Hay personajes que se consubstancian con el medio, a un extremo tal que llegan a ser considerados como algo integrante del ambiente. Es como si se tratara de la parte viviente de una ciudad o localidad, donde la gente tiene el concepto de que se tratan de personajes perennes que nunca abandonarán el sitio ni la misión social que, sin darse cuenta, están cumpliendo en forma permanente. Este el caso de " La Jenny " -como se la nombra- que transita por la zona subtropical, allá junto a los otrora bravíos montes de Anta. La Jenny ha sentado sus reales en la localidad de Joaquín V. González, deteniendo su deambular por esta extensa zona de la provincia, donde paseó siempre su figura, su cordialidad, que unida a su simpatía le crearon especial renombre en su carácter de embajadora de la alegría y del optimismo colectivo. Nació en Tartagal -detalle poco recordado- y de pronto, mujer ya, inició una carrera artística junto a la sombra de los urundeles, cedros y lapachos. Tenía una linda voz que todavía conserva- y su sensibilidad musical la llevó por las sendas del tango porteño. Lo sintió en el alma, y en poco tiempo interpretaba los más conocidos tangos que nacían allá lejos, junto a las riberas del leonado Río de La Plata. Todas las poblaciones de esta zona siempre olvidada de Salta, contaron alguna vez con su presencia. Era animadora de las fiestas grandes. De esas fiestas que se armaban cuando celébrase la fecha del pueblo, que es algo así como el cumpleaños de las localidades. Llegaba con su presencia femenina, con matices "canyengues", y desde el micrófono instalado animaba la reunión que formaban los habitantes de la localidad sin excepción. La acompañaba siempre una orquesta típica, y en un momento dado anunciaba con su voz de contralto: "Ahora canto yo". Seguidamente, con la adecuada mímica, interpretaba algún sentido tango del interminable repertorio que llevaba impreso en su memoria. El público callaba ante la canción doliente y sentimental, que llegaba modulada armoniosamente en su voz bien timbrada, que cargaba de emoción los pasajes culminantes de la letra truculenta y triste, de la queja del lejano arrabal de Buenos Aires. El estallido de los aplausos mostraba a las claras el éxito que obtenía en sus acertadas interpretaciones, aunque por lo general, la concurrencia femenina, criticaba el contenido de las letras dolientes que llegaban como empujadas por el Pampero. Siempre dispuesta a ayudar a pasar un rato; alegre, movediza y comedida, era apreciada por todos como alguien realmente necesario. Cuando se acercaba una fecha digna de celebración en cualquier pueblo de esta zona salteña, quienes hablaban por primera vez de realizarla, mencionaban primeramente su nombre: "Hay que hablarla a la Jenny ". Y eso era el preanuncio de la fiesta cordial y amable, que reuniría a todo el vecindario alguna noche tibia en el lugar de la cita central del pueblo. Los años fueron transcurriendo, y sus salidas se fueron haciendo más espaciadas. Pasó un tiempo en que nadie tenía noticias de la rubia entretenida, de baja estatura y voz de contralto, que portaba con ella la amabilidad y el sentir "rante y canero" de la ciudad capital del tango internacional. De pronto gente que viaja por todo el interior la descubrió de nuevo. Estaba en Joaquín V. González, cargada de recuerdos y sin olvidar sus momentos de diva de la canción maleva. Vestida con atuendo "uni-sex", luciendo en su cabeza una original gorra con los colores de River Plate -el club de sus amores- se gana la vida vendiendo lotería, levantando tómbola y también ofreciendo PRODE. La gente la mira con cariño y respeto, y forma una sólida clientela que cree a pie juntillas en la suerte que les lleva la Jenny , que ha tenido la satisfacción de pagar abultados premios de tómbola, a felices jugadores del lugar, hechos que se comentan como índice seguro de la suerte que suele transmitir a su clientela. Todos los días deja su pieza, adornada con "posters" de River y sus jugadores, para ir caminando y fumando, hasta el lugar que ha elegido para desempeñar sus tareas. Es el hotel, donde tiene una mesa reservada para realizar sus operaciones bursátiles. Atenta y diligente, saluda a cada uno por su nombre, y vende su mercancía de ilusiones, entre memoriosos comentarios del pasado reciente, que viviera con tanto cariño junto a la sombras quieta del monte, que la viera transitar junto a sus sendas, en su permanente traslado por las poblaciones del interior subtropical de Salta.
Fuente: "Crónica del Noa"- 20/01/1982