante, de igual modo, siendo prelado, aquella pasión por la educación lo signó hasta el final de su existencia. En tierra salteña, cuando alguien creyendo que lo agredía, lo tildó de "elitista" no dubitó en responder categóricamente que procuraba rodearse de hombres y mujeres con "espíritu de excelencia", factor decisivo para impartir y propagar el saber a las nuevas generaciones.
Una de sus primeras preocupaciones al asumir la Arquidiócesis de Salta, fue embellecer el interior de la Catedral y dirigir personalmente todos los aspectos concernientes al culto del Señor y la Virgen del Milagro, por ello hasta nuestros días se lo recuerda como al obispo "Del Milagro".
Hacia fines de 1930 impulsó el cambio de la fachada exterior del palacio arzobispal -hasta entonces de estilo gótico- por el actual en el cual predominan caracteres de estilo cuzqueños.
Al tiempo de su arribo a nuestra ciudad, se abocó a estimular a la feligresía para conformar los centros de apostolado como el de la Juventud de la Acción Católica, los centros de obreros católicos, a docentes de enseñanza religiosa en las escuelas y esta decisión se extendió a lo largo y ancho de nuestra provincia. En cada localidad del interior se crearon sedes con el objetivo de difundir el culto católico y propagar la palabra de Dios a quienes no contaban con los recursos elementales para conocer el mensaje evangélico.
Procesión de Milagro 1940 - Calle España al 600 (Archivo de Diego Cornejo Castellanos)
Don Roberto Casas, un referente indiscutible del lacado salteño, evoca una de las tantas anécdotas de su juventud al lado de Monseñor Tavella "En una ocasión Cáritas promovió una campaña en procura de obtener fondos para sus obras. Las alcancías iban a ser entregadas a sus directivos ante la presencia de Monseñor. El doctor Julio Lazcano Ubios se aprestó a buscar al Arzobispo para acompañarlo hasta el Teatro Alberdi donde iba a desarrollarse el acto, caminábamos por la plaza 9 de julio, cuando Monseñor alcanzó un sobre a Lazcano para contribuir a la colecta; el presidente de Cáritas se resistió a recibirlo expresándole cuánto agradecía su gesto, que bastaba su presencia". Casas recuerda con una sonrisa la respuesta del prelado: "Si el Arzobispo no contribuye ¿qué podrá decir a los que ayudaron y colaboraron en la colecta?".
Su primer encuentro con el ámbito de la cultura fue la creación en 1937, del Instituto de San Felipe y Santiago de Estados Históricos de Salta, a tal fin invitó a las figuras más destacadas de la cultura de entonces como al General Ricardo Solá, Dr. Atilio Cornejo, Dr. Julio C. Torino, Ing. Rafael P. Sosa, Dr. David Saravia Castro, Dr. Ernesto M. Araóz, Sr. Juan Carlos Dávalos, Presbítero Miguel Angel Vergara, Dr. Arturo Torino y Dr. Santiago Fleming, aprobados sus estatutos, se inició la difusión del boletín, impreso con respaldo de la Curia y desde entonces hasta años recientes, los trabajos de renombrados investigadores de Salta como de diversas regiones argentinas y del exterior; legaron trabajos históricos fundamentales para escudriñar el pasado de nuestra provincia.
Monseñor Roberto Tavella fue, sin duda, uno de los prelados que con mayor ahínco exteriorizó su genuino orgullo por la herencia cultural hispana, una prueba tangible fue la organización del Primer Congreso de la Cultura Hispanoamericana realizado en Salta en septiembre de 1942, ante la presencia del Presidente de la República Dr. Ramón S. Castillo, miembros de su gabinete, gobernadores de Salta y Tucumán, embajadores de: España, Bolivia, Honduras y destacados intelectuales de nuestro país y el extranjero.
Otras instituciones que Monseñor Tavella promovió a favor de la comunidad de nuestra provincia fue la creación del Instituto de Humanidades de Salta, que funcionó desde 1948 y otorgaba títulos como profesores universitarios, los cuales debían ser revalidados en Tucumán. El Instituto funcionó transitoriamente en la sede de la centenaria Escuela Normal de Salta "Gral. Manuel Belgrano", allí se nutrió de calificados profesores y de alumnos con aspiraciones a obtener un título universitario con validez nacional. Asimismo, en 1952 fundó el Bachillerato Humanista Moderno cuyo plan de estudios incluía la enseñanza de latín y griego. Este Instituto recibió la aprobación del gobierno nacional, pero luego fue clausurado, a raíz del rompimiento de relaciones entre el Poder Ejecutivo Nacional y la Iglesia Católica en nuestro país. Sin duda alguna la calidad del cuerpo de profesores, el ambiente de estudio y disciplina existente en él, es lo que posibilitó acceder a sus alumnos en todas las universidades argentinas, distinguiéndose por la solvencia de sus conocimientos.
A la muerte de su Santidad Pío XII en 1958, le sucede el Papa Juan XXIII quien decide convocar al Concilio Vaticano II. Monseñor Tavella participó de varias sesiones.
En su estada en Salta una idea lo desvelaba y pese a que su salud se deterioraba, no cejó en buscar apoyo para que nuestra provincia contase con su propia universidad católica. Impedido de recrear aquellas innumerables gestiones en este espacio, lo concreto es que Monseñor encontró acogida en el Dr. Robustiano Patrón Costas, quien para respaldar tan importante iniciativa delegó en su hijo, el Ing. Eduardo Patrón Costas el diligenciamiento de todas las tareas que dicho emprendimiento implicaba. Hoy la universidad católica es una realidad, no sólo gracias al aporte económico que la familia Patrón Costas puso a disposición de la iglesia salteña, sino también a la colaboración desinteresada de miles de comprovincianos que a través de ingentes esfuerzos, se nuclearon en pos de ver concretada esta realidad.
El 21 de mayo de 1963 en medio de la congoja de todos los salteños y de los lugares más recónditos de la República, Monseñor Roberto J. Tavella entregó su alma al Señor en un estado de absoluta pobreza, al extremo que su ropa de cama le fue facilitada por Monseñor Carlos Ponce de León, pese al donativo que le hiciera llegar la señora María Elena Costas de Patrón Costas, gesto que agradeció gentilmente, pero dispuso que ese dinero se destinase para las obras de ampliación del Seminario Conciliar.
Sus restos descansan a los pies del señor del Milagro, tal como El expresamente pidió.