Cada
época de la ciudad de Salta, no solamente sus
personajes sino, también situaciones o hechos
que los motivaron. Hechos que los hicieron resaltar
sobre el común de los ciudadanos, al salvar esos
momentos con los propios valores morales, que les permitieron
ocupar un destacado lugar en el reconocimiento de mucha
gente. Gente que integraba la Salta de los aprietos.
De los apuros
económicos que eran una endemia que abarcaba
todo el territorio provincial, entre los años
´20 y ´30. Por ese entonces llegó
a la capital de la provincia don Francisco Fernández,
que en poco tiempo se convirtió en " Don
Paco”, al abrigo del afecto de los salteños
en general. Don Paco llegó desde España,
su querida patria que siempre la soñaba envuelta
en los gloriosos colores de la " rojo y gualda".
Enjuto de carnes,
de excelente buen humor y carácter emprendedor,
sentó sus reales ejerciendo el comercio. Tuvo
una clara visión de lo que acontecía en
todo el ámbito provincial, y con ojo de antiguo
poseedor de sangre de viejos mercaderes, se estableció
en la Plaza. A fines de la década de los años
20, ya su tienda " La Mundial", sita en la
esquina de Mitre y Belgrano, tenía bien ganada
fama, no sólo en la ciudad, sino en toda la extensión
de la provincia.
Don Paco mostraba
una profunda fe en los salteños, apreciando las
costumbres francas y abiertas, que él las sentía
como auténticamente llegadas de España.
Era un hidalgo
a su manera, y nunca dejaba de comprender las necesidades
ajenas. Su actividad no se centraba en la quieta esquina,
donde los maniquíes colocados sobre la acera,
mostraban la última moda masculina, recién
llegada desde Buenos Aires.
La actividad
de Don Paco alcanzaba a todos los rincones, y a través
de sus viajantes, llegaba a ciudades lejanas del interior,
como Tartagal y Orán o también Embarcación.
Por allí siempre lo recuerdan, porque además
de su variada mercancía, también ponía
a disposición de su clientela las "gauchadas".
Dióse el caso - en forma frecuente - que los
padres de un muchacho debían enviar a éste
a la ciudad de Salta para continuar sus estudios, ya
que allá en el "Ramal", solamente existían
establecimientos de enseñanza primaria. Llegaban
a la ciudad y quedaban internados en algún colegio.
Entonces don Paco era el punto de contacto. Vigilaba
las necesidades de estado de los estudios del muchacho,
y periódicamente poníase en contacto con
sus padres, llevándoles las nuevas que siempre
tranquilizaban a éstos. Muchas veces - por no
decir frecuentemente - los adolescentes cuando salían
en los días de "permiso" deseaban ir
al cine o a un circo que había llegado a la ciudad.
Entonces recurrían a don Paco, quién afectuosamente
entregaba el dinero que necesitaban haciéndoles
firmar una especie de vale, que e sus manos adquiría
la importancia de un cheque.
Luego, cuando
alguno de sus viajantes llegaba al lugar del domicilio
de los padres del peticionante, presentábanle
el vale y agradecidos, reembolsaban la pequeña
suma adelantada, que no obstante ello tenía enorme
importancia al haber salvado una situación, que
para el educando a no dudar, en esos instantes había
sido angustiosa. Esta ayuda no se limitaba a ello, sino
que se hacía extensiva a personas mayores, que
por diferentes circunstancias, quedaban en la ciudad
sin dinero suficiente para viajar de regreso al lugar
de sus domicilios. Don Paco, siempre solícito,
cubría estas necesidades con su natural gentileza
de siempre, aumentando el prestigio y afecto, que sin
proponérselo iba ganando en todos los rincones
de la provincia.
Sentía
un verdadero cariño por Salta, su segunda patria,
y dedicó a ella todo lo que pudo hacer. Al término
de la década de los años 20, refaccionó
el edificio donde funcionaba su negocio y colocó
en el frente del mismo el primer letrero luminoso con
luces en movimiento. No fue un lujo que se daba, era
un adorno que quiso regalar a Salta para solaz, satisfacción
y hasta orgullo de los salteños, que solían
detenerse en las primeras horas de la noche, para mirar
el encendido de esas dos flechas que velozmente convergían
sobre la esquina de la avenida Belgrano y Mitre.
Visitó
varias veces España, y siempre regresó
presuroso extrañando este rincón argentino
que le había acogido con los brazos abiertos.
Afrontó con su actividad los todos los avatares
que vivió el país en los últimos
años, mostrando siempre su optimismo y su fe
profunda en la capacidad de este país, que consideraba
fuerte y poderoso, capaz de sobrellevarlo todo. Don
Paco cerró sus ojos mirando el paisaje que lo
cautivara en esta tierra americana que tanto soñó
allá en su lejana España, hasta que cruzó
el mar a impulsos de esos sueños, para venir
a incorporarse a este suelo donde encontró la
herencia viva de la hidalguía de su raza.
FUENTE: CRONICA DEL
NOA. SALTA, 20-07-1982