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Biblioteca Atilio Cornejo

Néstor Patrón Costas

Nadie podrá precisar la fecha exacta en que inició su carrera de caudillo. De gaucho señorial, de elegante aspecto, configurando a sus años el arquetipo de una aristocracia rural, que fue orgullo de la élite social lugareña, que en los domingos por la tarde, luciendo elegantes modelos, daba la tradicional "vuelta del perro", en el sector de la plaza 9 de Julio, ubicado frente al Cabildo Histórico.

Don Néstor Patrón Costas, apareció de pronto en la escena salteña, emergiendo de una finca del Valle de Lerma.

Tenía vocación de trabajo, y amaba las cosas de la tierra, y las tradiciones camperas del Norte Argentino. De elevada estatura, armoniosamente constituido, y rostro con ribetes de aristócrata hispano, llamaba la atención de quienes le observaban. Su palabra era llena y franca, y con un aplomo que revelaba su carácter con aptitudes para el mando. Fue en lo económico lo que se dice ahora un "self-made man". Trabajó duramente en el campo, donde la organización que formara, lo destacó como el mayor productor agropecuario de la provincia. Fue quién inició lo que ahora es la producción tabacalera, desde el departamento de Chicoana, al mismo tiempo que actuaba activamente en política, allá por la década del 30.

Su fuerte personalidad lo convirtió en un auténtico caudillo. Tal vez el último caudillo de bota, poncho y espuelas, que pasó los años cambiantes de nuestra historia. Impulsó una manera de vestir al gaucho, al usar un sombrero blanco de amplias alas, pañuelo de seda blanco, y el clásico poncho rojo de los Infernales de Güemes. Así como lucia gallardo en un hermoso caballo peruano-argentino, destacábase por su varonil elegancia en los salones de lujo, vestido con impecable frac, asemejando un auténtico lord inglés en algún salón del Buckingham Palace.

Militaba con fervor en las filas conservadoras, que adquirieron fuerte cohesión por aquellos años en nuestra provincia. No ocupó cargos públicos, pero si ejercía notable influencia para importantes designaciones. Su figura se miraba con respeto, y conquistaba simpatías por su trato- igual para todos - cordial, generoso y ameno - Amante de las costumbres populares camperas solía concurrir a los reñideros, donde, cordialmente enfrentábase a sus adversarios políticos, en lidias que se traducían en fuertes apuestas. Siempre lucía una amplia sonrisa aunque saliera perdidoso en estas justas, y en caso de salir airoso, su voz elevábase sobre el murmullo de la concurrencia. Para ordenar un copioso convite a todos los presentes.

Para las fiestas de Chicoana llegaba al pueblo encabezando una cabalgata de gauchos, vestidos con el auténtico atuendo lugareño, y sus caballos enjaezados con los arreos característicos de nuestro hombre de campo. - Jactábase - y con razón - de que su peonada era la mejor montada del Norte Argentino. Llegaba a las carpas, y toda su gente disfrutaba de su generosa invitación, que los suyos extendían a sus amistades.

Quizá fue el único personaje político, que nunca fue injuriado en la tribuna de sus adversarios. Sus méritos personales frenaban estos intentos, ante la gravitación de su sólido prestigio, político y social. Su estrella- como la de todos sus correligionarios- abatióse desde el cénit de su trayectoria en junio de 1943. - La serena bonanza de una década desmoronábase ante una revolución, tal vez surgida de los ecos del trágico final de la Segunda Guerra Mundial- Su presencia, su serenidad, y su señorial apostura en ningún momento mostraron el impacto que ello podría producirse.

Reunió a su gente, y con palabra serena les explicó que había llegado un nuevo tiempo político, y que, lógicamente, con este tiempo había sostenido en su lucha cívica. En silencio desapareció de la escena ciudadana, retirándose sin odios ni rencores, para recorrer serenamente el último tramo de su vida señorial, respetada por todos sus comprovincianos.

FUENTE: Crónica del Noa. Salta, 31-07-1981

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