Por Andrés Mendieta
Después
del Congreso Constituyente de 1853 la Argentina entraba en la adolescencia.
La Constitución que tanto se había soñado era ya una
realidad y, los primeros tramos de ese extenso camino comenzaban a transitarse.
En el Preámbulo de esa Constitución quedarían grabados
en quienes, a partir de allí, miraban al joven país como la
esperanza de un futuro que se manifestaba pleno de promesa.
En la carta magna se pregonaba:"…asegurar los beneficios de la
libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del
mundo que quieran habitar el suelo argentino…". Para aquellos,
hombres y mujeres, que ya se habían afincado en el país y para
otros que llegaban buscando nuevos horizontes para emprender una nueva vida.
En Salta un puñado de españoles se dispuso en mantener el espíritu
de la gran familia hispana y, el 8 de enero de 1882, decidió fundar
una entidad bajo el nombre de "Sociedad Española de Socorros Mutuos"
Esta asociación surgió para crear un fondo común destinado
a socorrer a los socios en caso de enfermedad y con una tendencia al bien
común. Los pilares de esta institución que se incorporaba al
quehacer de Salta fueron: Enrique Alucinar, Sebastián Asencio, Pedro
Cortazar, Eduardo Escudero, Vicente García, Ramón Güell,
Francisco Marruenda, José Misade, Vicente Espi, José Padilla,
Domingo Puente, Pedro Sandeta, Arturo Soler, Rito Vaquero, Juan Asturias,
Mario Aparicio, Bernardo Canta, Adolfo Cristóbal, Joaquín Guades,
Alvero Gallardo, Antonio Soler Monjo, Rafael Noriega, Francisco Paz, Pedro
Ripio, Pablo Serra, Manuel Ugarriza, y José Vázquez. Veintiocho
voluntades para escribir una página más para la historia de
Salta, porque la Sociedad Española es pasada, presente y futura en
esta provincia.
Los principios fueron excesivamente duro para las aspiraciones de esta novel
institución. Sede social y construcción de un mausoleo figuraban
entre sus prioridades.
En 1897 la situación era apremiante. Había que reclamar recursos
inmediatos. Cuentan los memoriosos que la comisión directiva de ese
entonces dispuso llevar a remate un sombrero y un atado de cigarrillos.
El mismo, por insólito, tuvo excepcional eco entre la población.
Como producto del remate se allegaron 15 pesos de ganancias. Una suma importante
si se tiene en cuenta que la cuota social era de un peso por mes. Y al socio
había que darle alguna atracción.
Nada mejor que la construcción de una cancha de pelota a paleta. La
Sociedad Española continúa avanzando.
Tiempo atrás, minutos antes de iniciarse una comida para celebrar el
Día de la Raza, con la asistencia de las principales autoridades de
la provincia, el sindicato de mozos anuncian la realización de una
huelga.
No había tiempo que perder. Todos los directivos se arremangaron las
mangas y sonrientes cubrieron el servicio y lo hicieron tan bien que superaron
el trabajo de los profesionales en el difícil arte de servir.
El espíritu hispano se muestra, silenciosamente. Ayuda a entidades
de bien público, a escuelas carentes de recursos y a establecimientos
sanitarios. La Sociedad Española es un testimonio de un pueblo que
nos dio la raza, la lengua y la estirpe. Un pueblo que lucha y trabaja por
el bien y que enorgullece a la humanidad.