Vale la pena hacer un poco de memoria para descubrir que, así como el Dr. Cornejo hizo patria aceptando cargos como Senador y Diputado “ad honorem”, la casa de la calle Córdoba 36, donde pasaba la mayor parte del día, perteneció anteriormente a un patriota.
He aquí su historia:
LA CASA DE LA CALLE CÓRDOBA Nº36
La casa de la calle Córdoba Nº 36, donde funciona la Biblioteca Provincial Dr. Atilio Cornejo, pertenecía a la familia Saravia. El sargento mayor José Domingo Saravia participó activamente en la guerra por la independencia e inculcó a su descendencia la importancia de la educación, la honradez y el amor a la Patria.
SARGENTO MAYOR JOSÉ DOMINGO SARAVIA
Nació en Salta a fines del siglo XVIII (…). Al tener lugar la batalla de Salta, José Domingo Saravia se hallaba en La Paz (Bolivia), y de inmediato promovió con el grupo de argentinos allí residentes, un movimiento de opinión, ofreciéndose ponerse en contacto con el general Belgrano para pedirle instrucciones; para cumplimentar este propósito debió atravesar una extensa región ocupada por enemigos, encontrándose con el general en jefe en la provincia de Chichas, invitándolo este último a incorporarse al Ejército de su mando, como ayudante mayor del Regimiento Nº6 (Pardos y morenos) que mandaba Forest. En la batalla de Vilcapugio, el 1º de octubre de 1813, su hermano José Apolinario Saravia, capitán de su regimiento, cayó gravemente herido en el pecho: cuando José Domingo descubrió a aquél entre los que yacían muertos o heridos, lo abrazó para despedirse creyéndolo difunto y en tales circunstancias descubrió que aún vivía, arrastrándolo entonces hasta llevarlo a lugar seguro, salvándolo de una muerte cierta. El general Belgrano ordenó a Saravia que condujese los heridos a Jujuy. Inmediatamente pasó a prestar servicios en la línea de Guachipas, que comandaba su padre el coronel mayor D. Pedro José de Saravia, y bajo las inmediatas órdenes de su hermano José Apolinario, restablecido de sus graves heridas, distinguióse con el famoso combate de “Sauce Redondo”, el 24 de marzo de 1814, acción en la cual fue destruida la compañía realista del capitán José Lucas Faxardo, siendo el conductor del parte al coronel San Martín, quien con fecha 29 del mismo mes se dirigió al coronel mayor Pedro José Saravia manifestando su satisfacción por la valerosa comportación de los combatientes “y de sus hijos D. José Apolinario y D. José Domingo en la brillante guerrilla del 24” (Documentos del general San Martín, Tomo II, páginas 188-89.)
El 23 de febrero de 1815, el gobernador interino D. Hilarión de la Quintana le extendió despachos de teniente 2º de la compañía de Infantería Cívica creada en Salta, desempeñándose también como ayudante de Plaza. El 5 de mayo de 1820, el general Güemes lo promovió a capitán, y el 15 de agosto del mismo año, a sargento mayor, en su carácter de “General en Jefe del Ejército de Observación del Perú”, ejerciendo en el curso de aquel año las funciones de ayudante de campo de su hermano José Apolinario (Nota de este último a Güemes, Biblioteca Nacional, sección Manuscritos), y por ese tiempo desempeñó una comisión del general Güemes, quien lo envió a Catamarca en procura de auxilios de caballos, costeando Saravia esta comisión de su peculio personal. Se halló en la defensa del territorio salteño invadido por las huestes españolas, en todos los casos en que se produjo esta circunstancia, a excepción de la invasión de Tristán.
El sargento mayor José Domingo Saravia también ejerció funciones representativas en la Legislatura de Salta, cuando terminó la guerra de la Independencia, y cuando tuvo lugar la invasión de aquella provincia por las fuerzas de Juan Facundo Quiroga, vencedor de Lamadrid en la Ciudadela, el 4 de noviembre de 1831, Saravia vióse compelido a emigrar a Bolivia, huyendo de tan terrible caudillo.
(…) En la biografía de este patriota no dejaremos de mencionar un hecho evocador del intenso patriotismo que alimentó en su espíritu: el sargento mayor Saravia había luchado y sufrido por la libertad, independencia y organización de la Patria, y tan sentido era su fervor patriótico, que al caer el Dictador Rosas e iniciarse los trabajos para la Constitución del país, manifestó aquél deseos de vivir hasta el momento en que se jurase la tan anhelada Constitución Nacional, y que luego podría la muerte llegarle que estaría satisfecho. En Salta, como en las demás provincias, se juró la Constitución el 9 de julio de 1853, y el ya anciano y enfermo sargento mayor Saravia fue encargado de presidir los festejos jubilosos de aquel gran día. Cuatro días después, el 13 de julio, flaqueó repentinamente el corazón del viejo guerrero; entregando su alma al Creador, contento de haber cumplido su postrer deseo, el 9 de agosto, siendo enterrado al día siguiente en la iglesia de la Caridad de Salta.
Sus hijos siguieron la tradición honrosa de esta familia patricia: David; Carlos María, el protocolo viviente de las tradiciones y antecedentes parlamentarios en el puesto de Secretario del Senado, donde murió; Juan Pablo, el Dr. José Vicente, Da. Benigna y Filomena (Florencia) Saravia, ejercieron funciones públicas en forma digna de imitarse, siendo las dos últimas educacionistas de fama.
Texto extraído de: Yaben, Jacinto R.: Biografías Argentinas y Sudamericanas. Tomo V. Ed. Metrópolis, Buenos Aires. Pág. 556, 557.
DOÑA JOSEFA BENIGNA SARAVIA
Nació el 13 de febrero de 1824, siendo hija del Guerrero de la Independencia Don José Domingo Saravia y de Doña María Josefa López y Plazaola. De edad de siete años emigró con su familia a Bolivia, la cual huía ante la invasión del General Quiroga, en 1831. La familia Saravia se instaló en Chuquisaca donde los hijos realizaron sus estudios. Da. Benigna, nombre con el que generalmente es designada, recibió, en primer término, de su madre, como base esencial, una sólida educación moral y religiosa, que juntamente con su hermana Da. Filomena las distinguió entre las jóvenes de su edad.
“Doña Benigna, dotada de clara y distinguida inteligencia cultivó su espíritu en estudios serios y aparte de todos los conocimientos que toda joven bien educada debe poseer para el buen manejo de una casa, adquirió por sí misma y sin maestros aquellos conocimientos de ornato, la música, el dibujo y el francés, poseyendo como una calígrafa consumada el más bello carácter de letra, creyó que no debía poseer para ella sola esas dotes, comunicándolas por la enseñanza, como lo hizo más tarde, a centenares de niñas de las distinguidas familias de Salta y Tucumán. En 1845 pudo el señor Saravia con toda su familia volver de la expatriación al suelo natal, pero dos años más tarde aquella numerosa y feliz familia experimentó su primera e irreparable desgracia; la madre, el ángel del hogar, que había embellecido la vida de su esposo y hecho la felicidad de sus hijos, volvió al Seno del Creador.” (22 de diciembre de 1847).
“Desde entonces Da. Benigna, joven de 23 años, renunció a todos los halagos de la sociedad dedicándose enteramente al cuidado de su anciano padre y a echar los cimientos del que fue el pensamiento en toda su vida: la fundación por sí sola, con sus solos y propios recursos de una casa religiosa donde pudieran recibir educación y alimento del cuerpo y del alma tantos pobres huérfanos que abandonados de la sociedad se pierden para ella y para Dios.
Desde entonces pues, Benigna puso modesta escuela (1848) que fue creciendo poco a poco, donde recibieron educación muchas de las que hoy son dignas y distinguidas matronas de Salta y aventajadas maestras otras, de las principales escuelas públicas de Salta, Tucumán, Jujuy y aún de Mendoza.” (…)
El 10 de octubre de 1867, de aciago recuerdo para los salteños, las tropas de Felipe Varela tenían como meta la iglesia y convento San Francisco, por entender que no sólo allí se habían refugiado los más notables ciudadanos, sino que habían llevado consigo todas sus riquezas. El general don Nicanor Flores, jefe de la defensa de Salta, en su parte menciona especialmente “la actuación de don Baldomero Castro, muerto en la refriega; de don Napoleón Peña, del doctor Cleto Aguirre, don Benjamín Valdez, don Francisco de Ugarriza y don Cecilio Gallardo, que combatieron con denuedo cuerpo a cuerpo con los que trataron de penetrar dentro de las barricadas por el interior de la casa de doña Benigna Saravia (Córdoba 36).”
El Dr. Atilio Cornejo señala que el establecimiento educacional de doña Josefa Benigna Saravia, funcionaba en Córdoba 36, “que fuera de Saravia y en donde tenía establecida su escuela primaria la célebre maestra doña Benigna Saravia, con sus predilectas alumnas doña Delia Gurruchaga, después de Mollinedo (mi abuela materna); doña Margarita Uriburu (despúes de Ibarguren) y doña Carmen Díaz (después de Frías)”.En Córdoba 36, solar que el doctor Atilio Cornejo adquirió en 1937, tenía su estudio de abogado (su domicilio particular era Córdoba 28) y era propietario de una nutrida biblioteca, la que legó a la provincia a su fallecimiento, con la propiedad incluida.
En la actualidad, la biblioteca provincial de Dr. Atilio Cornejo funciona aún en la calle Córdoba 36, donde se atesoran documentos y libros incunables referidos especialmente a las materias de Derecho e Historia, cobrando preponderancia el sector referido a Salta.
Según referencias esta escuela funcionó en la calle Córdoba Nº 36, y después en Córdoba y Alvarado (…).
Texto extraído de: Saravia, Carlos María: Boletín del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta. Tomo VII. Nº 28. Pág. 229, 230.
Vitry, Roberto G.: Mujeres Salteñas. Ed. Hanne, 2000. Pág. 224, 225.
DESCRIPCIÓN FÍSICA DE LA CASA DE LA CALLE CÓRDOBA 36
Esta vivienda fue parte de una típica casa de patios, está inserta en la manzana de un área donde se expresan todavía los sucesivos parcelamientos desde el “solar” de fundación de un cuarto de manzana a las subdivisiones del siglo XIX y XX.
Esta casa forma parte del sitio Histórico del Conjunto Monumental de la Iglesia de San Francisco e integra el corredor urbano de calle Córdoba en intersección a calle Caseros de gran valor patrimonial, testimonio de la arquitectura doméstica de los Siglos XVIII, XIX y comienzos del XX.
La presencia de esta casa con las vecinas contribuye mantener la homogeneidad morfológica urbana que guarda este sector siendo en este momento el mas valioso en el centro histórico, además contribuye a formar parte de la arquitectura de acompañamiento y de escala menor de la Iglesia San Francisco.
Está inserta en una típica calle corredor que guarda la escala y las proporciones de la calle colonial y la fachada de esta biblioteca forma parte de esta conformación.
La tecnología de esta casa de muros de adobe, cimientos de piedra, techos con estructura de cabriadas, vigas y alfajías de madera, con tejas y tejuelas, pisos de baldosones de cerámicos.
La tipología original de patios, espacios interiores de crujía, predominio de masa muraria adquiere especial importancia por ser uno de los pocos exponentes que nos queda en la actualidad de este tipo de arquitectura y tecnología en nuestra ciudad.
Esta antigua casona se encuentra dentro del sector de mayor afluencia turística del centro histórico de la ciudad.
La sala que linda con la calle recrea la época con el cielorraso de tela, mobiliario y decoraciones originales.
La Biblioteca “Dr. Atilio Cornejo” debe su importancia por ser archivo de documentos y libros históricos únicos y de valor incalculable que datan desde la época del nacimiento de nuestra Patria.
Arq. Orlando Vilariño, Profesional Asesor Dipaus, Dirección General de Patrimonio - Secretaría de Cultura - Ministerio de Cultura y Turismo de la Provincia de Salta.