Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente
h, Dios de mi alma! ¿Qué hubiera sido de mi en aquel momento, si no hubieseis usado de tanta misericordia? Yo estaría en el infierno, donde gimen sin remedio los insensatos cuyas huellas seguí. Os doy gracias, Señor, y os ruego que no me abandonéis en mi ceguedad. Digno era de que me hubierais retirado vuestras luces; pero veo que vuestra gracia no me ha abandonado todavía. Oigo que me llamáis con ternura, me invitáis a conseguir el perdón y a esperarlo todo de Vos, a pesar de las grandes ofensas de que soy culpable en vuestra presencia. Sí, oh Salvador mío, espero que me recibiréis por hijo vuestro. No merezco llamarme con tan amoroso nombre, pues tantas veces he osado ultrajados descaradamente: Padre, no soy digno de llamarme hijo tuyo, porque pequé contra el cielo y contra Ti. Mas se que vais buscando las ovejas descarriadas, y que os consoláis abrazando a vuestros hijos que andan perdidos. ¡Oh, Padre mío, arrepiéntome de haberos ofendido! Arrójome a vuestros pies, abrazo vuestras rodillas, y no me retiraré hasta que me habréis perdonado y bendecido. Y no os dejaré si no me bendijerais. Bendecidme, oh Padre mío, y hágame concebir vuestra bendición un intenso dolor de mis pecados y un ardiente amor para con Vos. Yo os amo, oh Padre mío, os amo con todo mi corazón. No permitáis que jamás me separe de Vos. Privadme de todo, pero no me privéis de vuestro amor. Oh, María, si Dios es mi Padre. Vos sois mi Madre. Bendcidme Vos también. No merezco ser vuestro hijo, admitidme por vuestro esclavo, pero haced que sea un siervo que os ame tiernamente, y que confíe siempre en vuestra protección.
Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.
ATRIBUTOS DE MARÍA
Sol
urísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el segundo atributo que simboliza vuestra original pureza, es el Sol. Alcanzadme, Soberana Reina, de vuestro Santísimo Hijo, Sol de justicia, que con los rayos de su divina piedad alumbre las tinieblas en que camina perdida mi alma, para que, conociendo la ceguedad en que he vivido, sepa llorar mis culpas, y al calor de vuestros cariños, se deshagan en raudales mis ojos; pues, siendo Vos mi reina y protectora, me atreví a ofendemos y a despreciar vuestra gloria, para que, purificada mi alma con la contrición de mis culpas, merezca ver en la gloria, el verdadero Sol de Justicia que nació de Vos. AMEN.
Oración
oberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.
Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.
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Día Tres
Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente
h, Jesús y Redentor mío! Gracias os doy de que no hayáis permitido que muriese cuando estaba en desgracia vuestra. ¡Cuántos años seguidos no merecía yo estar sepultado en el abismo del infierno! Si yo hubiese muerto tal día, aquella noche, ¡qué hubiera sido de mí por toda una eternidad Señor, gracias os doy mil veces por tal beneficio. Yo acepto la muerte en satisfacción de mis pecados; y la acepto tal cual sea de vuestro agrado enviármela; mas ya que me la habéis retardado hasta el presente, retardadla aún, Dios, mío, dejadme pues, que llore un poquito mi dolor. Dadme tiempo para llorar las ofensas de que me hice culpable a vuestros ojos, antes que llegue el día en que habéis de juzgarme. No quiero ya resistir por más tiempo a vuestra voz. ¡Quién sabe si las palabras que acabo de oír son el último clamor que me hacéis escuchar! Confieso que soy indigno de misericordia. Tantas veces me habéis perdonado, y yo ingrato os he ofendido de nuevo. Al corazón contrito y humillado no lo despreciarás, o Dios. Señor, ya que no desecháis un corazón que se arrepiente y se humilla, ved ahí al traidor que vuelve a Vos herido por la flecha del arrepentimiento. No me deseches de tu rostro. Por piedad, no me arrojéis de vuestra presencia. Vos mismo dijisteis: Aquel que a Mí viene, no le echaré fuera. Verdad es que más que nadie os he ultrajado, porque más que a nadie me habéis favorecido con vuestras luces y con vuestras gracias; pero la sangre que por mí habéis derramado, me da aliento, y me hace esperar el perdón, si de veras me arrepiento - Sí, oh mi Soberano bien, yo me arrepiento con toda mi alma de haberos despreciado. Perdonadme, y concededme la gracia de amaros en adelante. Harto estoy ya de haberos ofendido. El tiempo que me queda para vivir, oh dulce Jesús mío, no quiero emplearlo más en ofendemos; quiero tan sólo llorar amargamente por los disgustos que he podido daros. Amaros quiero con toda la fuerza de mi alma. ¡Oh, Dios, que merecéis un amor infinito! ¡Oh, María, mi esperanza, rogad a Jesús por mí!
Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.
ATRIBUTOS DE MARÍA
Estrella
urísima Virgen del Milagro, María Madre admirable, milagro de la gracia, el tercer atributo que simboliza vuestra original pureza, es la Estrella de Jacob. Y pues sois Estrella resplandeciente que en la oscura noche de esta vida, alumbráis con vuestras luces a los que perdidos caminan, ya veis, piadosísima Reina y Estrella de pecadores, el camino que llevan mis pasos; influid con vuestras benignas influencias, para que yo camine seguro por el camino verdadero que conduce a la gloria, que es el de la cruz y mortificación, para que, viviendo crucificado, al mundo y a mis pasiones, merezca por vuestra intercesión ser estrella resplandeciente en la gloria. AMÉN.
Oración
oberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.
Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.
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Día Cuatro
Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente
h, Jesús mío, pues quiero siempre llamaros por vuestro nombre; esto me consuela y me da valor, cuando me acuerdo de que sois mi Salvador, y que habéis muerto para salvarme. Vedme a vuestros pies; confieso que soy digno de tantos infiernos, como veces os he ofendido por el pecado mortal. No merezco perdón; pero Vos molisteis para perdonarme. Piadoso Jesús, no olvides que por mi fue tu venida. Anticipaos, oh Jesús mío, a perdonarme antes que vengáis a juzgarme. Entonces yo no podré pediros piedad; más ahora puedo, y espero que me la concederéis. Entonces vuestras llagas me llenarán de espanto, ahora me inspiran confianza. ¡Oh, Redentor de mi alma!, yo me arrepiento sobre todo de haber ofendido a vuestra infinita bondad, y prefiero sufrir todas las pérdidas posibles, antes que burlarme de vuestra gracia. Os amo con todo mi corazón, tened piedad de mí. Ten piedad de mi oh Dios, según tu grande misericordia. Oh, María, Madre de misericordia, abogada de los pecadores, alcanzadme un intenso dolor de mis pecados, el perdón y la perseverancia en el divino amor. Yo os amo, Reina de mi corazón, y en Vos pongo toda mi confianza.
Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a 1a ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.
ATRIBUTOS DE MARÍA
Arca del Testamento
urísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el cuarto atributo que simboliza vuestra original pureza, es el Arca del Testamento. Y Pues sois Arca divina que, para que no pereciésemos en el diluvio de nuestras culpas bajasteis a las aras del altar para asegurarnos en Jesús Sacramentado, concededme, Madre mía, el que, no hallando descanso en este mundo sino en Jesús Sacramentado, se aquieten nuestras potencias y sentidos, para que, gustando las dulzuras de este Pan Soberano, sienta aún en esta vida las delicias y gozos, que dan a los que os sirven en la bienaventuranza de la gloria. AMÉN.
Oración
oberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.
Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.
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Día Cinco
Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente
h, Dios mío, conque Vos sois mi soberano bien, bien infinito y yo os he perdido tantas veces! ¡Sabía que por el pecado os causaría el mayor disgusto, pues perdería vuestra gracia, y a pesar de esto yo lo cometía! ¡Ah, si yo no os viese clavado en una cruz, oh Hijo de Dios, y muriendo por mí, no me atrevería a invocaras, ni a esperar jamás el perdón! ¡Padre Eterno, no fijéis en mí vuestros ojos, sino en vuestro Hijo querido, que os está clamando por mí, misericordia: escuchadle y perdonadme! Muchos años hace que debiera hallarme sepultado en el infierno, y sin esperanza de amaros y de recobrar la gracia que he perdido. ¡Oh, Dios "O! arrepiéntome del ultraje que os hice renunciando a vuestra amistad, y despreciando vuestro amor por los miserables placeres de este mundo. ¡Ah pluguiera a Dios que hubiese muerto mil veces antes que ofenderos! ¿Cómo pudo llegar a tal extremo mi ceguedad y locura? Agradezco, oh Dios mío, de haberme dado tiempo para poder pensar en el mal que he hecho, y ya que por un efecto de vuestra misericordia no me hallo en el infierno y puedo amaros y amaros quiero, oh Dios mío, y no quiero diferir un solo instante el convertirme a Vos. Os amo, bondad infinita; os amo, oh vida mía, mi tesoro, mi amor, mi todo. Recordadme siempre el amor que me habéis tenido y el infierno donde debía encontrarme, a fin de que esta idea me inflame y me obligue a hacer actos de amor y a deciros siempre: Yo os amo. ¡Oh, María, Reina de mi corazón, esperanza mía, Madre mía, si me hallara en el infierno, no podría amaros jamás! Yo os amo, oh Madre mía; en Vos pongo toda mi confianza, y espero no abandonamos ya más, ni a Vos, ni a mi Dios. Socorredme y rogad por mí a Jesús.
Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra Dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.
ATRIBUTOS DE MARÍA
Paloma
urísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el quinto atributo que simboliza vuestra original pureza, es la Paloma, que, volando a nuestra tierra, trajisteis el ramo de olivo para asegurar a los suyos que habían cesado ya por vuestra intercesión, las aguas de las tribulaciones. Concededme, Madre mía, el que, cual paloma que gime la pérdida de su consorte, así sepa yo llorar y sentir las muchas culpas con que he perdido a mi dulce Jesús, Esposo de mi alma, y que agradecido lave con mis lágrimas, las manchas con que he afeado mi alma, para que, vestida con la candidez de vuestra gracia, vuele en compañía de vuestro Esposo, el Espíritu Divino, a alabaros en la Gloria. AMEN.
Oración
oberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.
Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.
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Día Seis
Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente
h, mi Jesús! ¿Cómo habéis podido sufrirme tanto tiempo? ¡Tantas veces como he huido de Vos, y a pesar de esto Vos habéis venido siempre a mi encuentro! ¡Tantas veces como os he ofendido, y Vos me habéis perdonado! ¡Os ofendí de nuevo, y de nuevo me habéis concedido el perdón! ¡Ah, hacedme sentir un poco de aquel dolor que padecisteis en el Huerto de Getsemaní, cuando, al pensar en nuestros pecados, llegasteis a sudar sangre. Yo me arrepiento, oh Redentor mío, de haber tan mal correspondido, a vuestro amor. ¡Oh placeres malditos, yo os detesto y abomino! Vosotros me hicisteis perder la gracia del Señor. ¡Oh, amado Jesús!, yo os amo sobre todas las cosas, y renuncio a todas las satisfacciones ilícitas, prefiriendo morir mil veces antes que ofendemos jamás. ¡Ah! por el afecto que me mostrasteis en la Cruz, y que os obligó a ofrecer por mí esa vida divina, dadme la luz y la fuerza para resistir las tentaciones, y recurrir en ellas a vuestra ayuda. ¡Oh, María, mi esperanza, ya que todo lo podéis con Dios, alcanzadme la santa perseverancia, y haced que no me separe jamás de vuestro amor!
Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.
ATRIBUTOS DE MARÍA
Jardín Cerrado
urísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el sexto atributo que simboliza vuestra original pureza, es el Jardín Cerrado. Encerrad, Madre mía, en vuestro corazón purísimo, como en jardín soberano, todos nuestros pensamientos y obras, para que de hoy en adelante ya no piense en otra cosa, sino sólo en serviros, ni quiera más gloria que la de amaros, y haced que con la fragancia suavísima de todas vuestras virtudes se conviertan nuestros deseos en fruto de vuestro agrado, para que, adornándose mi alma con las flores de las virtudes, merezca ser suave olor de Cristo en la gloria. AMÉN.
Oración
oberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.
Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.
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Día Siete
Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente
irad, oh mi Dios, mirad a vuestros pies un ingrato a quien creasteis para el paraíso, pero que tantas veces, por miserables placeres, os ha negado a la cara y ha preferido ser condenado al infierno. Más yo espero, que Vos me, habéis perdonado todas las injurias que os he hecho, de las cuales me arrepiento de nuevo y quiero arrepentirme hasta la muerte. ¡Ah, yo deseo que me las perdonéis todavía! Más, oh Dios mío, aunque Vos me hayáis perdonado, no por esto será menos verdad que tuve la audacia de abrevaros de amargura, oh Redentor mío, que para conducirme a vuestro Reino me habéis dado la vida. ¡Bendita y glorificada sea para siempre, oh mi Jesús, vuestra misericordia.
Vos que con tanta paciencia me habéis sufrido, y que, en vez de castigarme me habéis colmado de gracia y de luces, y mil veces me habéis llamado a Vos, ya veo, oh mi amado Jesús, que Vos queréis que me salve, deseáis que entre a vuestro Reino para amaros eternamente; pero antes queréis que os ame en este mundo. Sí, yo quiero amaros; y aún cuando no hubiere paraíso, en tanto que yo viva, os amaré con todas mis fuerzas y con toda mi alma. Bástame saber, oh mi Dios, que Vos deseáis que os ame. ¡Oh, mi Jesús!, asistidme con vuestra gracia, y no me abandonéis. Mi alma es inmortal: hállome, pues, en la alternativa, o de amaros siempre o de detestaros por toda una eternidad. ¡Ah, no, no!, amaros quiero eternamente, y amaros lo bastante en esta vida, para amaros en la otra lo que debo. Disponed de mí como os plazca; castigadme como Vos quisierais, pero no me privéis de vuestro amor; haced después, de mí, lo que os parezca., ¡Oh mi Jesús! vuestros méritos son mi esperanza ¡Oh, María, toda mi esperanza la pongo en vuestra intercesión! Vos me habéis librado del infierno, cuando yo estaba en pecado. Ahora quiero ser de Dios; hacedme santo y salvadme.
Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada virgen del Milagro. AMÉN.
ATRIBUTOS DE MARÍA
Puerta del cielo
urísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el séptimo atributo que simboliza vuestra original pureza, es la Puerta del Cielo. Y pues sois Puerta Celestial, por cuya intercesión entran al paraíso de la gloria, los hijos de Adán que acaban esta vida en gracia; concededme, Madre mía, el que si este año fuese el último de mi vida, se aparte mi corazón de los cuidados de este mundo, y con la luz de vuestros auxilios busque sólo el sosiego de mi alma en mi dulce Jesús, para que cuando llegue la muerte temporal, merezca estar dispuesto para acabar mi vida en el ósculo de mi Señor, y entre por Vos, Puerta resplandeciente, a la patria dichosa de la gloria. AMÉN.
Oración
oberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.
Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.
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Día Ocho
Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente
h, Bien supremo, yo soy este miserable que he huido de Vos, renunciando a vuestro amor! Por esto sólo, indigno debiera ser de veros y de amaros. Más también Vos sois Aquel que por piedad de mí no la tuvisteis de Vos mismo, y quisisteis morir de dolor y cubierto de infamia en una Cruz. Vuestra muerte me hace, pues, esperar que un día podré yo veros y gozar de vuestra presencia, amándoos con todas mis fuerzas. Más ahora que estoy en continuo peligro de perderos para siempre, y que ya os había perdido por mis pecados, ¿qué haré durante el resto de mi vida? ¿Continuaré en ofendemos? No, Jesús mío, yo detesto sobremanera los ultrajes que os he hecho, contrito estoy de haberos ofendido, y os amo de todo corazón. ¿Desecharíais Vos un alma que se arrepiente y que os ama?. No. Yo sé que habéis dicho, Redentor mío, que no sabéis rechazar a los que se arrojan a vuestros pies arrepentidos: Aquel que a mí viene, no le echaré fuera. ¡Oh, Jesús mío, todo lo abandono y me convierto a Vos!. Os abrazo y os estrecho contra mi corazón; dignaos Vos abrazarme y estrecharme en el vuestro. Si me atrevo a hablaros así, es porque me dirijo a la bondad infinita, y por que hablo a un Dios que ha querido morir por mi amor. ¡Oh, Salvador mío, dadme la esperanza en vuestro amor!. ¡Oh María, querida Madre mía os lo suplico por el amor que tenéis a Jesucristo, alcanzadme la perseverancia! Así lo espero y así sea.
Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.
ATRIBUTOS DE MARÍA
Fuente de Aguas Vivas
urísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el octavo atributo que simboliza vuestra original pureza, es el ser Fuente de Aguas. Concededme, Madre mía, el que, cual sediento ciervo que busca las aguas, corra yo a beber de aquellas cinco fuentes que por mí derramó mi dulce Jesús en el madero santo de la Cruz, para que, atraído de las dulzuras que comunican aquellas santísimas llagas, lave yo en aquellas purísimas aguas las muchas manchas con que he afeado mi alma, para que, cuando venga mi Señor a juzgarme y aparezca en el Cielo aquel madero santo de la Cruz, llore lágrimas dé consuelo al ver que, aunque desprecié las fuentes de aguas vivas, la Cruz fue la llave que me abrió las puertas de la gloria. AMEN.
Oración
oberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.
Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.
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Día Nueve
Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente
racias os doy, oh dulcísimo Redentor mío, por estas luces que me acabáis de dar, y por haberme dado a conocer los medios para salvarme. Yo os prometo ponerlos en práctica con la mayor firmeza. Concededme la gracia que necesito para seros fiel; ya veo ser vuestra voluntad el que yo me salve, y yo quiero salvarme, en especial para dar gusto a vuestro Corazón divino, que con tanto ardor desea mi salvación. No, no quiero resistir, oh Dios mío, por más tiempo al amor que me tenéis.
Este amor ha sido causa para que Vos me hayáis sufrido con tanta paciencia, cuando yo os ofendía, Vos me llamáis a vuestro amor, y yo no deseo sino amaros. Os amo, bondad infinita; os amo, oh bien supremo e infinito; y os suplico hoy día, por los méritos de Jesucristo, no permitáis que yo sea jamás ingrato a vuestra bondad. Haced, que cese de ser ingrato, o poned fin a mi vida. Señor, ya que habéis empezado la obra, dignaos ahora completarla. Confirma oh Dios, lo que has hecho en nosotros. Dadme la luz, la fuerza, dadme el amor. ¡Oh María, Vos que sois la dispensadora de las gracias, socorredme! Admitidme por vuestro servidor, pues quiero serlo, y rogad a Jesús por mí. Los méritos de Jesucristo, y después vuestros ruegos, son los que han de salvarme.
Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.
ATRIBUTOS DE MARÍA
Trono
urísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el noveno atributo que simboliza vuestra original pureza, es el ser Trono de Dios. Pues sois Trono en quien descansó el Señor, como en trono de toda santidad y perfección, concededme, Madre mía, el que, ya que mi corazón camina perturbado con los engaños de este mundo, descanse sólo en Vos, y sienta aquel sosiego y alegría que experimentan vuestros siervos; y pues, nuestro amor os obligó a dejar vuestro trono y bajar a pedir que el Señor suspendiese el castigo contra el pueblo de Salta, os suplico, Madre mía del Milagro, continúe vuestra piedad y misericordia, ya suspenda los castigos que cada día merezco por mis culpas. Y si, como frágil y miserable, me olvidase algún día de vuestro amor, Vos, como que sois todo nuestro consuelo y amparo, dadme silbos amorosos para que yo vuelva cual descarriada oveja al rebaño de mi Señor, y por vuestra intercesión merezca veros en el trono de la gloria. AMÉN
Oración
oberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.
Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.
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