Hace
varios años Salta sufrió la pérdida
de una de sus reliquias vivientes, a la cual admiraba,
respetaba y quería entrañablemente. Nos
referimos a doña “Pancha Güemes ",
como el pueblo la llamaba cariñosamente. Era
directa descendiente de Martín Miguel de Güemes,
el legendario general gaucho que murió defendiendo
Salta y la independencia de la Nación.
Por la década de los años 20
existía un verdadero culto a esta matrona, ya
agobiada por la edad que lucia con satisfacción
su condición de auténtica patricia, orgullosa
de las hazañas de su antepasado, su bisabuelo,
como de la actitud política que éste tuvo
para con el pueblo, actitud que doña Pancha continuó
practicando durante toda su vida. Por los años
en que paseaba todavía las calles de Salta, las
calles no tenían el actual asfalto y la parte
céntrica todavía mostraba los adoquines
de madera, gastados y raleados en algunos lugares.
Doña Pancha vivía rodeada por
un cariñoso séquito de gente humilde,
que la quería respetuosamente, porque la gente
del pueblo se había trasmitido, como una tradición,
la admiración y reconocimiento a Martín
Miguel de Güemes, recordándolo en sus largas
conversaciones como el caudillo bueno, amigo de los
pobres, que prefería la compañía
sencilla de éstos a los salones lujosos, donde
se escuchaban frases contrarias al caudillo barbado,
que guiaba a sus gauchos a la victoria en los desiguales
encuentros que cumplió defendiendo la frontera
Norte. Era una prolongación de los instantes
históricos de la guerra de la independencia que
éstos salteños acunaban con cariño
en su recuerdo, rindiendo su afecto agradecido a la
dama que antes ellos prolongaba la presencia del espíritu
de don Martín Miguel. Pocas veces solía
salir a la calle y generalmente sólo los domingos
se la veía pasar, lentamente, en una limousine,
que por esos años era de lujo, guiada lentamente
por un chofer y un acompañante. Ella, delgada,
alta, con el rostro surcado de arrugas, mostrábase
erguida, con sus cabellos blancos ordenados hacia atrás
con un simple rodete como el que usaban las mujeres
del pueblo. Siempre lucia un traje negro cerrado con
un cuello de encaje blanco. Toda la gente saludábala
a su paso. Los hombres descubriéndose y las mujeres
inclinándose con respeto, mientras ella, tras
del vidrio de la portezuela del vehículo, movía
una de sus manos respondiendo a los saludos. Generalmente
asistía a misa concurriendo a la Iglesia de San
Juan Bautista de la Merced, donde, al llegar y descender
del vehículo, formábase un corrillo de
fieles para verla, saludarla y, si era posible, estrechar
su mano.
Manteníase al margen de la vida política,
en el sentido de no concurrir a actos de carácter
oficial, probablemente por no estar de acuerdo con las
ideas que se sustentaban, a las que, sin lugar a dudas,
no las consideraba acordes con las que defendió
su bisabuelo. Muchos afirmaban que siendo una niña
había conocido al general, y hasta que ella relataba
algunas anécdotas. En verdad nunca desmintió
ello, pero tampoco lo confirmó. Parecía
que le agradaba que la imaginería de la gente
invente anécdotas generosas a favor del caudillo,
porque consideraba que ello era una manera simple y
sincera de rendir homenaje a su memoria. Quizás
la única vez que asistió a un acto público
oficial fue cuando inauguraron la escuela granja "
Martín Miguel de Güemes ", que funciona
sobre la ruta 51. Ese día estuvo en el lugar
de las autoridades, sentada en una silla, como siempre
erguida y vestida de negro con su cuello blanco de encajes.
Hubo un instante de respetuoso silencio cuando llegó
al lugar de la ceremonia, y todos los presentes aplaudieron
afectuosamente su presencia
Después de este suceso pocas veces
de la vio en la calle y su vieja limousine desentonaba
con los automóviles más modernos de no
hace muchos años. Cuando no se la vio recorrer
las calles de la ciudad había una pregunta permanente
sobre su estado de salud. Así pasó algún
tiempo, hasta que se supo de su desaparición.
Una profunda pena cubrió a todos, porque se acababa
de perder algo de la historia, cargada de heroísmo,
que protagonizó Güemes, alentando la llama
de la fe en la Patria y en las tradiciones mas puras
de libertad, que dejó como un ejemplo permanente
quien lo diera todo por ello, incluyendo la propia vida.
FUENTE: CRONICA DEL
NOA, SALTA, 17-03-1982